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2. Mozo de cuadra


Felipe Galindo, jinete aficionado.


El despertador sonó a la hora de siempre, pero me levanté más cansado que nunca por no haberme quedado dormido hasta pasadas unas horas después de acostarme. Me levanté, me vestí, me lavé la cara, me peiné y desayuné como siempre. Me dirigí a las cuadras de los sementales y don Luis no estaba, pero no tardó ni cinco minutos en aparecer.

–¿Qué tal, Juan? Buenos días. Vengo de repasar a las yeguas y todo está en perfectas condiciones. ¿Preparado para la primera clase sobre cómo ser mozo de cuadra?

–Buenos días, don Luis, preparado. Pero perdone, tengo una pregunta.

Se llevó el dedo índice de la mano derecha a los labios y me indicó que me callase para hablar él.

–Quiero decirte que desde este momento y en adelante toda duda que tengas me la preguntes en el acto. A veces las dudas se disuelven en el momento y quizás después sea tarde. Yo estoy aquí para enseñarte todos mis conocimientos, y te aseguro que no son pocos. Además, otras vivencias las tendrás que resolver tú mismo, ya que nadie mejor que tú, y solo tú, podrá resolverlas. Pero eso lo irás aprendiendo más adelante. Y si me ibas a preguntar que si ser mozo de cuadra no es ser potrero, que es lo primero que se tiene que ser para llegar a jinete, te equivocas.

–¿Cómo sabía que le iba a preguntar eso precisamente? –le dije sorprendido.

–Querido amigo, todos hemos sido jóvenes y aprendices en algún momento de la vida –me dijo mirándome y, sonriendo cariñosamente, continuó–: Te diré que muchos desean ser jinetes y no saben domar un potro; están más interesados en alardear de sus habilidades y sorprender a los aficionados profanos en la materia que conocer la base de la buena equitación. Para ser potrero se tiene que conocer la herramienta de trabajo, que no es otra que el mismo potro, y para ello tenemos que saber cómo vive, cómo reacciona, cómo piensa, cómo actúa, y todo eso lo podremos averiguar siendo mozo de cuadra, limpiando su cuadra, cuidando su alimentación, cepillándolo y limpiándole los cascos.

Empezamos repartiendo la ración de pienso a cada uno de los animales que se encontraban en las cuadras. Normalmente suele ser un pienso compuesto, variando según el animal la cantidad y la de los cereales naturales, según sean sementales o potros; es decir, si están de descanso o en cubrición, son potros más adelantados en doma base o que se están preparando para alguna competición donde necesitan más energía. Todo esto me lo explicó el señor Luis según le ponía el pienso a cada uno. No siempre había en las cuadras los mismos animales, por lo que tenía que saber qué ración había que aplicarle a cada uno, ya que los potros eran vendidos según aparecía un comprador y se llegaba a un acuerdo en la negociación.

–Mira, Juan, observa cómo reacciona este potro; es celoso de la comida, guiña las orejas y les enseña los dientes al resto. Si le castigas alzando la voz y obedece es que no es malo, pero si por el contrario colea y te pone la grupa es señal de falta de docilidad y esos detalles saldrán más adelante cuando llegue el proceso de la doma.

–Cierto y además es feo para cuando venga gente a comprarlos, ¿verdad?

–Correcto. Mira este otro. Parece que no hay potro en la cuadra. Entras y sales y él a lo suyo; solo piensa en comer, sin importarle lo que le rodea. Mira, paso por todos lados y él se gira para hacerme espacio y no molestar. Esto es síntoma de confianza y a tener en cuenta cuando tengamos que empezar el adiestramiento. También es importante el trabajo diario, que les hará familiarizarse mucho con nosotros hasta que se den cuenta de que es una cosa normal cuando te vean con la horquilla quitarles el estiércol y lo mojado por los orines y reponer la cama con paja nueva y limpia. La paja será la suficiente para que coma hasta saciarse y lo que sobre será la reposición para la cama. Esta se echará en el suelo para que los caballos no pierdan nunca su hábito natural de comer en el suelo y que, por estar encerrados, les tendremos que proporcionar nosotros. También es importante porque al realizar el ejercicio de levantar y bajar el cuello para llevarse la paja a la boca están fortaleciendo el cuello y eso evita muchos problemas como son los cuellos vencidos y músculos contraídos.

–Maestro, es increíble lo que voy a aprender con usted.

–Si sigues todos mis consejos y me escuchas detenidamente, a la vez que observas cómo se trabaja a los caballos en esta casa, puedes llegar a ser un gran caballista, créeme.

Según me estaba explicando el trato con los potros me dijo que mientras se comían el pienso los ataba a una argolla para que se acostumbraran a estar atados y aprendieran a no tirar. Pero esto todos los potros ya lo tenían aprendido desde el destete, porque cuando llegaba el momento de separarlos de sus madres los ataban hasta que volviesen a ser soltados. A esa edad no tienen fuerza para tirar fuerte y lastimarse; aunque después los soltaran y los cogiesen a los tres años y medio para la doma o venta, jamás se les olvidarían esas primeras lecciones.

Sacamos a un potro de su cuadra. Yo le tenía cogido por la cuerda para que cabestreara detrás de mí, y mi maestro colocado detrás lo animaba a que me siguiera. Me acerqué a una argolla y lo amarré con un nudo que me enseñó don Luis, de tal forma que si por algún motivo tenía que soltarlo, solo con tirar de la punta de la soga el potro sería liberado.

–Mira, Juan, lo primero que tienes que hacer a la hora de acercarte a un potro que está atado es hablarle para que no se sorprenda y te espere. Si te acercas mudo y el potro te ve sin esperarte, con el susto podría darte una patada o dar un tirón del cabezón, o cualquier cosa que podría provocarle un resabio. Ten siempre presente que posee una memoria extraordinaria, tanto para lo bueno como para lo malo, y desgraciadamente lo malo les suele marcar mucho más. Por eso siempre hay que hablarles mucho, y sobre todo con buen tono de voz; eso los relaja y les da confianza a la vez.

–Este potro se ve dócil y noble, pero parece que le falta nervio; no creo que valga para la doma. ¿Usted qué dice?

–Estás equivocado, muchacho. No confundas nervio con miedo, o nervio con clase. Un potro puede aparentar ser fogoso y realmente estar con temor por falta de confianza, o bien no aparentar ser temperamental y tener clase. Es decir, los potros no tienen que ser nerviosos; ellos tienen que ser obedientes y escuchar a la persona que los trata diariamente y dejarse emplear en el trabajo, que no pierdan el deseo de ir hacia delante y querer agradar. Normalmente el miedo de los potros jóvenes no es otra cosa que el temor a lo desconocido. Para eso está la buena base, para que en un futuro no tengamos que retroceder y volver a tener que repetir el camino andado, con el inconveniente de perder el tiempo.

–¿Quiere decir que este potro, al ser dócil y noble, puede llegar a ser un gran caballo para la doma? –le dije no estando del todo convencido de la explicación.

–No es eso exactamente. Se puede ser dócil y noble y tener cualidades limitadas. En realidad son muchos los factores que debe reunir un buen ejemplar, pero ya los irás descubriendo con el paso del tiempo.

Desatamos al potro para enseñarle a andar detrás de mí, con tan solo el cabezón de cuadra puesto y una cuerda de unos cuatro o cinco metros. Yo tiraba del animal para que me siguiera, pero se quedaba parado y rehusaba seguirme. Entonces don Luis se colocó detrás de él y a una distancia prudente lo arreó con un chasquido en la boca y una vara haciéndola sonar para que se decidiera a seguirme.

El potro no solo anduvo, sino que de un salto me adelantó cogiéndome por sorpresa y de milagro no me arrolló. Gracias a que tenía soga de sobra pude sujetarlo e impedir que se me escapase.

–Bien, muchacho, has actuado correctamente; eso es lo que se debe hacer –me dijo don Luis–. Que sepa que le tienes sujeto y no se puede escapar. Si en ese momento la cuerda llega a ser mucho más corta no te hubieses quedado con él y se hubiese escapado. Las consecuencias habrían sido muy malas, ya que podría haber aprendido a escaparse y repetir la jugada más veces. Por eso y de aquí en adelante quiero que sepas que en todo el proceso de doma de un potro, cuando sea la primera vez, esa primera vez que hay para todo, hay que ser muy cuidadoso, y no se trata de ser miedoso. Si alguien te ve reaccionar de esta manera debe ver que es por precaución. El tener que resolver problemas que en un futuro pueden tener graves consecuencias, donde aparecen los malos vicios y los resabios, obliga a ser prudente.

Continuamos un poco más y el potro quiso intentarlo de nuevo, pero esta vez fue mucho más suave y al final me seguía como un cordero. Justo en ese momento, mi maestro me dijo que tenía la lección aprendida y me ordenó llevarlo de vuelta a su cuadra.

–Bien, aquí es donde el potro se encuentra mucho más relajado, ya que es donde pasa la mayor parte del tiempo. También donde más confianza nos tiene, ya que es el lugar donde diariamente le echamos de comer y le hacemos la cama; por tanto también es un buen lugar para limpiarlo y que se deje acariciar por todos lados. Toma cepillo y rasqueta.

Me acerqué como me había dicho, hablándole. El potro me miraba con recelo pero a la vez inmóvil. Justo cuando le puse la mano en el dorso, mi maestro me mandó parar rápidamente. Yo me quedé como el potro, inmóvil, sin saber el porqué.

–Mira, Juan, a los potros se les acaricia siempre con la palma de la mano, nunca presionando con las puntas de los dedos como tú ibas a hacer, ya que eso les genera cosquillas y podría encogerse o darte una patada, porque es su forma de defensa ante una situación desconocida. La limpieza es algo que le proporciona placer si es bien realizada, algo muy importante para familiarizaros mutuamente. No se trata de hacerle una limpieza muy exhaustiva; eso vendrá más adelante. Este proceso no es otro sino una parte del adiestramiento: de nada sirve tener este potro montado si en la cuadra está con miedo al jinete, no da la cara y pone la grupa, o es reacio a seguirte al salir y entrar. Por tanto, todo lo que ganemos en confianza en este proceso lo adelantaremos posteriormente.

Acabamos esa primera lección sobre los primeros contactos con un potro y quedé gratamente sorprendido de la gran importancia que supone tener un maestro como don Luis García; de otra forma es imposible adquirir conocimientos. Comprendí que ser mozo de cuadra es el primer eslabón de la larga cadena que es el adiestramiento de un caballo.

Posteriormente soltamos un potro en el picadero circular para que retozara un poco, un precioso ejemplar de la mejor estampa de raza española, de capa torda. A cierta distancia parecía negro por su pelaje oscuro, pero, como me dijo don Luis, era por su juventud. Todos los caballos tordos nacen oscuros y mueren blancos, si es de viejo, claro. Me comentó que era uno de los mejores potros que habían nacido en la yeguada. La selección que se hacía era muy rigurosa. Su madre, la abuela materna y su bisabuela materna las había domado él, según me comentó, haciendo elogios extraordinario de todas ellas. Me confesó que un buen semental es muy importante, pero no más que una buena yegua. Me puso el ejemplo de que la yegua era la tierra y el semental la simiente: si la tierra es mala de nada sirve tener la mejor simiente del mundo; y, por el contrario, si la tierra es buena, con una simiente decente se puede criar algo bueno si las condiciones climatologías acompañan, como puede ser una buena alimentación en este caso hablando de yeguada. Evidentemente si el semental es extraordinario, no cabe duda de que es lo mejor, pero en la cría dos y dos no son cuatro; también influyen el que liguen los padres para que el resultado sea satisfactorio. En este punto don Luis me dijo que la parte que más le emocionaba de la cría era la expectación de saber qué saldrá de los nuevos cruces y experimentos.

Me explicó que para realizar una buena obra de arte se requiere tener las mejores herramientas, y en ese caso la herramienta es el caballo, por lo que la selección y la genética son primordiales para llevar a cabo la labor.

Todo esto me lo contó observando al potro, que no dejaba de dar botes de alegría al verse suelto en el picadero circular. Mirándolo fijamente me dijo:

–Los productos que se crían en esta casa, por su clase y funcionalidad suelen ser de carácter fuerte pero con mucha nobleza. Tienen fuerza y a veces quieren imponerse, pero siempre sin perder las raíces de la auténtica raza española. Quiero decir que muchos ganaderos se dedican a criar caballos para domingueros, paseos y romerías, animales que son dóciles para aficionados con poca experiencia y después pretenden que rindan en la pista como estos –dijo señalando al precioso potro que se había acercado a olernos después de haber respingado a sus anchas.

Cogimos el potro y lo cepillé como me había ordenado, para quedar en perfectas condiciones, cepilladas las crines y la cola, de tal manera que al cepillar las cerdas estuviesen finas, sedosas y limpias, sin arrancar y traerme los pelos enredados en el cepillo, porque con el día a día podría quedar el animal sin pelos y estas forman parte de su belleza. Pasada la rasqueta a contrapelo y el cepillo para quitarle el pelo viejo y sacar costra, acabé por frotarlo con un trozo de trapo humedecido para quitar el polvo y darle brillo a todo el cuerpo.

–Bien, Juan, estas son algunas de las labores de un buen mozo de cuadra: saberle dar su ración de pienso a cada uno y a la hora convenida, hacerle la cama, quitarle el estiércol y los orines del día y reponer la paja nueva para que se encuentre cómodo, sacarlo al caminador o al cercado y recogerlo cuando sea conveniente, y la limpieza del animal, como también la de los cascos. Hoy no la hemos realizado pero en otra ocasión tendremos que ir cogiéndole las manos y las patas despacio con caricias y suavemente hasta que nos las vaya levantando. De esta forma, cuando llegue el día de ponerle las herraduras estará familiarizado, de modo que, con tan solo tocarle las extremidades, las alzará y no sufrirá cada vez que tenga que ser herrado. Se han dado casos de que nunca se les habían tocado las extremidades y cuando llegó el día de ponerles las herraduras fue todo un calvario, tanto para el herrador como para el animal. Esa es una buena labor del mozo de cuadra. Ten presente que esto es para los potros jóvenes, pero después, de por vida, siempre se les limpiarán los cascos del estiércol o la arena que se les acumula dentro pues estos les pueden producir enfermedades y cojeras que pueden dañar todo el proceso del aprendizaje. Los cascos y un buen herraje son como unos buenos neumáticos para un coche. Mantener limpias las instalaciones, como puertas, pasillo y el guadarnés, es otra labor del mozo de cuadra; tener siempre en perfecto estado de revista las cabezadas, monturas y el resto de arneses, limpiándolo todo antes de ser devuelto a su lugar de origen después de ser utilizado por un animal.

–Maestro, todo esto que me acaba de decir es trabajo suficiente para una persona sola. ¿Cómo podré trabajar en el proceso de doma?

–Buena pregunta, por eso quiero que lo aprendas. Si el día de mañana no estás en esta yeguada siempre podrías encontrar trabajo como mozo de cuadra, independientemente de que tengas conocimientos más amplios, pero lo que vayas a desarrollar que lo tengas bien aprendido. Además, todo aquel que se precie como jinete debería haber pasado por estos oficios, que no son para nada deshonrosos. Es más, si algún día llegas a ser un gran jinete profesional te darás cuenta de la gran utilidad que supone ser o tener un buen mozo de cuadra. Cuanto más alto llegues y más éxito tengas con los caballos más te darás cuenta de lo importante que es la base y el gran significado que tienen las cosas simples.


El aprendiz de doma española

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