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El Poder del Ormus

El viaje de Mario a través del portal discurrió por distintas etapas. Primero, un canal de gusano, por el que viajó entre destellos de distinta complejidad; después, un largo agujero negro y, finalmente, ante él, apareció el portal. Se detuvo a pocos centímetros de la rueda. ¿Qué le esperaría al otro lado? Alargó la mano y la introdujo en una especie de membrana traslucida. Inmediatamente, algo tiró de él y le obligó a cruzar el portal. Mientras cruzaba se vio a sí mismo cómo su aspecto iba cambiando. De un ser de luz pasó a convertirse en un humano con unas extrañas vestimentas.

Cuando pasó al otro lado se miró. Una especie de túnica con mangas hasta el antebrazo que le llegaba hasta las pantorrillas y, sobre ésta, una túnica más holgada con algunos adornos. Calzaba unas sandalias de cuero con cordones que se sujetaban a los tobillos. Miró a su alrededor, no tenía ni idea de dónde se encontraba. Apenas había vegetación. Formaciones de roca erosionada le habían estado resguardando. Caminó unos pasos, pero no vio nada, así que decidió encaramarse en lo alto de las rocas. Se trataba de un terreno arcilloso y muy inestable. Se agarró a una roca para impulsarse cuando una voz que casi le hace perder el equilibrio.

—Ha pasado mucho tiempo Mehiel.

—¿Hablas conmigo? —Mario recuperó el equilibrio—. ¿Quién eres?

—¡Oh! Perdona. Por un momento lo olvidé. Quise decir Mario.

—¿Me conoces?

—Mi nombre es Vehuel. He sido enviado por Haniel para protegerte en este universo.

Mario lo miró. Era casi un anciano. Sus vestimentas eran muy parecidas a las suyas.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó.

Vehuel pareció enojarse. Golpeó su báculo contra el suelo y un rayo salió golpeando en la roca.

—Veo que todavía sigues encadenado a parte de tu primitiva mente. ¿Qué importa los años que tenga?

Mario supo que había metido la pata. Por un momento había olvidado que estaba ante un poderoso ser.

—Perdóname. Como bien dices. No he conseguido apartar de mí la parte mortal.

—Debes ser más cuidadoso con tus apreciaciones y tomártelo más en serio. Nuestro enemigo es poderoso y verá tus debilidades. Pongámonos en camino.

Vehuel empezó a caminar y Mario le siguió.

—¿Dónde vamos? —Mario se puso a su lado—. ¿Qué universo es este?

—Este es el origen de los males de los mortales —subieron una pequeña colina y miraron a lo lejos—. Este es el gran proyecto de Enlil y por eso su nieto Amon ha elegido este universo.

—¿Te refieres a.…? —Mario vio la gran edificación que se estaba construyendo a lo lejos.

—Los mortales la conocen como la Torre de Babel —Vehuel vio en Mario la sorpresa dibujada en su cara—. La biblia se equivoca definiendo a esta construcción. Nunca sobrepasará más de sesenta metros. Acerquémonos.

Siguieron caminando hasta que estuvieron a una distancia en la que podrían ver a las miles de personas que estaban construyendo esta obra.

—Déjame contarte algo —propuso Vehuel—. Enlil, uno de los entes Anunnaki, llamó a diez Elohim. Unos personajes que se conocen como los Vigilantes. Su misión fue recorrer la tierra en busca de las mentes más lógicas, las instruyeron y compartieron sus conocimientos. Aquellas personas desarrollaron grandes ciudades que, años más tarde, rivalizaron entre ellas.

Los Vigilantes fueron a sitios tan lejanos como desconocidos, pero, había un problema, todos hablaban lenguas diferentes. También fornicaron con las mujeres, creando una raza prohibida. Siguieron viajando, reclutando a gente y sembrando su semilla por todas partes, pero siempre volvían para comprobar los progresos y observar la evolución de las razas. Sin embargo, la ambición de poder los llevó a construir sus palacios y proclamarse reyes. Cuando Enki, hermanastro de Enlil, se dio cuenta, ya era demasiado tarde. Los mortales quisieron alcanzar su propia gloria.

—El clima —continuó Vehuel—, había estado cambiando en los últimos años. Ello, está por venir, propiciará que, diversos fenómenos globales, como el estallido de una estrella, erupciones solares o volcánicas, terremotos, ciclones y otros desastres naturales, provocarán alteraciones importantes en este universo. Esta obra, está construida sobre terrenos inestables que, ante cualquier catástrofe, como así ocurrirá, quedaría destruida. En esta ocasión será el estallido de una estrella la que desatará las fuerzas de la naturaleza que desestabilizará el planeta. Además, la onda de la estrella provocará una lengua de fuego que alcanzará una vasta extensión, cambiando el aspecto del planeta.

—Después de aquello —añadió Vehuel—, los mortales que sobrevivieron, se dispersaron; cada uno, con su lenguaje, se instaló en tierras donde poder progresar en la agricultura o el pastoreo. Pero todos aquellos conocimientos que habían recibido, los usaron para crear armas. Enki, cuando se dio cuenta de lo que había hecho su hermano, condenó a los Elohim a vagar por el inframundo. Enlil, humillado, creó una raza de humanos para esclavizarlos y poder extraer el oro con el que alterar la genética humana y su propia genética, por medio de un reactivo alquímico que pocos conocen. La confusión de las lenguas es un añadido inventado. La biblia se equivoca cuando habla de un dios que confunde las lenguas. Las lenguas las trajeron consigo.

—¿Y qué fue de Enlil?

—Enlil pertenece a una de las razas Anunnaki. Algunos mortales lo llaman Yahveh y lo confundirán con un dios benefactor, pero, en realidad, un dios protector no amenaza con castigos a sus seguidores, la verdad es mucho más simple. En el mundo en el que habitas, luchan con otras razas cósmicas por hacerse con el control. Muchos de sus hijos caminan por los mundos sin hacer daño a nadie, pero otros fueron verdaderos malignos. Hasta que un día, el Infinito los despojó de sus poderes y de más descendencia. Eso los llevó a una lucha por el control del mundo. Sus hijos e hijas, entre las que está la madre de Amon, buscan su parcela de poder luchando entre ellos y desafiándonos entre dimensiones. Han aumentado su poder y son un ejército.

Mario volvió a mirar la construcción. Vehuel pareció leer sus pensamientos.

—Todo lo que te he contado, está por venir —Vehuel reinició el camino—. Será mejor que busquemos un refugio.

Entraron en la ciudad. Aquello era un hervidero. Mientras rodeaban la construcción Mario miró hacia arriba. Desconocía la base de cimentación, aunque por los rudimentarios hornos en los que se cocían ladrillos y las grandes moles de piedras, se hacía una idea. También observó que unos trabajadores construían con betún, además de una argamasa compuesta por cal, arena y agua. De cualquier forma, aunque la base tenía una gran extensión, la construcción iba reduciendo su perímetro conforme se elevaba.

En un extremo de la zona de trabajo, estaban descargando grandes piedras que unos hombres pulían con herramientas de bronce hasta convertirlas en moles circulares que eran trasladadas por las rampas que rodeaban la construcción. Cada seis o siete metros de altura, una gran explanada, daba acceso a una apertura que se adentraba al interior. Otros hombres subían por las rampas hasta esas aperturas, grandes vigas de madera; parecían cedro, pero no podía asegurarlo. Mario se detuvo mirando la imponente construcción.

—Ahora me explico por qué un terremoto pudo arrasar con esta construcción —susurró Mario.

—Veo que Haniel te ha permitido conservar tus conocimientos aprendidos —observó Vehuel.

—Es cierto —exclamó sorprendido—. Tengo intacto todo lo que he aprendido. ¿Es eso normal?

—Supongo que su razón tendrá. Aunque sí es cierto que nunca había habido una situación parecida. Un cuerpo mortal desvinculado de su espíritu pero que conserva su recuerdo, no es muy normal.

Continuaron caminando y se adentraron en la ciudad. Vehuel se adelantó y Mario le siguió unos pasos más atrás. Se adentraron por calles con edificaciones de un bajo y dos plantas. De una de ellas salió un hombre y se quedó junto a la puerta con la mirada ausente. Vehuel se adentró en el interior en el que había un patio que daba paso a una estancia para resguardar a los animales. Subió por unas escaleras hasta la azotea, la cual estaba protegida del sol por una estructura de argamasa sobre la que descansaban unas hojas de palmera. Se sentaron a la sombra, sobre unos ladrillos que formaban una base de unos cuarenta centímetros. Al poco, el hombre que estaba en la puerta subió y sentó con ellos.

—La paz sea con vosotros —saludó llevándose la mano al corazón.

—Y contigo —correspondió Vehuel—. ¿Qué sabes?

—Cerca de aquí, se reúnen un grupo que es conducido por uno de los vigilantes. El otro día estuve observándolos, un demonio tomó a uno de ellos y lo convirtió en siervo. Se trata de un comerciante rico.

—¿Sabes su nombre? —preguntó Vehuel.

—Sí, se hace llamar Marduk.

—Muy apropiado —dijo Vehuel rascándose la cabeza.

—¿A qué te refieres? —preguntó Mario sin comprenderlo.

—Marduk es hijo de Enki y es considerado un dios libertador. Es adorado por los babilonios. Uno de los seres más poderosos e influyentes que proviene del espacio, es como todos nosotros, un ser del cosmos, un Anunnaki, por eso me causa estupor que Amon haya poseído a un hombre así llamado.

—Pero dime —Vehuel se dirigió al dueño de la casa—, ¿oíste lo que planean?

—A mí me parece que lo que intentan es confundir a los esclavos para que se rebelen contra los Elohim.

—Pero ¿qué consigue Amon si me busca a mí? —intervino Mario—. A no ser…

—A no ser —le cortó Vehuel—, que utilice a los esclavos para que consigan una victoria y, así, tener controlado un ejército que después arengaría contra nosotros. Lo cual me lleva a pensar que no sabe que estamos aquí.

—Nebo —continuó Vehuel señalando al dueño de la casa—, es hijo de un anunnaki y un humano. Nosotros lo proveímos de la destreza de no ser visto y los conocimientos necesarios para ver más allá.

—¿Y quiénes sois vosotros exactamente? —preguntó Mario mirando fijamente a Vehuel.

Vehuel quedó en silencio. Decir a alguien que tenía ciertos poderes cósmicos pero que seguía siendo un mortal, era un riesgo que no sabía si debía correr. Mario pareció adivinar sus pensamientos.

—No te fías de mí —concluyó Mario desafiante.

—Nebo —Vehuel lo miró—. ¿Por qué no lo preparas todo para esta noche?

Nebo se levantó y bajó a la estancia inferior. Vehuel miró a Mario con bondad.

—Escucha —Vehuel cogió una jarra de barro rellena de agua y llenó dos vasos; le ofreció uno a Mario, dejó que éste se refrescase antes de continuar—, Haniel te ha concedido ciertas habilidades que te serán de mucha utilidad. Mi misión es instruirte para que le saques el máximo rendimiento a dichas habilidades para que, llegado el momento, te enfrentes a Amon con ciertas garantías.

—¿Puedo saber qué tipo de habilidades?

—Bueno, digamos que son determinados mecanismos que van a multiplicar tu destreza e ingenio. Piensa que te vas a enfrentar a uno de los seres más poderosos que existen.

Mario quedó pensativo mirando el recipiente que sujetaba entre sus manos. Bebió un sorbo de agua y, mirando a Vehuel, dijo:

—¿Cuándo empezamos?

—Mañana al amanecer —contestó Vehuel.

En ese momento volvió a aparecer Nebo.

—Ya han llegado.

Vehuel asintió con la cabeza. Volvió a mirar a Mario.

—Vas a conocer a unas personas —dijo Vehuel misterioso—, son personas curtidas en la lucha y que están dispuestas a dar sus vidas por ti. Piensa que tenemos que enfrentarnos a Amon y no podemos estar pendientes de quienes le rodean. De eso se encargarán esos hombres.

—Estoy impaciente por comenzar —Mario se levantó como impulsado por un resorte.

—Debes ser paciente —le apaciguó Vehuel— El sol se está poniendo. Descansaremos aquí esta noche y antes de despuntar el alba marcharemos al lugar que nos servirá de entrenamiento. Bajemos.

Bajaron por la escalera que conducía a las dependencias inferiores. Nebo entraba en ese momento.

—Están todos en casa Seth.

—Diles que vengan —dijo Vehuel.

Nebo volvió al rato con doce hombres de aspecto rudo. Todos portaban armas y parecían curtidos en la lucha. En silencio fueron entrando y rodearon la estancia.

—Estáis aquí —comenzó Vehuel poniéndose de pie—, porque, una vez más, la amenaza del mal se cierne sobre nosotros. Este es el hombre que debéis proteger para que pueda llevar a cabo su misión, que no es otra que destruir a Amon, un demonio capaz de dominar la alquimia. Él se enfrentará al demonio y con mi ayuda esperamos derrotarle. Ahora marchad.

Los hombres partieron y Vehuel le dijo a Nebo.

—Prepara algo de comer.

En poco tiempo Nebo preparó una especie de papilla elaborada con trigo. La misma masa, en otra proporción, más densa, la volcó sobre una piedra que previamente había calentado. El resultado era varias hojuelas de pan de aproximadamente un centímetro de grosor y de forma irregular que se mojaba con la papilla, a la que se le añadía distintos productos elaborados con salazón o conservados en sal. Ya fuera carne o pescado.

Cuando acabaron de cenar, Vehuel se dirigió a Nebo.

—¿Crees que esta noche se reunirán con Amon?

—Sí. Creo que esta noche Amon tendrá su ejército, Marduk ha prometido mucho oro.

—Entonces —Vehuel miró fijamente a Nebo—, no los pierdas de vista. Partiremos antes de que amanezca. Quiero estar lejos de aquí cuando despunte el alba.

Nebo recogió la mesa y partió.

—Creo que lo mejor será que intentemos dormir algo —dijo Vehuel mirando a Mario—, mañana nos espera un día muy intenso.


Nebo llegaba al lugar de encuentro donde Amon y Marduk esperaban culminar su plan. Mientras caminaba, Nebo se volvió invisible, solo de esa forma podría acercarse lo suficiente para saber qué tramaban; aun así, debía tener cuidado, Amon podría detectar su presencia.

Había una gran fogata y alrededor de ella, dispuestos en círculos concéntricos, cerca de 30 personas cubiertas por un manto hecho de lana con el que se cubrían la cabeza. Todos llevaban la cara pintada de negro y rojo, excepto uno, al que Nebo identificó como Marduk por su gran estatura. Marduk lucía una cabeza de carnero y portaba una especie de vara de unos cinco centímetros de diámetro y medio metro de longitud. Desconocía su procedencia, pero estaba seguro de que Amon tenía algo que ver.

El sonido de los tambores que habían estado sonando se paró de repente. En aquel momento Marduk levantó los brazos y con voz potente invocó:

—Amon, tus siervos están listos para que hagas acto de presencia.

Todos levantaron los brazos al cielo y con sonidos guturales, cada vez más fuertes, inundaron la noche. De pronto sonó un trueno y apareció el círculo de un gran portal por el que apareció Amón. El portal desapareció y Amon quedó a unos metros del suelo. Su imponente y diabólica figura se irguió, sus ojos, de un rojo intenso miraron a Marduk.

—¿Has llevado a cabo tu cometido?

—Tal y como ordenaste señor —contestó Marduk arrodillándose. Gesto que fue secundado por el resto.

—Escuchad mortales —sonó poderosa la voz de Amon—, mañana, cada uno de vosotros, visitará a un gentil, y le ordenará que deje de colaborar con los vigilantes. Mientras la confusión se apodera de todos, bajaréis a las minas y ordenaréis que se siga extrayendo oro, pero esta vez, la producción será para mí. Marduk os dirá dónde debéis llevarlo. Vigilaréis las entradas a las minas y mataréis a todo el que quiera entrar. ¿Lo habéis entendido?

—Marduk —continuó Amon— Dentro de tres días nos veremos en el lugar que te dije. No olvides que debe fluir agua cerca.

—Sí, mi señor.

Amon miró a sus siervos complacido. Levantó una mano y dibujó un círculo en el espacio. El portal volvió abrirse. De pronto posó su mirada donde se encontraba Nebo, sus ojos de fuego parecieron brillar con mayor fulgor. Nebo se deslizó para quedar cubierto por la gran roca que le protegía, como abrazándola, se quedó inmóvil. Amon entró en el portal y desapareció.

Marduk se dirigió a sus hombres.

—Ya habéis oído. Cumplid las órdenes.

Todos se retiraron en silencio.

Nebo volvió a la casa y contó a Vehuel lo que había visto y oído. Vehuel lo escuchó con atención.

—¿Para qué querrá el oro?

—¿Una nave? ¿Un arma? —Nebo intentó dar sentido a sus pensamientos.

—Demasiado vulgar —Vehuel negó con la cabeza—. Tengo que contactar con Haniel. Dile a Mario que volveré en cuanto averigüe qué está tramando Amon. Aunque me imagino lo que quiere, debo estar seguro.

Vehuel salió de la casa perdiéndose en la oscuridad. Llegó al lugar donde Mario había abierto el portal. En cuanto estuvo seguro de que nadie le observaba, levantó su báculo y realizó un círculo sobre su cabeza; conforme el círculo se iba dibujando se formaba un aro de luz. Vehuel penetró en el portal.


En un lugar indefinido del espacio-tiempo, Vehuel salió del portal. Haniel estaba allí, esperándole. Le contó todo lo que Nebo había oído y terminó diciendo:

—Creo que intenta fabricar Ormus.

Haniel le miró fijamente.

—No te equivocas. Si tiene cerca agua puede hacerlo y, si lo consigue, se volverá mucho más poderoso. No sé cómo puede afectar el Ormus a un demonio, pero podría cambiar su metabolismo, su estructura atómica y convertirse en un ser mucho más difícil de encontrar.

—Es cierto —apreció Vehuel—, pero Amon es un ser presuntuoso y no se escondería, le gusta ser adorado.

—Tenemos que impedirlo. Vuelve y observa el lugar por donde va a pasar el agua. ¿Has instruido ya a Mario?

—No, pensaba empezar hoy.

—De acuerdo. Envía entonces a Nebo a que estudie el terreno y traza un plan para cambiar el curso del agua.

—¿Y si el agua corre por el interior de alguna caverna?

—Entonces destrúyelo todo. Anda ve, no pierdas tiempo.


En la casa de Nebo, Mario despertó y salió de la estancia, Nebo había preparado pan y sobre la mesa un bol de miel. Nebo se volvió al oír los pasos.

—¿Has descansado?

—Poco. ¿Dónde está Vehuel?

—Ha ido a ver a Haniel, volverá pronto.

En ese momento Vehuel apareció por la puerta, caminó en silencio y se sentó en la mesa. Partió un trozo de pan y vertió sobre él un poco de miel.

—¿No vas a decir nada? —preguntó Mario—. ¿Por qué has ido a ver a Haniel?

Vehuel lo miró sin dejar de comer.

—Cuando adoptas la forma humana y vuelves a necesitar energía para alimentar tu cuerpo funda, te das cuenta del placer que te proporcionan los alimentos.

—Oh, por favor —Mario se levantó de la mesa furioso—. ¿Eso es todo lo que tienes que decir?

Vehuel no contestó. Siguió comiendo hasta saciar su hambre.

Mario salió de la estancia molesto. Cuando Vehuel lo vio perderse por la puerta, dijo a Nebo.

—Quiero que descubras donde van a encontrase los adeptos de Amon.

Vehuel cogió su báculo y apuntó con él a Nebo.

—No te preocupes. Te voy a conferir el poder de elevarte sobre la tierra sin perder tu invisibilidad. Desde allí averiguarás todo lo que Amon necesita.

—¿Necesita para qué?

—Amon quiere el oro para conseguir Ormus, para ello necesita agua.

—Por eso le dijo a Marduk lo del agua.

Vehuel asintió.

—Averigua si el manantial es superficial o discurre bajo tierra. Si es así, fíjate bien en todo, sobre todo cómo destruirlo.

—¿Qué harás tú?

—Estaré en la casa del pastor, instruyendo a Mario. Sal cuanto antes, o Amon conseguirá su propósito.

Nebo cogió su saco y partió.

Vehuel se lavó las manos y la cara y salió a buscar a Mario. Lo encontró en la estancia superior, sentado en la mesa protegiéndose del sol. Se sentó frente a él y lo miró fijamente.

—Escucha. Sé que te sientes impotente, pero no debes perder la perspectiva. No olvides que un error puede matarte.

Vehuel alargó la mano y se la puso en el hombro.

—Fui a ver a Haniel porque tenía que estar seguro de mis sospechas. Amon ha ordenado a sus seguidores que roben todo el oro que puedan de las explotaciones mineras.

—Pensaba que los Anunnakis eran quienes explotaban las minas.

—Y así es. Pero cuando venía hacía aquí he visto cómo los hombres de Amon controlan la mayoría de minas y no dejan entrar ni salir a nadie. He visto como le cortaban la cabeza a los que no estaban de acuerdo. Amon usa el miedo para conseguir sus propósitos.

—¿Y cuáles son sus propósitos?

—Amon tiene los conocimientos necesarios en alquimia para extraer el Ormus del oro.

—¿Ormus? ¿Qué es?

—Vosotros lo conocéis como oro monoatómico. Es un polvo banco que tiene propiedades inimaginables. Si Amon consigue su objetivo puede cambiar su estructura biológica y lograr la Ascensión.

—No entiendo nada. El oro monoatómico lo estudié, pero recuerdo que se empleaba en medicina para modificar genéticamente las células.

—Exacto. Pero también tiene propiedades espirituales. Si Amon asciende después de tomar el Ormus, podrá controlar su ADN y convertirse en formas cambiantes. Ahora mismo es un demonio con muchas limitaciones en el plano humano, pero si logra el cambio, podrá ser lo que quiera. Puede ser una persona que esté a tu lado y no te des cuenta. Si se transforma y destruye todo lo que esté a su alcance, si consigue después saltar a otro universo con ese poder, va a ser muy difícil deshacerse de él.

Mario preguntó con un hilo de voz:

—¿Y qué hacemos?

—Nos vamos ahora mismo. Tienes que aprender a manejar el poder que te han dado y eso nos va a llevar tiempo. Debemos partir en seguida.

Coma: El resurgir de los ángeles

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