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Decidiendo qué hacer con su columna izquierda

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Uno puede decidir que la mejor manera de tratar con las sombras de la columna izquierda es eliminarlas. “Quizás”, puede pensar, “la forma de mejorar mi comunicación con mi jefe (o mi compañero, cónyuge, hermana, hijo) sea librarme de esas ideas y pensamientos negativos que llenan mi cabeza en cada conversación”. Lamentablemente, esa estrategia no es viable; al menos en el corto plazo.

Las palabras, sentimientos e imágenes que aparecen en su columna izquierda no pueden ser desplazados, eliminados o rehuidos. Uno no puede elegir lo que va a pensar o sentir, de la misma forma en que no puede elegir si tener o no un dolor de cabeza o un ataque de tos. La columna izquierda no es una elección, ocurre con independencia de la voluntad de la persona. Las ideas aparecen sin decisión consciente y no pueden hacerse desaparecer por una decisión consciente. Cuando más trata uno de alejar sus pensamientos y sentimientos, tanto más ellos se aferran; cuanto más trata de ignorarlos, tanto más demandan atención.

De hecho, si se presta atención, se podrá descubrir que en todo momento uno está en medio de un pensamiento o de un sentimiento (Ver el Capítulo 19 en este tomo, “Meditación, energía y salud”). Los pensamientos se descubren desde adentro, ya que la conciencia siempre se encuentra en el seno de aquello de lo que es consciente. No es uno el que elige qué pensamientos o sentimientos tener; podemos decir que son los pensamientos y sentimientos los que eligen venir a uno. Por eso intentar no pensar lo que pensamos, es contradictorio. El poder de decisión que sí tenemos (en el corto plazo) es el de elegir qué hacer con nuestros pensamientos: sin expresarlos u ocultarlos.

Expresar lisa y llanamente la columna izquierda puede producir un alivio inmediato. Como la descarga de cualquier impulso emocional, “vocal” la columna izquierda sobre el otro nos da un cierto placer. Pero los efectos secundarios son severos. Como basuras tóxicas, los pensamientos “crudos” suelen contaminar el espacio conversacional, y generar conflicto, agresión, abroquelamiento, falta de cooperación, recelos sin procesar el contenido de su columna izquierda, su vínculo con los demás se asienta en la inconciencia, la impulsividad y los mecanismos automáticos de defensa. “Vomitar” la columna izquierda puede hacer que uno se sienta mejor, incluso le puede permitir creerse “honesto”. Pero esa “honestidad” es lamentable. Tal honestidad “expresada en forma literal” es totalmente improductiva y antisocial: dificulta la resolución de los problemas, destruye las relaciones humanas y contradice nuestro principio acerca del respeto que nos merece el otro. Esta es la razón por la cual tanta gente conserva escondidas sus columnas izquierdas.

Pero “tragarse” los pensamientos y sentimientos tampoco produce resultados del todo felices. El silencio, si bien evita la dificultad inmediata, no produce soluciones. Al ocultarse información relevante es imposible descubrir (y resolver) la verdadera naturaleza del problema. Cuando la situación real no sale a la luz, se pierde una inmensa cantidad de tiempo discutiendo temas tangenciales. Además, quedarse con todo este material tóxico en las tripas es altamente insalubre. Hay abrumadoras evidencias médicas acerca de cómo esos pensamientos y sentimientos reprimidos se reflejan en trastornos corporales (migrañas, malestares estomacales, alta presión arterial, etc.) y psicológicos (estrés, ansiedad, resentimiento, depresión, etc.). A veces estos conflictos ocultos se vuelcan en el lugar equivocado y la descarga ocurre sobre algún inocente (empleado, cónyuge, hijo). Estos desórdenes psicofísicos amenazan no sólo la calidad de vida, sino también de la vida misma (Muchos oncólogos aceptan hoy la conexión entre emocionalidad reprimida y propensión al cáncer, muchos cardiólogos aceptan hoy la conexión entre emocionalidad reprimida y propensión al infarto). Finalmente, es imposible desarrollar una relación auténtica basada en hipocresía. La sinceridad es condición sine qua non de todo vínculo genuino.

Metamanagement (Aplicaciones, Tomo 2)

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