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PRELUDIO
Оглавление27 de octubre de 1937 1
¡El primer «plan quinquenal» de mi destino como embajador en Inglaterra ha llegado a su fin! /.../
Recuerdo perfectamente el 27 de octubre de 1932.
Mi nombramiento como embajador en Londres fue una sorpresa absoluta para mí. Sí, en Helsingfors había leído el Manchester Guardian, que decía que Sokólnikov 2 abandonaría muy pronto el cargo, y me había preguntado quién ocuparía su lugar. Pero por algún motivo, al repasar mentalmente los candidatos al puesto, nunca me incluí en la lista. Tenía la sensación de que aún no era «digno» de un cargo de tal envergadura y responsabilidad. Sin embargo, me habían llegado rumores de que el NKID 3 me consideraba uno de sus mejores embajadores y que probablemente me trasladarían de Finlandia a algún otro lugar..., pero mi imaginación no volaba más allá de Praga o Varsovia.
Entonces, inesperadamente, el 3 de septiembre recibí una notificación de M. M. [Litvínov] 4 diciéndome que había sido nombrado embajador en Gran Bretaña. Apenas podía creérmelo. El telegrama llegó a primera hora de la mañana. Fui al dormitorio, donde aún dormía Agniya, 5 la desperté y le dije: «Tengo una noticia importante».
«¿Qué es? ¿Qué ha pasado? —me preguntó, preocupada—. Es sobre N., ¿no?».
En aquel momento teníamos dificultades con uno de nuestros empleados, y estaba a la espera de una decisión al respecto desde Moscú.
«¡Olvídate de N.! Esto es mucho más serio».
Le conté a Agniya lo del nuevo cargo, y se quedó tan atónita como yo. Allí mismo, en el dormitorio, nos pusimos a considerar la situación desde todos los ángulos posibles y a trazar planes para el futuro inmediato.
Me impresionó mucho la confianza que M. M. y las «altas instancias» [Stalin] 6 habían depositado en mí, y así lo expresé en un telegrama de respuesta. La noticia de mi traslado a Londres dejó perpleja a nuestra colonia en Helsingfors /.../ Me felicitaron, me estrecharon la mano y me desearon todo el éxito y la felicidad posibles. Hicimos fotos de la colonia entera y por grupos. Nos brindaron una cálida despedida.
Pasé por el Ministerio de Asuntos Exteriores unos días más tarde y le dije a Yrjö-Koskinen, 7 en esa época ministro de Asuntos Exteriores, que me iba de Finlandia definitivamente.
/.../ Entonces hubo que esperar el visto bueno británico. Londres se tomó su tiempo: pasaron casi tres semanas hasta que llegó la respuesta.
16. Regreso victorioso a Londres.
M. M. me escribió para decirme que como muy tarde debía estar en Londres para la segunda quincena de octubre, y me sugirió que me tomara un mes de permiso antes. Pero yo estaba acabando de editar la segunda edición de Mongolia contemporánea y era consciente de que en Inglaterra no tendría tiempo para la actividad literaria, especialmente durante los primeros seis meses, así que decliné la oferta de vacaciones para quedarme en Finlandia y acabar el trabajo /.../
Salí de Helsingfors el 2 de octubre y, tras una breve escala en Leningrado, llegué por fin a Moscú. Tengo vagos recuerdos de mi estancia en Moscú. Pasamos dos semanas en la capital y siempre íbamos con prisas. Tuve varias reu niones con M. M. y me familiaricé con el material. Antes de partir, visité a V. M., 8 que me dio la siguiente instrucción: «Haga tantos contactos como pueda, ¡a todos los niveles y en todos los círculos! Esté al corriente de todo lo que ocurra en Inglaterra y manténganos informados».
Durante mi cometido en Londres seguí su consejo. Y debo decir que con cierto éxito.
Salí para ocupar mi nuevo cargo en Londres el 20 de octubre más o menos. /.../ Agniya y yo pasamos dos días en Berlín. También paramos unos días en París, donde Agniya compró lo básico: cuando una mujer decide poner al día su vestuario, eso lleva su tiempo. Aunque para ser justo debo decir que ella es una persona bastante modesta en ese aspecto.
17. Presentación de credenciales en la corte de St. James, en Londres.
Salimos de París en dirección a Londres la mañana del 27. Había llamado antes por teléfono para pedirle a Kagan 9 que viniera a buscarnos a Dover. Nuestro viaje entre las dos capitales occidentales transcurrió sin incidentes. 10 El mar estaba bastante tranquilo. En el trayecto de Dover a Londres, Kagan me puso al día sobre los asuntos del momento. Casi toda la colonia nos esperaba en la embajada, más de trescientas personas. Monck 11 también estaba allí, en representación del Foreign Office. Había un jaleo enorme en el andén. Nuestros camaradas nos rodearon, con gritos de celebración, y la aglomeración fue tremenda. Por su parte, los fotógrafos de prensa también nos bombardeaban. /.../
Un caballeroso policía nos abrió paso desde el andén hasta la salida de la estación, con una ruidosa multitud de camaradas a nuestro alrededor. Un momento después nos encontrábamos en un elegante coche de la embajada, recorriendo las familiares calles de Londres en dirección a nuestra «casa» en el 13 de Kensington Palace Gardens, W8...
Subimos lentamente los escalones de piedra hasta la entrada... Llegamos a la primera planta... Abrimos la puerta de nuestros aposentos, con el cartel de «privado» /.../ Recorrimos las habitaciones... Miramos por las ventanas...
Una nueva casa, un nuevo país, un nuevo trabajo. Una idea me atraviesa la mente, como un destello: «¿Cuánto tiempo tendré que pasar aquí? ¿Qué veré? ¿Qué experiencias viviré? Y ¿qué me deparará el futuro?».