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DARWINISMO SOCIAL Y EUGENESIA EN EL MUNDO LATINO (24)

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La obra que se comenta es la trabajada elaboración a la que podemos acceder quienes no asistimos al workshop internacional “Darwinismo social y eugenesia: pasado y presente de una ideología”, llevado a cabo en Chascomús durante noviembre de 2004. Allí, los autores, estudiosos principalmente de la historia y de las ciencias biológicas, y provenientes de España, Brasil, Cuba y diversos sitios de Argentina, presentaron las comunicaciones que integran este libro.

El acierto del título logra que cualquier persona medianamente interesada en las consecuencias humanas, sociales y políticas del pensamiento eugenésico y del darwinismo social, repare en la importancia de esos dos elementos, igualmente herederos del pensamiento de Charles Darwin. Desde que este naturalista evolucionista publicara El origen de las especies en 1859 y La ascendencia del hombre en 1871, el pensamiento de Occidente, ya previamente imbuido de la idea de progreso, quedó atravesado por la técnica (biológica y sociológica) que lo llevaría en el siglo XX a cometer –o tener la posibilidad de hacerlo– atrocidades a escalas inimaginables en siglos anteriores. Señalar solo eso serí quedarse con una “media verdad”, expresión que, como bien señala uno de los autores de este libro, no es sino la forma de señalar un olvido entero. No puede dejar de recordarse que cuando Darwin alzó su voz, debió enfrentar intolerantes ataques de aquellos que confiaban en la creencia más que en la ciencia. Si nos atenemos a lo que reflejan ciertas encuestas, aún hoy en los países más desarrollados de la Tierra las ideas del biólogo inglés no han logrado superar, en número de estudiantes de nivel primario que las reciben, a las explicaciones de aquellos que siempre renegaron del contenido liberador e igualitario de la modernidad y su racionalidad.

Adorno y Horckheimer, en el prólogo a la Dialéctica del Iluminismo, advertían que “si la reflexión sobre el aspecto destructor del progreso es dejada a sus enemigos, el pensamiento ciegamente pragmatizado pierde su carácter de superación y conservación a la vez, y por tanto también su relación con la verdad. En la misteriosa actitud de las masas técnicamente educadas para caer bajo cualquier despotismo, en su tendencia autodestructora a la paranoia popular, en todo este absurdo incomprendido se revela la debilidad de la comprensión teórica de hoy”.

El presente libro puede resultar una herramienta útil para comprender las historias de pensamientos que, por otro lado, siguen presentes bajo distintos ropajes. Bajo la etiqueta de “darwinismo social” se ocultaban desde su origen distintas versiones. De hecho, estos pensamientos que eran tanto de un tradicionalismo conservador como de un cientificismo progresista, preexistían a la obra de Darwin (Girón remite en el libro su origen a la influencia de Malthus) y permitieron que en ese ambiente surgiera el sustantivo que no conoce un inventor, pero que es aplicable, también con el adjetivo “social”, al célebre biólogo. Lo cierto es que dentro de esas ideas podemos encontrar a defensores de un organismo social ya fijado o a sus más notables críticos –liberales, socialistas o anarquistas– y, desde luego, el germen del cual surgieron las diferentes corrientes de la sociología y de la denominada “criminología”. La “eugenesia” aparece más claramente delimitada desde la creación, en 1883, de tal término por parte del sobrino del mismo Darwin, Francis Galton. Este complemento práctico e individual del darwinismo social, su técnica, sería propicio para sumar a la selección natural una selección artificial, que resulta conocido a lo que llevó en el mundo dominado por los imperios de habla inglesa y, finalmente, en el mismo centro de Europa. El libro trata de comprender, desde distintas perspectivas, de qué maneras ambos términos fueron introducidos y utilizados en el mundo latino.

Se divide el libro en cinco partes: “Darwinismo como ideología”; “Eugenesia como ideología”; “Eugenesia en políticas de Estados”; “Darwinismo, eugenesia y estigmas de la otredad”; y “Darwinismo y eugenesia en campos disciplinares”.

La primera de ellas se inicia con el artículo de un estudioso del anarquismo, Áñvaro Girón Sierra, quien en “Darwinismo, darwinismo social e izquierda política (1859-1914)” demuestra la línea de continuidad entre Malthus, Darwin, y un darwinismo social en el que aparecen Spencer, Lamarck, Haeckel, Taine, Nietzche, Nordau, Lombroso, marx, y los más “científicos” de los anarquistas (como el español Lorenzo). La interpretación social-igualitaria y la elitista de los años señalados, así como una optimista y otra pesimista –la primera en los años iniciales y la segunda a medida que se aproxima la Gran guerra–, eran todas posibles en tanto la inserción original de la idea de Darwin en un esquema burgués y británico se convirtió luego en un lenguaje común o colectivo que podía ser apropiado por cualquiera que quisiese imponer sus ideas, y también por las clases populares.

El biólogo argentino Eduardo Wolowesky en “La sociobiología en cuestión: sobre el determinismo biológico y la libertad humana” analiza la presencia de ese originario pensamiento elaborado por Darwin en una disciplina de nuestros días, denominada “sociobiología”: la crítica que le formula es oportuna puesto que pone en evidencia una situación similar a la que existía hace unos cien años en torno al determinismo y su comprobación científica. El debate en realidad no era tal entonces, ni lo es ahora. El conocimiento científico siempre fue refractario al intenso debate público sobre sus fundamentos y sus consecuencias.

También se refiere a esta continuación de la mirada sobre la biología como ciencia autonomizada de las condiciones políticas y sociales el artículo “Ciencia, tecnología y sociedad: diversidad y complejidad en la biología contemporánea” de Alicia Massarini. El desafío frente al auge que el pensamiento darwinista ha experimentado con la genética es el de oponer un pensamiento de la complejidad desde la pluralidad disciplinaria, según esta autora.

La conocida investigadora Raquel Álvarez Peláez comienza la segunda sección con “Eugenesia, ideología y discurso del pdoer en España”. Las herramientas foucaultianas le resultan útiles a la autora para trazar una genealogía de la eugenesia en los siglos XVII y XVIII, así como su universalización en el XIX, cuando también aplica el análisis “biopolítco” del filósofo francés y de los anglofoucaultianos. Tras el repaso de las ideas de los frenólogos, alienistas e higienistas del mundo, descubre que la eugenesia tuvo una temprana acogida en España (particularmente en la más desarrollada y laica Cataluña, en la que había seguidores de Galton, el autor más estudiado por Álvarez Peláez). La enorme cantidad de publicaciones científicas, y su apropiación y manipulación ideológica, se traducirían en aplicaciones concretas en la guerra civil española, tanto en las políticas sanitarias del gobierno constitucional, cuanto (y con terribles consecuencias) en la represión del bando golpista, entre las que se destacó la actividad de Antonio vallejo Nágera, un sostenedor de la relación entre la ideología de izquierda y las taras mentales y de la inferioridad biológica de la mujer: con esas ideas propició las políticas de secuestrar y cambiar la identidad de los hijos de madres republicanas, que se extenderían hacia estas latitudes.

“Consideraciones historiográficas, epistemológicas y prácticas acerca de la eugenesia” de Héctor Palma, alerta sobre errores que podrpian ser consesecuencia de la incomodidad para entender a la eugenesia tras el llamado “Holocausto”. El primer error es, apra el autor, el considerar a la eugenesia como una pseudo-ciencia o un abuso de la ciencia (de esta manera se impide una discusión sobre el conocimiento científico y su responsabilidad); el segundo error es el que vincula exclusivamente a la eugenesia con el nazismo (de esta forma se oculta el éxito en todas las naciones desarrolladas de las medidas de eliminación de determinados grupos de personas y que se viera como eficaz forma de control de las poblaciones); y el tercer error es considerar que actualmente existe una “eugenesia liberal” (pues de esa formase bajan las defensas hacia el totalitarismo y sus consecuencias para con los individuos, tanto si provienen del Estado como del mercado, y cuyos peligros están tan presentes hoy como hace cien años sobre los sujetos estigmatizados y sobre los que se quiere “saber más”).

Gustavo Vallejo y Marisa Miranda en “La eugenesia y sus espacios institucionales en la Argentina”, dan cuenta de la fuerte impronta en nuestro país de la ciencia de Galton, y reflejada en Rossi, López, Mercante y Bernaldo de Quirós, todos ellos integrantes de la Asociación Argentina de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social –fundada en los años 1930 y con importante apoyo oficial y de grupos no gubernamentales que iban desde el catolicismo hasta la izquierda-, y que luego formaron parte de la estructura estal durante años. Y también reflejada en otros significativos espacios institucionales y en políticas migratorias, educativas, sanitarias, matrimoniales, urbanísticas y, evidentemente, criminales. La influencia del racismo con pretensiones eugenésicas continuó en nuestro país largo tiempo después de la desacreditación de las políticas alemanas e italianas que las inspiraron, y como resultado de su derrota en la segunda guerra mundial. Los eugenistas antisemitas de ambos lugares, pero especialmente de Italia, serían aquí honrados incluso tras el descrédito científico y la condena penal en esos países. El peronismo mantuvo el predominio de los eugenistas en las áreas de educación e inmigración, con representantes como Martínez Zuviría, Ivanissevich o Peralta. Pero también el antiperonismo cultivó otra corriente, denominada “humanogogía”, de explícita filiación tomista, y que a la larga trascendería por más tiempo. El abogado radical y católico Bernaldo de Quirós fue, junto con el pensamiento del franquista Vallejo Nágera, inspirador de políticas declaradamente racistas que perdurarían en los siguientes gobiernos radicales y militares. Si influencia persiste, pues tanto las prácticas genocidas de la última dictadura como las estupideces que se siguen diciendo en democracia, suelen reconocer esa, única, pretensión científica que parece asegurar bienestar a unos eliminando a otros.

“Eugenesia en políticas de Estado” se titula la tercera sección. Allí se destaca la contribución de Amando García González y Raquel Álvarez Peláez, “Eugenesia e imperialismo. Las relaciones Cuba-Estados Unidos (1920-1941)”, en donde se analiza la política imperalista estadounidense utilizando, en connivencia con el gobierno cubano, la eugenesia como forma de control de una zona considerada especialmente débil “por culpa del mestizaje”.

Gustavo Vallejo estudia la genealogía del pensamiento racista en la eugenesia latina relacionándolo con la política de expansión cultural del fscismo italiano, y con el ideario nacionalista de inspiración católica de la derecha latinoamericana, en “Las formas del organicismo social en la eugenesia latina”. Aquí surge otra vez la importante figura del médico Nicola Pende, del que hablara más extensamente otro autor. Pende, como Vallejo Nágera, se relaciona con los instrumentos de control llevados adelante por el racismo en sus países de origen y también en Latinoamérica: la ficha biotipológica y los Institutos biotipológicos.

“La ecología institucional de la eugenesia: repensando las relaciones entre biomedicina y política en la Argentina de entreguerras”, de Andrés Reggiani, demuestra la íntima relación entre los científicos argentinos y las políticas genocidas del Tercer Reich alemán. Muchos nombres notables son desubiertos realizando viajes de estudio a esa Alemania de la que volvían simpatizantes de sus leyes raciales, y con voluntad de extenderlas en los más variados ámbitos culturales y de gobierno. Buena demostración de ello es el rechazo del embajador argentino en Londres en 1941 (Tomás Le Breton) a que unos niños judíos fuesen habilitados a ir a la Argentina –en la que estaban sus padres– por el peligro que para él ello significaría, si no eran esterilizados, por la perpetuación de “los de su especie”.

“Las huellas eugénicas en la política sanitaria argentina (1946-1955)” de Karina Inés Ramacciotti, analiza concretamente la presencia de la eugenesia en las políticas de salud pública de los dos primeros gobiernos de Juán Perón. Ramón Carrillo, el conocido ministro del ramo que se había formado en la Alemania nazi, procuró en todo momento lograr el “hombre argentino ideal”, aun cuando afortunadamente ese “ideal” iría cambiando con el tiempo.

En la cuarta sección, “Darwinismo, eugenesia y estigmas de la otredad”, aparecen los textos que más relación guardan con lso problemas que aborda la revista que, estimado lector, tiene en sus manos. “Giuseppe Sergi y el fin del Risorgimiento italiano” es la contribución de José Luis Peset, al que conocemos por sus brillantes obras como Lombroso y la escuela positiva italiana, de 1975, y Ciencia y marginación, de 1983. Peset presenta aquí los intentos tardíos de actualizar el lombrosianismo llevado a cabo por varios de sus seguidores en el período fascista y prefascista.

Pero es que el gran resucitador de las teorías de Lombroso fue el médico Nicola Pende, que publicó su Biotipología en el mismo momento en que Mussolini marchaba sobre Roma. No es de extrañar esa sincronía. Sus ideas y conquistas durante los casi veinte años de gobierno fascista quedan explicadas en “Hacia una fisiología del delito: el modelo biotipológico de Nicola pende”, escrito por Andrés galera, también reconocido por haber escrito, en 1991, Ciencia y delincuencia.

En 1991 también se publicó otro gran libro: El delincuente y su patología. Su autor, el historiador de la ciencia Rafael Huertas, contribuye en este volumen que comento con “La medicalización de la delincuencia infantil en la España del primer tercio del siglo XX”. En este artículo se analiza la aplicación de preceptos neolombrosianos a las políticas de la niñez en la España de principios de siglo. Más allá de los vaivenes políticos, la relación entre medicina y represión penal fue especialmente estrecha sobre los niños que integraban esa entonces llamada “mala vida”.

Las consecuencias de esa unión en las leyes penales para niños son aún visibles hoy en día. Y sobre ello reflexiona también, con el universo del Brasil en el apogeo del eugenismo, Luis Ferla, autor de “El niño, el médico, el policía y el patrón: infancia y determinismo biológico en el Brasil de entre-guerras”.

Ese problema se desplaza del niño hacia el joven, sobre todo aquel que puede ser asociado con ideas revolucionarias o “feminoides”, en el caso analizado por Hugo Biagini en “La escolástica de laboratorio: juvenilismo y socialdarwinismo”, donde especialmente se estudia el pensamiento de Víctor Mercante.

“Prostitución y homosexualidad en Argentina: el discurso eugénico comosustrato teórico de biopolíticas represivas” de Marisa Miranda, estudia el discurso en Argentina de los delitos y contravenciones durante todo el siglo XX y hasta el presente, ensañado sobre los derechos de determiandas personas identificadas por su preferencia sexual o su por su única fuente de ingresos, con justificaciones que, cuando se hacían, recurrían a argumentos de tipo eugenésicos. Especialmente aquís e analizan las obras del jurista Bernaldo de Quirós.

La última sección del libro tiene contribuciones varias de Irina Podgomy, Susana García, Ana María Talak, Adrián Celentano, y María José Betancor Gómez. Allí destacan el modo en que surgieron distintos campos disciplinares con iguales pretensiones de justificación en lo estrictamente científico que la eugenesia. Analizan estos autores, respectivamente: la paleontología de finales del siglo XIX (de donde surgiría “nuestro” Darwin: Florentino Ameghino); la biología de principios del siglo XX (donde se estudia a Ángel Gallardo); la psicología de principios del siglo XX (y los trabajadores de la “higiene mental”); la psiquiatría determinista (en el itinerario intelectual del antifascista ingenieriano Gregorio Bermann); y la pediatría aplicada (con el ejemplo de los médicos españoles de la Segunda República). Creo que el trabajo de Celentano sobre la obra de Bermann es especialmente importante para los penalistas para hacer una genealogía del poder del perito psiquiatra sobre el juez en lo que toca a analizar la culpabilidad penal.

El libro en comentario nos hace reflexionar sobre la presencia concreta de los elementos de esa ciencia aparentemente pasada. Pero también nos alerta sobre toda pretensión científica que con sus provisionales “certezas” ha llevado, y sigue llevando, a los horrores que nos narra Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas cuando, por ejemplo de ello, hace a Kurtz finalizar con el terrible “¡Exterminad a esos bárbaros!” su informe para la civilizada y europea “Sociedad para la Eliminación de las Costumbres Salvajes”.

24- Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino, Marisa Miranda y Gustavo Vallejo (comps.), Buenos Aires, Siglo XXI, 2005. Comentario publicado en Nueva Doctrina Penal, 2005/B, Buenos Aires, Del Puerto, pp. 815/819.

Sobre delitos y penas: comentarios penales y criminológicos

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