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I

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Tu boca se detiene a la mitad, no abre ni cierra del todo.

Los músculos pierden fuerza y comienzan las fallas,

todo indica que tu cuerpo decidió emanciparse.

En esa suspensión prevalece la duda,

la interrogante nos obliga a guardar silencio y a quedarnos quietos.

Desde tu rostro se tensa la cánula por donde viaja la vida

que nace de un pulmón metálico y en cuya eficacia recae la posibilidad.

Tu delicado peroné casi desprovisto de piel asoma por las sábanas

queriendo dejar constancia de su desgaste.

Tu ojo izquierdo como una lente averiada decide no cerrar por

[largos ratos.

La alineación de tus costillas

se estampa en la fina camiseta que te cubre.

Los elementos antes descritos forman un cuadro para un museo.

¿Qué es un museo sino un conjunto de imágenes que nos agitan

[las entrañas?

La habitación está interrumpida por la silleta.

Y entre las cortinas titubea la luz,

un toque que favorece a la estética del cuadro pues da para varias

[interpretaciones.

Todo mientras las pisadas del enfermero, única pieza en movimiento,

lleva y trae: compresas, termómetro, ungüentos

y cuyos pasos emiten un chillido, un sobresalto.

Cartas que no llegan a su destinatario

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