Читать книгу Tocqueville en el fin del mundo - Gabriela Rodríguez Rial - Страница 10
Capítulo 1
¿Quién es quién en la Generación de 1837?
Formación, consolidación y crisis de una sociabilidad intelectual
Оглавление“Voy a ocuparme pronto de una mirada retrospectiva sobre el movimiento intelectual en el Plata desde el año ’30 en adelante. Precisamos inventariar lo hecho para saber dónde estamos y quiénes han sido los operarios. No creo que haya otros nombres que los de nuestra gente. Veremos qué dirá la otra. Se quedará con la boca abierta.”
Esteban Echeverría, Carta a Juan María Gutiérrez, fechada en Montevideo el 24 de diciembre de 1844 (Echeverría, 1940: 366)
El 23 de junio de 1837, probablemente un viernes, tres jóvenes, Juan Bautista Alberdi de veintiséis años, Marcos Sastre y Juan María Gutiérrez, ambos de veintiocho años de edad, se preparaban para enunciar los discursos inaugurales del Salón Literario. Esta asociación iba a tener como lugar de reunión la librería del propio Sastre, situada en el centro de la ciudad de Buenos Aires. El objetivo de la misma era someter a discusión las novedades artísticas y literarias de la época e incitar en la joven generación, que había nacido cerca de la revolución de mayo de 1810, el espíritu reflexivo necesario para que la sociedad democrática que había irrumpido tras el fin del orden colonial dejara de ser tan ingobernable. No estaban presentes ese día ni Esteban Echeverría (1805-1851), el poeta admirado por sus contemporáneos, ni Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), un sanjuanino provocador que no pondría sus pies en Buenos Aires hasta febrero de 1852. Sin embargo, estuvieron dos amigos personales de Sarmiento, también oriundos de San Juan: Antonino Aberastain (1810-1861) y Manuel Quiroga Rosas, nacido en 1810, quien llevó las novedades asociativas porteñas a su ciudad natal. El cordobés Mariano Fragueiro (1795-1872) sí fue de la partida, lo mismo que Dalmacio Vélez Sarsfield (1800-1875), igualmente oriundo de la provincia mediterránea y que había viajado por muchos lugares de la entonces Confederación Argentina6 acompañando al caudillo federal Juan Facundo Quiroga (1793-1835). Marco Avellaneda (1813-1841), nacido en Tucumán, donde volvió a residir en 1834, fue parte de la audiencia que escuchó la alocución pronunciada por su coterráneo, Alberdi. Pero el íntimo amigo de este último, Miguel Cané padre (1812-1852), con quien compartió libros y cuya abuela, Bernabela Farías de Andrade, lo adoptó como un nieto más,7 leyó las intervenciones impresas días más tarde, porque ya se encontraba exiliado en Montevideo. Además de Santiago Cazaldilla (1806-1896) y Vicente Fidel López (1815-1903), que escribieron en sus años de vejez memorias donde contaron este acontecimiento junto con otras aventuras de juventud, asistieron al acto de apertura de esta sociedad filosófico literaria María Sánchez (1786-1868), viuda de Martín Thompson desde 1819 y ya separada de Washington de Mendeville, en cuya casa de interpretó por primera vez, en 1813, el Himno Nacional Argentino, y Vicente López y Planes (1814-1856). Este último, de 52 años, autor de la letra de la ya mencionada canción patria y político experimentado, cerró la velada con unas palabras que auguraban a la sociedad y sus jóvenes miembros un futuro promisorio. Juan Thompson (1809-1873), hijo de Mariquita, charlaba con su amigo Félix Frías (1816-1881) y se manifestaban algo recelosos del anti-hispanismo del discurso de Gutiérrez. Como buenos católicos practicantes no compartían el rechazo a la religión y culturas heredadas de la madre patria. Y sentado en un rincón, quizás cerca de Rafael Corvalán (1809-1860), hijo del edecán del gobernador Juan Manuel de Rosas (1793-18), el napolitano Pedro de Angelis (1784-1859) escuchaba atento para redactar una detallada crónica en los periódicos oficiales. No muy lejos, se encontraba José Mármol (1817-1871), futuro autor de Amalia, que charlaba acaloradamente en sus contertulios. Algo más desapercibido pasaba Juan Bautista Cuneo, que se había escapado de la península itálica por las persecuciones sufridas por los partidarios de Giuseppe Mazzini. Él fue quien seguramente relató, años después, a su amigo Bartolomé Mitre, ausente del encuentro, lo que dijeron Alberdi, Sastre y Gutiérrez.
Meses después del acto inaugural, Sastre le escribe a Esteban Echeverría para que organice un plan de lecturas para debatir en el Salón Literario. Luego de algunas dilaciones, el escritor acepta. Más tarde, se cree que el poeta asumió la presidencia de la asociación. Sin embargo, el 10 de enero de 1838, con un escenario político convulsionado, dentro y fuera de la Confederación, el Salón Literario cierra sus puertas y Sastre remata los libros que le quedaban en el stock del gabinete de lectura. Quizás este hecho haya sido el incentivo para que Echeverría pusiera en marcha un proyecto político cultural que tuvo su impronta: la Asociación de Mayo, fundada el 8 de julio de 1838. Esta sociedad, que en su origen se denominó Joven Argentina, bajo el influjo de los conspiradores de la Joven Italia, tuvo filiales en otras ciudades, además de Buenos Aires, y sus miembros se juramentaron un código que expresaba sus expectativas respecto del porvenir político y social de la futura nación Argentina. Ese fue el manifiesto liminar de la Generación de 1837 que la posteridad conoció con el nombre de Dogma Socialista.8
Lo relatado hasta aquí está documentado, aunque los testimonios no coinciden en las fechas exactas en que estos eventos sucedieron. Quienes han narrado los primeros momentos de la Generación de 1837, contemporáneos o no, han tendido a mitificar estos hitos institucionales con la intención de que los orígenes de esta sociabilidad estén a la altura de las expectativas que tiene todo aquel que evoca a estas figuras fundacionales de la política y la cultura argentinas.
En este capítulo se cuenta la historia colectiva de la Generación de 1837 como grupo cultural y político. A diferencia de los capítulos siguientes, el foco no está puesto en personas singulares ni en sus roles de autores de textos emblemáticos de una embrionaria ciencia política argentina sino en la sociabilidad generacional que les da unidad como un colectivo. Y lo que resulta más llamativo es que esa identidad colectiva sigue operando cuando amistades o relaciones cercanas se deterioran a partir de 1852, tras la caída del régimen político encabezado por Juan Manuel de Rosas en la provincia de Buenos Aires.9 Entonces, varias figuras representativas de la Generación de 1837 asumen posicionamientos políticos que los distancian entre sí.
Hemos utilizado el término sociabilidad aplicado a la Generación de 1837 sin explicar su sentido. Desde un punto de vista técnico, es decir, como categoría de la historia política, según Pilar González Bernaldo de Quirós (2004: 434), “la sociabilidad remite a prácticas sociales que ponen en relación un grupo de individuos que efectivamente participan de ellas y apunta a analizar el papel que pueden jugar esos vínculos”. Pero también la sociabilidad es un vocablo nativo que utilizan algunos miembros de la Generación de 1837 para referirse a un conjunto de reglas o valores compartidos que caracterizan a un determinado momento del proceso civilizatorio occidental moderno en un contexto temporal y geográfico determinados. Es un sinónimo de civilidad, tal vez un término más preciso desde un punto filosófico político, aunque esta categoría es más usada por los analistas de la Generación de 1837 que por quienes se identificaban como parte de ese colectivo (González Bernaldo de Quirós, 2004: 423-424, 427, 430-431; Villavicencio y Rodríguez, 2011). A su vez, es factible referirse a una sociabilidad conceptual común que remite la concepción tocquevilliana de la Ciencia Política y permite articular los usos de democracia, nación, república, gobierno representativo, ciudadanía observables en diferentes intervenciones de referentes de la Generación de 1837 en distintos momentos de sus trayectorias (Betria y Rodríguez Rial, 2018).
Un estudio historiográfico de la Generación de 1837 como una sociabilidad político-cultural implica, en un plano epistemológico, que se deben tener en cuenta prácticas e instituciones y analizar cualitativamente elementos estructurales (capitales sociales o culturales, posiciones, relaciones) que pueden cuantificarse. Para poder abordar esta última dimensión, identificamos un conjunto de agentes sociales compuesto por más de cincuenta individuos, todos hombres con excepción de una mujer, María Sánchez, y un conjunto de indicadores que remiten a propiedades posicionales o relacionales.10 En lo que sigue de este capítulo, luego de dar cuenta de espacios, más o menos formalizados, donde se vincularon y explicar por qué creemos que la denominación Generación de 1837 es la más adecuada para referirse a la identidad compartida por esta elite político intelectual, se describirán las etapas de este colectivo político generacional y se analizará esa sociabilidad desde un punto de vista estructural a partir de una metodología que combina la sociología de los campos y habiti de Pierre Bourdieu (1998) con el análisis de redes.