Читать книгу Tocqueville en el fin del mundo - Gabriela Rodríguez Rial - Страница 7
Introducción 1. ¿Por qué Alexis de Tocqueville?
ОглавлениеDesde que fue escrita por Alexis de Tocqueville en el siglo XIX, la siguiente frase provoca la irresistible tentación de querer cumplir con el mandato del autor: “Es necesaria una nueva ciencia política para un nuevo mundo enteramente nuevo” (Tocqueville, 1961 I: 5). La mayoría de quienes la leen han buscado las claves para descifrar este enigma en La Democracia en América. Pero en estos dos volúmenes, publicados por primera vez en 1835 y en 1840 respectivamente, se encuentran pocas pistas para develarlo.
En 1838, cuando era ya un autor conocido por el éxito comercial del primer tomo de La Democracia en América, Alexis de Tocqueville ingresa a la academia de ciencias morales y políticas. El 5 de abril de 1852, Tocqueville da el discurso de la sesión pública anual, en carácter de presidente de dicha institución. En esta intervención, que no suele ser tenida en cuenta por la mayoría de quienes comentan su pensamiento político, se pueden encontrar algunos elementos para responder la pregunta que dio origen a este libro: ¿qué es una ciencia política tocquevilliana?
Podemos certificar que las acciones privadas del hombre deben estar sometidas a una regla y que la moral es una ciencia. Pero ¿es lo mismo para esas colecciones de hombres que llamamos sociedades? ¿Hay una ciencia de la política? Casi lo negamos. Y, lo que parece más extraño es que son en general los políticos, es decir quienes deberían practicar naturalmente esta ciencia, los que se toman esta libertad respecto de ella. Se permiten calificarla de quimérica, o cuanto menos, vana.1
El discurso empieza cuestionando la posibilidad de existencia misma de una Ciencia Política, y diciendo que quienes practican el arte de la política, como el propio Tocqueville (que era un político profesional), eran quienes estaban más convencidos de que no existe tal cosa como una ciencia de la política. Pero, luego de identificar dos aspectos de la política, uno fijo que puede ser objetivable cognitivamente y uno movible que es competencia de quienes se dedican al gobierno, el presidente de la academia afirma que solo los ciegos no son capaces de ver que la Ciencia Política está en todas partes2. Otra manera de decir lo mismo es que sin Ciencia Política adecuada al nuevo contexto seremos incapaces de reconocer la originalidad del fenómeno político más singular de nuestro tiempo: la democracia moderna (Tocqueville, 1866: 117-18, 122-123). Luego, de realizar esta contundente afirmación, el orador se dedica comentar los temas de los concursos, aprovechando la circunstancia para citar a varios referentes de la historia de pensamiento político, desde Platón y Aristóteles, pasando por Maquiavelo y Bodino hasta llegar a Montesquieu. Justamente Montesquieu, que aparece mencionado más de una vez, era con quien sus contemporáneos solían comparar a Alexis de Tocqueville. Y cada vez que menciona alguno de los tópicos propuestos para la reflexión, algunos más teóricos, otros más jurídicos, otros más orientados a la historia de la filosofía política antigua, Alexis de Tocqueville demuestra que lo que distingue la perspectiva politológica es la mirada que relaciona micro-escenas de la vida cotidiana –que abarcan desde la economía doméstica hasta los vínculos matrimoniales– con las tendencias generales que orientan los procesos políticos.
Podría decirse que en esta intervención, donde se otorgaban los premios a los ganadores del concurso anual de la academia y se proponían los temas para el siguiente, Alexis de Tocqueville define la Ciencia Política a partir de su objeto, sus fundamentos epistemológicos y su arquitectura disciplinar. En un sentido amplio, el objeto de la Ciencia Política es el ser humano, en sus relaciones con los demás. Pareciera entonces que lo político no tiene fronteras y que es intrínsecamente inabarcable (Tocqueville, 1866: 120, 125). Sin embargo, con una mirada atenta, que permite identificar causas generales sin desatender la contingencia de los acontecimientos, se pueden distinguir aquellas interacciones que son políticas por definición porque su sentido depende de la vida en común que se organiza a través de instituciones, reguladas tanto más por los hábitos y costumbres que por el orden jurídico. Por ello, el campo disciplinar de la Ciencia abarca desde la Filosofía Política hasta los estudios idiosincráticos de los sistemas legales, pasando por la economía política y el estudio de las dinámicas sociales (Tocqueville, 1866: 120-125). En la cima del edificio que estructura la Ciencia Política de Alexis de Tocqueville está la teoría pura y desde allí se desciende al estudio de las leyes y los hechos. La articulación entre ambos niveles está dada por el método de análisis que combina observación, explicación y comprensión, y que da especial importancia al tiempo, al espacio y al horizonte cultural donde se producen los fenómenos estudiados. La Ciencia de la Política de Alexis de Tocqueville describe e interpreta, pero no pretende instaurar verdades absolutas. Juzga y encadena ideas para dar un sentido holístico al conocimiento de las instituciones y costumbres (Melonio, 1993: 35). Cuando alguien se acerca a la política puede hacerlo desde la vida práctica o desde la perspectiva teorética pero ambas pueden conjugarse y son necesarias si se quiere aportar un saber que sea a la vez instructivo y útil para la sociedad de la que se forma parte (Tocqueville, 1866: 118, 131-134).
Este libro no es una biografía intelectual de Alexis de Tocqueville que pretenda, a partir de la reconstrucción cronológica de su obra, identificar los tópicos principales de su pensamiento político. Para quienes quieran recorrer ese camino, nos atrevemos a recomendar dos textos, uno inglés y otro en español, escritos por dos reconocidos teóricos políticos: Tocqueville between two words. The making of a political and theoretical life (2001) de Sheldon Wollin y Alexis de Tocqueville de Enrique Aguilar (2008). Hay muchos trabajos monográficos sobre Tocqueville que se ocupan de su vida o de algún aspecto, temático, metodológico o estilístico de su producción, varios de los cuales son mencionados en los siguientes capítulos porque nutrieron nuestra reflexión.3 El motivo por el cual Alexis de Tocqueville es uno de los personajes centrales y está en el título del libro es más específico pero, no por ello, menos ambicioso. Tocqueville propone un modelo de Ciencia Política revolucionaria como el tiempo que le tocó vivir: el reino de la igualdad de condiciones. Sin embargo, esa revolución trasciende su tiempo, porque su manera de analizar la política, con un enfoque que combina lo estructural con lo subjetivo, que entiende a las instituciones como prácticas sociales, que se sirve de la historia, política, conceptual e intelectual, está mucho más próximo a los abordajes hermenéuticos con los que hoy se hace Ciencia Política que el paradigma politológico que terminó siendo hegemónico a fines del siglo XIX y principios del siglo XX: el positivismo o conductismo.4 En tal sentido, Tocqueville fue más que un pionero, fue un adelantado, que supo advertir que una Ciencia Política empírica que se precie de tal necesitaba de conceptos y de imaginación teórica. Y, fundamentando nuestro argumento en su autoridad legítima, podemos afirmar que la división entre Ciencia Política, por un lado, y Teoría Política, por el otro, es un error epistemológico detectado mucho antes que la filosofía de la ciencias se ocupara de los estudios políticos.
¿Por qué Tocqueville? Porque aquí, en los confines del mundo, en el extremo Sur del continente americano, cuando el acceso a las comunicaciones y las novedades literarias era más veloz que en los siglos anteriores pero tenía un ritmo lento para los estándares contemporáneos, un grupo de sudamericanos quiso pensar y cambiar su propio mundo político, nutriéndose de las enseñanzas del autor de La Democracia en América. Y casi dos siglos después de ese momento, en la segunda década del siglo XXI, Tocqueville sigue diciéndonos mucho sobre la fenomenología de las sociedades democráticas modernas, sobre sus contradicciones internas, sus potencialidades, sus promesas incumplidas y sus sueños posibles. Su actualidad no radica exclusivamente en los temas que aborda, o en su estilo muy democrático, ya que es accesible e interesante tanto para especialistas como para legos. Alexis de Tocqueville es nuestro contemporáneo porque entiende a la Ciencia Política como una empresa intelectual que es a la vez científica y filosófica, que tiene una finalidad en sí misma pero también un objetivo programático: mejorar la política por venir.