Читать книгу Tocqueville en el fin del mundo - Gabriela Rodríguez Rial - Страница 8
2. La Generación de 1837 y la cultura política argentina
ОглавлениеLa Generación de 1837 es mi obsesión personal, pero también lo ha sido para la cultura política argentina. Y así queda demostrado por los casi incontables textos que desde diferentes abordajes disciplinares, como la historia de las ideas, la historia política, la filosofía, la sociología, o géneros, la biografía intelectual, los ensayos, los artículos académicos, las notas periodísticas, se han ocupado individual o colectivamente de sus figuras representativas. Por tal motivo, en el primer capítulo de este libro se presenta una semblanza de algunas de las referencias bibliográficas básicas sobre la Generación de 1837 que ponen el énfasis en la sociabilidad generacional y los usos e invenciones de conceptos políticos.
Este grupo de intelectuales y políticos se propuso comprender por qué, tras la revolución de mayo de 1810, la nueva sociabilidad democrática no podía organizarse bajo una forma política estable fundada en los supuestos del gobierno representativo. Y quienes los sucedieron, tanto en el campo político como intelectual, siguen apelando a la Generación de 1837 cada vez que no entienden por qué la política argentina se revela ante todos aquellos que pretenden domesticar con la violencia represiva o la rigidez institucional, su conflictividad, su plebeyismo, su individualismo, su rebeldía, en otras palabras, su manera singular de combinar libertad e igualdad.
Los miembros de la Generación de 18375 se plantearon interrogantes que aún hoy, a más de doscientos años de sus respectivos nacimientos, nos interpelan: ¿por qué la democracia argentina se resiste a la institucionalización?, ¿puede convivir la república con el poder personal?, ¿hay libertades superiores a otras?, ¿cuáles son los límites de la ciudadanía política?, ¿podemos crear una filosofía política nacional?, ¿hay héroes que no sean de guerra?, ¿la patria es lo mismo que la nación?, ¿se puede educar al soberano?, entre tantas otras.
La Generación de 1837 fue muy buena haciendo preguntas pero no pudo responder ninguna de ellas tan definitivamente como hubiera querido. De hecho, los autoproclamados representantes de la Joven Argentina no pudieron resolver el enigma que los obsesionó desde sus años juveniles: Juan Manuel de Rosas (1793-1877). ¿Por qué alguien que no había sido un héroe revolucionario, ni era de origen popular, ni tenía pretensión de educar a las masas se transformó en la figura política más relevante de su tiempo? Tampoco pudieron eludir las trampas que aquejan a quienes creen que pueden dominar las pasiones sociales desde el control de un saber que los hace sentir superiores. Y, cuando tuvieron responsabilidades políticas, ya que la mayoría de ellos tuvieron cargos importantes como presidentes, ministros, diputados, constituyentes, senadores, embajadores, cometieron bastantes errores. Fueron tan injustos, arbitrarios, violentos e inmorales como los actores políticos que los precedieron y a los que habían juzgado tan severamente: los hombres de mayo de 1810, los rivadavianos de la década de 1820, unitarios, federales del período de las guerras civiles que se dieron durante tres de las primeras cinco décadas del siglo XIX. A fines de la década de 1830, estos hombres, con poco menos de treinta años, creían que venían a salvar a la política argentina de sus rencillas internas y que, gracias a ellos, se iba lograr la tan mentada unidad nacional. Sin embargo, a lo largo de sus trayectorias, se la pasaron peleando entre sí. En algunos momentos tuvieron diferencias políticas sustanciales respecto de la unidad nacional, la relación entre la Iglesia y el Estado, los alcances y limitaciones de la ciudadanía política y los sentidos del republicanismo y el liberalismo como tradiciones políticas. Pero, la mayoría de las veces, el motivo de disputa fue por cuestiones personales, que van desde la incompatibilidad de caracteres hasta la envidia o el recelo por el mucho o poco reconocimiento de sus pares.
A pesar de estos vaivenes, a lo largo de su historia, la Generación de 1837 tuvo un credo común. Estaban convencidos que la democracia como estado social era el fenómeno político más importante generado por las revoluciones políticas modernas, esas que hoy llamamos atlánticas y que incluyen, aunque los europeos y estadounidenses no se terminen de convencer, las insurrecciones que promovieron la independencia política de los territorios situados al sur del Río Bravo. Pero el dogma tocquevilliano de la Generación de 1837 no se limitaba a un interés temático común: sus miembros querían legar a la posteridad un análisis de la democracia en el Plata que se sirviera de las herramientas heurísticas empleadas en La Democracia en América. Y lo más interesante fue que ese malogrado sueño juvenil, ya que el tantas veces prometido libro La Democracia en Plata, nunca fue publicado, terminó plasmando una obra colectiva, plural, contradictoria, e igualmente inconclusa, que muestra, a quienes quieran y sepan ver más allá de los prejuicios políticos, disciplinares y epistemológicos, cómo hacer Ciencia Política a la manera de Alexis de Tocqueville en la Argentina.