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JOSÉ CHÁVEZ MORADO, PINTOR
ОглавлениеJosé Chávez Morado, pintor, muralista y grabador nació en Silao, Guanajuato, 1909 y falleció en Guanajuato en el 2002.
Tras hacer sus primeros estudios empezó a trabajar en la Compañía de la Luz de Silao (Guanajuato).
En 1925 emigró al Estado de California en Norteamérica donde compaginó las tareas del campo con las bellas artes ganándose algunos dólares haciendo caricaturas.
Años más tarde, en 1934, regresa a su país, se instala en la Ciudad de México y sigue algún curso en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos donde conocería a su futura mujer, la pintora Olga Costa.
Trabajó en el Taller de Gráfica Popular,1 con el grabador Leopoldo Méndez y como ilustrador «cartonero» en diversos periódicos mexicanos: La Voz de México, Comate y la revista de humor «El Eje…Le».
Artista de ideas progresistas militó desde joven en la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) y en el Partido Comunista Méxicano (PCM).
Como miembro de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios asistió al Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura (Valencia, 1937). En dicha ciudad colaboró con Fernando Gamboa en la exposición Cien Años de Grabado Político Mexicano, ilustrando asimismo la Portada de la revista Nueva Cultura dedicada al mencionado congreso.2
De la guerra civil española, aparte de una serie de recuerdos, anécdotas y vivencias, conserva unos cuadernos de notas, dibujos y litografías, testimonio de los horrores de aquella contienda.
Amigo de algunos artistas y escritores refugiados españoles –Max Aub, Manuela Ballester, José Renau, etc.– apoyó siempre las actividades solidarias con el exilio español en México.
A lo largo de su trayectoria artística hizo murales para la Escuela Normal de Xalapa –que dirigía el escritor José Mancisidor–; el Centro Médico de México y el Museo de la Alhóndiga de Guanajuato.
Durante unos años fue director del Museo de la Alhóndiga de Guanajuato.
Pregunta: ¿Cómo se inició en el mundo del arte?
Respuesta: Provengo de una familia de clase media de la que heredé una buena biblioteca. Pero los avatares de la Revolución mexicana empobrecieron a mi familia y tuve que emigrar a los Estados Unidos cinco años y realizar trabajos del campo. Puede decirse que tuve la experiencia de ser un «bracero». Cuando regresé a México ya sabía dibujar. De pequeño copiaba libros. Me acuerdo que en la biblioteca de mi familia estaba La Ilustración Española y una serie de libros con ilustraciones. Yo copiaba. Durante la época que estuve en el campo en los Estados Unidos dibujaba a mis compañeros. Con ese bagaje cuando regresé a la ciudad donde nací, Silao, en el Estado de Guanajuato, tuve que buscar mi camino. Mi vocación era ser pintor. Yo llegué a México en 1931.3
P.: ¿Cuál fue su formación?
R.: Tuve una formación muy irregular. Fui alumno de la Escuela de Bellas Artes de San Carlos. Tuve una mediana preparación técnica en grabado más que en pintura. Pero teníamos la gran enseñanza reciente, fresca y palpitante del muralismo mexicano. Esa fue realmente mi formación. Al mismo tiempo y para ganarme la vida ingresé como maestro de Dibujo en las Escuela de Bellas Artes de San Carlos. Por entonces incluso la generación anterior a la mía –Julio Castellanos, Rodríguez Lozano, Rufino Tamayo, etc.,– había tenido que servir al Magisterio Nacional, es decir a la enseñanza, por razones económicas, pues nosotros no teníamos mercado.
P.: ¿Qué aportó entonces el plan de José Vasconcelos?
R.: De esa época había quedado el lema de construir el país cada uno con su propia obra.
P.: Por entonces se casó usted.
R.: Así fue, en 1935, me casé con Olga Costa,4 una joven pintora de mi época.
P.: ¿Tenía alguna militancia política?
R.: De pronto, en 1936, estalla la guerra civil española. Nosotros que ya estábamos militando al lado de la política del General Lázaro Cárdenas en las luchas interiores en la defensa de los derechos de los trabajadores, los campesinos, etc., vimos los peligros del desarrollo del fascismo y su aparición, por ejemplo, en Abisinia. Esa era una de las preocupaciones que teníamos entonces. Sin una militancia política definida, simplemente como un joven sensible, me sentía al lado de la política cardenista. En 1936 comenzaron las luchas en España. En nuestra generación hubo un fenómeno interesante. En principio pensábamos que no estábamos tan ligados con España. Creíamos que éramos un país latinoamericano con viejas querellas con España. Algo que nos había quedado de una mala educación en la que el villano era España y el héroe era México. Pero ese perfil mexicano no estaba aún definido. Sin embargo cuando Alemania e Italia golpearon a España un recorte de nosotros brincó por razones de justicia y de afinidad cultural.
P.: ¿Qué influencias tuvo?
R.: Además del grupo los Contemporáneos,5 existía la Escuela Mexicana de Pintura. Fueron dos movimientos divergentes y antagónicos. ¿Qué era la pintura mural y la novelística mexicana? Era el descubrimiento de las raíces mexicanas con su contenido indígena y sus querencias españolas. Por entonces había hispanistas tremendos que escribían casi como si estuvieran en el Virreinato. Había como una nostalgia del pasado. Entonces se produjo todo lo contrario. Un indigenismo extremado. De todas maneras fue el descubrimiento de nuestras raíces. ¿En ese contexto que significación tiene el grupo de artistas y escritores de los Contemporáneos? Ellos suponen la búsqueda de una internacionalidad mayor de la cultura. Querían saber qué estaba pasando, por ejemplo, en Francia. Qué era la Escuela de Pintura de París. Y además Diego Rivera no sólo había vivido en París sino que venía de la Escuela de Pintura de París.
P.: La aportación de Diego Rivera al Cubismo fue muy interesante.
R.: Mucho, aunque nunca fue un pintor cubista ortodoxo.
P.: Como la pintora española Marie Blanchard.
R.: En cambio los Contemporáneos tuvieron un rechazo a esa posición. Ellos decían que había que traer lo que había fuera. Ante el Muralismo Mexicano surge como contrapartida al grupo de los Contemporáneos.
P.: Y su generación ¿qué posición toma?
R.: Mi generación por razones de identidad social y por conciencia política toma el camino del pueblo. Consideramos a los Contemporáneos como elitistas. En cierto modo lo fueron. Eso no era un demérito pues las elites también aportan ideas a la cultura. Yo no estaba con los Contemporáneos. Algunos pintores sí. La reacción de la segunda generación de los artistas mexicanos que estaba representada por Julio Castellanos, María Izquierdo, Rufino Tamayo y muchos más sí tuvieron una influencia de los Contemporáneos. En el tronco común de la cultura mexicana surgen injertos inevitables, necesarios. Eso fueron ellos. Nosotros no.
P.: La Ciudad de México, en el año treinta, también fue una capital de moda entre los fotógrafos europeos (Cartier Bresson) y norteamericanos (Edward Weston, Paul Strand, etc.). ¿Esa presencia se notó en la escena artística mexicana de la época?
R.: Yo no los conocí. Era un recién llegado. Conocí la película Raíces de Fred Zimerman con aportación fotográfica de Paul Strand y su portafolio que sí creo influyó en los fotógrafos mexicanos.
P.: Por ejemplo a Manuel Álvarez Bravo.
R.: Álvarez Bravo siempre ha declarado que Tina Modotti fue un conducto para que Edward Weston influyera en su obra. Eso es muy importante. Pero los pintores estábamos buscando unas raíces que Diego Rivera había descubierto. Diego un parísino en buena manera –originario, por cierto, del estado donde yo nací– donde la presencia indígena es casi imperceptible, es decir una población de un mestizaje muy españolizado. Diego Rivera, cuando regresa de Francia, descubre las raíces prehispánicas. Esa inquietud también me la trasmitió a mí. Yo tampoco conocía entonces el grito indígena prehispánico. La cultura de los pueblos conquistados en esta metrópoli. De modo que todo este ambiente que era excitante aunque no estaba presente en esos años en Rivera, Orozco y Siqueiros, porque en los años treinta estaban trabajando, casi todos ellos, en el extranjero. Rivera y Orozco estaban trabajando en los grandes murales de los Estados Unidos. Nosotros estábamos solos. Hubo un personaje sin embargo que debo citar porque se había formado con ellos. Era el grabador mexicano Leopoldo Méndez. Un personaje que merece un reconocimiento.6
P.: Leopoldo Méndez había recogido, en cierta manera, el legado de José Guadalupe Posada.
R.: Así es. Pero Leopoldo Méndez le da al grabado una dimensión que no le da Guadalupe Posada. El grabador Posada estaba más cerca del pueblo. Leopoldo tiene más contacto con el muralismo. Esa fue mi formación. Porque yo soy un hombre que no pudo hacer estudios. Ni de secundaria. Ni de bachillerato. Soy autodidacta.
P.: ¿Qué papel jugó la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios?7
R.: La Liga fue creada por el Partido Comunista Mexicano. Su gran influencia se siente allí y también sus grandes militantes. Porque la Liga tuvo una gran proyección. Fue un foro para que gentes de posiciones muy diferentes discutieran. Pero también tuvo los sectarismos propios de la época. Sin embargo allí conocimos gentes de una gran experiencia en las artes como en la política como Juan de la Cabada. Para nosotros los jóvenes era como una especie de profeta de la calle. Un hombre con todo el sentido popular que guardó toda la vida, alguien que había tenido la experiencia de las cárceles, persecuciones, militancia. Ese era el ambiente de esa época.
P.: ¿Cuándo ingresó en la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios?
R.: Ingresé en la Liga tras haber hecho en 1936 mi primer mural en Xalapa. Con la audacia propia de la juventud acepté el encargo y pinté un mural al fresco para la Escuela Normal de Xalapa en esos años. Mi tema del mural de ese tiempo fue el anti-imperialismo en la historia de Veracruz. Durante mi estancia en la capital del Estado de Veracruz conocí a José Mancisidor.8
P.: ¿Quién fundó la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios?
R.: José Mancisidor vivía en Xalapa. Aquí en la Ciudad de México ya existía la Liga. Este escritor fue uno de los defensores del Puerto de Veracruz en ocasión de la invasión de los norteamericanos. Era un joven cadete de la Marina. Y peleó en defensa de México. Cuando conocimos a Mancisidor en Xalapa, recién casados, era un hombre maduro, un profesor de la Escuela Normal, nos trató con esa franqueza y esa apertura que tienen los veracruzanos y nos ayudó mucho. Cuando regresamos de Xalapa al terminar el trabajo él vino para la Ciudad de México. Y seguimos en contacto. Entonces ingresé a la Liga y también, de acuerdo a mis inquietudes antifascistas, ingresé al Partido Comunista Mexicano en 1937. Poco después la Liga recibió la invitación para enviar delegados escritores al Congreso de Valencia.
P.: Invitación indistinta para escritores y artistas.
R.: Nosotros los pintores nos sumamos a la delegación. Fernando Gamboa entonces no era pintor sino alumno de la Escuela de Bellas Artes de San Carlos. Desde entonces se dedicó a la museografía.
P.: ¿Qué delegados fueron a España?
R.: No soy el mejor testigo de esa experiencia. Desde luego el comisario y encargado de nuestra delegación fue José Mancisidor. Con nosotros venían el músico Silvestre Revueltas y Fernando Gamboa que era el editor y director de la revista histórica Frente a Frente. Era un gran organizador. Asistió asimismo el escritor Octavio Paz, como invitado. No sabría decirle cómo lo invitaron. Él ha escrito que estaba en el Sureste de México y que recibió la invitación a través de una carta. También venían el escritor Juan de la Cabada y María Luisa Vera, una profesora que pertenecía a la sección de Pedagogía de la Liga. Porque esta organización en un momento dado se abrió también a recibir a los maestros.
P.: Falta citar al poeta Carlos Pellicer.9
R.: Pero Carlos Pellicer no era miembro de la Liga. Él fue invitado porque era un gran poeta. No nos acompañó en el viaje. Viajó aparte. Carlos Pellicer era un poeta católico pero con sentimientos antifascistas completos.
P.: Como José Bergamín.
R.: Sí, seguramente. Octavio Paz tampoco era miembro de la Liga.
P.: Pero Octavio Paz era entonces de izquierdas.
R.: Mire, yo no conocía a Octavio Paz. Puedo decir que nunca conocí bien a Octavio Paz. Solo lo conocí hasta que lo traté en Valencia. Por entonces había escrito un par de libros: Bajo tu clara sombra (1937) y La raíz del hombre (1937). Era además un joven apolíneo. Recién casado con Elena Garro, su primera mujer que lo acompañó a España, como Fernando Gamboa también recién casado con Susana Stell, una norteamericana muy bella y de gran corazón. Fue una colaboradora imprescindible de la actividad de Fernando Gamboa en esos años. Olga y yo sentimos un gran aprecio a ambos.
P.: ¿Cómo fue el viaje de México a España?
R.: Fui invitado como miembro de la Liga. Creo que fue José Mancisidor quien promovió mi invitación. Porque veníamos casi juntos de Xalapa y un día nos encontramos con Fernando Gamboa en la sección de Artes Plásticas de la Liga de la que yo había sido el jefe al principio del Gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-40). Puesto que había dejado para dedicarme a pintar. Fernando Gamboa y yo teníamos una buena amistad. Él era un hombre capitalino con conocimiento del mundo del arte. A Fernando Gamboa se le ocurrió la exposición de Cien Años de Grabado Político Mexicano. Allí empezó, por nuestra parte, el destripadero de libros con grabados. En la biblioteca de mi familia había un ejemplar de Los mexicanos pintados por ellos mismos, con litografías del siglo XIX. Un rarísimo ejemplar con una descripción de los personajes de la época. De allí arrancamos las páginas que hicieron falta para la exposición. Fernando, por su parte, consiguió asimismo muchas estampas de la prensa mexicana y periódicos políticos del siglo XIX. Grandes litógrafos que tuvimos en el siglo pasado como Evodio Escalante y Picheta, seudónimo de Gabriel Vicente Gahona.
P.: ¿Gabriel Gahona entre ellos?
R.: En ese tiempo Gahona no era tan conocido. Picheta el grabador yucateco era más conocido. Pero teníamos las revistas del XIX como La Orquesta, El Ahuizote, El hijo del Ahuizote Don Bullebulle, etc. Toda esa herencia de gráfica política que nos dejó el liberalismo mexicano del siglo XIX. Por esas fechas existían, asimismo, grandes grabadores contemporáneos como Leopoldo Méndez, Alfredo Zalce, Pablo O’Higgins, etc. Con la audacia propia de Fernando Gamboa arramblamos con todo para España y como teníamos el apoyo de la Secretaría de Educación Pública (SEP) nos lanzamos en automóvil –un antiguo Ford negro– y cruzamos la frontera mexicana y nos fuimos a Nueva York. Un largo viaje. Tenía una fotografía –que le regalé al escritor José Revueltas y la perdí– en la que aparecía el músico Silvestre Revueltas con una cachucha de chófer de visera, sentado en Monterrey. Así hicimos todo el viaje. Y así nos hicimos grandes amigos gentes que apenas nos conocíamos.
P.: ¿Quiénes iban en ese viaje?
R.: Todos los escritores y artistas citados menos Carlos Pellicer.9 Hicimos la ruta con diversas paradas. Al llegar a Nueva York nos embarcamos. No recuerdo el nombre del barco. Hicimos una travesía plena de alegría. Al llegar a París nos encontramos al Coronel Adalberto Tejeda que era el embajador de México en Francia (1935-37). Antes había sido Gobernador de Veracruz. Un radical de izquierdas. Una izquierda no partidista. Con Garrido Canavas y Garrido Puerto había formado un triunvirato de gobernadores que habían constituido el Partido Socialista del Sureste. Que era de un radicalismo casi anarquista. El Coronel Adalberto Tejeda nos recibió en París. Era un hombre apasionado por la música. Un personaje interesante. Sólo conocía a José Mancisidor pues ambos eran de Veracruz. Y así estuvimos hasta cruzar la frontera.
P.: ¿Cómo fue el viaje a España?
R.: Tengo vagos recuerdos del viaje. España me embargaba. Veía tantas cosas… Sí que recuerdo cuando llegamos a Valencia y la Embajada de México nos mandó a alojarnos en una Residencia que tenía por el Puerto de Valencia. En el Grao. Allí empezamos a distribuirnos. Los que íbamos sin mujer éramos Juan de la Cabada y yo. Nos alojamos en una terraza con un techo de cristal. Así cuando pasaban los bombardeos salíamos corriendo y veíamos pasar los aviones italianos y los fogonazos de las baterías antiaéreas. Estábamos extasiados viendo aquello.
P.: ¿Qué recuerdos tiene de Valencia?
R.: Mire, no era el tiempo para fijarnos en la ciudad. Sí recuerdo, sin embargo una portada barroca excelente de un museo.
P.: ¿El Palacio del Marqués de Dos Aguas?
R.: Sí, ese mismo. En fin… los recuerdos se pierden al paso de los años. Había tal excitación en la calle. Veías a los jóvenes milicianos que regresaban heridos del frente. Veías a la gente con esos monos que llevaba todo el mundo. Creo que eran de color verde. Bueno, los primeros días no vimos prácticamente nada, pues estuvimos ocupados en montar la exposición en el Ateneo Popular de Valencia. Fue entonces cuando apareció José Renau. Entre todos montamos la muestra de Cien Años de Grabado Político Mexicano. Creo que llevamos como cincuenta o sesenta grabados. Unos antiguos y otros contemporáneos. Quizás Fernando Gamboa se acuerde. Él había encontrado un grabado político alusivo a la guerra de la independencia. Un grabado del siglo XVIII. Presentamos la exposición frente a la Plaza de Emilio Castelar. Por allí, más o menos. Recuerdo un gran calor de amistad de los valencianos.
P.: ¿Tiene alguna anécdota de aquella estancia?
R.: Pues sí. De la residencia donde estábamos. La casa tenía un baño común. Allí me encontré a un señor muy educado que salía del baño con las manos temblando. Como si tuviera el mal de Parkinson. Luego me enteré que era el que les había cosido la boca a los mineros rebeldes de Asturias con alambre. Había falangistas y monárquicos españoles refugiados en la Embajada de México. Nunca se les veía. Muchos franquistas habían recurrido al refugio de la Embajada de México porque era de las más seguras. Creo que todas las Embajadas eran seguras pues la República española no había violado el espacio de ninguna embajada extranjera.
P.: ¿Quién era el embajador de México en España?
R.: El embajador de México en España don Ramón de Negri. Era un mexicano que había sido distinguido durante la Revolución mexicana, tenía como hijastro con una dama argentina a Carlos de Negri un periodista notorio en México porque era nefasto. Lo vimos en Barcelona. Llevaba el brazalete de las Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña haciendo cosas que denigraron a su pobre padre.
P.: ¿A quién conoció en España?
R.: No tenía entonces muchas relaciones culturales. Yo no era un intelectual. Pero entonces era un artista inmaduro. Quien iba al encuentro con sus iguales o sus superiores y le dedicó mucho tiempo fue Octavio Paz. Fue al encuentro de los literatos españoles más que a la lucha política. Allí hizo muchas relaciones con los escritores españoles. Para él ir a España, supongo, fue muy importante. Creó las relaciones que fueron definitivas para su carrera. No para su talento que ya lo tenía. Yo no estoy denigrando a nadie. Solo doy testimonio de lo que hizo en el viaje a España.
P.: Luego viajaron a Madrid.
R.: Desde Valencia fuimos a Madrid y allí encontramos a Rafael Alberti. Yo lo había conocido cuando viajó a México con María Teresa en 1935. Guardo un retrato con Rafael Alberti en la Alameda de México. La sede de la Alianza de Intelectuales para la Defensa de la Cultura estaba, en Madrid, en el Palacio de los Marqueses de Heredia Spínola. El escritor Alberti era de tal exuberancia que una noche invitó a la delegación mexicana –José Mancisidor, Silvestre Revueltas, Fernando Gamboa, etc.– a la sede de la Alianza. Con él estaba Santiago Ontañón. Al salir de la reunión me dice Silvestre Revueltas: ¡Qué bien hablan los españoles!
Porque nosotros no habíamos abierto la boca en toda la noche. Para nosotros los españoles eran tan exuberantes en su voz, habla, tono que nos dejaron orillados. Tanto Silvestre Revueltas como José Mancisidor eran hombres de pensamiento. Fue una experiencia inolvidable.
P.: ¿Qué recuerdos tiene de Madrid?
R.: Nosotros estuvimos en el Barrio de Arguelles de Madrid. Simplemente. En ese viaje hice pequeños dibujos y tomé muchas notas. Conservo algunas. Incluso al regreso hice algunas litografías. Me impactaron mucho los bombardeos y la presencia de los anarquistas.
P.: ¿Tuvieron algún problema en ese viaje?
R.: Nosotros fuimos a España en representación del gobierno del Lázaro Cárdenas. Tanto la Unión Soviética como México habían enviado armas a España. Entonces los anarquistas estaban en contra de la Unión Soviética y algunos anarquistas quisieron tomarnos a nosotros como bandera contra Rusia. Ahí hay que destacar las proezas dialécticas de José Mancisidor para no entrar en conflicto con los anarquistas y los trotskistas. Pero tampoco servir de bandera al antisovietismo de estas gentes. Era un asunto delicado. Solamente la gran experiencia política de José Mancisidor nos evitó problemas.
P.: ¿Qué recuerda de Silvestre Revueltas?10
R.: En Valencia el músico Silvestre Revueltas dirigió conciertos de sus piezas musicales. El público eran milicianos y otros particulares. La música de Silvestre gustó mucho. Es una música estallante, con mucho color, drama y alegría. Eran un gran compositor… Realmente tuvimos unas experiencias magníficas. Tuvo mucho éxito en Madrid, Barcelona y Valencia. Creo recordar que en Barcelona tocó con la Orquesta de Pau Casals.
P.: ¿Algún recuerdo más de la guerra?
R.: Sí, en una ocasión nos invitaron a una playa cerca de un Sanatorio para los heridos de guerra en Benicásim. Llegamos allí y de pronto las dos bellas mujeres de nuestro grupo –Susana Steel y Elena Garro– en plena juventud deciden meterse en el mar. Susana era una mujer corpulenta de una belleza similar a la Diana Cazadora. Una norteamericana de gran vigor. Y Elena no llevaba traje de baño. Se puso los calzones de Octavio sin su permiso y con una pañoleta al pecho se zambulló en la playa. De pronto se oyó un rugido de todos los heridos que gritaban ante el inaudito espectáculo. Inolvidable.
P.: ¿Y de su viaje a Madrid?
R.: Recuerdo mi paso por el Hotel Palace de Madrid. Allí hice muchos dibujos de heridos de la guerra. Horribles pero testimoniales. Ojalá hubiera tenido mayor madurez como artista. Tal vez hubiera hecho algo mejor.
P.: ¿Usted colaboró en alguna revista española?
R.: La revista Nueva Cultura publicó algún dibujo mío. Yo era entonces muy joven. Al llegar a Valencia tenía un cierto talento. Pero no tenía la madurez de Goya.
P.: ¿Asistió a alguna sesión del Congreso de Intelectuales en Defensa de la Cultura celebrado en Valencia?
R.: Me asomé alguna vez pero tanto Fernando Gamboa como yo nos centramos en la exposición y en la realización de algunos carteles. Recuerdo que uno de los carteles tenían imágenes de campesinos mexicanos. Gamboa era un excelente diseñador gráfico. Más que un creador de imágenes. Un excelente museógrafo. Se entrenó para pintor pero desarrolló su talento como organizador y museógrafo.
P.: ¿Qué papel jugó la delegación mexicana en el Congreso de Valencia?
R.: La participación más destacada fue de los escritores José Mancisidor y Octavio Paz. Juan de la Cabada era un hombre de un gran valor político pero no era un orador. Era sobre todo un narrador oral.
P.: ¿Encontró al pintor Siqueiros en Valencia?
R.: No. A Siqueiros lo vi en el frente de Córdoba. Allí fuimos invitados por un coronel veracruzano Juan Bautista Gómez, paisano de José Mancisidor. Fuimos a verlo Mancisidor, Revueltas y yo. Como Revueltas era dipsómano, entre Mancisidor y yo nos ocupábamos de que no bebiera. Que no cayera en el alcoholismo. Silvestre me quería mucho pero yo era muy joven para contenerlo. Silvestre me decía:
–Muchacho vertical, déjeme en paz.
Estando en esa población cordobesa se presentó Siqueiros vestido de riguroso uniforme y con dos ayudantes. Todo muy teatral. Al quitarse el quepis descubrimos su rizada y larga melena mientras que sus ayudantes iban rigurosamente con la cabeza rapada. Fue un encuentro cariñoso. A Angélica Arenal no la vimos.
P.: ¿Encontró en España a Tina Modotti?
R.: No la vi en España. La encontré en México tras la guerra. La vi con Vittorio Vidali. Ellos quisieron trabajar en el Partido Comunista Mexicano. Él era un militante bastante influyente. Lo conocí como cartonero, es decir dibujante político. Él participaba en la redacción de La Voz de México. A veces iba a la redacción acompañado de una señora de aspecto triste, gris, pelo cano, algo marchita. Yo no sabía que era Tina Modotti.
P.: Pero entonces apenas tenía cuarenta y pico años.
R.: Yo la conocí así. Totalmente marchita. Al cabo de varias veces me di cuenta que era Tina Modotti.
P.: ¿Tina Modotti, leyenda o realidad?
R.: Creo que Tina Modotti por sus convicciones se entregó completamente a la lucha política y dejó la fotografía. En España no hizo fotografías. Al volver a México no sé si hizo algo. Quizás algún encargo para sobrevivir. Yo creo que la militancia política y el fanatismo acabaron con ella. La consumió. Era una época propicia al fanatismo.
P.: ¿Cuánto tiempo estuvo en España?
R.: Estuvimos en Madrid, Barcelona y Valencia. Allí descubrí los bombardeos. Sobre todo los bombardeos de los aviones italianos. Ya le dije que estuvimos una vez en el barrio de Arguelles de Madrid. Nosotros nunca estuvimos cerca del frente. Yo recuerdo el barrio de Arguelles como la Ciudad de México tras un terremoto. Recuerdo que imprudentemente alguien dejó de seguir las instrucciones de quien nos acompañaba y oímos el sonido de las balas encima de nuestras cabezas. Estaban tirando desde una trinchera. En Madrid teníamos instrucciones de no salir de noche por el peligro de los francotiradores que disparaban a los transeúntes por la noche. Acabo de ver en la televisión mexicana un reportaje sobre la guerra civil española que me devolvió todos los recuerdos y sentí todo el horror de una guerra.
P.: ¿Qué hace al volver a México?
R.: Sigo militando en el Partido Comunista Mexicano y al llegar los exiliados me vinculó a los refugiados, sobre todo a los artistas. En particular a Miguel Prieto a quien conocimos en la sede de la Alianza de Intelectuales en Defensa de la Cultura de Madrid. Era un buen tipo. Pequeño de estatura. Muy callado. Al llegar a México lo tratamos a menudo. A él le debemos un nuevo diseño tipográfico de la prensa cultural mexicana. A Miguel Prieto y a Vicente Rojo que fue su alumno.
P.: ¿Los artistas españoles colaboraron en el Taller de Gráfica Popular?
R.: Invitamos a los compañeros españoles que vinieran a trabajar con nosotros. Pero no vinieron. Enrique Climent y Rodríguez Luna vinieron alguna vez. Climent hizo unos paisajes y Rodríguez Luna hizo la carpeta de los Campos de concentración.
P.: ¿Se entendieron los artistas españoles con los artistas mexicanos?
R.: No nos entendíamos, de verdad. Era imposible. Teníamos una formación distinta.
P.: El caso de José Renau es distinto ¿no?
R.: Con Renau me entendí mejor. Creo que era el artista más preparado. No digo que fuera el mejor artista. En ese caso diría Rodríguez Luna. Pero era el mejor preparado.
P.: Renau pasó de ser director general de bellas artes a ser cartelista de cine.
R.: A Renau no se le ha hecho justicia. En México no. Mire Arturo Souto tenía un gran oficio. Miguel Prieto hizo buenos retratos. Estuvo muy influenciado por el contexto literario. Enrique Climent fue un artista exquisito. Pero el único que llegó a expresar el drama del exilio fue Rodríguez Luna. Esa pintura negra de Rodríguez Luna sobre el exilio fue una aportación extraordinaria.
P.: ¿Cuál era el discurso de los mexicanos?
R.: Nosotros estábamos preocupados por el mestizaje cultural. No nos siguieron. Ni podían, ni debían seguirnos. Alguna vez Rodríguez Luna intentó hacer pintura mexicana y no pudo. Los españoles tenían una influencia tardía de la Escuela de París. Los españoles eran más académicos. Ramón Gaya por ejemplo fue un pintor muy fino. Nosotros esperábamos otro tipo de respuesta de los artistas españoles.
P.: ¿Qué artistas españoles tuvieron éxito en México?
R.: Sobre todo Enrique Climent y Rodríguez Luna. A Arturo Souto también le fue bien.
P.: ¿Usted hizo alguna obra sobre España?
R.: Tengo algunos paisajes sobre España.
Entrevista realizada en la ciudad de México el 23 de septiembre de 1986.
1 Taller de Gráfica Popular. Colectivo de grabadores fundado en la Ciudad de México en 1937 por los artistas Leopoldo Méndez, Pablo O’Higgins y Luis Arenal Bastar. Prosiguieron la tradición mexicana del grabado popular iniciada por José Guadalupe Posada. Durante el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-40) apoyaron las políticas de ese dirigente mexicano. Se especializaron en grabados al linóleum y madera. Hicieron obras en solidaridad con los republicanos durante la guerra civil española.
2 Nueva Cultura, año II, nº. 6, Valencia, julio-agosto, 1937, pág. 1.
3 Cristina Pacheco: «José Chávez Morado: la pintura como destino y pasión», en La luz de México. Entrevistas con pintores y fotógrafos, Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1988, págs. 218-234.
4 Olga Kostakovsky, nacida en Leipzig (28-08-1913) era hija del músico alemán Jakob Kostakovsky y llegó a México en 1925. Estudio bellas artes en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de México. En 1935 se casaría con José Chávez Morado. Vivió muchos años en Guanajuato donde creó, con su marido el Museo Olga Costa-Chávez Morado. Falleció en Guanajuato (1993). Vid.: Cristina Pacheco: «Olga Costa: la atmósfera mexicana», en La luz de México. Entrevistas con pintores y fotógrafos, Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1988, págs. 161-174.
5 Los Contemporáneos (México, 1928-31), revista cultural y literaria, atenta a lo nuevo, fuera y dentro de México y al margen de la política, en la que colaboraron los escritores: Octavio G. Barreda, Jorge Cuesta, Bernardo J. Gastelum, Enrique González Rojo, José Gorostiza, Elías Nandino, Salvador Novo, Gilberto Owen, Bernardo Ortiz de Montellano, Carlos Pellicer, Jaime Torres Bodet, Xavier Villaurrutia, etc. Bernardo Ortiz de Montellano dirigió varios años la revista (1929-31). El pintor, grabador y diseñador gráfico español García Maroto diseñó la portada de la revista y colaboró sobre temas artísticos. Entre los colaboradores españoles se encontraban: Manuel Altolaguirre, García Maroto, Benjamín Jarnés. Vid.: Manuel Durán: Antología de la revista Contemporáneos, Fondo de Cultura Económica, México, 1973.
6 Leopoldo Méndez (Ciudad de México, 1902-69). Grabador mexicano. Formado en la Escuela de Pintura al Aire Libre de Chimalistac. Formó parte del grupo artístico de los Estridentistas (1921). En 1928 se traslada a Veracruz. En 1930 viaja a los Estados Unidos. En 1932 colabora con la Secretaria de Educación Pública de México. Fundador de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (1932). Fundador del Taller de Gráfica Popular (1937-52). Militó en el Partido Comunista Mexicano. Becado por la Guggenheim Foundation de Nueva York (1939). Premio Nacional de Grabado (1946). Fundador de la Academia de las Artes de México (1968).
7 Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR). Asociación de artistas y escritores mexicanos creada en México en 1932 y asociada a la política cultural del primer Congreso de Escritores y Artistas celebrado en París (1935). La LEAR fue promovida por el Partido Comunista Mexicano. Militaron en esta asociación, entre otros, Juan de la Cabada, José Chávez Morado, Fernando Gamboa, José Mancisidor, Leopoldo Méndez, Silvestre Revueltas, etc. Publicaron la revista Frente a Frente. Participaron en el Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura (Valencia, 1937).
8 José Mancisidor Ortiz (Veracruz, 1894-Monterrey, 1956). Tras sus estudios secundarios se hizo militar. Fue director de la Imprenta del Gobierno de Veracruz y profesor de Historia de México en la Escuela Normal Veracruzana. Editor de la revista Ruta. Fue miembro de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios. Destacó como novelista. Es autor, entre otras, de las novelas: La asonada (1931); La ciudad roja (1932); Nueva York revolucionario (1935); De una madre española (1938); En la rosa de los vientos (1940), etc. Escribió asimismo diversos libros de cuentos, de historia y alguna obra de teatro.
9 Carlos Pellicer (Villahermosa, 1899-Ciudad de México, 1977). Poeta mexicano. Fundador de grupo Los Contemporáneos (1928). Participó en el Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura (Valencia, 1937). Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua (1955). Autor de los libros Colores en el mar y otros poemas (1921); Piedra de sacrificios (1924); Hora y veinte (1927); Camino (1929); Hora de junio (1937); Recinto y otras imágenes (1941); Subordinaciones (1928); Práctica de vuelo (1956); Material poético (1962); Con palabras y fuego (1963); Primera antología poética (1966); Cuerdas, percusión y alientos (1976); Cosillas para el nacimiento (1979); Reincidencias (1979), etc.
10 Silvestre Revueltas (Santiago de Papasquiaro, 1899-Ciudad de México, 1940). Músico y compositor. Miembro de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios. Formó parte de la delegación mexicana invitada al Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura (1937). Autor de las partituras Siete canciones (Textos de García Lorca); Esquinas, Planos (Poemas sinfónicos) y los ballets El renacuajo paseador y La coronela.