Читать книгу Harald Edelstam, Héroe del humanismo, defensor de la vida - Germán Perotti - Страница 5

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Infancia y juventud

Harald Edelstam vino al mundo el 17 de marzo de 1913. Su padre descendía de una familia de la nobleza sueca que había recibido esa investidura en 1809, en reconocimiento a los importantes servicios que sus antepasados habían prestado a la Corona, tanto en la minería del cobre como en las sucesivas guerras de su país desde el siglo XVI.

Ese 17 de marzo fue un día frío y húmedo, típico de la transición de invierno a primavera de esas latitudes. Como era tradicional entonces, Harald nació en casa, un palacete al sur de Estocolmo de vastas extensiones de tierra e intensa vida social que bien marcaba el estatus familiar. La localidad de Älvsjö, ayer un poblado agrícola y hoy un activo suburbio de la capital sueca, era, a comienzos del siglo XX, un predio de categoría, con unas ochenta vacas, una decena de caballos, un criadero de cerdos y cientos de árboles frutales.

De acuerdo a Lars, hermano menor de Harald, el ambiente familiar era estrictamente aristocrático, lo que contrastaba en cierta medida con una economía familiar que no estaba del todo a la altura. Se postula que el jefe de familia habría hecho inversiones fracasadas apoyando proyectos industriales y, consecuentemente, pese a su posición, no gozaba de fortuna en mayor abundancia.

Fabian Edelstam e Hilda Dickinson, a quienes unía cierto lejano parentesco, se habían conocido en Inglaterra. Al momento de nacer Harald, su padre era funcionario de la Corte sueca y oficiaba como ayudante la princesa Margareta, esposa del príncipe heredero que más tarde sería el rey Gustavo Adolfo VI, quien al fallecer en 1973, pocos días después del golpe militar en Chile, ocasionaría algunas de las anécdotas del embajador Edelstam durante los luctuosos días del inicio de la brutal dictadura encabezada por Augusto Pinochet. Hilda, en cambio, aunque de lejana descendencia sueca, era de nacionalidad inglesa y de familia con alcurnia, lo que caracterizó las costumbres victorianas del hogar y el estricto uso del idioma inglés en su seno.

Con Harald, Fabian e Hilda aumentaron la prole con un varón más, al que dieron el nombre de Gustaf Harald. Llegaron a tener cinco hijos. El futuro embajador fue un bebé flacucho –continuó siendo muy delgado toda su vida. “Hilda no podía imaginarse entonces que su hijo se desarrollaría como el empedernido rebelde que llegó a ser y menos que llegaría a jugar el rol que jugó para tanta gente en el mundo entero”, según uno de los hijos de Harald Edelstam, quien además agrega que el que más preocupación despertaba en la madre era precisamente Harald, que “se enrabiaba tan fácilmente”.

La hermana de Harald, Brita, relata que tal temperamento lo acompañó incluso fuera del hogar, llevándolo a propinar insultos a sus profesoras en el colegio. No resulta raro, entonces, que el futuro diplomático haya entrado en contradicciones con su padre. Hay datos que indican que el cambio de sus estudios profesionales habría desatado una fuerte discusión entre ellos. Por su estatus social, el hijo debía haber elegido y mantenido profesiones más tradicionales, como la militar, la abogacía o la economía.

Eran tiempos difíciles

A pesar de la floreciente industrialización del período en que transcurrió la infancia de Harald, Suecia era entonces un país regido autoritariamente y que, para los tiempos modernos, podría ser considerado pobre, con muy marcadas diferencias sociales; en otras palabras, era subdesarrollado. Abundaban los pordioseros por las calles de sus ciudades, en las que los trabajadores vivían hacinados en precarias viviendas y el campesinado lo hacía en míseras condiciones, sirviendo a patrones feudales. De ahí se fueron desprendiendo las fuertes movilizaciones y huelgas de inicios del siglo XX, especialmente el gran paro de 1909, cuyo alcance indica la consolidación de un fuerte movimiento obrero en el país, el que más tarde sería la base del desarrollo nacional hasta alcanzar la política de bienestar social que caracterizó a Suecia después de la Segunda Guerra Mundial.

A la formación de ese poderoso movimiento sindical se sumaba el surgimiento de partidos políticos orientados a generar mayor equidad, lo que desataba también fuertes confrontaciones por los derechos ciudadanos –recién en 1917 se implantó el voto universal, derecho que la mujer solo lograría en 1919.

La economía sueca recibió, por cierto, serios impactos al estallar la Primera Guerra Mundial en 1914, apenas un año después del nacimiento del futuro diplomático.

Harald, sobre su niñez, dijo alguna vez ya avanzado en su carrera:

Comprendí que había una clase trabajadora que tenía dificultades y que eso no era justo. Veía que los jornaleros de nuestro campo no tenían lo mismo que nosotros. Y yo jugaba con sus hijos. Está claro que uno pensaba sobre eso. Ya adulto salí al mundo, sufrí fuertes impactos al ver las carencias y el desamparo, y esas impresiones se han hecho más intensas con mis años en Turquía, Indonesia y Guatemala. Naturalmente, he evolucionado”1.

La transición modernizadora en que se encontraba Suecia seguía arrastrando de todos modos resabios de una cultura jerárquica y patriarcal. Harald y sus hermanos crecieron en un medio familiar plagado de convenciones, con un padre que no aceptaba compromisos, un verdadero tirano en la familia, según su nieto Erik. Como anticipáramos ya, no debe haber sido muy fácil la relación entre el padre y ese hijo rebelde e incorruptible en la visión de sus derechos, ya a tan temprana edad indolente hasta en la escuela y con una entonces incipiente conciencia acerca de la injusticia social. Se suma a la configuración de su temperamento la madre inglesa, que no solo impone el idioma, sino que imprime en su hijo las reglas de comportamiento típicas del inglés que lo caracterizarían de por vida: una forma correcta de hacerse presente, mucha calma y una permanente sonrisa. Estos rasgos le permitieron hacer uso de su inclinación a la ironía y lo protegieron cuando se propuso burlar a los representantes de los opresores, fueran funcionarios, policías o exaltados militares.

La vocación humanista de Harald se hizo presente desde sus estudios básicos, en los que siempre obtuvo la nota más alta en los ramos relacionados, saliendo del “gimnasio” (educación secundaria) en 1933 con distinción en Historia, Geografía y Educación Cívica.

Terminados los estudios secundarios, Harald cumplió con el servicio militar obligatorio, recibiéndose de oficial de reserva. Su biógrafo, Mats Fors, nos relata que se habría graduado con las más altas calificaciones. Las armas eran la carrera que, de acuerdo a las costumbres de la época y su origen social le correspondía. En su entorno ese oficio era prácticamente norma para la descendencia y, de alguna manera, era lo que sus padres y familia esperaban de él.

Se cuenta que pese a su delgadez y aparente debilidad, se mostró como un soldado nato, fuerte como potencial combatiente y disciplinado, lleno de entusiasmo en campaña. Sin embargo, nuestro héroe prefirió otros rumbos. Pero nos asiste la seguridad de que la experiencia castrense le aportó conocimientos que más tarde le ayudarían enormemente en sus tratos con militares obtusos, ebrios de poder y faltos de imaginación, empecinados en reprimir, como los que le tocó tratar a lo largo de su vida como diplomático.

Al término de su período militar, Edelstam decidió estudiar leyes. Habría conseguido el título de abogado con dificultad. Como especialidad eligió derecho internacional. Es más que probable que esos estudios lo orientaran hacia la diplomacia, en la que los conocimientos jurídicos son una excelente herramienta, especialmente si se ejerce la profesión con el contenido que Harald le imprimió. En 1938 solicitó su ingreso al cuerpo diplomático, y obtuvo una plaza al completar su entrenamiento previo, con la que dio inicio a su práctica.

Un año después, en septiembre de1939 y con 26 años de edad, Harald Edelstam contrajo matrimonio con Louise von Rosen, su primera esposa, justo el mes en que Alemania iniciara la invasión de Polonia y estallara la Segunda Guerra Mundial. Louise venía de una familia de diplomáticos. Parte de su vida de soltera había transcurrido en las delegaciones asignadas a su padre, lo que posteriormente le sirvió bastante a la joven pareja que pudo gozar de la amplia la red social que ella había establecido y conservado.

Se inicia la carrera diplomática fuera del país

Su primera destinación le aportó a Harald una buena posición: agregado en la Embajada de Suecia en Italia. Esperaba allí a los flamantes esposos Edelstam una intensa vida social derivada, en gran parte, de las ya mencionadas relaciones de Louise. En esos meses Italia aún no sufría directamente los impactos de la guerra, aunque ya en 1936 Mussolini se había lanzado en su proyecto de restablecer el imperio romano invadiendo Abisinia. Además, sus tropas y fuerza aérea habían participado del lado de los fascistas en España, ayudando a Franco a derrotar al Gobierno republicano.

Son momentos difíciles. Suecia, habiendo disminuido su capacidad militar al finalizar la Primera Guerra Mundial, se siente indefensa y se plantea la posibilidad de permanecer neutral frente al nuevo conflicto pero teme una invasión y considera seriamente la opción de apoyar a Hitler. Ante las nuevas condiciones, el Gobierno de la época busca la manera de reequipar a las fuerzas armadas. Alemania y Estados Unidos le habían negado la venta de armamento. Empero, Italia se sentía perfectamente preparada para hacerlo. Mussolini todavía esperaba ver a un triunfador en el conflicto, que pronto adquiriría dimensiones mundiales. Un primer –y probablemente único– resultado de esas tratativas fue la venta a Suecia de cuatro destructores y otros materiales bélicos entre 1939 y 1941, los primeros años de la guerra. Una vez realizada la compra, Inglaterra confiscó las nuevas naves suecas a su paso por las Islas Faroe, provocando serias dificultades diplomáticas entre ambos países. El impasse hace pensar a algunos que esto podría haber orientado a Suecia hacia la participación en la guerra del lado equivocado y se trata de uno de los más serios problemas que el novel diplomático deberá enfrentar en su primera misión internacional.

De acuerdo al texto Un héroe sueco, podemos deducir que Harald, durante su primer período, debió trabajar justamente asesorando a la delegación de la Marina sueca encargada de la compra de los mencionados buques y otros materiales de guerra. Su ya nombrado biógrafo, Mats Fors, postula incluso que Harald habría sido enviado a Roma como refuerzo ante esas dificultades.

Frente a los antecedentes que indican que las relaciones entre Inglaterra y Suecia fueron muy tensas durante ese período, descubrimos que el joven diplomático Edelstam también se vio afectado por las sospechas de los servicios de inteligencia de su país, debido a sus contactos personales, aparentemente no autorizados, con personeros de la delegación británica, razón por la cual se registraban sus conversaciones telefónicas con ellos y las invitaciones a su residencia.

1 H. Edelstam según cita en M. Fors, El clavel negro, 2009.

Harald Edelstam, Héroe del humanismo, defensor de la vida

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