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Festejos a la sombra de la guerra

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De vuelta en Estocolmo, la pareja Edelstam fue recibida con festejos, especialmente por sus familiares. Pese a la guerra, también se seguía haciendo vida social en Suecia, tal como se acostumbraba en los medios sociales de los Edelstam. Entre el necesario cuidado de su salud y esas recepciones, Harald debía asumir sus nuevas tareas.

Al día siguiente de su arribo, Harald se presentó ante el jefe del personal, Fallenius, del Ministerio de Relaciones Exteriores. Ahí supo que su próximo trabajo sería en el departamento jurídico. Sus conocimientos sobre la materia estaban todavía frescos y los problemas de derechos humanos eran algo que no carecía de importancia para un diplomático multifacético. Tema sobre el cual tendría bastante que pensar 33 años después durante su misión en Chile5.

En todo caso, el relativamente corto período en Estocolmo fue problemático debido a la enfermedad de Harald. Su débil salud lo acompañó durante toda su vida, pero no disminuyó su capacidad de trabajo ni lo acobardó. Incluso podría haber sido una ventaja, si es que lo hubiese obligado a morigerar en alguna medida la osadía que siempre lo caracterizó.

Ese período fue también de mucho nerviosismo en Suecia. Las tropas alemanas ya tenían bajo su yugo a Dinamarca y a Noruega. Suecia se debatía en la incertidumbre acerca de su destino. Se temía una invasión y el Ejército estaba mal preparado. Mientras tanto, se insistía en la neutralidad. De por medio estaban los intereses del régimen nazi en el acero y otros recursos suecos y los de Suecia en su venta. Al día siguiente de la firma del acuerdo de respetar la neutralidad, el 15 de abril de 1941, Alemania desembarcaba más tropas en diversos puntos de Noruega –llegaron a ser 350.000 uniformados. Por la frontera habían comenzado a llegar soldados noruegos derrotados, acompañados de civiles que escapaban de la represión de los invasores.

Ante la porfiada resistencia de los noruegos, Alemania solicitaba autorización para el paso de refuerzos por territorio sueco y también para llevarlos a través de Finlandia al frente soviético en preparación, lo que le fue negado en un principio. Así, la situación se tornaba cada vez más delicada y tensa.

Los alemanes contaban en cierta medida con la anuencia de las esferas de poder suecas, toda vez que en la cúpula de los ministerios había una buena cantidad de funcionarios proclives a la ideología nazi, que manejaba información acerca de lo que estaba sucediendo y lo que se pensaba en esos círculos.

Por entonces, Harald estaba aún en su puesto del Ministerio de Relaciones Exteriores. Podía hacerse una idea de lo que ocurría a través de sus colegas y el desarrollo de los acontecimientos. En cierta medida, preocuparse en el entorno sueco de cómo evolucionaba la guerra era muy necesario para él, toda vez que le quedaba poco tiempo para su traslado a Berlín. Allí tendría que trabajar bajo las amenazas nazis de recurrir a las armas si Suecia no permitía el paso de sus tropas hacia una Noruega ya prácticamente sojuzgada, aunque resistiendo heroicamente a través de su bien organizado frente de liberación.

A mediados de 1941, mientras Harald cubría el turno de noche, llegó la noticia del ataque alemán a la Unión Soviética. Se temió entonces que vinieran nuevas exigencias para el paso de tropas por el territorio neutral. Como era de esperar, así ocurrió. Por esos mismos días llegó a Estocolmo un enviado nazi con imperiosos pedidos de apoyo para el transporte de sus divisiones destinadas al nuevo frente, además de armas, combustible y municiones.

El matrimonio Edelstam pasó la mayor parte del verano de ese año en Estocolmo, mientras se seguía con ansiedad la incursión nazi en el frente oriental. El 22 de agosto nacía su primer hijo. Harald ya tenía en su poder su nominación oficial para sumarse a la representación sueca en Berlín. Cuatro días después del nacimiento del primogénito debió abordar el tren para viajar a la capital alemana. Iba decepcionado. Para él, su país había traicionado sus principios al permitir el paso de las tropas fascistas y sus armamentos por su territorio, además de aviones por su espacio aéreo y de barcos mercantes por sus aguas. Suecia no solo permitía el paso de estos, sino que interceptaba correspondencia, permitía la instalación de depósitos militares en el norte y encerraba en campos de concentración a los militantes comunistas y dirigentes sindicales.

Harald no lo aceptaba. Le irritaba esa condescendencia con el poder de las armas. Un sentimiento que lo acompañaría el resto de su vida. Y ahora iba él en camino a la cueva del lobo. Al elegante diplomático, con ascendencia inglesa y de apenas 27 años de edad, le esperaba un período excepcional6.

Durante el tiempo que debió permanecer en Suecia debido a su salud y al cargo que ejercía en el Ministerio, Edelstam comienza a desarrollar la costumbre de actuar desafiando las órdenes y la disciplina en su trabajo. Durante toda la Segunda Guerra Mundial, las legaciones aliadas permanecieron bajo vigilancia de los servicios de inteligencia suecos, probablemente como medida para asegurar su posición neutral en el conflicto. Empero, dadas las dificultades habidas con la requisición de las naves de guerra recién compradas a Italia, las oficinas consulares y la sede diplomática británicas, además de las residencias de sus representantes, parecen haber recibido especial atención de parte de la policía de seguridad (Säpo)7. Es entonces que aparecen los primeros informes de ese organismo sobre los contactos informales y amistosos entre representantes ingleses y nuestro héroe. Su biógrafo Mats Fors, sin embargo, no logró encontrar antecedentes sobre las consecuencias que tuvieron esos informes para Harald en forma directa, pero postula que el entonces jefe de la Säpo endosaba regularmente este tipo de documentación a los servicios nazis de seguridad. Esa vigilancia marca, a nuestro juicio, el comienzo de las dificultades que Harald enfrentará durante toda su carrera con el Ministerio de Relaciones Exteriores que lo enviaba a sus misiones.

Harald Edelstam, Héroe del humanismo, defensor de la vida

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