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En la Italia de Mussolini

A partir de la gran marcha a Roma en 1922, Italia estuvo en manos de los fascistas. Y al decir fascista se entiende Mussolini. Este sería el primero de la larga lista de dictadores con que Harald se encontraría en su carrera diplomática. Allí recibió su bautizo de fuego con solo 26 años de edad2.

Desde su toma del poder, especialmente con el sangriento ataque a Abisinia, hasta la llegada del matrimonio Edelstam a Roma, la Italia de Mussolini estaba sumida en sus intentos por llegar a ser un fuerte país imperial y aún no definía su inclinación hacia la Alemania de Hitler. La joven pareja diplomática fue recibida con los brazos abiertos en un ambiente festivo, triunfalista, de elegantes recepciones, rodeándose de lo más granado de la sociedad y el poder, gracias a los innumerables conocidos de Louise y su dominio del idioma italiano. Su padre había estado asignado allí como ministro plenipotenciario, título asignado a los embajadores entonces. Las visitas de oficiales de las Fuerzas Armadas italianas a la joven pareja se repetían con regularidad.

Los esfuerzos de Mussolini por imponerse como poderoso jefe de Estado lo habían llevado a jugar un dudoso papel en la crisis de 1938, en la que Hitler se apoderó del sudeste checo gracias a que Inglaterra se había desdicho de sus compromisos en defensa de ese país con la esperanza de constituir un frente europeo en contra de la Unión Soviética. Anteriormente, y a escasos meses de la llegada del nuevo agregado sueco, Italia había invadido Albania en plena Semana Santa del año 1939.

De ahí en adelante, los hechos se precipitaron. Alemania atacó a Polonia, estallando así la Segunda Guerra Mundial. Acto seguido, las tropas de Hitler invadieron Francia. Es entonces que Italia se incorpora definitivamente a la alianza construida por el dictador nazi, constituyéndose la fuerza llamada Eje. Mussolini abandona la neutralidad y se aprovecha de la embestida nazi, apoderándose de territorios franceses, además de intentar una invasión a Grecia, donde fracasa en manos del ejército británico.

Es en ese ambiente confuso respecto de las definiciones de la neutralidad sueca y de éxitos militares del Eje, amén de las derrotas de Italia en Abisinia y Grecia, que Harald inicia su aprendizaje práctico en terreno. De seguro, Harald saca de esas experiencias sus primeras conclusiones acerca del fascismo. Se mueve en el ambiente relativamente hostil de sus superiores en la Embajada, a pesar del declarado antifascismo del jefe de la misión. Las relaciones con sus jefes inmediatos entran constantemente en contradicción, tanto por lo tradicional de las jerarquías, como por la orientación del trabajo.

En Roma le toca presenciar los primeros bombardeos sobre la capital italiana. Entre los apuntes de Edelstam aportados por su hijo, encontramos memorias de ese período que nos indican la capacidad del joven diplomático para constatar las reacciones y los hechos con cierto pragmatismo, buen humor y no poca ironía:

La guerra no había comenzado del todo en 1941. Francia estaba prácticamente vencida cuando Italia se sumó a los ataques del Eje. Uno que otro avión de reconocimiento volaba de noche sobre Roma. Mussolini vivía preferentemente en el palacio Villa Torlonia, que estaba rodeado de un gran parque, cercano a mi residencia. Como protección contra los ataques aéreos habían colocado muchas piezas de artillería en el parque. Cuando se observaba un avión volando sobre la zona del palacio, las baterías antiaéreas comenzaban intensos tiroteos, pero los aviones volaban a alturas inalcanzables, mientras que el palacio recibía los restos de las balas disparadas. Y caían también sobre la avenida Antonio Bosio. [Se relata que en esas ocasiones Harald se entretenía recolectando los cartuchos vacíos en una carretilla y los llevaba al palacio, presentando la correspondiente queja por el ruido y la molestia que provocaban los disparos en su jardín y la calle]. Roma era oscurecida y la escasez de gasolina hacía que prácticamente no hubiera tráfico de vehículos. La ciudad, con sus bellas ruinas, parecía una urbe medieval. Cuando Mussolini anunció que Italia había entrado en la guerra al lado del Eje desde el balcón del Palacio Venecia, miles de jóvenes fascistas vitorearon, mientras la gente callaba y se veía preocupada. Comenzó la cacería de los pocos ingleses y franceses que quedaban en la ciudad y tuve la satisfacción de salvar a algunos de las garras de los jóvenes fascistas, que eran los más entusiastas”3.

Comenzaba así la carrera salvadora –de protección– que caracterizara la vida diplomática de Harald Edelstam. Estos escuetos recuerdos de la estadía en Roma muestran también un rasgo poco conocido y menos comentado sobre él, la modestia: “…tuve la satisfacción de salvar a algunos…”. Para él, se trataba de un deber que había que cumplir, no parecía comportar un esfuerzo especial, solo “satisfacción”.

Parco en sus escritos, sin mayores definiciones ideológicas o políticas, la postura de Harald entonces es principalmente –y constante a lo largo de su carrera– la de salvar vidas. Al parecer, un primer impacto para su conciencia fue el fanatismo de esos “jóvenes fascistas” que irracionalmente las emprendían contra toda persona que les pareciera enemiga.

Es necesario entender también que la época en que le tocó actuar a partir de sus inicios como diplomático –que terminó por quedar caracterizada por la unidad de las fuerzas democráticas en la lucha mundial contra el fascismo, la posterior Guerra Fría y la lucha de los pueblos oprimidos contra el imperialismo– no le ofrece más que oportunidades para actuar en defensa de los perseguidos de ese entonces: los demócratas, los izquierdistas y los comunistas, además de los miembros de ciertas etnias, especialmente judíos y gitanos, condenados por esos regímenes a desaparecer.

Como veremos más adelante, tal orientación lo va llevando a definiciones más bien de izquierda, pero que solo expresa oralmente en conversaciones privadas. De todos modos, a pesar de su cuidadosa actitud de ceñirse estrictamente al principio de proteger al perseguido, tendrá que sufrir, a lo largo de su carrera, acusaciones de partidismo izquierdista e incluso medidas administrativas que, según testimonios familiares, adquirirán carácter de castigo.

Su gestión en Italia le aporta en todo caso certificados positivos respecto a sus cualidades profesionales, las que son evaluadas como excelentes. De seguro fueron esas apreciaciones las que le permitieron mantener su carrera y llegar al nivel que alcanzó. Más adelante veremos ejemplos de ese balance entre las obligaciones impuestas por su ministerio y la espontaneidad que lo caracterizó en su obra salvadora.

Como avezado diplomático, no escatimó simpatía ni presencia de ánimo para encontrarse en Italia con los representantes de Hitler que llegaban de visita. Ni tuvo expresiones inoportunas acerca de la evolución seguida por el dictador italiano.

Las primeras definiciones políticas

En su cerebro, la definición antifascista y la comprensión de lo que estaba sucediendo ya eran irrefutables a esa altura. No permitiría, a partir de su experiencia y sus observaciones, renuncia alguna ni confusiones, ni que lo cooptaran para otra causa. Lo demuestra la siguiente cita con ocasión de la invasión alemana a Dinamarca y Noruega en 1940:

La noche del 8 de abril de 1940 Louise y yo fuimos invitados a cenar por el agregado militar alemán Von Richthofen. Se hicieron brindis por Suecia. La mesa estaba decorada con pájaros de porcelana de la fábrica alemana Rosenthal. Al final de la cena se le obsequió a mi esposa una de las porcelanas. Al día siguiente nos encontramos con la horrible noticia de que Alemania había invadido Dinamarca y que unidades de su flota se dirigían al fiordo de Oslo. Obviamente, todas las legaciones escandinavas habían sido invitadas por diferentes representantes diplomáticos del Eje, justamente esa noche del 8 de abril. Es probable que se tratara de una orden emanada de Berlín sin que nuestros anfitriones supieran que Dinamarca y Noruega serían invadidas esa misma noche. El pajarito de porcelana fue enviado de vuelta a su antiguo dueño sin comentarios”4.

No estaba dispuesta la pareja Edelstam a recibir ese tipo de halagos ante la tragedia desatada por las huestes fascistas en el Báltico.

Al lado de esos encuentros sociales y su apoyo a las relaciones comerciales, el trabajo de Harald en la Embajada era de segundo orden, principalmente burocrático, descifrando mensajes y atendiendo delegaciones suecas, en las que causó buena impresión, como ya lo mencionáramos. Más allá de aquel indefinido “tuve la satisfacción de salvar a algunos”, no ha quedado mayor constancia de su obra en Italia. Empero, no lo acompañó la salud allí. Durante el verano de 1941 se le constató una hepatitis que lo llevaría de vuelta a Estocolmo para tomar vacaciones, atravesando el continente en llamas. Al final del período de recuperación se le destinó al Ministerio de Relaciones Exteriores, dejando oficialmente su puesto de Roma en agosto de ese año.

Aún no había cumplido 30 años.

2 J. Sandquist, Un héroe sueco.

3 H. Edelstam, según cita en Un héroe sueco.

4 H. Edelstam, según cita en Un héroe sueco.

Harald Edelstam, Héroe del humanismo, defensor de la vida

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