Читать книгу Entendiendo la relación entre menores de origen migrante y delincuencia: una aportación criminológica - Gloria Fernández-Pacheco Alises - Страница 5

Introducción

Оглавление

Las migraciones transnacionales han existido siempre. Según la Organización Internacional de las Migraciones, los movimientos migratorios han mantenido una evolución constante, a lo largo de los tiempos, que ronda el 3% de la población mundial (OIM, 2020)1. En la actualidad, se estima que hay cerca de 272 millones de migrantes internacionales, el cual representa un 3,5% de la población mundial. Esta tendencia creciente, intrincada en un fenómeno de globalización consolidado, ha generado debates políticos y sociales en torno a los efectos de los desplazamientos entre fronteras. Por lo que las migraciones transnacionales generan controversias y mitos que es preciso analizar con cautelas a través de los datos derivados del conocimiento científico para proponer políticas sociales sostenibles.

De este modo, la migración transnacional constituye un tema de alcance internacional con implicaciones nacionales cuya gestión política es fundamental entre los desafíos que presentan los objetivos del milenio (Clarens, 2004). Así ha sido reconocido por Naciones Unidas entre sus prioridades para la agenda global 2030. En concreto, el objetivo 10.7 de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas promueve “una migración y movilidad ordenadas, seguras, regulares y responsables con las personas, entre otras cosas mediante la aplicación de políticas migratorias planificadas y bien gestionadas”. El objetivo 11 identifica la necesidad de conseguir que las ciudades y asentamientos humanos sean inclusivos y sostenibles, e indica la necesidad de favorecer una migración segura para aquellos que decidan migrar2. El contrapunto de la perspectiva de sostenibilidad se encuentra en los movimientos políticos de ultraderecha surgidos en la mayoría de los países europeos en las últimas décadas, que ponen el acento en la relación entre inmigración y delincuencia como uno de sus principales argumentos. Este debate es el punto de partida para un análisis basado en una metodología científica que permita aportar luz a esta relación y proponer formas de gestión basadas en la prevención.

El estudio del fenómeno de la relación entre migración y delincuencia ha cambiado drásticamente en las últimas décadas en Europa. A finales del siglo XX se consideraba inadecuado proponer la cuestión de la vinculación entre delito e inmigración. Las percepciones ciudadanas sobre la inmigración eran favorables y no se consideraba una cuestión problemática. Se trataba de una cuestión de multiculturalismo mal gestionado en las sociedades europeas (Cachón, 2003). No obstante, recientemente nos encontramos con diversas situaciones de criminalización de extranjeros desde el discurso xenófobo de partidos de ultraderecha, cuestión que constituye una novedad por la virulencia de la aparición de discursos simplistas que utilizan la inmigración como un arma electoral. Es indiscutible que se ha producido un resurgimiento del discurso alarmista contra la inmigración en las primeras décadas del siglo XXI. Esta tendencia comienza a consolidarse en España con discursos xenófobos propiciados por la ocupación de viviendas en Cataluña por parte de menores extranjeros no acompañados3, casos de abusos en centros de menores, o multitud de casos de identificaciones policiales realizadas sobre la base de rasgos raciales, además del aumento de los llamados delitos de odio; situaciones que alimentan el relato de la criminalización de los menores de origen extranjero. En Portugal no se ha contado, hasta el momento, con discursos discriminatorios frente a la inmigración desde una vertiente política. No obstante, ha tenido gran repercusión el fenómeno anti-racista Black lives matters –originado en Estados Unidos tras varios episodios de violencia policial sobre afroamericanos (Michael Brown en 2014, Freddy Gray en 2015 y George Floyd en 20204), que resultaron muertos a manos de la policía-, coincidiendo con el asesinato de un actor portugués de raza negra en Lisboa a finales de julio de 20205.

Indudablemente, a raíz de la consolidación de la globalización y la transnacionalización económica, la inmigración ha pasado a configurarse como un fenómeno permanente en Europa. Las sociedades europeas se han transformado en comunidades que integran diferentes culturas y formas de vida, pluralidad de opciones políticas y un abanico de creencias religiosas. Son también diferenciadas las experiencias de los países como receptores de inmigración, y así nos encontramos con países como el Reino Unido, Alemania o Francia que cuentan con una larga tradición en la recepción de extranjeros, mientras que España o Portugal han pasado en un breve espacio temporal de ser países emisores de emigrantes a contar con cifras que rondan el 10% de extranjeros entre sus habitantes en tan sólo 20 o 25 años. Para los países receptores, uno de los efectos del asentamiento de grupos de inmigrantes es su reproducción biológica, que procrea una nueva generación que se incorpora, de una forma u otra, a la sociedad (Portes, Aparicio y Haller, 2018). Estas segundas generaciones confrontan a los países de acogida con el desafío de integrarlas en el sistema educativo, en la cultura, en la economía y, en general, en el modo de vida de la sociedad receptora. La relevancia del éxito o el fracaso de este proceso afectará no sólo al desarrollo económico y cultural de los países de destino, sino también a los conflictos y desafíos que planteen en el futuro6. Del éxito en la gestión de la inmigración dependerá que el conjunto de los objetivos de desarrollo sostenible sea posible.

Dentro de estos desafíos encontramos que las actitudes hacia la inmigración han cambiado también en el sur de Europa, tanto desde una perspectiva social como científica, tal y como ha sucedido en otros países del entorno europeo. Un adecuado enfoque de las actitudes hacia la inmigración influirá, indudablemente, en el éxito de las políticas de integración y en una menor tendencia a la conflictividad social proveniente de jóvenes de origen migrante. Se propone con este trabajo una mirada basada en datos empíricos que permitan un abordaje basado en factores explicativos de una realidad social en continua evolución.

Al igual que el mito social sobre la relación entre inmigración y delincuencia ha evolucionado, el conocimiento científico ha ido fluctuando desde posiciones negacionistas hasta el estudio de los perfiles predictivos del comportamiento delictivo en inmigrantes. En concreto, en la literatura criminológica se plantean cuatro hipótesis sobre las relaciones entre la inmigración o el origen étnico y la delincuencia juvenil (Orobio de Castro y Junger, 2006):

H1. La delincuencia juvenil no está relacionada con el origen étnico ni con la inmigración, es la denominada “hipótesis de la negación”;

H2. El proceso migratorio provoca factores criminógenos adicionales en los jóvenes de origen extranjero (por ejemplo, falta de vinculación con las instituciones en la sociedad de acogida, ruptura de lazos familiares o estrés posterior al proceso migratorio);

H3. Para determinados grupos culturales o étnicos funcionan factores específicos de su entorno cultural (como la crianza basada en estilos autoritarios, la violencia o la falta de respeto hacia la figura femenina);

H4. Existe una relación entre origen étnico, inmigración y delincuencia juvenil, y esta relación se manifiesta de la misma manera que en el resto de jóvenes: esencialmente funcionan los mismos factores criminógenos, aunque algunos de ellos se manifiestan de manera exponencial en los menores de origen migrante (estrés para conseguir un empleo o una vivienda, nivel socio-económico bajo).

Si bien hasta ahora el interés de la Criminología en Europa se había centrado principalmente en las dos primeras cuestiones, se está produciendo en los últimos tiempos un cambio de orientación en el que cabría analizar todas las hipótesis planteadas para referirnos a lo que sucede en el sur de Europa. Planteamientos que servirán de guía para esta obra, tanto desde una perspectiva teórica como empírica, en relación con lo que sucede en España y Portugal. Finalmente, se discutirá en qué modo la investigación científica puede contribuir a nuestro conocimiento sobre la migración, la étnica y el desarrollo de la conducta antisocial o de la delincuencia juvenil.

A la hora de abordar estas cuestiones, se parte del presupuesto de que haber seguido un proceso migratorio tiene influencia en el comportamiento de los jóvenes, por lo que es relevante tratar la relación entre conducta delictiva y origen migratorio desde una perspectiva de la historia migratoria del colectivo de estudio. Para ello se estudiará esta relación referida tanto a los menores extranjeros, como a aquellos jóvenes que nacieron en España o llegaron a la Península Ibérica cuando eran menores de edad acompañando a sus progenitores.

Se comparan, para ello, tres grupos sociales en función de su experiencia con el proceso migratorio propio o de sus familiares:

– Jóvenes extranjeros de primera generación: aquellos extranjeros menores de edad no acompañados o jóvenes que realizaron el proceso migratorio hacia la Península Ibérica de manera autónoma.

– Jóvenes de segunda generación: aquellos menores de 18 años que nacieron en el país de acogida o bien llegaron acompañando a sus progenitores cuando todavía eran menores de edad.

– Jóvenes autóctonos: Menores de 18 años nacidos en el país de acogida cuyos progenitores también han nacido en España o Portugal.

Es preciso aclarar que se utiliza en este trabajo el término segunda generación (citado por Sellin, 1938)7 con un propósito analítico que facilite las comparaciones con el resto de los grupos.

Una primera aclaración se refiere al perfil sociológico que queremos abarcar. Cuando se habla de segunda generación se considera no tanto a una noción administrativa sino, más bien, a una categoría social. Aunque por el momento no existe en España una problemática concreta que defina a los hijos de extranjeros como un segmento poblacional diferenciado, sí se han producido –sobre todo en países del contexto europeo con mayor experiencia migratoria– conflictos sociales que tienen como protagonistas a jóvenes cuyos padres o abuelos emigraron a Europa desde países económicamente empobrecidos en busca de un porvenir mejor para sus familias.

Para hablar de este segmento poblacional de reciente creación en Europa existen diferentes apelativos –como “hijos de extranjeros”, “niños inmigrantes”, “menores extranjeros” o “segunda generación”-, utilizados para nombrar a niños o jóvenes con un rasgo diferencial en común: la vinculación por nacimiento o por sus progenitores con un referente nacional y cultural (Giménez y Pérez Crespo, 2003). Y aunque estos niños comparten con los autóctonos experiencias y procesos formativos, mantienen unas características únicas. Las diferencias principales se basan en las siguientes situaciones (Giménez y Pérez Crespo, 2003):

• La experiencia de la inmigración o, al menos, de la extranjería, ya que se proyecta sobre ellos la percepción social del inmigrante.

• Su situación vital, pues se encuentra condicionada por el estatuto jurídico de los padres en la sociedad de acogida. Además de la usual movilidad e inestabilidad laboral familiar, padecen la incertidumbre y complejidad de los trámites para la concesión de permisos. Estas dificultades marcarán sus expectativas de futuro por la posibilidad de conseguir o no un permiso de trabajo y residencia.

• Su socialización, puesto que se diferencia de los jóvenes autóctonos en cuanto se produce entre dos o más mundos socioculturales.

• La existencia de una complicada red de apoyos sociales que también surgen de mundos diferenciales y, en ocasiones, contrapuestos.

• El papel fundamental jugado por los factores culturales y nacionales en el plano de las relaciones sociales de cara a padecer los efectos de los estereotipos, la discriminación y el racismo.

Los hijos de extranjeros poseen rasgos comunes que conllevan implicaciones sociales negativas, ya que pertenecer a un colectivo de inmigrantes en las sociedades occidentales suele traer consigo mayores riesgos de exclusión social y mayores dificultades estructurales. Con ello nos referimos al etiquetamiento social de determinados colectivos, a condiciones discriminatorias en el acceso al mundo laboral, a dificultades para encontrar una vivienda digna, a residir en barrios marginales o vivir en una situación de ilegalidad permanente por los requerimientos estrictos que imponen las políticas migratorias. Todos estos son factores estructurales que potencian el surgimiento de conflictos y favorecen la exclusión social (San Juan y De la Cuesta, 2006).

Al utilizar la categoría social segunda generación se pretende abarcar tres circunstancias diferentes: la de los hijos e hijas de inmigrantes que nacieron en el país de acogida o fueron reagrupados, la de los menores extranjeros no acompañados y la de los hijos e hijas de refugiados. En definitiva, se ha tomado una noción amplia del fenómeno, que incluye a los hijos menores de extranjeros nacidos con anterioridad al desplazamiento migratorio, ya vengan con sus progenitores o se unan a ellos en virtud de un proceso de reagrupación familiar. Sin embargo, tal y como es utilizado aquí, es un término que incide en las segundas generaciones en sentido histórico, es decir, con respecto a sectores de población precedentes; generaciones que se caracterizan por ostentar maneras distintas de pensar y proceder dentro de la convivencia social (Aparicio y Tornos, 2006). Ha sido considerada una denominación cargada de implicaciones discriminatorias, ya que nos sitúa ante menores que nacieron en el país de acogida o que llegaron cuando todavía eran menores de edad, pero siguen siendo considerados inmigrantes. Para autores como Aparicio es una expresión que implica la pertenencia pasiva a un nuevo estamento social destinado a durar para siempre y reproducirse en su descendencia. En este sentido, Massot estima que el término segunda generación es una etiqueta discriminatoria importada del mundo anglosajón, y plantea al respecto la siguiente observación (Massot, 2005): “¿Cuántas generaciones tendrían que nacer y criarse en una tierra para ser considerados nativos?”.

No cabe duda de que existen razones gramaticales y sociales para discutir el uso de esta expresión al referirse a sujetos que nunca migraron. En opinión de Aparicio adoptar la denominación segunda generación implica aceptar la existencia de un subsector social estable y hereditario con connotaciones de inferioridad; la expresión se revela, por tanto, discriminatoria, y fomenta los estereotipos con respecto a los inmigrantes y a sus hijos. Sin embargo, también reconoce que en términos histórico-políticos una nueva generación no surge por el hecho de que unos padres tengan hijos, sino que las segundas generaciones en sentido histórico lo son con respecto a sectores de población precedentes y se caracterizan por ostentar maneras distintas de pensar y proceder dentro de la convivencia social. Existe, por tanto, un cambio generacional con características propias formado por individuos que establecerán sus propios mecanismos de relación con la sociedad dominante y que, en mayor o menor grado, contagiarán a ese gran sector con sus sentimientos y formas de vida.

Evidentemente, elegir una categoría supone hacer una diferenciación dentro de la población, y la carga social que ostente ese segmento poblacional puede encargarse de añadirle connotaciones negativas a su significado. Cualquier clasificación que se establezca cuenta con el mismo riesgo, máxime cuando hace referencia a grupos para los que se demandan actuaciones específicas y cuya integración es objeto de estudio y debate académico, social y político. Por tanto, se han utilizado en este trabajo indistintamente “niños o jóvenes de origen migrante” (no adoptados) o segunda generación, término ampliamente utilizado en la literatura criminológica8 y adoptado como categoría de análisis9.

Por otra parte, dentro del objeto de estudio se incluyen los menores extranjeros con la denominación “menores inmigrantes de primera generación” o “menores extranjeros”. Teniendo en cuenta que el grupo de menores extranjeros no acompañados cuenta con características propias, es necesario aclarar que no se abordarán las circunstancias de vida de estos menores de manera especializada; sin embargo, sí se realizará una aproximación a la delincuencia de menores extranjeros de primera generación en comparación con la segunda generación.

Conocer los perfiles de riesgo delictivo y los efectos de la victimización que sufren los jóvenes de origen migrante en el sur de Europa nos servirá de base para analizar las características de la relación entre el origen migratorio y la conducta delictiva. Estas características serán la base para analizar los factores de influencia o factores de riesgo de la conducta delictiva protagonizada por menores de primera y segunda generación.

1. OIM, Informe sobre las migraciones en el mundo 2020. Op. Vid. https://publications.iom.int/books/informe-sobre-las-migraciones-en-el-mundo-2020

2. ODS, Op. Vid https://www.undp.org/content/undp/es/home/sustainable-development-goals/goal-11-sustainable-cities-and-communities.html

3. “Patrullas ciudadanas en la costa catalana: los vecinos se toman la justicia por su mano” El Confidencial: 5/7/2020 https://www.elconfidencial.com/espana/cataluna/2020-07-05/patrullas-ciudadanas-en-la-costa-catalana-los-vecinos-se-toman-la-justicia-por-su-mano_2667751/

4. “¿Qué es el movimiento Black Lives Matter y por qué se creó” CNN en español 9 de junio de 2020. Consultado (3 de septiembre de 2020) en: https://cnnespanol.cnn.com/2020/06/09/que-es-el-movimiento-black-lives-matter-y-por-que-se-creo/

5. “Black Lives Matter, ouviu-se em Portugal e um pouco pelo resto do mundo” Milhares de pessoas desfilaram este sábado pelas ruas portuguesas contra a violencia policial racialmente motivada. 6 de junio de 2020. Consultado en: https://www.publico.pt/2020/06/06/mundo/noticia/black-lives-matter-ouviuse-portugal-resto-mundo-1919738

6. Op. Vid. Portes, Aparicio y Haller, (2018) “Hacerse adulto en España: La integración de los hijos de inmigrantes”. Anuario CIDOB sobe la Inmigración 2018. pp. 150.

7. Referencia encontrada en Killias 1989: término acuñado por Dorothy Krall en la defensa de su tesis doctoral en la Universidad de Yale en 1938, y posteriormente citado por Sellin, 1938.

8. En el ámbito de la investigación criminológica se ha reconocido la denominación segunda generación como objeto de estudio en numerosas ocasiones, ejemplo de ello es el artículo de Aronowitz, A. (2002) “Assimilation, Acculturation and Juvenile Delinquency Among Second Generation Turkish Youths in Berlin”; o Killias, M. (1989): “Criminality among Second-Generation Immigrants in Western Europe: A Review of the Evidence”.

9. Op. vid. Portes, Alejandro; Aparicio, Rosa y Haller, William (2008) “Hacerse adulto en España: la integración de los hijos de inmigrantes” Anuario CIDOB de la Inmigración 2018. Consultado (2 de septiembre 2020) en www.cidob.org. 38 pp. Donde se hace referencia a una radiografía de los jóvenes de segunda generación en España.

Entendiendo la relación entre menores de origen migrante y delincuencia: una aportación criminológica

Подняться наверх