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Capítulo 3 Tarde negra

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Aquiles manejó directo hasta el estacionamiento de su oficina. Salió del ascensor y se dirigió directamente hacia el despacho de Marcos, resultándole inevitable pensar en Alejandro al pasar junto a su escritorio, viendo la silla vacía y la computadora apagada.

Pensó por unos segundos en cómo podría continuar esa relación, dado que el alejamiento resultaría imposible, a no ser que decidiera despedirlo sin causa aparente, y claramente, una decisión semejante implicaría el tener que blanquear con Marcos lo acontecido, más allá de que no sería justo desde ningún punto de vista actuar de esa manera.

–Buenos días –dijo Aquiles al ingresar al despacho de Marcos.

–Buenas noches –respondió Marcos.

–¿No te avisé que me juntaba a desayunar con Adrián? –dijo Aquiles.

–No... no me avisaste... me dejaron afuera –respondió Marcos, que siempre quería estar en todas y que, a pesar de intentar disimularlo, era bastante celoso con este tipo de cosas.

–Ah... pensé que te había avisado –dijo Aquiles, sin darle mayor importancia al tema y dándolo por cerrado.

–¿Le pudiste dejar a Alejandro los papeles que te di ayer? ¿o también te olvidaste? –preguntó Marcos, de un modo que no era habitual en él.

–Huy, como andamos hoy... si, ayer se los dejé. Al regresar a casa hice escala en su departamento y de paso le hice un rato de compañía –respondió Aquiles, con absoluta intención de molestar a Marcos, porque sabía que eso le daría bronca y agregó– me voy a mi oficina, porque veo que tenés un día medio negro.

Marcos no contestó. Aquiles se fue sin cerrar la puerta y se metió en su despacho.

Vio a través de la ventana que el cielo se oscurecía y que rápidamente comenzaba a llover copiosamente. Tuvo el deseo de estar en su departamento sin hacer nada y sin pensar en nada. Chequeo emails, hizo algunas llamadas y se comunicó con la recepcionista para que le pidiera alguna ensalada suculenta para almorzar y una gaseosa.

Vio que Marcos salía de su despacho y que caminaba sin escalas hacia la salida. Claramente, su actitud no era producto de que él se hubiese olvidado de avisarle que llegaría más tarde ni mucho menos... Marcos no actuaba así porque sí.

Pensó en que podría estar sucediéndole, ya que, claramente, algo le pasaba.

Se paró frente a la ventana para disfrutar viendo como el agua caía torrencialmente sobre la ciudad.

La recepcionista ingresaba a su despacho trayéndole el almuerzo sobre una bandeja. Aquiles agradeció, le pidió que cerrara la puerta al salir y se sentó a disfrutar de su almuerzo en el escritorio, mientras que buscaba música de su agrado en la computadora.

Su celular emitió un sonido indicando que un WhatsApp había entrado. Lo agarró y vio que era de Alejandro. Abrió el mensaje, en el que le preguntaba cómo estaba y le pedía disculpas por lo sucedido el día anterior.

Aquiles le respondió que estaba bien, que estaba almorzando en la oficina y le pidió que no hablasen de ese tipo de cuestiones por WhatsApp, que lo hicieran personalmente, tras lo que le preguntó cómo andaba del pie. Alejandro le puso un pulgar para arriba, le pidió nuevamente disculpas y le comentó que el pie ya no le dolía. Aquiles le puso un pulgar para arriba acompañado de un “Me alegro.”

No hubo más respuestas por parte de Alejandro. Aquiles borró el mensaje y volvió a recordar el momento vivido el día anterior. También pensó en lo que le había contado Alejandro sobre los flacos de la escuela de windsurf que se habían interesado en él; era un tema que le producía una mezcla de halago y que le elevaba el ego, mezclado con una clara sensación de vergüenza.

Se sobresaltó al ver que la puerta se abría sin golpe previo y vio que Marcos entraba a lo bestia, sin preguntar siquiera si se podía.

–Sí, adelante, pasa nomás que estoy solo –dijo Aquiles de manera sarcástica.

–Antes de entrar le pregunté a las chicas si estabas solo –dijo Marcos.

–¿Comiste algo? –preguntó Aquiles.

–Sí, si... comí algo al paso –dijo Marcos, que sentándose frente a Aquiles agregó– disculpame por lo de hace un rato... tengo un día medio complicado y estoy nervioso.

–Bueno... de eso ya me di cuenta –respondió Aquiles, que preguntó– ¿qué te pasa?

–Te acordás que fui al urólogo por esa molestia que tenía de levantarme seguido para orinar... –dijo Marcos.

–Sí, me acuerdo que me contaste –respondió Aquiles.

–Bueno, me hizo tacto, me metió bien el dedo en el ojete y se ve que necesitaba una segunda opinión, porque después de sacármelo, me metió otro dedo, supongo que para estar seguro –dijo Marcos de manera graciosa.

Aquiles no pudo evitar reírse.

–¿Y? –preguntó Aquiles.

–Me dijo que había un bultito, que para él no era nada, pero que, por las dudas, quería que me hicieran una biopsia –dijo Marcos.

–Uy, qué mal –fue lo que le salió espontáneamente a Aquiles.

–Lo llamé a Félix para preguntarle y me dijo que era un estudio medio molesto, fundamentalmente, por la zona en la que deben trabajar –dijo Marcos.

–Bueno, pero si el urólogo te dijo que para él no era nada, quédate tranquilo –dijo Aquiles.

–Sí, pero si estuviese tan seguro, no me mandaría a hacer ninguna biopsia –dijo Marcos.

A Aquiles no se le ocurrió mucho para decir, porque el planteo de Marcos era absolutamente lógico.

–Ya me metió bien los dedos, ahora se viene el estudio ese, así que solo me falta conseguir el número del negro de WhatsApp –dijo Marcos.

Aquiles largó una carcajada por la ocurrencia de su amigo.

–Quizá, hasta lo terminas disfrutando –dijo Aquiles, siguiendo el tren de bromas de Marcos.

–Sí, ponele que si... ya me veo que salgo cantando como un eunuco.

Aquiles volvió a reírse.

–¿Félix te contó bien como se hace la biopsia? –preguntó Aquiles.

–Si... es hermoso... Primero tenés que tomar un laxante y hacerte un enema como para ir bien limpito. Cuando llegás, si es que en el camino no te cagaste encima, te meten una aguja en el orto para anestesiarte y te mandan una manguera por donde pasan el instrumental para extraer catorce muestras de tejido de la próstata. No sé si el médico también te la mete o no, lo que a esa altura ya resultaría solo un detalle... Creo que al salir te entregan una tanga o un conchero... es a elección –dijo Marcos, riendo.

A Aquiles se le caían las lágrimas de la risa por la manera tragicómica con la que su amigo relataba lo que le deberían hacer. Al menos se había descargado y había largado lo que le sucedía.

–Bueno, va a estar todo bien –dijo Aquiles.

–Eso espero... –dijo Marcos, tras lo que preguntó– ¿cómo lo viste a Alejandro?

–Lo vi bien, supongo que la semana próxima ya se reincorporará al ritmo normal –respondió Aquiles, pensando en todo lo que había sucedido, cosas que de ninguna manera le contaría a Marcos.

–¿Y Adrián? raro que se juntaran a desayunar un día de semana –dijo Marcos.

–Me quería mostrar los diseños de unos barcos en los que está trabajando; de paso me consultó sobre algunas cuestiones impositivas y hablamos un poco sobre el tema de los embarazos –dijo Aquiles.

Más allá de que, fuera del ámbito laboral, Aquiles tenía más afinidad con Adrián por cuestiones relacionadas con el deporte y con intereses que los unían, se había sumado el hecho de que ambos serían padres primerizos y con más o menos un mes de diferencia uno del otro.

–¿Tenés idea más o menos hasta que hora te quedarás hoy en la oficina? –preguntó Marcos.

–No, ¿por? –respondió Aquiles con otra pregunta.

–Porque necesitaría alcanzarle otros documentos a Alejandro; si pudieses llevárselos estaría bueno, si no podés, veo de que otra manera se los hago llegar –dijo Marcos.

Aquiles fue agarrado por sorpresa. Luego de los acontecido, de ninguna manera estaba preparado como para entrar nuevamente en el departamento de Alejandro para estar los dos solos. Aún no había podido procesar lo vivido la tarde anterior.

–La verdad es que aún no se... Marina quedó en confirmarme si nos encontraríamos –fue lo primero que se le ocurrió decir a Aquiles.

Marina se había quedado trabajando en el departamento y aunque era poco probable, existía la posibilidad de que ella hablase con Paula y que Paula hablase con Marcos, quedando su fachada desparramada por el suelo y con ello, expuesta su mentira.

–Bueno... avisame así veo como hago –dijo Marcos, mientras que se incorporaba para dirigirse hacia su despacho.

Despejando su escritorio, Aquiles dejó la bandeja sobre un mueble y se sentó frente a su pantalla para ponerse a trabajar.

Pensó en que lo ideal sería descartar la excusa del encuentro con Marina y pasar por el edificio de Alejandro para dejarle el sobre al personal de seguridad y pedirle que se lo subiesen a su departamento y así evitar el tener que enfrentarse a una situación incómoda. Eso es lo que haría.

A través de la ventana se observaba que la copiosa lluvia continuaba cayendo y parecía no tener intenciones de amenguar.

Aquiles

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