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Capítulo 5 Truenos, sexo y sol

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Ingresaron al cuarto y mientras que Aquiles fue al baño, Marina se ocupó de despejar la cama de algunas cosas que habían dejado apoyadas sobre ella.

Corrió las cortinas para poder disfrutar de la vista. Le resultaba sumamente acogedor el estar protegida dentro de una linda casa, viendo como la lluvia caía sobre el césped.

Aquiles regresó del baño y comenzó a desvestirse para meterse directamente en la cama. Con la única intención de dormir plácidamente, apagó la luz de su velador.

–No pienses que te me vas a escapar –dijo Marina, mientras que caminaba hacia el baño y apagaba la luz general de la habitación.

A pesar de la hora y de que habían comido abundantemente, Marina mantenía su morbo encendido. El rechazo por parte de Aquiles para tener sexo justo después de ducharse, cuando salía del baño de su departamento y a minutos de haberse clavado una magistral paja, la había dejado caliente, e iría en busca de satisfacer sus deseos.

Apagó la luz del baño, e ingresó a la habitación completamente desnuda. Su silueta era iluminada solo por la luz que ingresaba desde el exterior a través de la ventana y por los relámpagos que iluminaban el cielo.

Se acercó a la cama y se sentó directamente sobre Aquiles, apoyando su vulva sobre el miembro semi erecto de su marido. Aquiles levanto la almohada, dejándola apoyada sobre el respaldo de la cama y reclinó su espalda sobre ella.

Marina acercó su boca a la de su marido y comenzó a besarlo morbosamente, lamiéndole la lengua y mordisqueándole los labios, mientras que Aquiles, tomaba con ambas manos los glúteos de su mujer, apretándolos firmemente.

Marina se alejó unos centímetros y agarrando con ambas manos sus pechos, los acercó a la boca de Aquiles para que se los exprimiera. Aquiles amaba meter en su boca ambos pezones simultáneamente y Marina amaba que lo hiciera; le provocaba un placer inconmensurable y ahora, el placer estaba potenciado por su estado de preñez.

Marina comenzó a descender con su boca, recorriendo el pecho poblado de pelos de Aquiles y continuó hasta abrazar con sus labios el miembro completamente erecto, dando inicio a una sesión de felatio magistral.

Aquiles dejó caer todo el peso de su torso sobre la almohada, cerró los ojos, se relajó y se entregó por completo, permitiendo que Marina diera rienda suelta a sus más bajos instintos.

Disfrutaba enormemente mamándole la pija a su hombre, aunque necesitaba ser penetrada por su semental y que la elevara al cielo.

Volvió a subir con su boca, lamiendo todo a su paso, hasta ubicar el miembro de Aquiles al lado de su vulva, que se encontraba completamente humedecida. Buscó la posición adecuada e introdujo hasta el último milímetro dentro de su vagina.

Comenzó a cabalgar en un ritmo cada vez más frenético, llegando al punto del descontrol. Aquiles llegó a temer por la integridad de su miembro, que entraba y salía como pistón.

Marina llegó a su primer orgasmo y lo hizo saber, gimiendo libremente. Tomó nuevamente sus pechos con ambas manos y los llevó hacia su boca, sacando la lengua para lamer sus pezones.

Continuó con su cabalgata, sin darle tregua al miembro de su marido, que permanecía de espaldas, agarrando con ambas manos las caderas de Marina y con la cara visiblemente colorada.

Marina alcanzó un segundo orgasmo, sintiendo una mezcla de placer y simultáneamente, de desesperación.

Aquiles, que mantenía sus ojos cerrados, no pudo evitar el imaginar que, en el piso de arriba, Andrés e Inés seguramente también estaban en medio de una faena sexual. Esa imagen, mezclada con los orgasmos de Marina y con el tiempo que llevaba bombeándola, hicieron que se viniera.

Marina se tiró a su lado y quedó inmóvil, respirando agitada. Aquiles se incorporó y fue al baño para higienizarse; regresó a la cama y Marina siguió sus pasos. Estarían allí hasta el domingo y no era la idea dejar todas las sabanas manchadas con fluidos. La lluvia había amainado, aunque continuaba cayendo de manera pareja.

Aquiles sintió sed y se dio cuenta de que no tenía su inseparable botella de agua que dejaba siempre al lado de su cama, por lo que se levantó nuevamente para ir hacia la cocina.

Al acercarse, notó que la luz estaba encendida, por lo que caminó despacio para poder espiar. Tenía puesto solo un bóxer y moriría de vergüenza si llegaba a cruzarse con Inés.

Vio que era Adrián, que estando también en cuero, descalzo y vistiendo solo un bóxer, abría el freezer para agarrar el pote de helado, por lo que continúo caminando normalmente.

–¿Desvelado? –preguntó Adrián al verlo aparecer.

–No, no desvelado... más bien, muerto de sed –respondió Aquiles, que agregó– siempre tengo una botella de agua al lado de la cama, pero hoy me olvidé de pedirte una para llevármela.

–Sí, yo también suelo tener agua al lado de la cama. Bajé tentado a comer un poco más de helado –dijo, alcanzándole el pote a Aquiles para que se sirviera.

–No, no, gracias... solo quiero una botella con agua –dijo Aquiles.

–Claro, además de la costumbre, debes estar deshidratado por el ejercicio... –dijo Adrián, mientras que abría la puerta de la heladera y le alcanzaba a Aquiles una botella de plástico cargada con agua helada.

Aquiles lo miró e hizo un gesto como de no comprender bien a que venía ese comentario sobre el ejercicio.

–Antes de bajar para comer helado, Inés me pidió que les alcanzara más toallas, porque no estaba segura si les había dejado suficientes; me acerqué a la puerta para golpear y escuché los gemidos de Marina... Obvio que no quise interrumpir y, es más, casi llamo al 911, porque no sabía si eran de gozo o si la estabas matando –dijo Adrián riendo.

–Huyy boludo... no le llegues a decir nada porque se va a morir de vergüenza –dijo Aquiles.

–No, olvídate, no digo nada; a mí también me daría vergüenza decir algo así –dijo Adrián.

–Veo que vos también anduviste haciendo chanchadas, a no ser que tengas el cuerito flojo –dijo Aquiles sonriendo y mirando el bóxer de Adrián, que tenía una aureola mojada a la altura de sus genitales.

Adrián bajó la vista y al ver la aureola comenzó a reír.

–Ja... si, se ve que son las gotas de semen que quedaron en el camino y que fueron saliendo –dijo Adrián, sin vergüenza alguna.

–La verdad es que, mientras garchaba, se me cruzó por la mente que ustedes deberían estar haciendo lo mismo y para serte sincero, me generó mucho morbo –dijo Aquiles.

–¡Mira vos! –dijo Adrián, que agregó– yo los escuché y la verdad es que los gemidos me generaron alto morbo.

Aquiles notó que el miembro de Adrián comenzaba a reaccionar, mientras que seguía comiendo helado como si nada sucediera.

–Bueno amigo, me voy a la cama, en unas horas nos vemos –dijo Aquiles.

–Pará que te traigo del lavadero las toallas –dijo Adrián.

–No, dejá, no es necesario; nosotros trajimos. Cualquier cosa, si llegásemos a necesitar les pedimos, no te hagas problema– dijo Aquiles, que se dio vuelta y comenzó a caminar hacia su habitación, pensando en la extraña conversación que acababa de mantener con su amigo.

Si bien solían hablar en el grupo sobre cuestiones relacionadas con sus intimidades, nunca le había sucedido de estar manteniendo relaciones sexuales bajo el mismo techo y encima, cruzarse en la cocina y hablar sobre el tema.

Entró al cuarto, se acercó a la cama y notó que Marina ya estaba profundamente dormida. Siempre había envidiado la capacidad que tenía su mujer de dormirse como si bajara una perilla que la desconectaba al instante.

Se metió entre las sábanas y con el sonido de la lluvia, fue quedándose dormido.

Un rayo de sol lo despertó pegándole directamente en su cara. Abrió lentamente los ojos y tardó unos segundos en entender donde se encontraba. Giró y vio que Marina no estaba a su lado.

Se incorporó y fue al baño para orinar y para lavarse los dientes. Regresó al cuarto y se aproximó a la ventana, desde donde vio que Inés y Marina estaban sentadas afuera, conversando activamente, mientras que compartían el desayuno.

Observó que desde la superficie del agua de la piscina, se elevaba un manto de vapor, por lo que supuso que luego de la lluvia, la temperatura debería haber descendido.

Buscó una remera de mangas cortas y una bermuda y fue hacia la cocina, cruzándose en el camino con Adrián, que aún con cara de dormido, bajaba la escalera.

–Buenos días –dijo Aquiles.

–Buenos días –respondió Adrián, en medio de un bostezo.

–¿Qué pasó? ¿dormiste mal? –preguntó Aquiles, mientras que se sentaba en una banqueta al lado del desayunador.

–No, mal no, dormí poco... anoche, después del encuentro en la cocina, subí e Inés me esperaba despierta con ganas de seguir garchando, por lo que tuve que darle nuevamente... después de eso, creo que directamente me desmayé –dijo Adrián.

–Ah, bueno... entonces te vino bien cargar energías con el helado... –dijo Aquiles, que agregó– yo por suerte encontré a Marina durmiendo, así que me metí en la cama y a los dos minutos ya estaba dormido.

–Suerte la tuya, dijo Adrián, agarrando cuatro naranjas que comenzó a exprimir para servir el jugo en dos vasos.

–¿Café con leche no?

–Sí, gracias –dijo Aquiles.

Sobre la mesada había una bandeja con facturas, que seguramente Inés había encargado para que las trajera un servicio de delivery.

–¡Que pinta tienen estas facturas! –exclamó Aquiles, agarrando una.

–Sí, son muy buenas –dijo Adrián, poniendo todo en una bandeja para salir a compartir el desayuno con sus mujeres.

–Finalmente, fue una tormenta pasajera, increíble el día que se puso... quizá podríamos jugar un partidito de tenis, si es que tenés energía –dijo Aquiles.

–Olvidate... energía es lo que me sobra –respondió Adrián haciéndose el canchero, mientras que comenzaba a caminar hacia el exterior para unirse a las damas.

–¡Buenos días! –exclamó Inés al verlos llegar.

Adrián le dio un beso en los labios y uno en la mejilla a Marina. Aquiles saludó de la misma manera, cruzando sus brazos entorno al cuello de su mujer.

–Qué manera de dormir ustedes dos, en lugar de levantarse temprano para disfrutar de este lindo día –dijo Marina.

–Ja... si tu amiga me dejase dormir, quizá podría levantarme más temprano –dijo Adrián.

–Que flojitos resultaron –dijo Inés, dando por entendido que ambas habían estado chusmeando sobre lo que habían hecho durante la noche.

Compartieron el desayuno hablando de temas generales, sin poner foco en nada en particular.

–Nosotras vamos a hacer una caminata por el barrio, vayan pensando que podemos preparar para el almuerzo –dijo Inés.

–Bueno, nosotros seguramente iremos a jugar un rato al tenis, después vemos que hacemos –contestó Adrián.

Las chicas se levantaron, ingresaron a la casa y en unos minutos volvieron a salir, saludaron desde la distancia y dieron inicio a su caminata.

Aquiles agarró una reposera sobre la que se depositó para disfrutar de los rayos de sol que pegaban tibiamente sobre su rostro.

–¿Querés que vayamos a jugar en un rato o preferís dejarlo para la tarde? –preguntó Adrián, agarrando otra reposera que ubicó al lado de la de Aquiles y sobre la que se recostó luego de quitarse la remera

–No, no... dame un rato para bajar el desayuno y vamos. Me parece que por la tarde se va a poner lindo como para disfrutar de la pileta –dijo Aquiles.

–Dale, como prefieras –contestó Adrián.

–Que placer que es esto de salir al parque de tu casa y no escuchar nada más que pájaros –dijo Aquiles.

–La verdad es que si... lo único que te puede molestar es cuando están los jardineros en tu casa o en casas vecinas, o si tenés una obra cerca. Afortunadamente, en esta cuadra ya están todos los lotes ocupado con casas terminadas –dijo Adrián.

El cielo estaba completamente despejado y no se veía una sola nube. Permanecieron aproximadamente media hora en silencio, disfrutando del cálido clima y del sol radiante, hasta que decidieron ir a cambiarse para jugar un rato de tenis.

Como para entrar en calor, fueron trotando hacia el área deportiva, llegaron y enseguida encontraron cancha libre. Jugaron por aproximadamente una hora y media y regresaron a la casa caminando y completamente transpirados.

Sus mujeres ya habían regresado y se encontraban al lado de la piscina tomando sol, ambas vistiendo mayas de dos piezas.

–Che, subo a darme una ducha para sacarme el chivo de encima y nos metemos en la pile –dijo Adrián.

–Dale –respondió Aquiles, que fue hacia su habitación para tomar también una rápida ducha.

Antes de ingresar a la casa, se quitó las zapatillas y las medias que estaba llenas de polvo de ladrillo.

Ambos se dieron una ducha rápida y en unos minutos estaba en el borde de la piscina, en bermudas de baño y en cuero, luciendo sus físicos trabajados.

–Ayer y esta mañana noté que salía vapor del agua, ¿a qué temperatura la mantenés? –preguntó Aquiles.

–En esta época entre 25 ºC y 30 ºC, depende. Arriba del techo de la galería tengo instalados los paneles que calientan el agua y en medio del circuito de retorno hay una caldera a gas por si hiciera falta elevar más la temperatura. Está todo automatizado, por lo que solo debo setear la temperatura –respondió Adrián, pegando un salto y zambulléndose de cabeza en la parte profunda.

Aquiles lo siguió, zambulléndose también de cabeza.

–Está realmente hermosa el agua –dijo Aquiles, sintiendo como su cuerpo se distendía, luego de la casi hora y media que había jugado al tenis, más el trote previo.

–¿Ya pensaron que vamos a almorzar? –preguntó Inés.

–Podríamos pedir en el Club House que nos envíen un popurrí de ensaladas, o si tienen ganas, vamos a comer allá –dijo Adrián.

–Me parece bárbaro lo de las ensaladas como para compensar un poco después de las pizzas de ayer y de las facturas de esta mañana; si hacen delivery, preferiría que nos quedásemos acá... la verdad, es que lo estoy disfrutando muchísimo –dijo Marina.

–Dale, ahora vamos a la cocina, pido que me manden por Gym las opciones y elegimos –dijo Inés.

Aquiles comenzó a nadar un rato, mientras que Adrián permaneció dentro del agua en la parte playa.

Eran las doce y media y el sol ya pegaba a pleno.

Desde la piscina se podía ver que algunas personas pasaban remando sobre kayaks por el canal interno del río al que daba el parque de la casa, como lo habían hecho sus mujeres la última vez que se habían quedado a dormir. Probablemente, por la tarde salieran a remar un rato.

–Chicos, levanten todo lo que quedó sobre la mesa así preparamos para el almuerzo, que ya encargamos la comida –gritó

Marina desde la puerta de la cocina.

Aquiles y Adrián salieron de la piscina y comenzaron a despejar la mesa, poniendo en la bacha todo lo que había quedado para lavar de la noche anterior y de la mañana, mientras que Marina e Inés venían con dos bandejas, cargando las ensaladas que habían comprado y algunas hormas de quesos.

–Solo faltan las bebidas –dijo Marina.

–Yo voy... ¿qué traigo? –preguntó Aquiles.

–Traé agua y gaseosa y no sé si vos vas a querer tomar vino o cerveza –dijo Adrián.

–No, no... si tomo alcohol ahora, terminamos de almorzar y me voy directo a la cama. Además, aún tengo que terminar de hidratarme –respondió Aquiles.

–Bueno, entonces nada de alcohol, porque yo estoy igual que vos –dijo Adrián, mientras que lavaba lo que habían dejado en la pileta.

Aquiles regresó con una bandeja cargada de bebidas y se sentaron a compartir el almuerzo, disfrutando de un día realmente espectacular.

Pasaron la tarde al aire libre. Aquiles y Adrián salieron a andar en Kayak y compartieron el resto de la tarde con sus mujeres al lado de la piscina, hasta que el sol fue cayendo.

A la noche, decidieron prender fuego y tirar algunas cosas sobre la parrilla; algo de carne, provoletas y variedad de verduras para grillar.

Adrián, con el consentimiento de Inés, había llamado a Félix y a Marcos para invitarlos a almorzar el domingo. Félix y Sofía tenían planes con los chicos y extrañamente, Marcos le había dicho que estaba cansado y que no andaba con ganas, por lo que ambos desistieron de aceptar la invitación.

–Muy raro que Marcos haya dicho que no tiene ganas... –dijo Adrián.

–Le cuento algo, pero que no salga de acá –dijo Aquiles, entre copas de vino y en medio de una picada con queso, aceitunas y fiambres.

Los tres los miraron atentamente e intrigados.

–Esta semana Marcos me contó que tiene que hacerse una biopsia de la próstata, por lo que está bastante preocupado –dijo Aquiles.

–Huyy... pero ¿qué sucedió? –preguntó Adrián.

–Hace un tiempo, ya me había contado que se estaba levantando seguido para orinar y finalmente fue a hacerse un control urológico. El médico, además de los estudios de rutina, le hizo tacto y notó algo que supone no reviste de mayor importancia, pero por las dudas, le mandó a hacer una biopsia –dijo Aquiles.

–Huyy, pobre... que feo. Esperemos que no sea nada, pero hacerse una biopsia prostática no debe ser nada agradable –dijo Inés.

–Y no, sospecho que no. Nada agradable que anden hurgando por ahí para sacarte tejido –dijo Aquiles, que agregó– se los cuento, porque seguramente sea por ese motivo que no esté de humor como para venir mañana.

–Bueno... esperemos que sea solo algo inflamado y nada más que eso –dijo Marina.

–Ustedes dos dentro de poco ya deberían arrancar con esos controles –dijo Inés.

–Aún quedan unos años; supuestamente después de los cincuenta hay que arrancar, a no ser que tengas antecedentes familiares –dijo Adrián.

–Lindo día que hemos pasado –dijo Aquiles, cambiando completamente de tema.

–Muy lindo y aún no ha terminado –dijo Adrián.

El clima de la reunión era realmente muy agradable y acogedor. Los cuatro conversando de manera distendida al lado de las brasas que crujían en la parrilla, rica comida, buen vino, buena compañía, clima perfecto.

–¿No se contactaron más con esa pareja de canadienses que se habían cruzado en México? –preguntó Inés sorpresivamente.

–No, no... al poco tiempo de regresar, ella me mandó un par de mensajes que solo se los respondí por amabilidad, pero la verdad es que no dio como para que la comunicación fuese más fluida –dijo Marina.

–Casualmente, yo los volví a ver en un sueño que tuve hace unos días –dijo Aquiles.

–Ahh, si, ahora me acuerdo que me dijiste que habías soñado con ellos, pero se te hacía tarde, te tenías que ir y finalmente, nunca me contaste nada... ¿qué soñaste? contanos –dijo Marina.

Sin quererlo, e inesperadamente, Aquiles se acababa de meter solito en un brete. Pensó rápido y decidió contar el sueño tal cual había sucedido; después de todo, había sido un sueño y que cada quien tendría la libertad de interpretar lo que quisiera interpretar.

Aquiles tomó su copa de vino, bebió un sorbo y comenzó con el relato, atrapando la atención del grupo.

–Fue realmente muy raro y al mismo tiempo muy real –dijo Aquiles lentamente.

–Dale... contanos de una vez –dijo Inés, con su rostro sonriente y dibujando un gesto de picardía.

–Estábamos en la terraza de la cabaña de ellos, la noche aquella en la que habíamos cenado juntos y que luego nos insistieron para que los acompañásemos a tomar algo, creo que les contamos la historia esa –comenzó a relatar Aquiles.

–Sí, sí, nos contaron, por eso es que pregunté –dijo Inés.

–Bueno, en mi sueño fue sucediendo casi todo igual, solo que estando yo en la terraza sobre el camastro, giré la cabeza y vi que Critie avanzaba sobre Marina y que le daba un beso –dijo Aquiles.

–Ahhh puerquita –dijo Adrián mirándola a Marina, riendo y haciéndole una broma.

–En ese momento, Ethan avanzó sobre mí, apoyó una mano sobre mi muslo y...

–Huyy... ya me la veo venir –dijo Adrián.

–Callate y dejalo seguir –lo retó Inés.

...comenzó a subirla, hasta que la apoyó sobre mi bulto y apoyando la otra mano sobre mi pecho, me empujó y me dejó acostado sobre el camastro –continuó Aquiles.

–Opa... los deseos reprimidos –dijo Inés riendo.

–No seas turra... no sabés que feo es querer moverse y no poder hacerlo... horrible la sensación de sentirte paralizado –dijo Aquiles.

–¿Y cómo siguió? –preguntó Adrián entusiasmado.

–Ahí se me tiró encima y me clavó un beso –continuó Aquiles.

–Ahh bueno... concretaste en tu sueño lo que ellos realmente querían hacer –dijo Marina.

–¿Y cómo reaccionaste? –preguntó Adrián.

–No me podía mover... solo pude mirar nuevamente hacia adentro y vi que Marina y Cristie se recostaban sobre la cama y ahí me despertó el ruido de un trueno –dijo Aquiles.

–Que loco que se te haya activado ese recuerdo y que hayas armado casi la misma escena, pero con diferente final –dijo Marina.

–Sí, la verdad es que sí... Además, desde que regresamos, salvo en el momento en el que les conté la historia, nunca más se me habían cruzado por la cabeza –dijo Aquiles, que tuvo un cruce de mirada con Adrián, en la que ambos entendieron que fue lo que podría haber disparado ese sueño.

–La comida ya está lista –dijo Adrián, que comenzaba a sacar la carne de la parrilla, mientras que Aquiles se ocupaba de poner las verduras en una fuente.

Pasaron una velada realmente agradable y distendida. Completaron la cena nuevamente con helado y café y se tiraron en el living a mirar un policial.

Adrián y Marina se despidieron y subieron las escaleras. Marina fue hacia el cuarto y antes de seguirla, Aquiles salió al jardín y caminó hasta la orilla del río, sobre el que se veía reflejada la luna llena.

Apoyó ambos brazos sobre la baranda de madera y nuevamente, cruzaron por su cabeza los recuerdos de lo sucedido en el departamento de Alejandro, desde la primera paja compartida en diciembre, hasta lo más movilizador y hasta aterrador que le había sucedido hacía apenas unos días.

Caminó hacia la casa y moviendo su cabeza como intentando despejar esa maraña de recuerdos, fue hacia su habitación para compartir otra noche de tranquilidad junto a su mujer.

Aquiles

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