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Capítulo 2 Noche agitada, desayuno picante

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Aquiles percibió que el cuerpo de Marina estaba pegado al suyo y sintió como le agarraba el miembro con una mano. A pesar del sueño y del cansancio, tuvo una inmediata erección y Marina, sin demoras, lo volcó de espaldas a la cama y se montó sobre él para satisfacer su libido que aumentaba día a día.

Aquiles permaneció inmóvil, con los ojos cerrados, sintiendo como su miembro era succionado por la vagina de su mujer.

Marina lo cabalgaba sin detenerse y cada vez a un ritmo más veloz, mientras que, con ambas manos, recorría el pecho de Aquiles, peinando con sus dedos los espesos vellos negros.

Aquiles sintió que estaba a punto de venirse y en ese instante, escuchó un fuerte gemido que emitía Marina, mientras que arqueaba su espalda casi descontroladamente, producto del orgasmo que estaba experimentando.

Aquiles sintió que ya estaba y sin intención de prolongar más la sesión de sexo, se entregó al placer de disfrutar su propio orgasmo, dejando que la energía fluyera libremente, descargando su semen dentro de ella. Pudo percibir claramente como tres chorros potentes salían disparados de su uretra y así, inmóvil como estaba, volvió a quedarse dormido.

Detrás de lo tules blancos que colgaban por sobre la cama y con el sonido del mar de fondo, pudo ver la imagen de Marina sentada sobre la cama y como la mano de Cristie comenzaba a acariciar su rostro bronceado, acercando lentamente su cara a la de ella, para estamparle un dulce beso sobre los labios...

Aún sin entender como Marina estaba permitiendo que Cristie hiciera eso, la situación le produjo un morbo particular que nunca antes había experimentado. Jamás se le había ocurrido la idea de que Marina pudiese besarse con otra mujer y mucho menos, el hecho de estar siendo espectador de la escena.

De pronto, sintió que la mano de Ethan se apoyaba firmemente sobre su cuádriceps, y avanzaba lentamente pero sin pausa hacia su entrepierna.

Aquiles se sintió paralizado; quiso moverse y reaccionar para escaparse de esa situación perturbadora, pero no pudo. Ethan, finalmente había alcanzado su objetivo y comenzaba a manosearle el bulto, mientras que con su torso avanzaba sobre él y poniendo la otra mano sobre su pecho, lo dejaba recostado de espaldas sobre el camastro, imposibilitado de moverse, logrando finalmente que sus bocas se unieron en un beso.

Pudo girar la cabeza y vio nuevamente a Marina, que cediendo a los encantos de Cristie, se dejaba caer de espaldas y plácidamente sobre la cama.

No podía ser real, Marina no podía estar haciendo eso y él tampoco podía estar permitiendo que Ethan lo manipulara de esa manera, aunque, luego de lo acontecido con Alejandro, ya no sabía que podía hacer o dejar de hacer, que valía y que no, que estaba permitido y que estaba prohibido.

El tremendo estruendo de un trueno lo hizo despertar sobresaltado y sudoroso. Le llevó unos segundos darse cuenta de que estaba en su cama, dentro de su departamento, con Marina durmiendo plácidamente a su lado, y que lo que acababa de vivir había sido solo parte de un sueño.

Inevitablemente, recordó lo que realmente había sucedido aquella noche en la Riviera y pensó en si el sueño que acababa de tener no era la expresión inconsciente de lo que realmente hubiese deseado que sucediera. Pensó en si su cabeza no había elaborado esa historia como para satisfacer de manera fantasiosa lo que él se había negado a plasmar en la realidad.

Las imágenes de Cristie, Ethan, Marina y de lo sucedido la tarde anterior con Alejandro, comenzaron a estallar dentro de su cabeza.

Se incorporó y fue hacia la cocina para buscar hielo y agua. Pasó el vidrio frío del vaso por su frente, hizo una escala en el baño para orinar y lavó su miembro, que sintió pegajoso por los fluidos ya secos de la sesión de sexo. Regresó a la cama con el deseo de no ser perturbado más por ese tipo de fantasías y sin mucha demora, volvió a quedarse dormido.

El sonido del despertador interrumpió el apacible y profundo sueño en el que Aquiles estaba inmerso.

Lo apagó rápidamente y viendo que Marina no había acusado recibo al sonido de la alarma, se levantó y fue directamente al baño para meterse bajo la ducha.

Recordó lo que había soñado y repasó en su mente aquella noche, pensando y fantaseando sobre cómo podrían haberse desarrollado las cosas si ambos hubiesen aceptado la propuesta de los canadienses.

También repasó lo acontecido en el departamento de Alejandro y sintió vergüenza por la situación; no tanto por haber permitido que Alejandro le diera un beso, sino por el beso que él le había dado antes de irse. Sobre esto último, no había excusas, atenuantes, ni explicaciones.

Aquiles, luego de su primera reacción, podría haberse ido enojado y hasta dando un portazo; en lugar de eso, le había devuelto el beso, dejando a Alejandro un tanto confundido.

Se dio cuenta de que estaba experimentado una erección espontánea y tuvo la urgente necesidad de masturbarse, cosa que hizo, jugando con la espuma del jabón sobre su sexo. A pesar de la eyaculación que había tenido hacía apenas algunas horas, rápida pudo descargar.

Salió de la ducha, se secó y fue hacia el vestidor. Por causa del desayuno planificado junto a Adrián, ese día no iría al Gym, por lo que eligió ponerse un pantalón clásico color natural, una camisa celeste y zapatos náuticos.

Regresó al dormitorio y vio que Marina ya estaba despierta, pero que aún remoloneaba en la cama.

–Buenos días –dijo Aquiles, acercándose a la cama para darle un beso.

–Buenos días –respondió Marina, tras lo que se dieron un beso en los labios.

–¿Que sucedió anoche? –preguntó Aquiles con tono pícaro y dibujando una sonrisa burlona.

–Necesitaba descargar energías y como respondiste automáticamente, me subí; de lo contrario me hubiese tenido que masturbar –respondió Marina, si ningún tipo de prejuicio.

–Si... me di cuenta de que estabas un tanto excitada; yo sinceramente, no me podía mover –respondió Aquiles.

–Pero igual tuviste lo tuyo –dijo Marina, haciendo referencia a que Aquiles había eyaculado.

–Sí, si... acabé y me quedé dormido automáticamente –respondió Aquiles.

–Y a vos ¿qué te pasó anoche? dabas vueltas sin parar en la cama, hasta que me dormí y no escuché más nada –dijo Marina.

–Ah... sí; tuve un sueño raro y después me despertó el ruido de un trueno tremendo; fui a la cocina a buscar agua, pasé por el baño y volví a la cama –dijo Aquiles.

–¿Un trueno? ¿llovió? –preguntó Marina, que acostumbraba a dormir profundamente sin que nada la perturbara y salvo por el movimiento de Aquiles, no había escuchado el trueno, ni que Aquiles se hubiese levantado.

–Sí, llovió bastante anoche –dijo Aquiles.

–¿Y de que se trató ese sueño raro? –preguntó Marina intrigada.

–Soñé con Cristie y con Ethan, que estábamos en México... después te cuento que se me hace tarde –respondió Aquiles, que se acercó nuevamente a Marina, le dio un beso, salió del cuarto y tras agarrar su billetera y las llaves, se dirigió al estacionamiento del edificio, dejándola intrigada.

El día estaba nublado y aún amenazaba con seguir lloviendo, por lo que el tráfico estaba más cargado que de costumbre y se debía manejar con más precaución que lo habitual.

Recibió un mensaje de Adrián, diciéndole que en diez minutos llegaría a la confitería; Aquiles le respondió con un audio diciéndole que ya estaba en camino. En pocos minutos, estaba estacionando su auto al lado del auto de Adrián.

Por el horario y el clima reinante, la zona estaba muy poco concurrida, panorama absolutamente distinto al que se presentaba los fines de semana, especialmente si los días estaban lindos.

Bajó del auto y vio a través de los ventanales que Adrián ya estaba instalado en una mesa y que hablaba por teléfono. Ingresó, saludó a uno de los camareros y se dirigió al encuentro de su amigo.

Adrián le hizo un gesto como diciéndole que le diera unos segundos para terminar con el llamado.

Ciertamente, Aquiles se sentía nervioso, porque no tenía muy claro cómo encarar la conversación, aunque no había muchas vueltas que darle. Después de todo, lo que había sucedido, o al menos parte de ello, ya se lo había adelantado telefónicamente.

–¿Cómo va? –dijo Adrián a modo de saludo al finalizar la llamada.

–Acá andamos –respondió Aquiles.

Se acercó un camarero y les ofreció el menú. Ambos decidieron que no era necesario y pidieron jugo de naranja, café con leche y cuatro medialunas de manteca para cada uno.

–Bueno, dale... largá lo que te sucedió así descargas tu angustia –dijo Adrián sin dar vueltas.

–A ver... para que entiendas un poco lo que sucedió ayer, debería comenzar por el principio –dijo Aquiles.

–Ah... pero entonces ya habían sucedido otras cosas –dijo Adrián.

–Nada como lo de ayer, pero viéndolo en retrospectiva, quizá fueron cosas que se fueron gestando y que desencadenaron en lo que finalmente sucedió ayer –dijo Aquiles.

–Bueno, arrancá por el principio entonces –dijo Adrián.

–Si tengo que pensar en un principio, claramente fue aquel episodio en el que, primero Marcos y luego yo, vimos lo del video chat en la computadora de Alejandro –arrancó diciendo Aquiles.

–Pero ¿qué tiene que ver eso con lo que te sucedió ayer? –preguntó Adrián.

–De manera directa, nada, pero si lo pienso, fue la primera vez en la que estuve frente a un flaco que anduviese en esas cosas, me refiero a temas relacionados con la bisexualidad –dijo Aquiles.

–La primera vez que lo supiste, porque seguramente, estuviste miles de veces frente a tipos que están en lo mismo y vos no tuviste ni idea –dijo Adrián, como si para el fuese un tema sin trascendencia y superado.

–Bueno, ponele que fuese así ... –dijo Aquiles, sorprendido por el comentario de Adrián.

–¿Y entonces? –preguntó Adrián.

–En aquel momento, fui yo el que lo encaró para decirle que tanto Marcos como yo lo habíamos visto y le dije que no teníamos ningún tipo de historia con lo que el hiciera en su vida privada, pero le pedí que no lo hiciera más en la oficina.

–Sí, me acuerdo de ese episodio... ¿y? –dijo Adrián.

–Bueno... te acordás que como Marina no quedaba embarazada decidí hacerme un espermograma y como tenía el laboratorio a unas cuadras de la oficina, un mediodía en el que todos se habían ido a almorzar, lo utilicé para pajearme en el baño y llevar la muestra.

–¿Y? –preguntó Adrián.

–Resulta que, para estimularme, busqué en el celular alguna película porno y lo primero que apareció fue la de un trio de dos flacos y una mina que se daban entre ellos –contaba Aquiles.

–Los dos tipos le daban a la mina –dijo Adrián.

–Al principio sí, pero después se dieron entre ellos –dijo Aquiles.

–Ah.... eran bisexuales los tipos –dijo Adrián.

–Sí, claramente si –dijo Aquiles.

–Y te calentaste con eso –dijo Adrián.

–La verdad es que nunca había visto a dos flacos garchando, pero me dio morbo la situación de verlos con una mina y dándose entre todos –dijo Aquiles.

–Sigo sin entender que tiene que ver Alejandro y lo que te sucedió ayer con todo esto –dijo Adrián.

–Pará que sigo –dijo Aquiles.

Interrumpió el camarero que dejaba sobre la mesa el desayuno, que comenzaron a disfrutar sin demoras.

–¡Que buenas que están estas medialunas! –exclamó Adrián.

–De lo mejor de la zona –acotó Aquiles.

–Bueno, dale... seguí contando –dijo Adrián.

–Yo me había encerrado en mi oficina para pajearme mientras que veía el video y cuando sentí que me estaba por venir, salí disparado para el baño y dejé mi celular sobre el escritorio. Me metí en el baño, acabé dentro del recipiente y al salir, lo veo a Alejandro parado frente al espejo lavándose las manos y mirándome con una sonrisa medio sobradora... nos saludamos y me fui corriendo hacia el laboratorio.

–¿Y pensás que él se dio cuenta de que te estabas pajeando? –preguntó Adrián.

–En ese momento pensé que probablemente sí se hubiese dado cuenta... aunque, por otro lado, tampoco era algo tremendo lo que yo estaba haciendo y tampoco lo hacía por calentón, sino que para hacerme un estudio –dijo Aquiles.

–Sí, lógico –acotó Adrián.

–Estoy tratando de ordenar las cosas cronológicamente como para que entiendas mejor, porque me voy acordando de detalles que ya los había borrado... –dijo Aquiles, que continuó hablando– la semana siguiente al fin de semana en el que salimos todos a navegar en tu velero, fui a almorzar con Alejandro y no sé muy bien cómo se dieron las cosas, pero comenzó a explayarse sobre su vida sexual y sobre las experiencias que había tenido con otros tipos. Algunas cosas ya me había contado las veces que nos quedamos solos a tomar algo luego de los partidos de fútbol y la verdad es que yo, haciéndome el distraído, le decía que si quería contarme, que me contara, como si realmente no tuviese demasiado interés, pero ciertamente, me había generado algo de morbo el tema. Me intrigaba saber cómo era eso de verlo tan machito, que tuviese novia y que al mismo tiempo tuviese historias con flacos.

–Pero concretamente, ¿garcha con flacos? –preguntó Adrián.

–A ese punto no llegué... no... va, hasta donde me contó, fueron pajas y sexo oral sin penetración –dijo Aquiles– pero dejame seguir así no me pierdo, agregó Aquiles.

–Dale –dijo Adrián.

–¿Te acordás de aquella vez en la que Alejandro tenía una carrera en equipos y uno de los flacos se había lesionado y me pidió si podía hacerle gamba para reemplazarlo? –preguntó Aquiles.

–Sí, me acuerdo perfectamente –dijo Adrián.

–Bueno... cuando terminó la carrera, estábamos empapados. Alejandro había dejado el auto en el taller y se tenía que ir a la casa de un amigo que vive por San Isidro, por lo que me ofrecí a llevarlo y me pidió si lo podía bancar para que fuese a su departamento a darse una ducha. Le dije que sí y me propuso que llevara mi bolso, así aprovechaba y me duchaba yo también y eso fue lo que hice –dijo Aquiles.

–Hasta acá, no veo nada raro –comentó Adrián.

–Subimos al ascensor y en un momento, los pelos de nuestros brazos se rozaron y sentí algo extraño, no sé cómo describírtelo... Entramos en el departamento y mientras que yo estaba parado frente al ventanal que da al parque, veo que aparece su novia vistiendo solo una remera larga y saludando como si fuésemos amigos íntimos... Con las cosas que me venía contando Alejandro, hasta pensé en si el hecho de haberme llevado a su departamento, no había sido una escena armada para concretar un trío; esa parte creo habérselas contado un día que nos reunimos en tu casa –dijo Aquiles.

–Si... nos contaste esa situación y la verdad, es que daba para pensar que podía haber sido algo premeditado –dijo Adrián, acomodándose en la silla y sintiendo que su miembro comenzaba a reaccionar.

–Alejandro también resultó sorprendido de que ella aún estuviese allí y me pareció convincente y sincero. Claramente, no tenía nada planificado, aunque recuerdo que, en otro momento, me confesó que después la mina le dijo que le gustaría concretar un trío conmigo –dijo Aquiles.

–Huy boludo... qué fuerte que te digan sin rodeos y de frente algo así –dijo Adrián.

–La verdad es que sí; por un lado, fue halagador y por otro, me sentí un tanto incómodo, sumado al hecho de que él no deja de ser empleado mío –dijo Aquiles.

–Claro... también existe ese vínculo –acotó Adrián.

–La cuestión es que me acompañó hasta el baño y me ofreció toallón. Sinceramente, yo me sentí medio a la defensiva luego de todo lo que me había contado –dijo Aquiles.

–Y sí, creo que me hubiese sucedido lo mismo –dijo Adrián.

–Me terminé de duchar, me vestí y me fui nuevamente al estar, mientras que Alejandro se fue a duchar... Al rato, lo veo aparecer con un toallón atado en la cintura y me invitó a que nos sentáramos en el sillón. No entendí muy bien por qué no se había vestido y me dijo que necesitaba un tiempo para bajar revoluciones, que aún seguía transpirando, cosa que no me pareció extraña, porque viste que a mí me sucede lo mismo –dijo Aquiles.

–Sí, si... sucede –dijo Adrián.

–Te la hago breve... La cuestión es que el turro, esbozando una sonrisa, comenzó a contarme que el día del espermograma, él había entrado a mi oficina para dejarme unos papeles y al no encontrarme, me llamó por teléfono. Lo escuchó sonar y se acercó al escritorio, que es donde yo lo había dejado al sentir que me venía; al dejar de sonar, le aparecido en la pantalla la película que yo había estado viendo... –dijo Aquiles.

Adrián comenzó a reír con ganas.

–¡No seas boludo! No te rías, que yo me quería matar en ese momento... –dijo Aquiles.

–Es que me imagino la escena, la expresión de tu cara y realmente me resulta gracioso –dijo Adrián.

–Le dije que me daba mucha vergüenza lo que me estaba contando y me respondió que seguramente la misma vergüenza que sintió el cuándo lo encaré por el tema de los video chats –siguió contando Aquiles.

–Y sí... no debe haberlo pasado nada bien –dijo Adrián.

–Me dijo que él a veces miraba porno bi, además de las cosas que ya me había contado y le expliqué el tema del espermograma, que de alguna manera justificaba que estuviese viendo esa película que en ese momento me había calentado... El muy hijo de puta, de manera desafiante y mirándome el bulto, dijo “¿te calentaste como ahora?” –siguió Aquiles.

–Directo y sin vueltas el hombre –dijo Adrián.

–Un zarpado mal... Yo no me había percatado de que se me recontra marcaba el paquete por debajo del short y el atorrante, desató el toallón de su cintura, e inclinándose sobre el respaldo, dejó expuesto su miembro erecto. Sin ningún tipo de vergüenza, comenzó a masturbarse, mirándome fijamente a los ojos, intercalando con la mirada dirigida hacia mi paquete, sin decir una palabra y diciéndome todo –dijo Aquiles.

–Boludo... se me puso la chota como estaca –dijo Adrián.

–No sé cómo, pero llevado por la situación, me bajé el short y mi miembro saltó como resorte. Lo agarré y comencé a masturbarme, primero tímidamente y luego más relajado –contaba Aquiles.

–Se me está mojando el bóxer –dijo Adrián.

–La cuestión es que en un momento se levantó, fue hasta su cuarto y regresó con un frasco de lubricante, se sentó a mi lado y me ofreció para que untara mi miembro, cosa que hice y, por cierto, te recomiendo que lo pruebes si es que nunca lo hiciste –dijo Aquiles.

–No seas hijo de puta... pará que voy al baño a ponerme un papel que se me va a ensuciar el pantalón –dijo Adrián, levantándose de la silla y dirigiéndose directo al baño.

Por cierto, cada vez que Aquiles recordaba lo sucedido aquel mediodía, terminaba con su miembro erecto y masturbándose, si es que se encontraba en un lugar en el que pudiese hacerlo.

Adrián demoraba en regresar.

El camarero se acercó a la mesa preguntando si necesitaban algo más... Aquiles, viendo que la charla aún tenía para largo, pidió más café para ambos.

Adrián regresó y se sentó.

–Listo –dijo.

–¿Que te pasó que tardaste tanto? –preguntó Aquiles

–Boludo, saqué la chota mojada, me toque un par de veces y terminé eyaculando... me la lavé, rogando que no entrara nadie y me puse un papel para que absorba –dijo Adrián.

Aquiles sonrió, haciendo un gesto como de no poder creer lo que acababa de hacer su amigo.

–Bueno... soy todo oídos... ¿y qué sucedió? –preguntó Adrián.

–Se sentó al lado mío, bien pegado, con su pierna rozando la mía... seguimos pajeándonos, y ya en medio del frenesí, cruzó su pierna por sobre la mía y puso un brazo por sobre mis hombros. No sé por qué, pero instintivamente, también cruce mi brazo por sobre los hombros de él... Jamás había sentido ese tipo de contacto con otro hombre y me generó una excitación particular.

–Y sí... paja entre amigos –dijo Adrián.

–La cuestión es que en un momento sentí que ya estaba y Alejandro me dijo que se venía... Percibí como tensaba los músculos de su pierna que atrapaba a la mía y como nuestras manos apretaban los respectivos hombros, mientras que comenzábamos a eyacular sobre nuestros torsos –dijo Aquiles.

–Que rico.... y ahí se terminó –dijo Adrián.

–No... yo retiré mi brazo de los hombros de Alejandro, pero vi que el continuaba con el miembro erecto y que, sin quitar su brazo de mis hombros y manteniendo su pierna, apoyada sobre la mía, siguió masturbándose... le caían gotas de sudor por sus sienes y tenía el rostro colorado. Pegó un gemido ahogado y para mi sorpresa, volvió a eyacular. La verdad, es que jamás había visto a un tipo eyacular dos veces seguidas en tan poco tiempo...

–Un semental el flaco –dijo Adrián.

–Si, tal cual, un semental y encima, me había contado que a la mañana, antes de la carrera, había garchado con su novia –dijo Aquiles.

–Ah bue... como uno de quince años el flaco –dijo Adrián.

–Si... de todas maneras, recuerdo que me comentó que era la primera vez que le sucedía de acabar dos veces seguidas –dijo Aquiles.

–Y bueno... se ve que lo hiciste calentar y que lo motivás –dijo Adrián.

–¡No seas boludo! –exclamó Aquiles, aun sabiendo que probablemente, el comentario de su amigo era absolutamente cierto.

–¿Y ese día quedó todo ahí? –preguntó Adrián.

–No del todo... nos fuimos a duchar nuevamente, cada uno por su lado y yo quedé bastante desconcertado... Comencé a hacerle planteos y él no le dio mucha vuelta al tema... Me dijo que, en el ascensor, había sentido lo mismo que yo cuando los pelos de nuestros brazos se tocaron y que no me enroscara con ponerle títulos ni rótulos a lo acontecido.... Nos habíamos pajeado juntos, lo habíamos disfrutado y ya... –dijo Aquiles.

–Claro... a vos te movió todas las estanterías y para él fue solo una experiencia más –acotó Adrián.

–Seguramente, esa es la síntesis –dijo Aquiles.

–¿Y entonces? –preguntó Adrián.

–Ese día, finalmente lo alcancé hasta San Isidro y al bajarse del auto, apoyó su mano sobre mi pierna y me saludó con un beso en la mejilla... lo que me dejó desconcertado –dijo Aquiles.

–Hombre de armas tomar –comentó Adrián.

–Sobre eso no tengas duda alguna –dijo Aquiles.

–¿Y cómo siguió la historia? –preguntó Andrés ansioso.

–Por mi parte, tratando de hacerme el boludo... después de las vacaciones, tuvimos algunas conversaciones en las que me contó cosas realmente fuertes, al menos para lo que yo estoy acostumbrado a escuchar –dijo Aquiles.

–No seas canuto y contame –dijo Adrián.

–Lo que te voy a contar, queda en esta mesa... –dijo Aquiles.

–Sí, obvio, olvídate –respondió Adrián.

–Alejandro se fue con cuatro amigos a Rio y resulta que uno de ellos es bisexual, con el que justamente le tocó por sorteo compartir el cuarto. La cuestión es que conocieron a un grupo de brasileñas y terminó haciendo un trio con una de ellas y con este flaco.

–Linda experiencia –comentó Adrián.

–Supongo que si... la cuestión es que mientras la mina se lo estaba montando a él, sintió que su amigo comenzaba juguetear con sus piernas, con sus bolas y con su pija... –siguió Aquiles.

–Bueno, supongo que estando en el medio del juego, no tuvo muchas más opciones que las de jugar –dijo Adrián.

Si bien Aquiles sabía que Adrián no era un tipo de juzgar a nadie y que tenía la cabeza abierta, de hecho, era el motivo por el que lo había elegido para contarle lo que le sucedía, no dejaba de llamarle la atención los comentarios que venía haciendo relacionados con lo sexual, como si fuese un hombre que estaba más allá de estas cuestiones banales.

–Y si... supongo que si... la cuestión es que después viste que comencé a tomar clases de windsurf con él y es como que la relación de “jefe / empleado,” fue ablandándose y fue mutando a una relación de amistad, aunque ciertamente, jamás habíamos tenido una típica relación de “jefe /empleado” ya que en la oficina nos manejamos sin marcar jerarquías y además, su trato siempre fue mucho más estrecho con Marcos que conmigo –dijo Aquiles.

–Y si... primero fútbol, después windsurf, la paja compartida, las confesiones de lo que hizo durante sus vacaciones, etc., etc... claramente están en un plano de amistad; además, Alejandro es un tipo muy entrador –dijo Adrián.

–Es cierto... –dijo Aquiles.

–¿Entonces? –preguntó Adrián.

–Con el tema de las clases de windsurf, sumado a los partidos de fútbol, se fue dando lo de compartir todas las semanas duchas en el vestuario y comenzó a hacerme comentarios sobre situaciones que había presenciado mientras se duchaba en el gimnasio al que va, cosas a los que yo jamás les había prestado mucha atención, hasta que el me lo hizo notar; de hecho, casualidad o no, unos días más tarde, en el vestuario de mi gimnasio fui testigo de un par de episodios que, al menos, me resultaron llamativos y sospechosos –dijo Aquiles.

–Que te pasó en el vestuario del Gym? –preguntó Adrián.

–Otro día te cuento eso –respondió Aquiles.

–Bueno, dale... seguí con lo de Alejandro –dijo Adrián.

–Una tarde, luego de una clase, ya estaba oscureciendo y no recuerdo bien por qué, subimos a mi auto; creo que fue para terminar de contarme sobre su experiencia en Brasil... La cuestión es que, supuestamente, a modo de joda, me tocó el bulto y la verdad es que yo nunca le había dado tanta confianza como para que hiciera algo así... Yendo por más, al bajarse del auto, acercó su cara para saludarme y ex profeso, giró la cabeza como para que nuestras bocas se encontrasen, cosa que no sucedió totalmente, pero hubo como un roce entre la comisura de nuestros labios –relató Aquiles.

–¿Y vos que hiciste? –preguntó Adrián.

–Es que me agarró desprevenido y me dejó helado... No sé por qué no puedo reaccionar cuando el flaco avanza de esa manera y haciendo esas cosas –respondió Aquiles.

–Seguramente se da cuenta de eso y te provoca para ver hasta dónde puede llegar, porque sabe que te puede manejar –dijo Adrián.

A Aquiles no le gustó nada el comentario que acababa de hacerle su amigo, aunque en su interior, sabía que estaba en lo cierto y justamente, el poder que ese tipo ejercía sobre él, era un tema sobre el que ya había reflexionado.

–Puede que sea así... –respondió Aquiles pensativo y continuó– la cuestión es que después vino el episodio de su lastimadura en el pie.

–¿Y eso que tiene que ver con lo de ayer? –preguntó Adrián.

–Tiene que ver con que, desde el momento en el que se lesionó, comenzaron una seguidilla de situaciones que implicaron el tener contacto físico. El hecho de caminar hasta el vestuario con su brazo apoyado sobre mis hombros, rozándonos a cada paso, ayudarlo a desvestirse, caminar desnudos hasta las duchas, meterlo en el auto, llevarlo a la clínica, donde, encima, el traumatólogo me hablaba dándome indicaciones como si yo fuese su pareja y quien lo iba a cuidar... –dijo Aquiles riendo.

Adrián largó una carcajada y dijo:

–Claro... así suelto y sacado de contexto, no sonaría como algo especial, pero con los antecedentes que me contaste, son situaciones que seguramente cargaron las tintas.

–Y si... ese sábado, cuando lo llevé al departamento, lo ayudé a que se recostara en su cama y me quedé parado bajo el marco de la puerta. En un momento se levantó y cuando estaba a mi lado, no sé si realmente se tropezó, si lo hizo adrede, ya no se... solo sé que casi se cae. Atiné a atajarlo, agarrándolo con ambas manos por debajo de sus axilas y quedó con su torso apoyado sobre el mío, con nuestras caras a un centímetro de distancia... no supe cómo reaccionar, me quedé duro –dijo Aquiles.

–Y ahí aprovechó y te comió la boca –dijo Adrián.

–No, no... me miró a los ojos y sentí en el aire una carga sexual enorme, pero no avanzó –dijo Aquiles.

–¡Qué momento...! –dijo Adrián.

–Ayer Marcos me pidió que de camino a casa le dejase unos papeles de laburo y Alejandro me había pedido que, ya que iba a pasar por su departamento, llevara una facturas para compartir unos mates. Mi idea era dejarle los papeles en la guardia y seguir mi camino, pero imaginé que debería estar aburrido de estar todo el día solo, así que decidí subir un rato.

El personal de seguridad me dio las llaves, así que subí, entré en el departamento, lo esperé en el sillón del living y al rato apareció con un toallón atado en su cintura y en cuero, como aquel día de la paja compartida –dijo Aquiles.

–Claramente te estaba provocando –acotó Adrián.

–En un principio pensé lo mismo, pero después me di cuenta de que yo no le había dicho la hora en la que pasaría, por lo que él se había ido a duchar sin saber si yo llegaría o no en ese momento –dijo Aquiles.

–Ah... entonces no fue planificado, o quizá sí –dijo Adrián.

–¿Por qué pensás que quizá si lo haya planificado? –preguntó Aquiles.

–Porque el día tiene 24 horas y si bien no le habías dicho la hora exacta en la que pasarías, si te pidió que llevases facturas para compartir unos mates, más o menos tenía un margen horario estimado en el que llegarías... –dijo Adrián.

Aquiles se quedó callado, e hizo un gesto como pensando en que la reflexión hecha por Adrián tenía sentido.

–La cuestión es que se sentó en el sillón así como estaba, compartimos unos mates; al rato sintió frío, se fue saltando en una pata hacia su cuarto y regresó vistiendo una remera de mangas cortas y un bóxer –dijo Aquiles, sin dar respuesta a la reflexión hecha por Adrián.

–Bueno, considerando lo que se puso, se ve que mucho frío no debería tener –dijo Adrián riendo.

–Parece que no... La cuestión es que me comentó que un par de flacos que van a la escuela de windsurf le habían preguntado quién era yo, porque me habían echado el ojo y que él les había respondido que yo era su jefe, que era hetero y casado, por lo que no se hicieran ilusiones; ahí agregó algo así como que “Después me quedé pensando en lo que sucedió el sábado cuando me trajiste al departamento; no sé, quizá te interese...” haciendo clara alusión a lo sucedido en la puerta de su dormitorio... –dijo Aquiles.

–Ah, bueno... te está haciendo un trabajo lento y fino como para envolverte –dijo Adrián.

–Yo me hice el boludo, como si no entendiese a que se estaba refiriendo. Yendo por más, remarcó que cuando nuestros cuerpos habían quedado apoyados y nuestras caras habían quedado a un centímetro de distancia, yo no me había movido, como insinuando que yo estaba disfrutando de la situación. Le pregunté qué hubiese tenido que hacer... si debí dejar que se cayera al piso.

–Creo que hiciste lo que cualquiera hubiese hecho... tratar de que no se cayera y la casualidad quiso que quedasen como quedaron, o quizá no fue la casualidad... –acotó Adrián.

–La cuestión es que se levantó, agarró una factura y se sentó a mi lado, rozando su pierna contra la mía y dejándolas apoyadas. Yo me puse realmente nervioso y tratando de disimular, le contesté que me había quedado quieto para sostenerlo y que no sabía cuál iba a ser su reacción, que es lo que iba a hacer. Mirándome fijamente a los ojos, me preguntó “¿Qué pensaste que podría haber hecho?” –dijo Aquiles.

–¿Que le contestaste? –preguntó Adrián.

–Le dije que, con las cosas que me había contado, pensé en que quizá me iba a dar un beso... Ahí nomás, me agarró firmemente la nuca con una mano, se acercó y me clavó un beso –dijo Aquiles.

–Y bolas... se la dejaste servida –dijo Adrián.

–¿Yo se la dejé servida? ¿por qué? –preguntó Aquiles.

–¿Por qué?, escuchame... le dijiste que el sábado ese pensaste que te terminaría dando un beso y con eso le despejaste el camino... el flaco, teniéndote nuevamente a tiro, aprovechó y lo concretó ayer –dijo Adrián.

Aquiles permaneció mudo.

–¿Y cómo reaccionaste? –preguntó Adrián.

–Intenté alejarme y le dije que parara... por un momento se detuvo y después, mirándome fijamente a los ojos y yendo por más, me agarró el bulto y me empujó para dejarme acostado de espaldas sobre el sillón... Realmente sentí que me explotaba la cabeza –dijo Aquiles.

–Iba por todo el loco –dijo Adrián.

–Si lo hubiese dejado, sin dudas que sí... no se en que hubiese terminado. El tema es que pude zafar y ahí me dijo que estábamos jugando, que nadie dejaría de ser hombre por estar haciendo esas cosas y todas esas historias... Le dije que todo bien, pero que no me pusiera en ese tipo de situaciones incómodas, ni que pretendiera hacerme hacer cosas que yo no quería hacer –dijo Aquiles.

–¿Y realmente no las querías hacer? –preguntó sarcásticamente Adrián.

–No seas boludo –respondió Aquiles.

–Y ¿qué hiciste? ¿te levantaste y te fuiste...? –preguntó Adrián.

–No... fui al baño y cuando salí, Alejandro me acompañó hasta la puerta pidiéndome disculpas por lo que acababa de suceder y diciéndome que realmente había pensado que después de tanto histeriqueo, creyó que daba para avanzar –siguió contando Aquiles.

–Bueno... a eso me refería... con todo lo que me contaste, si no hubieses querido que siguiera avanzando o insinuándote cosas, aunque más no fuese a modo de juego y que terminaran finalmente como terminaron ayer, debiste haberle puesto un freno contundente. Para mí y viéndolo desde afuera, eso está clarísimo –dijo Adrián.

–Nunca lo vi de esa manera, pero puede que estés en lo cierto –dijo Aquiles.

–Y te fuiste... –dijo Adrián.

Aquiles respiró profundo, hizo una pausa y dijo:

–No me preguntes el por qué, ni qué fue lo que me impulsó a hacerlo, pero cuando estaba por cerrar la puerta, giré, vi que me miraba fijamente a los ojos, le agarré la cara con ambas manos y le di un beso –dijo Aquiles, con gesto avergonzado.

–¡Uf...! la movida te superó y te tentaste –dijo Adrián.

–Qué se yo... por eso es que ayer te llamé y regresé con la cabeza dada vuelta –dijo Aquiles, que agregó– si todo hubiese quedado en su avance y en el beso que me dio... pero quedé desconcertado por mi propia actitud.

–Mirá, la verdad amigo es que, salvo por una experiencia en la época de facultad, sobre la que algún día te contaré, nunca me sucedió exactamente lo que te pasó a vos y por cómo te escuché ayer, me pareció que lo que necesitabas era a alguien que te pudiera escuchar, sin emitir demasiadas opiniones –dijo Adrián.

–Si amigo, te lo agradezco, pero si te lo conté, es porque también te estoy pidiendo una opinión desde donde vos estás parado –dijo Aquiles.

–Insisto conque no me sucedió lo mismo y no descarto que algún día pudiese sucederme. Creo que, si eso pasara, intentaría dejarlo fluir sin cuestionarme demasiado y trataría de experimentar y de disfrutar del momento... No es que me sienta el macho superado, pero creo que así hay que tomarse las cosas, sin prejuicios, sin poner rótulos y fundamentalmente, sin torturarse psicológicamente –dijo Adrián.

–Supongo que es la postura más sabia, solo que debe salirte de esa manera –dijo Aquiles.

–Sí, lógico... hacer lo que se siente y punto. No te des demasiada manija con lo que te sucedió ayer –dijo Adrián.

Aquiles miró el reloj y no pudo creer la hora que era. Habían estado más de dos horas conversando.

Le hizo señas al camarero como para que le alcanzara la cuenta, pagó y se levantaron para dirigirse hacia sus autos, donde se despidieron con un abrazo y cada quien se dirigió hacia su trabajo.

Aquiles

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