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EL FESTIVAL DE VANGUARDIA NACIÓ BARBADO

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Al aterrizar en el aeropuerto de Medellín, un paisa me preguntó:

—¿Qué tal el Festival de Arte?

—¿Cuál de los dos?

—Pues el de Cali.

Para contestar la pregunta tuve que explicar que en Cali había dos Festivales de Arte: el “oficial”, y el de “vanguardia”. Porque Cali es la única ciudad en que la cultura se suma, se multiplica. Este año al tradicional Festival de Arte le nació un “un hijo calavera” que fundaron los nadaístas. Algunos lo llamaron “el festivalito”, pero otros dijeron que había nacido tan grande, que hasta le salieron barbas (casi todos los artistas nadaístas usan barbas).

Este Primer Festival de Arte de Vanguardia, por su importancia, y por su carácter subversivo, merece un tratamiento especial que dejaremos para la segunda crónica en la próxima semana. Los separo para evitar confusiones, y para que estos dos radiantes planetas de la cultura no se eclipsen mutuamente.

Por ahora deseo destacar el mérito de sus fundadores, J. Mario, Elmo Valencia, Pedro Alcántara, Alfredo Sánchez, y los otros satélites del nadaísmo caleño, quienes inconformes con aquello de que nadie es profeta en su tierra, y al sentirse desplazados y rechazados en su propia ciudad, se lanzaron en la aventura de hacer su propio festival, afirmados en su rebeldía y en sus indiscutibles valores, que son los valores de la nueva generación. El éxito y la acogida que tuvo el Festival de Vanguardia demostró que tal aventura no era un idealismo, sino una necesidad real exigida por la sensibilidad de los nuevos tiempos.

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