Читать книгу En busca de la tranquilidad - Gonzalo Pereyra Saez - Страница 16
La concentración es clave
ОглавлениеActualmente vivimos en una cultura que nos invade de modo permanente con múltiples estímulos de todo tipo y variedad. El hecho de que nuestra mente se vea arrastrada por un exceso de información, y por ende nuestro foco atencional se vea desprovisto de la energía necesaria para lograr “la concentración” en aquello que fuese realmente importante en nuestras vidas, es bastante frecuente.
Si bien Mindfulness no es sinónimo de concentración, afirmamos que: ¡sin concentración no hay Mindfulness!
El entrenamiento en Mindfulness nos permite incrementar nuestra concentración, y ese es el primer paso que debemos dar para lograr una verdadera “atención plena”. Sin embargo, no podemos afirmar que “concentración” y “atención plena” sean lo mismo.
La concentración es clave, pero no lo es todo… ¿Qué quiere decir esto?
La concentración alude al hecho de focalizarnos en una sola cosa y mantenernos allí. En muchas tradiciones meditativas, distraerse de ese punto en el cual nos estamos enfocando se equipara a error, distracción y frustración. En cambio, cuando hablamos de Mindfulness, la atención se dirige hacia todo lo que aparece en la conciencia, incluyendo el propio funcionamiento de la mente. Por eso se afirma que Mindfulness es también “metaconciencia”, es decir, conciencia de la conciencia o de la propia mente, lo cual constituye una característica fundamental de nuestra naturaleza humana. Y así es que nos volvemos conscientes de nuestra distracción, y de que nuestra atención se ha dirigido hacia un pensamiento, por ejemplo, o a un sonido. Observamos los contenidos de la mente, y también al mundo exterior, y tratamos de desarrollar hacia todo ello una actitud de interés, curiosidad y aceptación.
Ahora bien, la capacidad de esta “mente despierta” y receptiva, dependerá necesariamente de nuestra concentración, porque es la facultad que nos permite fijar y estabilizar la mente en el presente, único momento real en el cual se manifiestan los fenómenos. Sin concentración no podemos llevar adelante ningún aprendizaje, ni siquiera podemos garantizar que realicemos alguna actividad eficazmente, sea cual fuere.
Un antecedente milenario de este proceso progresivo: “concentración → meditación”, lo encontramos primeramente en el contexto del Hinduismo. En el Ashtanga Yoga (Yoga de las 8 partes), que describió el indio Patanyali un par de siglos a.C., para alcanzar el estado máximo de meditación Samadhi (completa absorción), caracterizado por la sensación de unidad con todas las existencias, es necesario primero lograr Dharana (sostenimiento), que significa concentración de la mente.
Pero el entrenamiento en “prestar atención” también resulta esencial si podemos darnos cuenta de que la distracción, considerada el polo opuesto de la concentración, puede convertirse fácilmente en una fuente de estrés y agobio emocional. Veamos una escena cotidiana:
Hace unos meses atrás, mientras estacionaba el auto para dirigirme a atender a los primeros pacientes que había citado a la mañana, no encontraba las llaves de la clínica. Faltaba poco para que llegue el primer paciente, por lo que tuve que volver a mí casa para buscarlas. Entré y revisé pero no estaban por ningún lado. Volví al auto y comencé a llamarla a mi esposa, que estaba dando clases en la Universidad, creí que ella podría darme alguna pista. Sentía mucha tensión en ese momento, dado que no me gusta hacer esperar a los pacientes, pero además de ello pensaba: “¡¿Cómo puede ser que no encuentre las llaves?!” Pensé en ir hasta la Universidad para que mi esposa que me dé su copia de las llaves, también en que tenía que avisarle a mi paciente que estaba retrasado. Arranqué de nuevo para emprender el viaje, pero a las pocas cuadras decidí frenar para revisar mejor en el auto. Resultó que las llaves estaban muy cerca de mí, y sin dudas, la distracción había perturbado mi tranquilidad. La falta de atención y el piloto automático me envolvieron en una situación de estrés que me podría haber ahorrado fácilmente, y no fue hasta que decidí centrarme con calma, que pude resolver el problema que yo mismo me había generado.
Aprender a centrar la atención es un poderoso recurso para lograr estabilidad y regalarnos tranquilidad
Práctica: Con la finalidad de fortalecer la concentración, realizaremos el siguiente ejercicio basado en una práctica llamada “los puntos de contacto”2.
Nos sentaremos buscando una posición cómoda, con la columna erguida, pero no rígida, y los pies en contacto con el suelo. Cerraremos los ojos, o los dejaremos semiabiertos sosteniendo una mirada suave. Comenzaremos centrando la atención durante unos minutos en las sensaciones de la respiración. A continuación, percibiremos las partes del cuerpo que se encuentran “en contacto”; el contacto de los párpados, de los labios, de las manos, de los glúteos con la silla, de la espalda si es que estamos apoyados en un respaldar o almohadón, y de los pies contra el suelo.
Luego repite la secuencia e intenta encontrar un ritmo cómodo; enfócate en el contacto de los párpados, labios, manos, etc.
Recuerda que no hay problema con distraerse, no te frustres, simplemente comienza otra vez.
Luego de unos minutos, vuelve a concentrarte en la respiración y estírate; brazos y pierna hacia adelante, mueve los dedos de las manos y los pies, gira las muñecas y los tobillos, y abre los ojos si los tenías cerrado.
Intenta dirigir la calidad de esta atención focalizada a tu siguiente actividad.
Recuerda que no se trata de practicar una técnica de absorción profunda o de concentración pura. De lo que se trata es de cultivar la atención plena que culmina en la visión profunda y la sabiduría para comprender la realidad tal cual es. De lo que se trata es de conocer con detalle el funcionamiento del complejo cuerpo-mente. De lo que se trata, en suma, es de desembarazarte de toda perturbación psicológica para el logro de una vida tranquila y feliz.
Bhante Henepola Gunaratana
Notas
2 Inspirada en Ronald D. Siegel, 2014.