Читать книгу En busca de la tranquilidad - Gonzalo Pereyra Saez - Страница 17

La ansiedad del “no hacer”

Оглавление

Es bastante habitual que durante la quietud experimentada ante los momentos de tranquilidad, percibamos en nuestro cuerpo sensaciones relacionadas a la ansiedad. Dado que estamos acostumbrados a pensar y preocuparnos de manera constante, o a dirigirnos permanentemente desde un lugar hacia otro ocupándonos de diversas tareas y actividades, cuando intentamos quedarnos un rato quietos nos damos cuenta de que no nos resulta tan sencillo. Cuando eso ocurra, no estaría mal que simplemente nos dediquemos a observar estas sensaciones de ansiedad como pasajeras, es decir comprendiendo que no permanecerán con nosotros indefinidamente.

Además, tampoco estaría mal que podamos indagar un poco acerca de los orígenes de esta ansiedad. Puede que estemos preocupados por diversos motivos, y nos damos cuenta de ello cuando nuestra mente se aquieta. Es muy importante que podamos ser conscientes de aquello que nos está impacientando y nos mantiene en estado de alerta. Sin embargo, podemos advertir también que hay un tipo de ansiedad que generan el “no hacer” o la quietud y que se relaciona a “riesgos” más específicos.

Estoy meditando y de repente observo que un impulso se apodera de mí, pretende arrastrarme con un movimiento, sin embargo, me doy cuenta de que puedo contemplarlo y ser consciente de él, y anclado en esa conciencia, me permito y me esfuerzo por sostener la quietud.

También me doy cuenta de los pensamientos que sobrevuelan mi mente: por ejemplo, evalúo que hay riesgo y peligro en la quietud, dado que significa improductividad, y eso me convierte en alguien de poco valor. Entonces tomo conciencia de que el movimiento excesivo y la tendencia interna a la acción permanente se asocian a mecanismos de defensa. “¿De qué me defiendo?” Pregunto para mis adentros.

Quizás mi mente se condicionó y cree que para “ser alguien” no puede detenerse ni sostener un breve tiempo de quietud y tranquilidad. La ecuación automática de mi mente se convirtió en algo más o menos así: “si dejo de moverme también dejaré de tener valor, entonces no me querrán”.

Concluyo entonces que con el movimiento incesante me defiendo de posibles peligros como los de “ser menos” o “ser excluido”.

Si bien es cierto que estamos programados biológicamente para prever el riesgo e impedir, por ejemplo, que nos moramos de hambre, la cultura inculcada a través de los valores que interiorizamos puede constituir una fuente inmensa de agobio y estrés, aun en las situaciones que carecen de peligro real. ¿Cómo sería esto? Dado que la ansiedad me prepara para enfrentar posibles riesgos, mi mente cree que para mantenerme a salvo debo permanecer en un estado de alerta constante.

Mientras estoy meditando sobreviene la ansiedad, y me doy cuenta de que es generada por algunos pensamientos concretos. Como ya sé que la ansiedad tiene que ver con la percepción de un peligro o riesgo, me pregunto ¿qué situación estoy juzgando como amenazante? Y el hecho de estar quieto quizás puede significar un peligro, porque estoy perdiendo tiempo…tiempo que debería estar ocupando en producir, porque si no produzco no puedo progresar en ninguna dirección. Incluso creo que pensar mucho se equipara a que realmente me estoy ocupando y es por eso que prefiero estar pensando todo el tiempo, para exponerme a la menor cantidad de riesgos posibles, y para que las cosas salgan según lo previsto por mi mente.

PRÁCTICA: Cuando estemos meditando o nos encontremos atravesando un momento de paz interior, y de repente sobrevenga una ansiedad que entendemos está ligada a la quietud de nuestro cuerpo y nuestra mente, tal vez podamos abrirnos a experimentarla, sin tener que ceder a los impulsos del piloto automático. Trataremos de observarla y preguntarnos: ¿Qué estoy percibiendo como un peligro o amenaza? ¿Realmente implica un riesgo el que no me encuentre produciendo en este momento? ¿Mi mente cree que puedo perder valor, ser menos, o ser excluido por el hecho sentarme un rato a descansar? ¿Mi mente me hace creer que estoy exponiéndome a un peligro o que las cosas no saldrán bien en la medida en que no piense mucho? A modo de experimento, intentemos probar que en realidad, la quietud no es equiparable a riesgo y perjuicio, y por el contrario, es sinónimo de salud, desarrollo y bienestar. Recordamos que un momento de tranquilidad puede significar una herramienta muy valiosa para regular el estrés. Podemos entonces elegir contemplar la ansiedad, indagar sobre ella, y esperar a que cese. Las emociones son pasajeras en la medida en que dejamos que vengan y dejamos que se vayan.

En busca de la tranquilidad

Подняться наверх