Читать книгу En busca de la tranquilidad - Gonzalo Pereyra Saez - Страница 18
Meditar escuchando
ОглавлениеY de repente, entre silencio y silencio, se hacen escuchar los pájaros. Percibo también a los autos, incluyendo aceleradas, frenadas y algunas bocinas; los motores más viejos se pueden notar. Voces de niños…voces de adultos. Escucho las vibraciones en las ventanas cuando pasa una moto por la calle. El “tic tac” del reloj. Algo que se cae en otra habitación. Una puerta que se abre. Escucho pasos sobre el piso de madera. Escucho el aire que sale por mi nariz, y luego me pregunto: “¿cuál es el sonido del silencio?” Agudizo aún más mi atención y abrazo cada sonido con la consciencia…ellos me devuelven al presente.
Habitualmente escuchamos un sinfín de sonidos sin ser en verdad conscientes de ellos, desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir. Y además, cuando lo hacemos, no nos detenemos en el sonido real, sino en la idea que tenemos de sonido, es decir en el concepto o en el juicio que hacemos de él. Por ejemplo, si pasa un auto por la calle, quizás advertimos “ruido de auto”, y lo juzgamos como “molesto”. Pero eso no es lo mismo que enfocarse en el aspecto físico del sonido, es decir, en el conjunto de vibraciones que se propagan por el aire. Y en lugar de centrarnos en nuestro sentido auditivo, escuchamos con nuestra mente.
Pues resulta que cuando logramos enfocarnos en los sonidos, y podemos escuchar sin el filtro de nuestra mente (pensamientos, juicios, conceptos, interpretaciones, conjeturas), estamos meditando. De hecho, cualquier práctica que nos permita atender a la realidad a través de algún campo sensorial, y sin esforzarnos en ello (por ejemplo escuchar pero sin buscar los sonidos, sino dejando que aparezcan), tendrá que ver con la esencia de Mindfulness. Porque no buscamos juzgar, ni manipular, ni hacer algo especial con el sonido, simplemente dejamos que el sonido ocurra mientras lo contemplamos con atención plena.
“Cualesquiera cosas que perciba con mi cuerpo entero, me hacen recordar, y serán poesía. Los sonidos que escucho con el consentimiento y coincidencia de todos mis sentidos, son significantes y musicales; al menos, solo se escuchan”. Henry Thoreau
Desde hace algún tiempo utilizo unos pines que me regaló mi esposa para marcar el inicio y el final de las meditaciones, durante las clases de Mindfulness que imparto en mi Clínica. Los pines son como unas varillas de metal dispuestas sobre una base de madera, y que se golpean con un palillo, produciendo un sonido agudo correspondiente a una nota musical particular (Do, Re, Mi…). A veces percibo que algunas personas se sobresaltan, fundamentalmente cuando marco la finalización, pero no es un sobresalto de temor, sino de sorpresa; no es una alerta de peligro, sino de conexión al momento presente. En Plume Village, el Centro de Meditación Budista fundado por el monje zen vietnamita Thich Nhat Hanh, ubicado en el suroeste de Francia, una campana suena cada 15 minutos. La finalidad es que todos dejen de hacer lo que están haciendo en estado de piloto automático, y regresen su atención al aquí y ahora.
Recuerdo encontrarme sentado en una playa de la costa atlántica durante una mañana nubosa de julio, inmerso en una soledad que se interrumpía cada tanto cuando alguna persona caminaba cerca. Esa mañana decidí convertirme en un gran oído, para apreciar el sonido de las olas, y sentir el agua golpear contra la arena. A mi entender, unas de las vibraciones más bellas y tranquilizadoras del universo. A veces, el viento soplaba más fuerte, y se dejaba oír con claridad. La consciencia de aquellos sonidos me hizo sentir parte de un todo, experimentar la infinitud e inmensidad del océano, que tenía una particular forma de expresarse y hacerse escuchar. Podía sentir la forma en que mi respiración comulgaba con el mar, cada inhalación y exhalación galopaban al ritmo de las olas.
Práctica: En esta ocasión, te propongo que te sientes o recuestes cómodamente, y luego de cerrar los ojos y concentrarte durante algunos minutos en la respiración, empieces a dirigir tu atención a los sonidos que aparezcan en el campo de tu conciencia. También puede ser interesante que acerques la atención a la zona de los oídos.
La idea será que te focalices fundamentalmente en el aspecto físico del sonido, es decir, sin juzgar ni categorizar, sin preguntarte de dónde viene ese sonido o a qué corresponde. Apreciarás el volumen, la distancia, la entonación, la distancia de su origen y la continuidad.
De igual manera, es esencial que adviertas cuando un sonido finaliza e inicia un espacio de silencio. Tal vez incrementes la conciencia del silencio, agudizando tu atención en él, y tratando de persistir internamente en la pregunta: “¿cuál es el sonido del silencio?”
Recuerda que cuando la atención vuela hacia otra parte, simplemente debes darte cuenta de ello y volver a empezar.
Intenta experimentar los sonidos como invitaciones al presente, ellos nos recuerdan que debemos regresar cuando nuestra mente ha tomado el mando de nuestra existencia.
“En domingo, algunas veces, oía el tañido de las campanas de Lincoln, Acton, Bedford o Concord, cuando el viento soplaba de ese lado; una suave melodía, una música llamémosle natural que valía la pena traer en aquellas soledades. Este sonido, a una distancia razonable, en los bosques se hace vibrante, como si los pinos que se levantan en el horizonte fueran como cuerdas de arpa. Todo sonido a los lejos adquiere ese efecto, una especie de vibración de una lira universal…En este caso, la melodía que me llegaba venía depurada por el aire y había conversado con todas las hojas y brotes del bosque…”
Henry Thoreau