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El cultivo del café y las fincas en la configuración regional

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Entre finales del siglo xix y principios del xx, diversas empresas agroexportadoras extranjeras se instalaron en el norte del estado de Chiapas, en la región habitada por población de lengua chol. Las políticas de progreso que impulsaba el gobierno federal que presidía Porfirio Díaz,[9] promovían la explotación de tierras ociosas (nacionales o ejidales) para desarrollar la agricultura y ganadería comercial, y alentaban la inversión extranjera. Animadas además por las favorables políticas estatales que decretó el entonces gobernador de Chiapas, Emilio Rabasa (1891-1894),[10] dichas empresas se dedicaron al cultivo del café y a la explotación del hule y las maderas preciosas. En el municipio de Tila, perteneciente entonces al departamento de Palenque, se establecieron explotaciones cafetaleras conocidas como fincas, en su mayoría en manos de alemanes y estadounidenses.

La producción de café para exportación se había iniciado en la Verapaz y la Costa Cuca en Guatemala desde mediados del siglo xix, con inversión de capital alemán y como consecuencia de la política liberal vigente en la nación vecina (García de León, 1985: 178). Aquellas empresas obtuvieron resultados tan exitosos que a finales de siglo se extendieron hacia el Soconusco, en las partes bajas de Chiapas, donde había muchas tierras disponibles. Poco después la producción cafetalera en fincas alcanzó la región norte, que contaba con tierras aptas para ese cultivo y mano de obra suficiente. En Tila se ubicaron la finca Jonolpak, de la Pennsylvania Plantation Company[11] y la Mumunil (después Morelia y Los Mangos), propiedades de alemanes.[12] En Tumbalá y Salto de Agua se asentó la finca El Triunfo, de la German American Coffee Company,[13] y en Sabanilla, la finca El Progreso,[14] entre las más importantes. El café cosechado en estas propiedades se llevaba a Salto de Agua, desde donde se enviaba por el río Tulijá a los puertos del golfo de México para embarcarlo a Europa y Estados Unidos. El cultivo de café para la agroexportación implicó la integración de la región al mercado capitalista mundial.

Estas empresas contaron con el apoyo estatal para hacerse de amplias extensiones de tierra y de fuerza de trabajo indígena para sus actividades productivas. La instauración de las fincas introdujo nuevas relaciones en la región chol entre los ahora propietarios de la tierra y los campesinos que allí radicaban. Algunos asentamientos indígenas quedaron insertos en las fincas y los pobladores se desempeñaron como sus peones acasillados.[15] El caso de la finca El Triunfo en Tumbalá, documentado en detalle por Alejos (1994a), muestra con crudeza cómo la vida de los campesinos indígenas se transformó radicalmente y fueron reducidos a condiciones extremas de servidumbre y pobreza. En circunstancia diferente se encontró la comunidad de Jolsibaquil, municipio de Tila, que mantuvo una relación estrecha con la finca Mumunil, pues muchos campesinos trabajaban allí como baldíos o asalariados, sin haber sido absorbida totalmente por ella (Pérez, 2002).

Otros asentamientos indígenas de Tila, en contraste, lograron mantener sus tierras y relativa independencia de las empresas agro­exportadoras, aunque ocasionalmente algunos individuos trabajaban allí a cambio de un salario. Esto último fue la situación de Río Grande y Cantioc, que permanecieron como rancherías durante este periodo, y continuaron desarrollando una economía de autosubsistencia, sólo con escasos vínculos esporádicos e individuales con las fincas (mapa 2). Sin embargo, la dinámica de las fincas trajo cambios en la configuración regional.


En síntesis, como se desprende de las investigaciones de Alejos (1999; 1994a), Alejos y Ortega (1990) y Agudo (2005a), en las primeras décadas del siglo xx convivían en la región diferentes tipos de unidad productiva, dependiendo de la forma de propiedad sobre la tierra y del destino de los cultivos. Por un lado, había empresas o fincas de propietarios alemanes o estadounidenses que los choles llamaban kaxlanes,[16] las cuales contaban con trabajadores ladinos e indígenas mozos y baldíos, y estaban dedicadas a la producción de café para la agroexportación. Y había ranchos de mediana extensión en manos de propietarios ladinos, con trabajadores indígenas, cuyo producto agrícola estaba originalmente destinado al mercado interno y después a la producción de café.[17] Por el otro lado, estaban los asentamientos indígenas dispersos en terrenos nacionales, algunos practicando una economía de autosubsistencia, otros combinando la agricultura de autoconsumo con el trabajo asalariado en las fincas. El pueblo de Tila, donde se ubica la iglesia colonial, santuario del Cristo Negro,[18] estaba habitado por ladinos funcionarios de la administración pública, el sacerdote y empleados de la iglesia, el cabildo tradicional y la mayordomía indígena. Los indígenas choles permanecían en Tila cuando tenían un cargo cívico o religioso que desempeñar. Las localidades de Río Grande y Cantioc dependían de esta cabecera municipal para asuntos administrativos y religiosos.

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