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Revolución y reforma agraria

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La Revolución mexicana tuvo un impacto importante en Chiapas, aunque distinto al que se dio en el resto del país. Los grupos de poder en esta entidad —liberales y conservadores— se unieron y organizaron ejércitos para luchar en contra de la intervención federal, pues veían amenazados sus intereses por las conquistas revolucionarias, en especial la del reparto agrario, que afectaría su control sobre la tierra, y la Ley de Obreros, que les haría perder el control sobre la fuerza de trabajo (Benjamin, 1990; Harvey, 2000).[19] Entre 1914 y 1920, las tropas liberales mapachistas y conservadoras pinedistas de Chiapas se enfrentaron a las fuerzas federales carrancistas. Para la región chol, existen registros del apoyo que estos ejércitos locales exigieron a los finqueros extranjeros, rancheros y población en general.[20] Será en 1920 cuando las fuerzas federales y locales firmen un acuerdo de paz y, en el caso chiapaneco, los terratenientes retoman el poder. Por esta razón, la tenencia de la tierra, así como las relaciones entre propietarios (finqueros y rancheros) y trabajadores indígenas, prácticamente no se vieron afectadas durante la década de 1920 (Alejos y Ortega, 1990).

Sin embargo, algunos cambios significativos se habían gestado durante el conflicto contra la federación. En ese periodo, se desarrollaron otros movimientos que contribuyeron a la politización de las masas proletarias y campesinas. Según Benjamin (1990), el movimiento socialista en la región del Soconusco, que promovió la sindicalización de los obreros y exigió demandas tales como la jornada de trabajo y salarios mínimos, entre otras, impulsó al mismo tiempo los reclamos campesinos por el reparto agrario. A inicios de la década de 1920, por ejemplo, los campesinos choles de Tumbalá sostenían relaciones con varios partidos políticos, como consta en diversos documentos.[21] Además, otros factores incitaron al reparto agrario. Por un lado, las fincas se vieron afectadas por la difícil situación económica internacional, derivada de la Primera Guerra Mundial y la Depresión, al igual que por las luchas entre carrancistas y ejércitos locales que las perjudicaron seriamente. Esta circunstancia llevó a la quiebra y al abandono de algunas de ellas, cuyas tierras quedaron ociosas, a la vista y al alcance de los campesinos. Por otro lado, la visita de Lázaro Cárdenas a la región en 1934 (Alejos, 1999), como candidato a la Presidencia, alentó las aspiraciones de los campesinos ofreciéndoles tierras y mejores condiciones de vida, según cuentan los pobladores de las localidades de estudio que les narraban sus abuelos. Sin duda fue la reforma agraria, resultado de la Revolución e impulsada con vigor posteriormente durante el periodo presidencial de Cárdenas (1934-1940), la que trajo cambios profundos en la tenencia y formas de explotación de la tierra.[22] Aunque los finqueros idearon mecanismos para evadir la reforma agraria, muchas propiedades fueron afectadas, por lo menos parcialmente.[23]

Los pobladores de Tila habían iniciado las gestiones de solicitud de tierras ejidales en 1922,[24] el mismo año en que se reconoció a Tila como municipio libre, y vieron confirmada la dotación el 30 de julio de 1934 (“Resolución en el expediente de dotación”, 1934: 861-862).[25] En total recibieron 5405-00-78 ha (cinco mil cuatrocientas cinco hectáreas, cero áreas, setenta y ocho centiáreas): 2938-52-00 (dos mil novecientas treinta y ocho hectáreas, cincuenta y dos áreas, cero centiáreas) provenían de terrenos nacionales, y las 2466-48-78 (dos mil cuatrocientas sesenta y seis hectáreas, cuarenta y ocho áreas, setenta y ocho centiáreas) restantes de terrenos de la finca cafetalera “Jonolpak de la Pensilvany (sic) Plantation Company”.[26] Fueron 836 “capacitados” los beneficiados por el reparto agrario, pero noventa más no recibieron tierras, por lo que sólo un par de años después, en 1936, se solicitó la primera ampliación del ejido de Tila.

Las rancherías de Río Grande y Cantioc se asentaban desde antes en la fracción proveniente de terrenos nacionales,[27] por lo que la dotación ejidal de 1934 no las afectó tan profundamente como a las que habían vivido bajo el régimen de finca. A Río Grande y Cantioc se les confirmó la posesión de las tierras que ya utilizaban, y el pueblo de Tila fue ratificado como cabecera y centro administrativo y religioso en la región, en el que ahora se asentarían además las autoridades ejidales.

La desaparición de las fincas provocó reajustes muy importantes en la configuración regional, y los ladinos fueron los más beneficiados (Alejos, 1999; Agudo, 2005a). Muchos de los empleados ladinos que habían trabajado en las fincas como capataces, carpinteros, técnicos, e incluso algunos enganchadores procedentes de Tabasco y Chiapas, se trasladaron a la cabecera municipal, Tila, para fijar allí su residencia. Además, algunos ladinos de San Cristóbal de Las Casas y de Comitán, que se dedicaban a la arriería o al comercio ambulante en la región, se asentaron de modo permanente en Tila para abastecer a los campesinos de los productos que antes les vendían, o que éstos encontraban en las tiendas de raya de las fincas o en pequeños negocios en Salto de Agua. Los comerciantes ladinos formalizaron sus ventas, y poco a poco consolidaron su poder económico, mismo que recibió hacia mediados del siglo xx el empuje del negocio del café. Los comerciantes se volvieron compradores del café que sembraban los campesinos; les prestaban dinero para la limpia del cafetal a cambio de que les pagaran en el momento de la cosecha, a precios que ellos fijaban arbitrariamente. Incluso llegaron a controlar la venta de aguardiente y se beneficiaron de la práctica de la usura.

Al mismo tiempo, los ladinos comenzaron a hacerse de tierras, aprovechando tanto las abandonadas por las fincas, como las de los nuevos ejidos que había otorgado la reforma agraria a los campesinos indígenas. Igualmente ocuparon espacios en el pueblo de Tila para la construcción de sus viviendas, dando inicio al conflicto aún vigente por el “fundo legal”.[28]

Poco a poco los comerciantes empezaron a ocupar los cargos públicos de la administración local, desplazando paulatinamente a las autoridades campesinas choles. El control ladino sobre la administración pública facilitó la consolidación económica y política de este grupo, ya que pudieron defender sus intereses a conveniencia. A partir de ese momento, la diferencia étnica fue consignada localmente con los términos de “comerciantes” y “campesinos”, y no con los de “ladinos” e “indígenas” que se usan en otras regiones de Chiapas; no obstante, las relaciones entre estos grupos han estado impregnadas de racismo y discriminación. A lo largo de la segunda mitad del siglo xx, diversas circunstancias llevaron a tensiones y conflictos entre estos dos grupos.

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