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Dotación ejidal y café

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Cuando se otorgó la dotación ejidal en 1934, la forma de vida de Río Grande y Cantioc permaneció relativamente inalterada durante los primeros años, y la reproducción campesina siguió ordenándose en torno a la tierra y el trabajo familiar. Sin embargo, el ejido introdujo una nueva forma de organización, además de una relación distinta con el Estado. Con el ejido se impuso una reglamentación sobre el uso y reparto de las tierras, y aunque en este sentido la legislación no excluía a las mujeres, confirmó la práctica local que prescribía que sólo los hombres jefes de familia tienen el derecho a recibir parcelas. E instituyó una forma de organización con nuevos cargos: el Comisariado Ejidal, el Comité Ejidal, los representantes locales y la Asamblea (general y local). En esta región, dichas autoridades comenzaron a decidir sobre asuntos comunitarios de importancia, con lo que se desplazó a las autoridades tradicionales, y aquéllas adquirieron con el tiempo un peso político muy grande.

En la medida en que el ejido es una concesión de tierras por parte del Estado, este último se presentó como “‘un aliado de los campesinos’ aunque de una manera jerárquica y paternalista” (Agudo, 2005b: 400), algo que no sucedía con los cargos municipales.[29] En el caso de la Asamblea, ésta ha permitido una relación corporativa con las instituciones del Estado: ha sido el canal para participar en los programas de gobierno, recibir créditos u oponerse al Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares (Procede). Ha cumplido la función de organizar internamente el trabajo comunal para la construcción de infraestructura local (escuela, caminos, campos deportivos), elegir autoridades y decidir sobre los espacios para viviendas. Hasta la fecha, el ejido es uno de los ejes importantes de la vida comunitaria.

Aparte de la dotación ejidal, la introducción del cultivo del café produjo cambios sustanciales en diversos órdenes.[30] Los pobladores de Río Grande narran que fue un sacerdote quien les aconsejó que sembraran este grano para garantizarse un ingreso monetario.[31] Los ejidatarios obtuvieron plantas de las antiguas fincas expropiadas y las sembraron en las tierras ejidales todavía disponibles, conservando una parcela para milpa[32] y destinando otra para el café. Pasaron varios años antes de que pudieran cosechar los primeros frutos, pero el cambio ya se había gestado. Por medio del café los campesinos se relacionaron con los comerciantes y “coyotes” o acaparadores ladinos regionales y locales, que acudían a comprar el grano, y ocasionalmente vendían su producto a los rancheros de la región, en general a precios muy por debajo de su valor. De esta manera, quedaron a merced de los altibajos del mercado internacional. Esta actividad, cuyo producto no era dirigido ya al autoabasto sino al mercado, les permitió contar con recursos monetarios que antes no estaban a su alcance.

El cultivo del café incrementó la presión por ocupar más tierras para su siembra. La primera generación que vivió bajo el régimen ejidal enfrentó mejores condiciones para sostener tanto sus cultivos de subsistencia como los cafetales. Sin embargo, para la segunda y tercera generación los terrenos ociosos comenzaron a escasear, posiblemente por el crecimiento poblacional (tabla 1),[33] así que se plantearon diferentes alternativas. Desde 1936 se había turnado una solicitud de ampliación del ejido a las autoridades de la Reforma Agraria, pero aún no se tenía respuesta.[34] Por tanto, ejidatarios de Río Grande y Cantioc se organizaron para recorrer Tila, con el fin de localizar tierras que aún no estuvieran explotadas y solicitarlas a las autoridades ejidales locales. Algunas familias, en cambio, decidieron abandonar dichos poblados para irse a radicar a Palenque, la selva, Campeche o Tabasco, pues tenían noticias de que allí había tierras disponibles. Otros optaron por permanecer en las localidades de origen, pero dividieron sus propias parcelas para repartirlas entre los hijos varones. Esto último llevó a la situación actual en la que los ejidatarios tienen incluso hasta diez parcelas minúsculas, repartidas en toda la localidad, dedicadas tanto al maíz y el frijol como al café. Fue así como el cultivo del café introdujo elementos de diferenciación socioeconómica. Aparte de la cantidad y calidad de las tierras disponibles para las unidades domésticas, se agregaron otros: la ubicación de las tierras y su uso, ya destinado a la producción para el autoabasto, ya para el mercado.


Además, al mismo tiempo se fueron adoptando otras prácticas, con la anuencia de las autoridades ejidales, aunque prohibidas por esta legislación: la venta de tierras entre ejidatarios (de preferencia de la localidad) y su renta (préstamo), con mucha frecuencia a cambio de una parte de la cosecha. Actualmente algunos pobladores ya no tienen tierra, apenas cuentan con el solar en el pueblo, y otros se han unido para comprar colectivamente tierras de propiedad privada fuera de la localidad.

La presión por la tierra generó importantes conflictos por linderos entre ejidos y dentro de las mismas localidades. Esto fue resultado tanto del retraso de la Reforma Agraria en la delimitación de las fronteras ejidales, como por falta de criterios claros en la demarcación de parcelas de uso individual por parte de los representantes ejidales locales.

Otro cambio que trajo consigo el cultivo del grano aromático fue que introdujo las relaciones salariales en el interior de las colonias o rancherías, entre los ahora pequeños productores. Por características propias de este cultivo, el fruto debe recogerse en el momento en que está maduro, bajo riesgo de perderse si no se hace a tiempo. Esto concentra la actividad en pocos días y la fuerza de trabajo familiar resulta muchas veces insuficiente para realizar esta tarea, dependiendo de la extensión del cafetal. Fue así como aquellos que gozaban de más tierras cultivadas de café necesitaron contratar trabajadores entre los que disponían de tiempo, que eran en general los que no tenían cafetales o su parcela era reducida.

Ante la falta de carreteras o de caminos adecuados para sacar el producto de las localidades de la región, los grandes comerciantes o acaparadores regionales optaron por trasladarlo en avionetas.[35] (Tiempo atrás se transportaban las mercancías en animales de carga, o incluso por personas.) En la década del sesenta se construyó en Río Grande una pista de aterrizaje donde se concentraba la producción de los poblados vecinos para trasladarla a Yajalón, de esa forma este poblado se convirtió en el centro económico cafetalero de la región, desplazando de ese papel a Salto de Agua. Las avionetas sacaban el café e introducían mercancías que se vendían en Tila, en este caso, a precios muy altos, para costear su traslado. Varios ejidatarios de Río Grande trabajaron como cargadores en la pista, transportando primero sacos de café y luego mercancías hasta el pueblo.

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