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Las localidades de estudio a lo largo del siglo xx

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Para describir con mayor detalle las dos localidades de estudio, me remonto de nuevo a los comienzos del siglo xx. Durante las primeras tres décadas de ese siglo, antes de la dotación ejidal, los campesinos indígenas de Río Grande y de Cantioc vivían en asentamientos dispersos para garantizar la cercanía a sus sembradíos. Los grupos domésticos desarrollaban la agricultura de subsistencia basada principalmente en los cultivos de maíz, frijol, calabaza y chile, y en la crianza de aves y puercos. Había tierra suficiente para cubrir sus necesidades y podían acceder a ellas en función de su capacidad para trabajarlas; por ejemplo, las unidades domésticas con más hijos varones en edad productiva podían disponer de más territorio para cultivar. Además del trabajo familiar se contaba con redes de apoyo basadas en el compadrazgo y la ayuda mutua —intercambio recíproco de trabajo— en ciertas fases de la actividad agrícola. A veces se daba la venta esporádica de algún excedente (en general, de puercos o manteca), lo que se realizaba en Salto de Agua, a tres días de distancia caminando. Allí luego se abastecían de productos como machetes, velas, incienso, sal y azúcar, entre otros.

La organización social local, nunca exenta de tensiones y conflictos, se basaba en distinciones de edad, género y parentesco. En el grupo doméstico era común que la autoridad masculina determinara la organización y división del trabajo (agrícola y doméstico), así como de sus frutos. De modo semejante, el manejo y herencia de los bienes (tierra, casa e instrumentos de trabajo) eran decisión la mayor parte de las veces del jefe de familia, a quien se le debía respeto y obediencia, a la vez que se esperaba que impusiera orden y tipos de comportamiento entre su esposa, hijos y nueras, utilizando la violencia si era necesario. Asimismo, bajo la tutela del jefe de familia estaba el matrimonio de los hijos, concertado por las familias de los futuros cónyuges muchas veces sin su conocimiento. Sólo un compromiso matrimonial aprobado por los padres garantizaba a los jóvenes su derecho a la herencia de tierra.

La autoridad comunitaria de entonces se encontraba en manos de los justicias y los principales. Desde fines del siglo xix, los justicias eran parte del cabildo tradicional de Tila. Cada asentamiento debía designar a un jefe de familia para desempeñar el cargo durante un año. Sin embargo, la mayoría rehuía esta obligación pues implicaba radicar en Tila y abandonar sus milpas y hogares durante periodos prolongados. Entre las actividades más importantes que desempeñaba esta autoridad estaba el cobro de impuestos para el Estado y cooperaciones para el cabildo, vigilancia y resguardo del orden. Además gozaban de amplio reconocimiento los principales, hombres mayores que habían participado en el sistema de cargos religiosos o mayordomía, y cuya opinión era siempre solicitada ya que se les consideraba como hombres de palabra, mesurados en su juicio, con capacidad de decisión en los asuntos comunitarios.

Finalmente, el otro grupo que contaba con prestigio a partir de su oficio era el de los especialistas de la medicina tradicional (los curanderos, en español). A diferencia de los cargos anteriores, en éste sí había representación femenina. La habilidad para desempeñarse como curandero está dada por un don o poder especial que sólo muy pocos poseen. Se piensa que éste se revela en sueños y la persona debe entonces aceptarlo como un cargo o un servicio a la comunidad. Además de tratar enfermedades, participaban en rituales propiciatorios de la siembra o construcción de casas, entre otros. Su opinión era importante a nivel comunitario.

Durante este periodo, la diferenciación entre la población se basaba principalmente en la composición en género y edad de la familia, así como en la calidad y cantidad de tierras a las que se tenía acceso. Criterios como el desempeño de cargos comunitarios o públicos, contar con un don especial y poseer habilidades particulares (sagacidad, inteligencia, buen desempeño en el trabajo y la cacería, entre otros) eran motivo de amplio reconocimiento.

La voluntad de morir

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