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Las acciones que producen la biblioteca conforman un entramado invisible

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Ahora bien, en la imagen sólo vemos la manta extendida y su color azul; sólo vemos los libros, sus dimensiones, sus colores, y a los niños que se han encontrado con esos objetos, y a la niña que lee, y a la mujer adulta que los acompaña. No podemos ver todas las acciones que se realizaron para que ese estado de cosas tuviera lugar, ni a las personas detrás de esas acciones. Muchas personas, no una. Nada nos garantiza que sea una sola persona la que colocó los libros ahí, la que llamó a los niños o la que puso la manta. Es cierto: podrían ser la misma persona, pero también podrían ser personas distintas; esto lo hace más interesante y, quizá, más preciso. La participación de varias personas en el proceso sugiere, a su vez, una especie de red que va siendo trazada por las acciones (e interacciones) de todas esas personas. Llamemos a esta red un entramado.

Imagina esto: B decidió instalar una biblioteca junto a ese muro que puede ver todos los días cuando camina hacia su trabajo. Pide ayuda a C para llevar una manta azul hasta ese punto. Mientras tanto, D trae en una caja los libros que ha reunido. Los obtuvo de E y F, quienes los donaron generosamente. G también donó algunos, pero cuando B revisó estos libros, un día antes de que D partiera con la caja, decidió no incluirlos al considerar que su contenido no sería de interés para los lectores que espera recibir. Colocada la manta y llegada la caja, H se suma a B (C y D han partido ya) y le propone organizar los libros de determinado modo. B acepta, los libros son organizados según H, y la biblioteca empieza a surgir. J y K traerán a los niños porque los conocen y saben cómo tratar con ellos y, junto con B y C (que ha regresado), se encargarán de cuidarlos mientras permanezcan en la manta. J estará más cerca porque sabe que muchos niños no leen y esperan que alguien les ayude. Por cierto, J es la mujer adulta que está junto a la niña.

Es claro que puedes imaginar otro estado de cosas; lo importante es mostrarte cómo puede armarse un entramado. En particular, quiero hacerte notar un detalle: el entramado que produce el espacio que llamamos biblioteca no se desarrolla, exclusivamente, dentro de los límites de ese espacio, y esto quiere decir que las acciones que producen la biblioteca no son, exclusivamente, las acciones de los agentes que denominamos bibliotecarios. Hay más personas involucradas en su producción e, incluso, podría no haber un solo bibliotecario involucrado.

Regresemos a la imagen y a lo que considero el punto más importante de todo lo expuesto. En esa imagen faltan esas acciones y faltan esas personas (las letras B, C, D, E, F, G, H, K). No podemos verlas. Era de esperarse porque, como ha dicho Pascal Quignard, "hay, en toda imagen, una imagen que falta" (Quignard 2014, 8). Nuestra imagen no ha sido ninguna excepción. Podemos ver aquel espacio, aquellos objetos y aquel encuentro, pero no podemos ver el entramado que le da origen. Una imagen falta en esta imagen: la de ese entramado de acciones y personas que producen (y mantienen y transforman) la biblioteca. Esto sugiere que un lector, al acceder a ese espacio, no puede, en principio, ver ninguna de las acciones que se realizaron para que la biblioteca estuviera ahí. Esas acciones parecen situarse en un plano distinto, que interesa al investigador pero, quizá, no al visitante que desea hacer uso de sus recursos. Llamaré a ese plano un plano teórico. Al igual que la imagen que falta, no podemos verlo.

Pero eso es, precisamente, lo que necesitas para teorizar en el campo bibliotecológico: imaginar lo que falta. Te corresponde, como teórico, imaginar aquello que explica lo que ves y que ayuda a comprenderlo. En este sentido, tu mirada ha de ser una que mira lo invisible en lo visible. Pienso que si construimos teóricamente el entramado de acciones y personas que da origen a la biblioteca, podremos estudiarla sistemáticamente para comprenderla mejor y, con ello, estaremos en condiciones de ofrecer insumos significativos a todos aquellos vinculados a su desarrollo y gestión. Queremos determinar y comprender todas esas acciones e integrarlas en un esquema explicativo capaz de dar cuenta de un fenómeno específico. Acaso esto esboza un programa de investigación. Yo lo llamaría: hacia una teoría del encuentro entre el libro y el lector.

El primer paso, claro está, es la construcción de los objetos de aquel plano y esto equivale, en nuestro caso, a construir teóricamente a la biblioteca. Sigamos con la comparación. Construir teóricamente la biblioteca es como construir un objeto invisible que, sin embargo, acompaña al objeto visible, como la imagen que falta acompaña a toda imagen. Si la imagen visible es la que evoca la imagen que falta y la palabra que quiere dar cuenta de ella, el objeto visible es el que suscita a la teoría. Porque hay en toda biblioteca algo que podemos ver, pero también algo que no, y para construir una teoría de la biblioteca, hemos de considerar aquello que, en ella, no podemos ver.

En el marco de dicha construcción, no podemos perder de vista el objeto visible porque, si lo hacemos, perderemos de vista el encuentro entre el libro y el lector —siempre concreto y susceptible de problematizar— y, con ello, la labor teórica pierde significado para el campo bibliotecológico. Dicho de otro modo, perder de vista el encuentro entre el libro y el lector es perder de vista el fenómeno a estudiar. Si se acusa al teórico de andar en las nubes y de tropezar, es porque ha olvidado el objeto visible, el objeto original, y acaba construyendo una “teoría” que no explica nada porque no tiene nada que explicar.

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