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I.

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Hablar de libros, de libros como imágenes y con imágenes que se colman de textos, de textos que en muchos casos devienen en signos que exigen al lector una serie de conocimientos a los cuales solo pueden acceder a través de la formación académica.

Ésas son las relaciones que se establecen con los libros enunciados como textos de “divulgación de la ciencia”; pareciera que la de por sí tensa relación entre el libro y el lector se hiciera aún más tensa, casi rota, cuando referimos a los conocimientos que elabora la ciencia: “libros caros para personas muy estudiadas”, libros que pocos entienden”, “libros destinados a las bodegas” o “libros impenetrables” son algunas de las frases que se escuchan cuando nos referimos a este universo bibliográfico. Justo en el Palacio de la Escuela de Medicina, espacio de difusión y divulgación de la ciencia médica, el equipo encontró una escisión, una contradicción discursiva. ¿Por qué seguir la tradición de lo impuesto en los espacios museales? ¿Cómo revertir esta contradicción interna? ¿Cómo comenzar a experimentar en los procesos de difusión y divulgación? ¿De qué modo atraer a los públicos a un lenguaje que por encriptado se les ha arrebatado? Las respuestas las seguimos buscando y una de ellas fue el libro A Capite Ad Calcem, el cual nos convoca en este texto.

A Capite Ad Calcem fue concebido cuando el proyecto del museo se cuestionó. ¿Museos para qué? Era la pregunta que diversos espacios realizaban sobre sus proyectos; en su lugar, en el Palacio de la Escuela de Medicina llevamos la pregunta a otro lugar, un tanto porque cuestionar el para qué de los museos resultaba ser una pregunta amplia y tramposa, ya que evdiencia que los museos existen en tanto necesidad de conservación, de historicidad y de narratividad. Los museos son poder, legitimidad, tensión y reelaboración discursiva y existen y existirán en tanto el orden estructuralista sea el medio ordenador. De ahí que la pregunta que nos hicimos fue ¿Cómo hacer y desdoblar el museo en un museo mutable? ¿Cómo construir estrategias, incorporar narrativas, aceptar transformaciones ontológicas, intelectuales y experimentales? ¿cómo pensar desde el público?

Si bien es cierto que el camino que varios museos seleccionan para estos procesos de innovación es el espacio expositivo, en el caso del Museo de la Medicina Mexicana reconocimos las limitaciones que representa ser espacio contenedor de objetos, que por razones enciclopédicas, se deben de suscribir a la lógica narrativa e histórica, aunado a que el museo se integra a un conjunto de museos universitarios que tienen que ser consecuentes con el seguimiento de un proceso curricular ideal. De ahí que una de las estrategias para desdoblarnos como museo fue la gestión de exposiciones de arte contemporáneo que negocian con la ciencia médica. Aunque esta línea se robustece día a día, el espectador que llega al museo en ocasiones busca otras experiencias y la experiencia estética que en el espacio se desata, obedece a una lógica diferente a la experiencia del objeto artístico. De ahí que una nueva línea se abrió a nuestro quehacer: la edición de libros. El libro se nos devolvió a los ojos como el espacio narrativo polisémico por antonomasia. En la disciplina médica, el libro ha sido en gran medida el espacio de quiebre, el objeto que ha dislocado las narrativas y en consecuencia quisimos voltear a experimentar con este soporte.

El giro visual en Bibliotecología

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