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La biblioteca es un espacio de encuentro

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Falta una cosa más. La biblioteca es un espacio de encuentro entre el libro y el lector. Regresemos, por última vez, a la imagen. Considera esto: en la imagen vemos algunos libros sobre la manta, pero ese estado de cosas no parece suficiente a quienes han producido ese espacio y, entonces, alguien ha llamado a los niños para que vinieran. ¿Acaso no era suficiente con disponer aquellos libros ordenadamente en un espacio? La respuesta es no. Eso no era suficiente. Si no vienen los niños no puede haber un encuentro. Si no toman los libros, tampoco. La manta azul no es cualquier espacio, es uno donde los libros se encuentran al alcance de las manos de quienes ingresan. ¿Recuerdas? La niña ya ha tomado uno, y lee. Nada, en principio, impide a los niños tomar los libros una vez que han accedido a ese espacio, el cual ha sido producido para eso. Por ello, el acceso material puede ser considerado un tipo de encuentro. Si se accede materialmente a un libro, lo llamaremos encuentro con el libro. Si la persona que se encuentra con el libro es alguien que desea leer, lo llamaremos encuentro entre el libro y el lector. Y puesto que el acceso material no se relaciona exclusivamente con libros, siempre será posible imaginar otra clase de encuentros en la biblioteca. Lo importante es definir un ámbito de indagación.

Por último, consideremos rápidamente algunas objeciones. La primera: ¿Acaso no se estropean los libros en el suelo? Probablemente. Pero hay aquí una especie de norma que permite poner en un segundo plano de importancia el cuidado del objeto, justo por debajo de su utilización efectiva, y recordamos, de inmediato, la primera ley de la Bibliotecología, formulada por Ranganathan (1931): los libros son para ser usados. Podemos suponer que aquellas personas que crearon aquella biblioteca de calle pusieron en práctica esa ley. Colocados en el suelo son más fáciles de tomar y, quizás, más atractivos. ¿Te imaginas un estante muy alto y unos niños pequeños? Segunda objeción: ¿Se trata de un encuentro con cualquier libro? No, los niños y las niñas se encuentran en la biblioteca con aquellos libros que pueden interesarles. Los libros de una biblioteca son dispuestos atendiendo a su posible lector, no al libro como objeto con valor en sí mismo. Dos leyes de la Bibliotecología expresan este modo de proceder: a cada lector su libro y a cada libro su lector (Ranganathan 1931). Tercera objeción: ¿Un encuentro con libros nada más? Es cierto, solo vemos libros en nuestra imagen. Pero quizá sea por ahora, hasta que lleguen otros objetos, otros documentos, porque la biblioteca es un organismo en expansión (Ranganathan 1931). La manta azul albergará nuevos objetos o, de otro modo, terminará por volverse innecesaria.

Ese encuentro es importante para la Bibliotecología. Jesse Shera (1990), al referirse a eso que denominaba el paso del libro a las manos del lector, sostuvo que "si esto sucede frecuente y fructuosamente, puede decirse que la biblioteca es exitosa; pero si nunca toma lugar, nada de lo que la biblioteca pueda ser o hacer justificará su existencia" (1990, 203). Como profesión, a la Bibliotecología le interesa facilitar dicho encuentro. El ejercicio profesional bibliotecario es una actividad facilitadora porque quien dispone documentos en sitios cercanos a las personas que tienen interés en ellos parece hacer más sencilla su obtención. Se diría que ese ejercicio sigue un principio: ahorra tiempo al lector (Ranganathan 1931). La niña, los niños, la mujer adulta, ninguno de ellos tiene tiempo que perder.

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