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La epidemia de las mujeres PABLO RUSSO
ОглавлениеMuchas gracias queridas Mónica y Blanca. Intentaré ser lo más breve posible y no reiterar lo que ya han dicho. Es la primera vez que lo hacemos de modo virtual pero dada cierta práctica que tenemos hace bastante tiempo, en general combinamos bien.
Buenas tardes y noches a todas, todos, todes, a los que pudieron incluirse y están conectados y a los que su inscripción llegó fuera del cupo que nos impone esta plataforma –como dijo Mónica–, al menos por esta vez, afectuosos saludos cuando logren ver el video.
Puse como título a estas notas introductorias para el trabajo de este año: La epidemia de las mujeres.
No sé si sería mejor decir “las feministas”, “los feminismos”, o “lo femenino”, creo que por ahora es mejor así, dejarlo del lado de un colectivo bien particular, o incluso paradojal, en tanto, como también situó Blanca, (1) el de “las mujeres” es un conjunto abierto. Y además de minimizar el termino epidemiológico, de pandemia a epidemia ¡no se alarmen!, intentaré situar en y para ellas la peste de la no-relación en tanto podría continuar siendo auspiciosa, productiva.
En este tiempo de casi absoluta dis-continuidad, hay que encontrar momentos y ocasiones para continuar. Nunca olvidando ni descuidando la función que encarnamos, seguir trabajando, pensando, conversando. También atendiendo y por las vías que sean. Son modos de encontrar salidas que, dando lugar a los modos singulares, no sean ni irresponsables ni banales.
Muchos pensadores, filósofos, hasta gurúes de hoy, como dijo Rita Segato en una reciente aparición televisiva, se disputan atrapar la lectura certera del acontecimiento presente en el que estamos. Pero también en nuestro campo muchos colegas y amigos, de todas latitudes, han tomado el compromiso de pronunciarse, de intentar bien decir o escribir ciertas lecturas, de ofrecernos parciales elaboraciones que no nos alivian pero que nos sostienen y acompañan con sus palabras en la incertidumbre de un dilatado instante de ver. Leemos todo o muchos de estos aportes y los agradecemos, cada vez, pero experimentamos también, al mismo tiempo –una amiga analista me hablaba de la “experiencia de la espesura del tiempo”–, experimentamos también que irrumpe en el pensamiento, es decir en el cuerpo, la encerrona que nos dificulta continuar pensando y hablando sobre otros temas, por ejemplo los de nuestro seminario. Diría entonces aquí que en particular el tema de este seminario, por muchas consecuencias y transformaciones que produzca este real sin ley que no acosa, en tanto seres hablantes sexuados, no solo continuará vigente sino que seguirá ocupando un espacio central, nodal y también para las mujeres o para los feminismos.
Hace bastante, no sé ya cuánto, a principios del verano quizás –y parece ya otro tiempo y otro mundo–, había pensado en intentar asomarme a lo que pensaba titular “La epidemia de las identidades” –de algo de eso habló Blanca–, como vía en lo actual de ir distinguiendo o no dimensiones de la invención que, como hemos trabajado en varias ocasiones, es siempre singular. Pero pensando luego en las consecuencias que ellas vienen produciendo y que, creo, tampoco se detendrán, decidí que mi sesgo para este año –los que me conocen sabrán o recordarán que siempre intento proponerme un rasgo o hilo desde el cual ir siguiendo, tejiendo los diversos abordajes que nos propongamos a lo largo de los encuentros del año– será repensar las posibilidades de conversación, hoy y en Buenos Aires, entre el psicoanálisis de la orientación lacaniana y los feminismos.
Bien, con esta propuesta quisiera en primer lugar recordar el comienzo del aporte, entre muchos otros, de Miquel Bassols, que pueden encontrar en el blog de Zadig España –hay también aportes en el del Zadig Argentina y la mayoría de ustedes recordaran que éste eligió como tema para su primer Foro del año pasado una conversación con los feminismos y especialmente representados por mujeres. Allí estuvo incluso participando Mónica. Lo que recorto ahora de ese aporte de Miquel no me parece ni tan lejano ni indiferente a nuestro tema. Dice: “La naturaleza es epidémica” –hoy, podríamos agregar, globalizando caóticamente un real sin ley. Y agrega: “El ser humano es epidémico por ser hablante y estar habitado (en su extraño cuerpo sexuado, de cuya imagen ya nos habló Blanca) por esa sustancia gozante que llamamos significante”. (2) Agregaría también que en muchos de los aportes que circulan se propone, para este asedio y de ser posible, dignificar la respuesta inventiva en cada sujeto.
Luego, recomenzaría este renovado intento de conversación, con los feminismos y en nuestro seminario, recordando aún que cada sujeto –de la ‘identidad’ sexual que sea–– experimenta en su cuerpo, del modo que puede pero ineliminablemente, que no hay objeto adecuado para la pulsión, que no existen la complementariedad y armonía sexuales entre los seres infectados de lenguaje.
Por lo cual, lo que me parece primario para insistir, volver a intentar ser escuchados por las feministas, o por las feministas más abiertas, lo cual creo que será cada vez más vital tanto para ellas como para nosotros, es resituar en el centro de la epidemia identitaria de hoy que, puesto que “no hay relación sexual” hay arreglos más o menos contingentes y siempre sintomáticos. Que no hay identidad sexual –como ya tomó Blanca– sino posiciones o identificaciones respecto del goce. Que desde el psicoanálisis no hay norma alguna respecto del buen arreglo, del buen modo de responder a esta imposibilidad. Que –y esto retornará muchas veces seguramente en nuestras conversaciones de este año– las respuestas estables o soluciones serían siempre del orden de la invención.
Como nos enseñó Lacan sobre el espacio no-todo y una por una, en tanto más ‘cercano’ o afín de las mujeres o de lo femenino al impasse de goce respecto a la proporción sexual que no existe, me parece pertinente distinguir o valorizar especialmente respecto de las varias y diversas presentaciones discursivas y reivindicaciones llamadas de un modo general “de género”, la revolución que, desde el abanico de feminismos, están produciendo hoy lo que podemos llamar las mujeres. Esas pibas de las que habló Mónica, pero las de hoy.
Imaginaré una especie de juego como punto de partida para el valor que le supongo a una conversación posible con nuestros feminismos como si, por ejemplo, nuestra interlocutora fuese una Rita Segato e intentáramos transmitirle, ponerla a debatir con el Lacan ‘feminista’. Ese Lacan que va de fines de 1971 a mediados de 1974, es decir, de El Seminario 19, …ou pire, pasando por el 20, Encore o Aún, hasta el 21, “Los no incautos y-erran” o “Los nombres del padre”. Es el Lacan inmediatamente anterior al que tomó Blanca, sería el último y no el ultimísimo. Y sostener, en estas primeras notas, este simulacro imaginario de escucha y conversación vía algunos recortes del mismo Lacan o apoyados por algunas otras referencias que encontré como iniciales. Solo voy a abrir la cuestión, a presentar una línea de trabajo.
Me parece que en ese amplio movimiento que podemos ya tildar, caracterizar de histórico y nada reciente! pues con vaivenes lleva cerca de 150 años aquí en la Argentina, Segato no es cualquier voz. Por su apertura a pensar el contexto contemporáneo y local –o latinoamericano– de violencia producida por el capitalismo –sobre todo occidental–, por su posición respecto de que la revolución no debe pasar por abolir ni a los varones ni a la diferencia sexual, así como por su disposición a incluir en sus siempre lúcidas, filosas, singulares lecturas un lugar para el psicoanálisis. Por ejemplo, en uno de sus más importantes libros, Las estructuras elementales de la violencia: ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos, que es del 2010 –que si luego queda tiempo o quieren conversar retomaré–, propone que debatir con el psicoanálisis permitirá a los movimientos feministas –que ella misma intenta abarcar, englobar en sus enormes investigaciones– “…que el género se muestre apto para pensar […] el poder y la sujeción (además) en otras trincheras de la vida social”. (3)
Aun así, aún con esta apertura, su lectura de Lacan no va mucho más allá de “La significación del falo”, es lo que suele citar, y suele estar mediatizada por lecturas angloparlantes en general norteamericanas. Es decir, toma académicas norteamericanas que han traducido a su modo a un temprano Lacan y toma eso como si fuera Lacan, finalmente reduciéndolo a permanecer como un mero estructuralista. Todo lo cual más que un déficit me pareció al entrar en este tema… un enorme desperdicio! Tan es así que al conversar, por ejemplo, de tú a tú con una Judith Butler uno puede reconocer en las referencias de esta, que Segato cita o extrae, a un Lacan posterior y mucho más… ¿cómo decir? más lacaniano, y más feminista! Pero no lo conoce. He iniciado, quiero contarles, un cierto contacto con ella, con Rita Segato, que ha aceptado con mucha amabilidad, anticipándoles que tal vez podamos entrevistarla y contar con alguna presencia de su pensamiento “epidémico” en el próximo número de la Revista Enlaces, creo que sí, veremos si lo conseguimos finalmente. (4) Y estoy empeñado en hacerle conocer ese Lacan al que Jacques-Alain Miller llamó tempranamente, por ejemplo en sus Matemas, “Otro Lacan”.
Respecto de la también enorme, notable y probablemente no tan conocida historia del feminismo en la Argentina
–recién estoy comenzando a zambullirme–, encontré algunas perlas, eventos, mujeres activistas, que se remontan a fines del siglo XIX y primeros años del siglo XX. Es decir, no han leído siquiera a Freud, tal vez alguna –si llegó– la icónica novela de la que nos habló Mónica, Mujercitas, y están en simultáneo con lo que se suele ubicar como el comienzo de la segunda ola o sufragismo en el mundo pero agregándole reivindicaciones muy de avanzada y aún hoy no satisfechas. Y mucho antes de las figuras más renombradas de la historia del feminismo argentino: Alicia Moureau, las escritoras Gabriela Mistral y Alfonsina Storni, la misma Eva Perón, etcétera, que suelen ser las más conocidas. Incluso antes de lo que fue un hito en 1910, que fue el primer Congreso Femenino Internacional en la Argentina. En 2010 se hizo un congreso recordándolo, pues además se consiguieron y publicaron las actas de aquel un siglo anterior.
En esa Buenos Aires y en la ciudad de La Plata mucho más coloniales y patriarcales que hoy, muchísimo, en las que mujeres trabajadoras, obreras o con algunos oficios en particular, ya habían realizado variadas y numerosas huelgas en la calle, existieron mujeres como por ejemplo la de origen uruguayo María Abella (de Ramírez), quien en 1902 fundó la revista Nosotras, en 1903 participó de la creación del Centro Feminista –creo que es el primero–, en 1905 fundó con otras la Liga Feminista Nacional (o Partido Feminista Argentino, que incluía mujeres anarquistas en sus filas) y en 1908, dos años antes de ese primer congreso, compiló y prologó una publicación que se llamó Ensayos feministas cuyo título inicial era En pos de la justicia, publicación que fue difundida en varios países de América del Sur –creo que fue incluso traducida al portugués. Algunas de estas mujeres, ligadas en general a la educación o a las letras, vivían sin mostración pero sin ocultarlo con otra mujer, o eran decididamente solteras. Pedían no solo la igualdad jurídica y laboral con los varones sino cambiar las condiciones económicas, además del ingreso al mercado laboral, poder divorciarse libremente, etcétera. No andaban muy lejos de exigir el aborto libre, legal, gratuito y seguro.