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Las primeras pibas (*) MÓNICA TORRES

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Buenas tardes, noches a todos! Y bienvenidos a nuestra modalidad por Zoom.

Tomamos la decisión de seguir adelante, como siempre.

Así nuestra primera clase de este año, en el que, como todos los años, me acompañan Blanca Sánchez y Pablo Russo, comenzamos prontamente, apenas unos días después del comienzo de la cuarentena a la que nos obliga esta pandemia, y todavía en el instante de ver, hemos decidido continuar.

Daremos, como habíamos planificado, nuestro Seminario Invenciones en la sexuación, título que tiene una impronta en la intensión pero que también nos permitirá la extensión.

No será, por ahora, en nuestra querida sede de la EOL y del ICdeBA.

Pero entonces dictaremos nuestras clases por Zoom.

Ha primado el deseo de continuar. Agradezco especialmente a Santiago Hormanstorfer y a Graciela Schnitzer, que han resuelto los inconvenientes técnicos con tanta rapidez y eficacia, estando a la altura de este tiempo que nos toca vivir. Por ahora será por Zoom.

Todavía no sabemos cómo seguiremos, pero si sabemos que vamos a continuar.

Saludo así a todos los colegas que nos acompañan, donde quiera que estén…

No vamos a dar el brazo a torcer en nuestro deseo, seguimos la Orientación Lacaniana, que nos guía por este camino.

Sin más, comienzo con nuestro curso de este año. La palabra invención no podría ser más exacta, invenciones en la sexuación, como cada ser hablante desee poder hacer ante el “no hay relación sexual”.

Ahora nos toca el desafío de saber hacer con esta contingencia inesperada.

También es inventar.

Como ustedes saben, cada año al empezar el curso, suelo evocar mis lecturas, mis “experiencias” cinéfilas y todo lo que le dé una apertura a lo que desarrollaremos durante el año.

Este año hablaré de una película que me evocó un clásico de mi infancia. Bueno, podría decir un clásico a secas, si no fuera porque el título Little women (1868) lo hizo para mujeres: para “niñas” o adolescentes; o quizás no sea solo el título. Y aún, están en discusión los expertos sobre si es o no un clásico.

He leído (además de una versión ampliada de Mujercitas) (1), el libro de una profesora de literatura de New Orleans, Anne Boyd Rioux, El legado de Mujercitas. Construcción de un clásico en disputa. (2) Allí la autora desmenuza la controversia alrededor de este clásico ‒que ya lleva 152 años en disputa.

Mujercitas es un libro que divide aguas: para algunos, es un antecedente del feminismo en el siglo XIX, ya que se atrevió a pintar a las niñas y futuras mujercitas de un modo diferente y arriesgado. Sobre todo, al tomar como protagonista a Jo March, con la cual nos identificábamos casi todas las niñas que leíamos y queríamos estudiar y escribir (por muchas generaciones y en infinidad de lenguas y culturas), una heroína que quería otra cosa que ser linda, casarse, tener hijos y dedicarse a “sus labores”, como dicen los españoles. Una chica que tenía sus propias ambiciones: escribir y sustentarse con su trabajo.

Así como Hemingway afirmaba que toda la literatura estadounidense (escrita por hombres, por cierto) derivaba de Tom Sawyer y Huckleberry Finn de Mark Twain, podríamos decir, que Little women es un antecedente de toda la literatura femenina, de todas las escritoras mujeres. Muchas han dicho: “Yo soy Jo March” y es, sin dudas, la que todas queríamos ser.

Escritoras famosas han reconocido la influencia de Mujercitas en su literatura. J. K. Rowling, la autora de Harry Potter, pensó que había encontrado a alguien que se parecía a ella y que tenía ¡su mismo apodo!

En Argentina, hay un libro de Adriana Lanzi, que no pude conseguir, y que se llama La influencia de Mujercitas en la Argentina.

Carson McCullers, una escritora de culto para todos los que amamos la literatura, la tenía entre sus favoritas.

Simone de Beauvoir dijo que se identificaba con Jo (la leyó cuando tenía 10 años): “Sentía una identificación muy fuerte con Jo, la intelectual […] me decía que yo era como ella y que también algún día, iba a encontrar mi lugar”.

Recientemente, en la tetralogía de Elena Ferrante, sobre dos mujeres en Nápoles, las protagonistas se obsesionan con el libro y sus protagonistas (La amiga estupenda).

Y Anne Boyd llega a compararla con las cuatro protagonistas de Sex and the city.

Katherine Mansfield reconoce su temprana inspiración en el personaje de Jo.

Sin embargo, pese a todo esto, los críticos literarios y los educadores que programan las lecturas en los colegios, no logran ponerse de acuerdo al respecto. ¿Es un retrato realista de una familia de Nueva Inglaterra durante los años de la Guerra Civil? o ¿es la historia de la rebeldía y la resistencia de una joven a las restricciones de su época? En una palabra: ¿es innovadora y feminista o tradicionalista y conservadora? En 150 años no han podido ponerse de acuerdo.

Hay siete películas que llevaron la historia al cine. He visto cuatro. La de 1933, dirigida por George Cukor, una joya del cine que hizo sobresalir a una joven, Katherine Hepburn, que se había identificado desde chica con Jo y se cortaba el pelo como un muchacho. George Cukor llevó el personaje al extremo de su masculinidad, ella no quería ser una chica.

La versión de LeRoy de 1949 es la primera en technicolor. Elizabeth Taylor tenía el papel de Amy, la bella. También la he visto; es inferior al libro y a la película de Cukor.

Se han hecho innumerables versiones para teatro, televisión y también, varias óperas, una de las cuales parece ser la que más fiel es al libro, incluso más que las películas.

En 1907, Chester Tom manifestaba que Mujercitas se adelantó al realismo unos treinta años, tal como Jane Austen lo había hecho cien años antes (1775-1817). También ha sido comparado con Madame Bovary (1856).

La última versión de Greta Gerwig, (3) que me llevó a releer Mujercitas y a toda esta investigación, es una versión excelente y, a mi gusto, la única que verdaderamente no traiciona el espíritu de Louisa May Alcott, su autora, puesto que introduce en el relato datos que conoce por la biografía de la autora. Por ejemplo, que el editor le dice que las heroínas de sus novelas solo podían tener dos destinos posibles, casarse o morir…

En esta última versión, la directora encuentra una solución al problema al que Louisa May Alcott tuvo que sucumbir. Proponiendo a la vez, dos finales.

La autora no casa a Jo con su amigo Laurie, tal como todas las lectoras esperaban ‒una especie de encantador alter ego masculino, en la línea de lo que hoy llamamos “una nueva virilidad”. Pero finalmente, le encuentra un profesor, no tan apuesto, ni tan joven, y la hace renunciar a la escritura para armar una escuela y enseñar.

Pero Gerwig no se resigna y nos da un final alternativo para Jo. Nos muestra a la vez, los dos finales; uno como escritora exitosa y el otro, como lo dice el libro, casada y profesora. El primero fue el de la propia Louisa.

La verdad es que la vida de Alcott fue mucho más dura que lo que muestra la novela.

El padre, ausente en las dos partes de la novela –se publicó en dos partes la primera edición‒ no es un héroe de guerra en la vida real. Es un padre irresponsable y fanático hasta extremos de hacer pasar hambre y frío a su mujer y a sus cuatro hijas, quienes sobrevivieron. Por sus principios, no las dejaba comer casi nada y tampoco abrigarse (con nada que derivara de animales). Se vestían con lino en pleno invierno.

Así, las hijas mayores tuvieron que trabajar como institutrices desde muy jóvenes y no pudieron terminar sus estudios. Y la madre y la propia Alcott, tuvieron que trabajar limpiando casas, en los días de mayor pobreza. Así, para ella, por mucho que amara la literatura, triunfar era una cuestión de vida o muerte (Beth-Lizzie muere, y no precisamente de escarlatina, parece). Por lo tanto, tuvo que consentir a su editor. Tenía que mantener a la familia. En esos tiempos, las mujercitas tenían que casarse o morir. En la película, se cuentan las dos partes de Mujercitas al mismo tiempo, es una lectura après coup; y es Louisa ‒y no su hermana Amy‒ la que salva a la familia de la pobreza.

En la novela, Amy se casa con Laurie, el joven con dinero que fuera pretendiente de Jo.

En la realidad, Louisa tuvo éxito y fue muy famosa en su tiempo, con lo que pudo mantener a su madre y a sus dos hermanas y hasta los hijos de ambas. Ella misma nunca se casó ni parece haber consentido a ninguno de sus tardíos pretendientes.

Muchas generaciones leímos Mujercitas. Estaba en la colección Robin Hood, que leí casi por entero, incluyendo los libros que eran para “varones”; mi novela más amada era La niña de los cuentos y estaba escrita por un hombre.

L. M. Alcott escribió y publicó varios libros más: Hombrecitos, Los muchachos de Jo, Ocho primos, Una niña anticuada.

Son pocos los hombres que la leyeron, aunque nosotras leíamos a Tom Sawyer, todas las novelas de Mark Twain y también, la serie de Bomba, Sandokán y otros.

Fue una sorpresa que un psicoanalista (hombre) escribiera sobre la película y otro me contara que había leído el libro y, finalmente, viera la película, no sin la influencia de mis comentarios en Facebook.

Es increíble que 152 años después, y en plena revolución de las “pibas” y con el me too como bandera, la directora mujer de la última versión estuviera tan condenada por la academia de Hollywood como lo estuvo L. M. Alcott hace un siglo y medio por su editor. La película estuvo nominada a los Oscars, pero no su directora. Y de las muchas nominaciones que recibió el increíble trabajo de investigación de Greta Gerwig, solo ganó en el rubro vestuarios. ¡Una vez más, directamente, mandaron a esas primeras pibas de hace 150 años, a coser!

Si tengo que tomar partido, diría que Little women o Mujercitas es un antecedente decidido del feminismo.

Aunque muchas queríamos tener la inteligencia de Jo y la belleza de Amy…

*- Publicado en Lecturas on-line Enlaces N°26, 2020, en línea: https://www.revistaenlaces.com.ar/wp-content/uploads/E26-10-monica-torres-las-primeras-pibas.pdf.

1- Alcott, L. M., Mujercitas, Plaza & Janes, Barcelona, 2019.

2- Boyd Rioux, A., El legado de Mujercitas. Construcción de un clásico en disputa. Ampersand, Bs. As., 2018.

3- Mujercitas (2019), Grega Gerwig, Estados Unidos.

Invenciones de la sexuación

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