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Prefacio

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por GREGORIO KLIMOVSKY


En 1966, las universidades argentinas fueron intervenidas por un inverosímil dictador, el general Juan Carlos Onganía (cuyo nivel intelectual era parangonable al de la fosa de las Islas Marianas en el Océano Pacífico). En la Universidad de Buenos Aires, el primer incidente al que esto dio lugar fue el brutal apaleamiento, por parte de la policía, a centenares de docentes, graduados y estudiantes la noche misma de la intervención, episodio que pasó a la historia con la denominación de “La Noche de los Bastones Largos”.

Como resultado del incidente y, en general, de la violación de la autonomía universitaria, más de mil cuatrocientos docentes fueron apartados de esa casa de estudios. Uno de los afectados fui yo mismo, que hasta ese momento era profesor de dedicación exclusiva en el Departamento de Matemáticas de la Facultad de Ciencias Exactas. Por convenio entre esa Facultad y la de Filosofía y Letras estaba también a cargo en esta última de la cátedra de Filosofía de la Ciencia, además de tener asignada la dirección del Instituto de Filosofía.

Mis estudios e investigaciones quedaron de pronto interrumpidos. En ese momento, como epistemólogo, mis conocimientos y preocupaciones concernían a la lógica contemporánea, a la fundamentación de la matemática, a los problemas epistemológicos de la física y de las ciencias naturales.

Pero ocurrió algo en cierto modo milagroso. Se produjo el fenómeno que los escritores Marcos Aguinis y Santiago Kovadloff denominaron “universidad de catacumbas”. Se constituyeron infinidad de “grupos de estudio”, en los que un conjunto de profesionales e intelectuales financiaban clases y en las que un especialista –generalmente alguien que había quedado fuera de la Universidad– ofrecía informaciones a modo de un seminario que permitiera la discusión y análisis de temas “de punta” de la ciencia y de la cultura contemporáneas.

Esa fue la ocasión en que por vez primera entré en contacto de manera sistemática con psicoanalistas. Ellos tenían dudas de carácter epistemológico sobre sus conocimientos y prácticas, y deseaban conocer mi opinión al respecto. Debo confesar que entonces yo tenía prejuicios en contra del psicoanálisis. Pero a partir de entonces mi visión acerca de esta problemática cambió radicalmente. Creo, entre paréntesis, que a los asistentes a mis clases les pasó algo análogo.

Esto dio lugar a una relación académica que duró hasta el presente. El saldo para mí fue muy provechoso; tuve que enfrentarme con problemas epistemológicos cuya estructura lógica y semántica es muy diferente de aquellas a las que yo estaba habituado. Tengo también la impresión de que algunos psicoanalistas cambiaron un tanto su manera de pensar y de escribir. Todo esto tuvo que tener un aspecto muy positivo, cosa que quedó en evidencia cuando en el año 1989, en el Congreso de Roma de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA), se me otorgó un premio que se concedía a aquellas personas que sin ser psicoanalistas habían influido apreciablemente en la difusión del psicoanálisis.

Los trabajos que constituyen la presente colección (artículos, mesas redondas y conferencias) fueron producidos desde 1966 en adelante. Salvo contadas excepciones, ellas fueron publicados en revistas y volúmenes editados por instituciones psicoanalíticas (a veces también psiquiátricas o médicas). No fue fácil localizarlos, transcribirlos y reunirlos, y debo comenzar agradeciendo a Daniel Biebel el haber dirigido esta recopilación, editarla y decidido publicarla. Debo también agradecer a la comisión directiva y a la membresía de Adep –que intervinieron eficazmente en esta tarea a veces detectivesca y fatigosa–: Alicia Casullo, Beatriz Dorfman Lerner, Jorge Nonini, Nora Schwartz, Nidia del Pie de Rodríguez Sáenz, Alicia Budnik de Gibert, Aníbal Villa Segura, Samuel Arbiser y Horacio Barredo; agradezco particularmente a Liliana Fudin, a Leonardo Winograd y a Guillermo Kuitca por su generosidad.

Aprovecho para expresar mi gratitud también a aquellos que tanto han contribuido al desarrollo de mis conocimientos y pensamientos de esta temática. No hay espacio para citar a todos, pero deseo testimoniar mi reconocimiento a Ricardo Horacio Etchegoyen, Eduardo Issaharoff, Janine Puget, Elizabeth Tabak de Bianchedi, a Mary Kuitca, a Antonio Barrutia y a Benzión Winograd, a María Carmen Gear y a Ernesto Liendo, y también a los ya lamentablemente fallecidos, David Liberman, Joel Zac, María Isabel Siquier y Benito López.

En la primera parte de esta colección de artículos se han incluido algunos de exclusivo interés epistemológico. Esto pareció útil para dejar en claro el marco presupuesto en las siguientes discusiones más especiales.

El lector podrá advertir que en varias ocasiones se ha incluido la transcripción completa de varias mesas redondas y no solamente la de mi intervención en ellas. Los editores consideraron, razonablemente, que era preferible contar con el contexto total y no solo de mi presencia aislada, pues ello contribuye a hacer más inteligible la naturaleza de las discusiones y a apreciar mejor la variedad de puntos de vista y de distintos enfoques y opiniones.

Quiero agradecer también a las editoriales que unánimemente consintieron la “republicación” de muchos de los trabajos que aquí se exponen, como también a las revistas que hicieron lo propio.

No puedo menos que hacer notar que uno de los más valiosos resultados de mi encuentro con la comunidad psicoanalítica fue la enorme cantidad de amigos y personas de mi afecto que conseguí.


Buenos Aires, octubre de 2003.

Epistemología y Psicoanálisis Vol. I

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