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Presentación
Semblanza de un Caballero Maestro
Оглавлениеpor EDUARDO H. FLICHMAN
Tener el honor y el placer de hacer una semblanza de la personalidad de Gregorio Klimovsky representa una responsabilidad y un desafío nada fáciles de sobrellevar.
Solo hacer una lista de sus principales actividades como lógico, matemático, filósofo de la lógica y de la matemática, epistemólogo, epistemólogo del psicoanálisis y especialista en disciplinas tales como la semántica filosófica, la epistemología de las ciencias formales y fácticas, naturales y sociales, la metodología y la historia de la ciencia; solo hacer una tal lista, ocuparía demasiadas páginas en relación con lo que aquí pretendo. Si agrego sus actividades académicas directivas, vinculadas con la planificación y ejecución de políticas educativas y de investigación filosófica, científica y tecnológica, y su tenaz y continuado trabajo docente, me encuentro frente a una empresa gigantesca. Solo cabe la posibilidad de limitarme a seleccionar, con toda seguridad injustamente, ciertos aspectos y peculiaridades que, a mi entender, pueden retratar mejor al Klimovsky académico y al Klimovsky hombre, que una montaña de información curricular.
El formador de discípulos
Una característica esencial en un maestro es su entusiasmo y capacidad, o tal vez su don, de formar discípulos. Toda una pléyade de científicos, filósofos y epistemólogos tuvieron algún contacto, mayor o menor según el caso, con las enseñanzas y con la figura de Klimovsky. Muchos nos hemos formado a partir de sus clases, su diálogo, su consejo, su dirección. Entre sus discípulos se cuentan personalidades como las de Alberto Coffa, prematuramente fallecido, Tomás Simpson, Raúl Orayen y muchas otras importantes figuras de la filosofía argentina contemporánea.
El político científico
El enorme interés en el desarrollo de la investigación y de la educación en filosofía, ciencia y tecnología llevó a Klimovsky a participar activamente en política universitaria en calidad de miembro del Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA antes de 1966, y en calidad de Decano Normalizador de la misma casa de estudios en 1984 y 1985. El mismo entusiasmo lo llevó a ser miembro fundador de muchas instituciones académicas de estudios relacionados con sus especialidades y a trabajar activamente en ellas.
La integración de conocimientos
En un mundo donde la especialización es el paradigma, donde cada especialista sabe cada vez más de su tema y cada vez menos de los temas de los demás, la integración de conocimientos es la base del progreso; pero el progreso ligado no tanto a la sofisticación en la obtención de bienes materiales, como a la posibilidad ética de concretarse como ser humano, preguntándose acerca de, y participando en, las decisiones sobre el uso social que se dará a los resultados de su trabajo creativo. En un mundo de ultraespecialización como es el nuestro, se hace imprescindible la presencia de cerebros privilegiados que se especialicen en la no especialización, es decir, en la integración de conocimientos, así como en la inserción de los mismos en un programa racional que tienda a la desalienación del filósofo, científico o tecnólogo y a la articulación de sus conocimientos con la gran red de la cultura contemporánea.
Creo que Klimovsky ha seguido ese camino a lo largo de su vasta trayectoria académica. La capacidad de penetrar en las máximas profundidades y sutilezas de los fundamentos de las ciencias, pues capacidad integradora no significa superficialidad, le ha permitido observar el conocimiento científico como a una estructura racional imponente, pero nunca ajena a la duda. Gran admirador de Popper durante muchos años, supo interpretar la idea de progreso de la ciencia, sin por ello caer en la omnipotencia del científico que nunca quiere ver amenazados los fundamentos de su disciplina particular.
La excelencia académica
En la vieja polémica: excelencia académica versus demagogia populista, Klimovsky se ubicó siempre holgadamente en la primera opción. Indudablemente, si evaluamos la segunda menos peyorativamente y la denominamos “universidad de masas”, podríamos encontrar, tal vez con el aval de Klimovsky, un punto de equilibrio, a nuestro entender mucho más cerca de la primera opción que de la segunda. Incluso encontraríamos que en dicho punto de equilibrio, tales posiciones son complementarias y no contradictorias.
Los que en su momento criticamos como cientificista a la universidad anterior a “La Noche de los Bastones Largos”, universidad defendida por Klimovsky, debemos reconocer, luego de largos años de pérdida de excelencia académica y sin universidad de masas, y luego de otros largos años de universidad de masas sin excelencia académica (1973-1974 y desde 1984 hasta la actualidad), que aun con todos los defectos que le achacábamos, aquella fue la mejor universidad que hemos tenido en las últimas décadas.
Fue justamente la defensa de (o mejor, el impulso hacia), la excelencia académica, el planteo fundamental que rigió el Decanato Normalizador de Klimovsky durante 1984 y 1985 en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Y fue esa lucha por la excelencia académica en la Universidad, la que le acarreó la enorme injusticia de su destitución a pocos días de lo que debía ser la normalización de la Facultad y de la Universidad.
En al menos dos oportunidades previas debió dejar su quehacer en la Universidad. Una fue “La Noche de los Bastones Largos”, cuando, luego de un mes del golpe de Estado, el gobierno militar de Onganía intervino la Universidad y ocupó violentamente, policía mediante, algunas facultades, en especial la de Ciencias Exactas y Naturales. La otra ocurrió cuando la ultraderecha del gobierno peronista se volcó hacia el fascismo, con Otalagano en el Rectorado de la Universidad.
La didáctica
La admiración que produce en el oyente una clase, una conferencia o una exposición cualquiera de Klimovsky es llamativa. Se trata del impacto producido por el hecho de recibir una información compleja, sutil y profunda, con muy poca o ninguna dificultad de comprensión; pero sin que por ello el tema se haga más fácil o más superficial. La mejor descripción acerca de esto la recibí en una oportunidad, de un psicoanalista que me dijo: “Klimovsky consigue que quienes lo escuchan se sientan inteligentes.”
La crítica y la respuesta rápida
Es una experiencia única presenciar un diálogo en el que, cual payada filosófica, se enfrenta nuestro homenajeado con algún contendor, sea este último incauto o no. La respuesta rápida y segura, la crítica aguda y a veces mordaz, produce estragos entre sus contendores y crea en sus oyentes la sensación de una trituradora intelectual imposible de detener o desviar de su camino.
La capacidad de trabajo
He conocido pocas personas con la capacidad de trabajo de nuestro homenajeado. Las clases en diversas instituciones, las conferencias, mesas redondas, reuniones académicas, viajes al interior del país; el ejercicio de actividades directivas, la dirección de tesistas, sin olvidar sus demás actividades no académicas, igualmente importantes y que llevan no menos tiempo, me hacen pensar en muchas personas en lugar de una. Solo faltaría verlo en varios lugares y actividades al mismo tiempo.
Y así, en plena tarea, me confesó una vez: “Estoy un poco cansado.” Y siguió adelante como si lo dicho hubiese sido solo la expresión de una abstracción.
La vocación por el interior del país
Pocas personalidades en la cima de su prestigio se han sacrificado viajando por nuestro país para participar no solo en reuniones académicas sino para dar conferencias, clases o aun cursos largos, que a veces lo obligaban a quedarse viviendo transitoriamente en dichos lugares y que otras veces resolvía viajando permanentemente ida y vuelta. Hace pocos años, mientras era miembro de la Conadep y decano de la Facultad de Ciencias Exactas, viajaba tranquilamente una vez por semana a Santiago del Estero, frente a la estupefacción de quienes lo rodeábamos y conocíamos el cúmulo de sus actividades.
El sentido del humor
El humor sutil, a veces sarcástico, siempre ágil y oportuno, no lo abandona nunca. Desde el cuento corto que alivia tensiones hasta su hábito de usar el humor como recurso didáctico, nos señala un modo cálido, gentil, profundo y, paradójicamente, serio, de transmitir información, conceptos y vivencias.
Tal vez un rasgo que no es humorístico, pero que no está exento de humor, es la lista que guarda celosamente y enriquece permanentemente, de las personas cuyo nombre está correlacionado con su ocupación. Aquí el humor se relaciona con la aparente ruptura lógica y con la capacidad de asombro que, por suerte, no ha perdido.
Discutiré ahora algunas ideas relacionadas con su trabajo, especialmente aquellas que se vinculan con la filosofía de las ciencias naturales y con el método hipotético-deductivo. Klimovsky habla y escribe acerca de “las desventuras del conocimiento científico”. No nos habla de las “aventuras” sino de las “desventuras” del conocimiento científico. Desarrollaré una interpretación personal de aquellas palabras, interpretación que no sé si será la del autor, pero que es, sin lugar a dudas, la de uno de sus lectores.
Para ello intentaré diferenciar el pretendido saber fundamentalista, del más modesto y humilde saber de la ciencia contemporánea. El fundamentalismo, arrastrando su viejo nombre con que la moda y también la necesidad, ha reemplazado los antiguos dogmatismo y fanatismo, con nuevas connotaciones ligadas a las problemáticas actuales, riega los cauces intelectuales de nuestro siglo como los regara en la Edad Media, y en muchas otras épocas pasadas. A veces se trata de “iluminados” que nos acercan benévolamente la verdad. Pueden ser profetas que traen la verdad revelada o pueden ser ellos mismos los dioses que nos la revelan. Puede ser un Moisés que nos trae las Tablas de la Ley entregadas a él por Dios o puede ser Dios mismo que baja de su morada proveyéndonos de la verdad.
Si dejamos de lado el conocimiento artístico y filosófico, el tecnológico y el conocimiento que nos aporta el sentido común, la historia reconoce tres fuentes de pretendido conocimiento: la religión, el pensamiento mágico y la ciencia. Los tres han reconocido dogmas; pero la ciencia comienza a liberarse de ellos en el presente siglo. Luego de los golpes a su omnipotencia, dados especialmente por las revoluciones relativista y cuántica, así como por graves dificultades en relación con la fundamentación de las ciencias formales, ya son pocos los científicos que suponen que están a punto de encontrar la verdad absoluta, como se pensaba a fines del siglo pasado. Los científicos contemporáneos, vistos por los epistemólogos contemporáneos, se han vuelto humildes. Trabajan con conjeturas. Evitan la idea de verificación en sentido fuerte. Se conforman modestamente con la corroboración o con la confirmación probabilística. Sus teorías están siempre suspendidas debajo de la espada de Damocles de la posible refutación o del posible rechazo. Vemos que con el advenimiento de la modestia científica, el fundamentalismo cientificista está en franco retroceso.
Dicha evolución hacia la modestia, por parte del pensamiento científico, ha generado el vicio opuesto: el extremismo relativista de, por ejemplo, ciertos posmodernistas o de los adherentes a la llamada New Age. De lo que estos no se percatan es de su fundamentalismo. El mejor indicio de la presencia del fundamentalismo es el atrincheramiento. La dificultad para escuchar a los que disienten con ellos. La firme vivencia de poseer la verdad, aunque sea la verdad de que no existe la verdad. La necesidad de adoctrinar a los demás en su dogma y de considerar enemigo y satanizar al que no se deja seducir.
Todas estas ideas, relacionadas con la modestia de la nueva ciencia y la nueva filosofía de la ciencia, impregnan las palabras y la obra de Klimovsky. Él muestra con claridad, y en ello concuerdo plenamente, que el método científico ya no es tratado como el remedio para todos los males, ya no es considerado como el oráculo acerca de lo que está bien y lo que está mal en ciencia. El método científico no es más (ni menos) que un conjunto de tácticas y estrategias, que el epistemólogo observa como exitosas cuando el científico las aplica.
Pero, y aquí aparece un punto en el que me permitiré disentir parcialmente con Klimovsky, él dice que solo las tácticas pueden variar de disciplina en disciplina, y pueden modificarse a lo largo de la historia, tanto en el pasado como en el futuro. Las estrategias, si bien pueden ser diferentes cuando se pasa de las ciencias formales a las fácticas, y si bien existe la posibilidad (no avalada pero tampoco excluida definitivamente por él) de que no sean las mismas cuando pasamos de las ciencias naturales a las ciencias sociales, reinan, sin embargo, en las ciencias naturales, casi, podríamos interpretar, de una vez y para siempre, si bien admiten importantes modificaciones. El método hipotético-deductivo y el método estadístico, ambos en sus diferentes variantes, configurarían la condición determinante de una disciplina y de una teoría, para ser considerada científica. Son dichas estrategias las que condicionan o determinan el estatus de fruto de la actividad científica y no a la inversa.
La flexibilidad y amplitud de criterio que muestra Klimovsky es enorme, ya que desgaja por una parte tácticas de estrategias y, aun en relación con estas últimas, permite su variedad en relación con los grandes grupos: ciencias formales, ciencias naturales y ciencias sociales. Sin embargo, a mi modo de ver, ello no es suficiente. Pienso que no podemos arrogarnos la certeza de saber qué sucederá en el futuro con respecto a dichas estrategias. Si Aristóteles, que estuvo a un paso de encontrar el método hipotético-deductivo, como nos lo relata Klimovsky en una de sus obras, pero que no lo encontró, se hubiese arrogado la certeza de que su método demostrativo era el método por antonomasia, diríamos ahora que se equivocó. No solo se encontró posteriormente el método o la estrategia hipotético-deductivista, sino que se desarrolló también la estrategia estadística. ¿No nos puede ocurrir a nosotros algo similar a lo que le ocurrió a Aristóteles y a tantos otros? ¿No es razonable pensar que las estrategias hipotético-deductivista y estadística, así como nacieron y crecieron, pueden también, no solo multiplicarse y mutar sino tal vez morir, reemplazadas por otras más exitosas, más eficaces? ¿Por qué no darle al método científico el derecho, no solo al progreso sino a la caída y al reemplazo, como se lo hemos comenzado a dar a las teorías recién en este siglo?
Vuelvo ahora a mis coincidencias con nuestro homenajeado. El método científico no ha sido derrotado o desbancado, como pretenden muchos filósofos. Simplemente, como toda la ciencia, se ha vuelto más humilde, ha perdido su calidad de oráculo fundamentalista cientificista. Se ha humanizado. Es una conjetura.
Todo esto es visto como la caída de la ciencia o de la razón por muchos filósofos, cuando en realidad se trata de la caída de la certeza dogmática. Se trata tal vez del mayor éxito de la búsqueda cognitiva de la historia. Tampoco es el éxito del escepticismo. El escepticismo es soberbio, no tiene nada de humilde. El pensamiento científico contemporáneo tiende a un humilde reconocimiento de sus límites, lo que le da posibilidades de éxito que no tiene ninguna actitud soberbia, ni fundamentalista ni escéptica. La humildad no es aquí solamente un valor moral. Es una promesa de éxito y eficiencia. Porque retroceder a tiempo y probar otros caminos en lugar de insistir sobre vías muertas promete resultados indudablemente más eficaces.
Las desventuras del conocimiento científico, el viejo fundamentalismo cientificista y el nuevo fundamentalismo posmodernista no consiguen sino promoverlo, junto con el conocimiento artístico y filosófico, tecnológico y con el que nos proporciona el sentido común, hacia el más alto grado de sublimación intelectual cognitiva que ha conseguido la especie humana.
Mencionaré ahora algunos resultados importantes y originales de la investigación de Klimovsky en filosofía de las ciencias naturales.
El contexto de aplicación es estudiado de manera clara e iluminadora. La corriente anglosajona impregna sistemáticamente los tratamientos, de un modo muy especial, donde sus ideas personales lo independizan de posiciones conocidas de antemano, dándoles una originalidad que permite apreciar los contenidos de una manera al mismo tiempo similar y diferente a los de los grandes maestros de dicha corriente.
Un excelente ejemplo de ello es el tratamiento del problema de la observación a partir de los puntos de vista de la base empírica filosófica, epistemológica y metodológica. Su defensa de una base empírica epistemológica no cargada de teoría científica es una muestra de lo que acabo de decir. Otro ejemplo, en cuanto a su independencia de criterio respecto de otros autores de la corriente anglosajona, es su tratamiento de las reglas de correspondencia como prácticamente equivalentes a las hipótesis puente. Nos dice explícitamente que estas no implican igualdad de significado, con lo cual se aleja, al menos taxativamente, de la idea del neopositivismo, en cuanto a ser consideradas como canales de transmisión de significado, aunque sea parcial, desde lo observacional hacia lo teórico. Otro interesante tratamiento clave es la diferenciación entre las nociones de evento y acontecimiento, que le permite evitar el desalojo del psicoanálisis del campo de la actividad científica.
Con respecto a los enunciados de teorías científicas, es interesante notar su posición en el sentido de considerar que se pueden aceptar como leyes a enunciados que son generalizaciones existenciales, aun cuando no sean mixtos, es decir, aun cuando no posean un cuantificador universal.
Un punto muy interesante de destacar pues se separa de las posiciones habituales, es su aceptación de algún tipo de inducción en el contexto de descubrimiento y no en el de justificación. Esta es una posición exactamente opuesta a la de Hempel, para quien las hipótesis (aunque no se verifican) se confirman probabilísticamente de manera inductiva. Sin embargo, más adelante, morigera levemente su posición, aceptando la versión probabilístico-estadística de la inducción como una “metodología atenuada” en el contexto de justificación.
Me interesa muy especialmente destacar el desarrollo que hace nuestro homenajeado de lo que denomina “método hipotético-deductivo en versión simple”, donde incluye su concepción de las teorías científicas, y también un caso “ejemplar”, el de la teoría de Darwin, así como otras importantes aplicaciones. Es muy atractiva la importante distinción que hace entre las nociones de testeo y contrastación. Magistral y didáctico, sus ideas fluyen en sus clases y en sus obras sin trabas, con toques metafórico-dramáticos, que son en muchos casos realmente admirables o con arrebatos de fino humor, no exentos de sarcasmo. A modo de ejemplo: “En esta concepción del método, la vida de una hipótesis (o de una teoría) es dura, trágica, y para cada una de ellas podría escribirse acerca de su nacimiento, pasión y muerte. Ante el problema que debe resolver, la hipótesis nace, pero luego empieza el terrible proceso de contrastación por medio del cual se la intenta aniquilar. Ella resiste, pero constantemente es agraviada por nuevos episodios de contrastación hasta que, finalmente, la refutación termina con ella en un dramático episodio de muerte epistemológica.” Otro: “[...] y esta vez la experiencia se realizó con crueldad, extirpándoles a los peces sus ganglios olfativos. (La repulsa que al autor le producen estas prácticas le impedirían dedicarse a la biología experimental, y sin duda preferiría ser psicoanalista, que según se sabe ‘es un médico judío con horror a la sangre’.)”
Otro punto que desarrolla magistralmente en uno de sus libros es el de las experiencias cruciales, cuando discute cuatro hermosos ejemplos. Aquí el autor hace gala de su original diferenciación entre experiencias cruciales de primera y segunda especie.
Como punto final de esta charla, me gustaría mostrar brevemente a qué se refiere Klimovsky cuando nos habla del “método hipotético-deductivo en versión compleja”. Se refiere a que la pretendida refutación posible de la teoría específica se diluye frente al hecho de que otras teorías o datos pueden ser los “culpables” de la falla de alguna consecuencia observacional. Es interesante su taxonomía de datos, hipótesis colaterales auxiliares (factoriales y existenciales), colaterales subsidiarias e hipótesis y teorías presupuestas, que cortejan la teoría específica como presuntos “sospechosos” en una novela policial. El nombre y las ideas de Popper sobrevuelan permanentemente las obras y las clases de Klimovsky. Indudablemente se advierte la influencia que este filósofo ha tenido en su ideas, independientemente de que dichas ideas sean favorables o contrarias a la posición de aquel. Tal vez se podría decir que Klimovsky lleva consigo un Popper internalizado, con el que se pelea y reconcilia permanentemente.
Es interesante notar que el método ha sufrido variantes que lo colocan al borde de la posición de Lakatos y, en algún sentido, del mismo Kuhn. Las actitudes metodológicas que apoya y denomina “conservadoras” se asemejan mucho, como él mismo lo dice, a las ideas de Lakatos y Kuhn al respecto. También se relaciona con las posiciones de estos filósofos la idea de rechazar en lugar de refutar una teoría, en relación con la opinión de la comunidad científica: lo que Klimovsky denomina “refutación por cansancio”.