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Оглавлениеactivismo
Raúl Zurita
Las calles son nuestros pinceles
Las plazas son nuestras paletas
¡A la calle futuristas, tamborileros y poetas!
Es el final de un poema de Maiakovski que se me vino a la memoria porque me pareció que en esas tres sencillas líneas está representada en todo su esplendor la democracia de las palabras; es una invitación a la acción, a tomarse las calles y, al mismo tiempo que las transcribo, me resulta imposible olvidar que su autor se mató a los 36 años dejando una carta que contiene una de las sentencias más tristes (y penosamente comunes) de la historia: “Como se dice, la comedia ha terminado. La barca del amor naufragó contra los escollos de la vida cotidiana”. Es precisamente esa vida cotidiana la que nos dice que una palabra aislada es todo y a la vez es nada. Así, por ejemplo, cuando mencionamos la palabra activismo y la aislamos, ¿a qué nos estamos refiriendo? ¿Al activismo de Göebbels arengando a las tropas nazis? ¿O a la famosa frase de Auschwitz, “El trabajo os hará libres”? ¿O más bien es el significado de Stalin llamando a cada ciudadano de la ex Unión Soviética a defender, contra todo internacionalismo, a la madre patria y no a la ex URSS? ¿O es el activismo de Jesucristo en “El Sermón de la Montaña” o el de San Pablo diciendo que aunque hables todas las lenguas y tengas la voz de los ángeles, si no tienes amor sonará como una campana hueca? ¿O yendo más lejos es el activismo infinito de la luz de las estrellas fecundando el Universo? ¿O de los mares y ríos fecundando la tierra?
La palabra “activismo”, como todas las otras, aún cuando a los poetas les subyugue la idea de “La Palabra” y no falten entre ellos esas intragables declaraciones, tan rimbombantes como vacías, donde se nos informa a los otros miembros del gremio que la poesía es la gran sostenedora de la “sacralidad de la palabra en la palabra”. Las razones que nos llevan a descreer de “La Palabra”, para creer en cambio en esa magnitud aleatoria e inabarcable que denominamos una lengua, son las mismas pero con signos opuestos: la palabra acción en sí no representa nada, es un hueco al que se le puede añadir lo que se quiera porque igual el resultado será cero, pero si la sacas del universo de las lenguas que hablamos el mundo entero se derrumba.
No es necesario entonces acudir al clásico desgano de un Borges para vislumbrar que carecemos de todo poder sobre las palabras porque estas, en su pluralidad, no solo no son un invento de lo humano, sino que lo humano es un invento de ellas.
Perdidos en los recovecos y fisuras de esa lengua en la que estamos contenidos y atraídos a la vez por la fatalidad de sus combinaciones en las cuales se encuentran representadas masacres, guerras interminables, emigraciones forzadas. No podemos contra la lengua y ella tiene todo el poder sobre nosotros, de allí posiblemente la fascinación por las palabras únicas, seguramente como un resabio de la palabra Dios, el activista por definición, pero que deja de ser inofensiva si se la acompaña de la palabra “verdad” de la cual sí sabemos algo: que es la más peligrosa de las mentiras: se mata y se muere en nombre de ella.
Arrasados en un mundo que quiere permanentemente imponernos significados únicos, donde ciertas palabras momentáneamente elevadas a los altares, como lo son ahora las palabras democracia, orden, estallido, y la palabra activismo (con toda su carga esperanzadora para muchos y aterrorizante para otros), se van tomando sucesivamente los escenarios, ellas nos traen el recuerdo de un significado transversal que cruzando todas las lenguas, vocablos e idiomas, nos muestra que si la palabra activismo tiene un sentido es solo por la mayor o menor cercanía que pueda tener con otra palabra que es tal vez la única que no requiere de las demás para significarse: la palabra amor. Maiakovski vio la barca del amor estrellarse contra lo que llamó “los escollos de la vida cotidiana”, y luego se mató. Todas las palabras pueden matar, incluso esa, pero también la palabra suicidio tiene distintos significados: morir de amor o morir por amor. Es el único activismo que para mí cuenta.