Читать книгу Ancor - Guillermo A. Cabrera Moya - Страница 14

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Ancor, haciendo caso a lo que Bentor le decía, sin pensarlo dos veces lanzó todo lo fuerte y alto que pudo y, tal y como se lo imaginaba, la piedra alcanzó en la cabeza a Acorán, que cayó al suelo desplomado.

Rápidamente se formó un corrillo alrededor del anciano, que yacía en el suelo desmayado y con una brecha abierta en la frente. Todos miraron y señalaron a los niños, que en seguida fueron agarrados por dos de los guerreros de Bencomo que estaban allí cerca.

El viejo Acorán fue atendido por una de las mujeres. Ésta sacó de una bolsa de piel de cabra que llevaba colgando una pequeña vejiga de animal que, a modo de botella, guardaba una especie de jugo blanco y amargo extraído de exprimir las hojas del cardón. Tenía un olor nauseabundo y era utilizado para despertar a los que permanecían dormidos. El fuertísimo y apestoso olor hizo que en un momento Acorán se recuperara de su letargo. La herida de la cabeza fue vendada y los dos muchachos llevados ante la presencia del Tagoror, donde serían juzgados y probablemente reprendidos y castigados, ya que sus travesuras se iban haciendo cada vez más frecuentes.

Ancor

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