Читать книгу Ancor - Guillermo A. Cabrera Moya - Страница 8

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Él era un niño como los otros de su tribu: activo, juguetón e inquieto, al que le gustaba estar todo el día correteando por los barrancos en busca de frutas, lagartos y otros animales con los que practicar su puntería en el lanzamiento de piedras.

Sus padres le habían puesto de nombre Ancor, esperando que le diera la fuerza y la inteligencia necesarias para que, algún día, se convirtiera en un poderoso guerrero capaz de defender a su familia y a su gente de los enemigos que los acechaban.

Su casa estaba situada en la cara derecha de un gran barranco por el que corría agua todo el año, perteneciente al Menceyato de Taoro, que estaba situado en la vertiente norte de la isla de Tenerife.

Desde la entrada de la cueva de su familia podía verse el Teide con todo su esplendor, ya que al ser la montaña más alta del archipiélago dominaba el paisaje. Se decía que el Echeide era la puerta de entrada al infierno, lugar en el que residía el todopoderoso dios Guayota, que en ciertas ocasiones los castigaba y demostraba su poder, haciendo temblar la tierra, o soltando una espesa capa de humo maloliente y asfixiante, o, en el peor de los casos, soltando fuego por su boca y destruyendo todo lo que se interponía en su camino.

La vista desde él era absolutamente espectacular.

Ancor

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