Читать книгу Ancor - Guillermo A. Cabrera Moya - Страница 16

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El enfado de Bencomo con su hijo y Ancor era más que evidente.

—¡Pero cómo se les ha ocurrido semejante idea! —gritaba el Mencey mientras los chicos lo miraban y bajaban la cabeza en señal de respeto y culpabilidad—. ¿Es que se han vuelto locos? ¿Cómo puede hacer estas cosas mi propio hijo? ¿A quién se le ha ocurrido tremendo disparate?

Inmediatamente Ancor, que sabía que su deber era proteger a su amigo, se arrodilló y dijo:

—Perdóname, Mencey. He sido yo. La idea ha sido mía.

Tanto Bentor como Bencomo miraron asombrados al muchacho. El uno porque no esperaba esa rápida respuesta de su amigo y el otro porque, sabiendo que había sido idea de su hijo, le sorprendió la lealtad de Ancor.

—Ésta será la última travesura que hacen. Cada uno se irá a su casa y esperará a que se reúna el Tagoror para imponerles un castigo.

Esa misma tarde el Tagoror se reunió, a la entrada de la vivienda de Bencomo. El lugar preparado al efecto era un terreno circular, delimitado por piedras que hacían la función de asientos, destacando entre ellas una más elevada destinada al Mencey.

Todos los ancianos estaban allí, incluido el propio Acorán, todavía dolorido y presentando un gran chichón en la frente.

—Sabemos lo que ha ocurrido —comenzó diciendo Bencomo—. No importa que se trate de mi hijo y su mejor amigo. Todo lo contrario, creo que ha llegado el momento de que comience a portarse como el futuro Mencey y eso debe significar respeto a los demás y disciplina. Hablen, quiero escuchar sus opiniones.

Ancor

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