Читать книгу Muchacho en llamas - Gustavo Sainz - Страница 11

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Oh, Juan, ¿quién nos librará de la maldad de los Buenos

que han encontrado una salida: la Justicia?

Lanza del Vasto

Escombro el escritorio para ponerme a escribir. Incluso me baño y me visto especialmente para la ocasión: ropa gruesa, para no sentir frío después de varias horas sentado. No sé dónde acomodar tantos papeles, folletos y diccionarios, así que los amontono equilibradamente a un lado. Mi padre debe estar escribiendo un artículo. Siempre lo oigo tecleando hasta altas horas de la madrugada. Meto una hoja en blanco en el rodillo de la máquina. Es como mirar la nieve del Popocatépetl. Me persigno envuelto por el orden impecable de la biblioteca. Es increíble, pero todavía me persigno de vez en cuando. En el montón de papeles que acabo de acumular, una página mecanografiada por mi padre llama mi atención:

Allá en el Mioplioceno, continuándose hasta el Pleistoceno, es decir, entre hace trece millones y un millón de años, nació y fue creciendo lentamente, a causa de sus erupciones continuas, el Popocatépetl, “Montaña que humea”, o el Xitliquehuac, “El que arroja cenizas”.

Está formado por material lávico, dacita y riodacita y traquita en su mayor parte. El Pico mayor o Pico Anáhuac se localiza, según carta de la Secretaría de la Defensa Nacional 14 Q-h (123), a 19° 1’ 15’’ latitud norte, y a 98° 37’ longitud oeste, y su cima alcanza 5 452 metros sobre el nivel del mar. El labio inferior del cráter registra 5 253 metros. El Pico del Fraile se localiza en el lado sur del volcán y su base está a 5 249 metros. El Ventorrillo alcanza 4 999 metros. El cráter, de forma elíptica, tiene una circunferencia de 22 867 metros, con una profundidad de 380 metros desde el Pico Mayor.

Forma parte de una cadena volcánica que corre de norte a sur dividiendo las cuencas de Puebla y México desde Otumba, por el estado de Hidalgo, hasta Joanatepec, en el de Morelos. El cono volcánico presenta pendientes de 20, 30 y, en algunas vertientes, hasta de 50 grados.

Parte de un derrame que la erosión en el curso de los siglos ha destruido, está ahora convertido en ese extraordinario roquedal llamado El Ventorrillo, con su Flecha del Aire.

Al fondo de la biblioteca gira un espejo.

De Tatiana, como de María de Magdala, en mi novela futura los sacerdotes llegarán a extirpar siete demonios: el de la lujuria, el de la envidia, el de la vanagloria, el de la curiosidad, el de la avaricia, el del desprecio y, por último, el demonio más feo de todos, el demonio de la maledicencia…

Cuando vuelvo a casa, mi padre discute con su mujer: es impresionante su disposición para la violencia verbal… Es como si cada uno se sintiera orgulloso de gritar más fuerte, y tratara de gritar más fuerte…

Después de un rato largo me enfrento con el rostro descompuesto de mi padre.

—¿Qué cosas mías has estado agarrando?

—Nada, de veras, nada. Traté de escombrar el escritorio, pero no deseché nada, simplemente acomodé todo en un extremo, lo acumulé cuidando que no se maltratara ningún papel. Luego alfabeticé algunos libros. Puse en orden la sección de Ciencias Sociales —asustado.

—Pues tu madrastra —increpa—, dice que se encontró allá arriba dos cartas, y que el lunes pone el divorcio…

Por un minuto no sé qué responder. No tengo ninguna culpa. Si mi descuido hubiera sido intencional, tendría razón de enojarse, pero no. Después pienso, pero nada más lo pienso, no digo nada: ¿y yo soy el culpable de tus relaciones extramaritales? ¿Y yo soy el culpable de tu manía de coleccionar recuerdos? ¿Y yo soy el culpable de que hayas conservado inclusive esas cartas? Mi hermana baja y todo se interrumpe. Todos salen precipitadamente: mi ­hermano, mi hermana y mi padre. Me dan ganas de ponerme a llorar. Al poco rato baja mi madrastra como ajena a todo y hasta can­turreando, como si estuviera contenta…

Muchacho en llamas

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