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Día 40
ОглавлениеLlevo un tiempo sin salir de la habitación. Estaba demasiado deprimido para escribir ni ver a nadie. Hoy he salido después de una semana. He ido a dar un paseo por el jardín.
Le he preguntado por el cielo al barman, Nathan, y coincide conmigo en que las nubes tienen un color raro.
—Color de herrumbre —me ha dicho.
La médica, que ahora sé que se llama Tania, había salido a correr por los alrededores del bosque. Se ha detenido a nuestro lado y ha mirado al cielo también. Hace muchísimo frío. Ninguno de nosotros había traído suficiente ropa de abrigo para adaptarse al brusco final de este verano, y de la civilización.
—¿Habláis de las nubes?
—Sí, son raras, ¿verdad? —ha dicho Nathan.
—Anaranjadas —ha respondido ella, tapándose los ojos como solía hacerse, aunque ahora no haya sol.
—Me alegra no ser el único que lo ve así —he dicho yo—. Creía que la conmoción me provocaba alucinaciones.
—¿Pensáis que es por... la radiactividad? —ha preguntado Nathan.
—No. Será por el polvo y los escombros de las explosiones. Pasaría lo mismo si un asteroide se estrellara contra la Tierra. —Hemos seguido mirando las nubes hasta que ella ha empezado a tener frío y a temblar—. Espeluznante —ha dicho, mientras se dirigía hacia el interior—. Pronto empezarán a morir los árboles.
El tiempo no mejora.