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Sin poder incluir la formación analítica plena ¿de qué modo el psicoanálisis logro incorporarse en el siglo XX en la universidad?

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Desde ese trabajo de Freud han pasado casi cien años y valdría la pena comentar que ha sucedido en todos estos años entre la universidad y el Psicoanálisis desde la perspectiva en la que Freud por única vez se refiere al tema de su “posible conveniencia”. Y donde plantea que debido a la exclusión del Psicoanálisis de la universidad, apuesta a las asociaciones psicoanalíticas. Como se dijo, no menciona los motivos de la exclusión, parece darlos por sentados.

En 1910 ya había sido creada la Asociación Psicoanalítica Internacional y en el año de la publicación de este trabajo de Freud (1919) ya funcionaban varias sociedades, las más destacadas Viena, Berlín, Budapest, Zúrich y otras se iban agregando. Es imprescindible, parece pensar Freud, que el Psicoanálisis debía cuidar su supervivencia científica y la autonomía que le había sido impuesta por ese destino extrauniversitario. Y como le comentó a Jung una vez “el psicoanálisis fara da se”.

La segunda guerra mundial afectó gravemente a casi todas las sociedades psicoanalíticas más importantes en Europa. Su resultado fue generar una diáspora que dispersó un numeroso contingente de analistas muy calificados que debieron instalarse, con suerte dispar, en distintos lugares del mundo. Muchos de ellos, con analistas nativos, fueron creando asociaciones psicoanalíticas locales logrando con el tiempo afiliación con la IPA. Algunos de ellos arribaron a nuestro Río de la Plata y crearon la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Esta a su vez, difundió el psicoanálisis en distintos lugares de Latinoamérica. El número de Sociedades Psicoanalíticas fue creciendo considerablemente y alojó en sus Institutos la formación psicoanalítica basada en los requisitos que la IPA misma había impuso en 1925 en Berlín.

La literatura psicoanalítica siguió este desarrollo minuciosamente, y muchos trabajos de investigación pusieron de relieve las ventajas y desventajas de ese tipo de formación basado en el trípode. Pocas veces una capacitación profesional recibió a lo largo de los años un escrutinio tan minucioso de parte de sus propios miembros. No hay duda que las Asociaciones cumplieron un rol excepcional en albergar la formación psicoanalítica en un ámbito privado, que contribuyó a su calidad, excelencia y difusión, pero también se hicieron oír voces críticas: su creciente tendencia al aislamiento, su predisposición a la endogamia y la dificultad en separar el psicoanálisis como un movimiento que es necesario expandir de los requisitos que exige una formación científica y profesional (Garza Guerrero César, 2006).

Después de la II Guerra Mundial algunos Institutos de Formación Psicoanalíticas de la IPA se alojaron en el seno de algunas universidades o en hospitales universitarios, especialmente en Estados Unidos. En la medida en que iban quedando vacantes altos cargos académicos en los Servicios de Psiquiatría de hospitales universitarios, eran reemplazados por psicoanalistas de mucho prestigio. A su vez, se empezaron a integrar los servicios con analistas de los Institutos de Formación, tanto miembros como candidatos que innovaron la asistencia y la docencia psiquiátrica clásica con un pensamiento de raigambre psicoanalítica. Merecen ser mencionados, entre otros, el Denver Institute for Psychoanalysis, el Southern California Psychoanalytic Institute, el Psychoanalytic Education Program de la University of North Carolina-Duke, University of Colorado, Medical School, Emory University, el Columbia University Center for Psychoanalytic Training & Research, Essex University, el University College de Londres. Todos tuvieron programas de intercambio académico con la Universidad donde estaban instalados, pero esta no acreditaba la formación clínica académica de los candidatos. Una experiencia interesante fue la que durante años ofreció la formación brindada por la Menninger Foundation con el Topica Institute of Psychoanalysis. Y merece también una mención la formación en niños que brindara la Hampstead Child Therapy Clinic creada por Anna Freud en Londres.

En algunos casos, cuando se intentó avanzar e instalar la formación psicoanalítica como parte de la estructura académica surgieron problemas que clausuraron la experiencia tempranamente. Tal fue el caso con el Cleveland Institute y Pittsburgh Institute.

En este breve resumen merece ser mencionado también el Doctorado de Psicopatología Clínica y Psicoanálisis de la Universidad de París VII, a cargo de Jean Laplanche, autorizado en 1975 y del que salieron las valiosas Problemáticas publicadas por Amorrortu Editores. En ellas, hace importantes reflexiones acerca del lugar del psicoanálisis en la universidad.

En nuestro país el psicoanálisis fue introducido tempranamente en la Universidad. En la década del sesenta la recientemente creada Facultad de Psicología de la UBA incorporó al Psicoanálisis en los estudios de grado. José Bleger, uno de los miembros pioneros de APA fue uno de los primeros profesores. Pero al principio de su discurso inaugural señalaba los problemas específicos que hacían imposible la formación analítica en la Universidad: “El Instituto de Psicoanálisis es el que forma psicoanalistas con preparación para ejercer el psicoanálisis clínico, y ya hemos visto que no se puede aplicar el psicoanálisis sin investigar. Esta formación es lenta y difícil; exige fundamentalmente que el candidato se someta él mismo a un tratamiento psicoanalítico con un psicoanalista didáctico y además la concurrencia y aprobación de tres años de seminarios con el control de su práctica psicoanalítica en un mínimo de cien horas.” Y al final de la conferencia delimita el campo de lo que va a enseñar: “De todo lo dicho se infiere fácilmente que la enseñanza de la materia a mi cargo no tiende a formar de ustedes ni psicoanalistas profanos ni psicoanalistas silvestres. Se trata de enriquecer el campo de trabajo del psicólogo con el manejo del psicoanálisis aplicado que incluye en forma indispensable -como ya lo hemos señalado un pensamiento dinámico.” Bleger intentó inicialmente separar la enseñanza de la psicología de la formación psicoanalítica que se solo se ofrecía en la Asociación Psicoanalítica de la que él era miembro y limitar la enseñanza de la cátedra de psicoanálisis al psicoanálisis aplicado. Lo cierto es que los planes de estudio del pregrado y más tarde en el posgrado de la Facultad de Psicología tuvieron una fuerte presencia del psicoanálisis. Los programas académicos contribuyeron desde entonces a establecer un factor dinámico que contribuyo a la difusión y expansión del psicoanálisis muy ligado a la universidad.

En nuestro país, la incorporación novedosa de la Psiquiatría en los hospitales generales alejada de la inserción manicomial, generó un impulso favorable a la por entonces denominada Psiquiatría dinámica. En los años sesenta, el Servicio de Psiquiatría del Hospital de Lanús dirigido por Mauricio Goldenberg se convirtió en el centro más moderno de asistencia y formación psiquiátrica en Latinoamérica y por el cual desfilaron los analistas más prestigiosos o aquellos candidatos en formación que lo serían. Muchos otros centros hospitalarios o de salud mental lo siguieron.

El interés en el medio analítico nacional por las ideas de Lacan se hizo presente y empezó a crecer sostenidamente en Argentina a partir de la década de los setenta. Se reconoce a Oscar Masotta, un destacado escritor y ensayista, como uno de los impulsores del movimiento en Buenos Aires. En 1969 organizó, al parecer alentado por Enrique Pichón Riviere, los primeros grupos de estudio de las ideas de Lacan y en 1974 fundó la primera institución lacaniana en Latinoamérica, la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Las instituciones lacanianas que siguieron ofrecieron entonces a médicos y también a los psicólogos oportunidad de formarse en psicoanálisis con un perfil propio, más allá de los requisitos que hasta ese momento había monopolizaba la IPA. Eran los tiempos en que solo los médicos podían ingresar en las instituciones psicoanalíticas de la IPA. Cabe consignar que durante el tiempo que duro el régimen militar, la profesión del psicólogo fue excluida como actividad asistencial autónoma: debió ejercer su profesión bajo la supervisión de un médico psiquiatra.

No hace al propósito de este trabajo recorrer la importante presencia del movimiento lacaniano en Buenos Aires. Solo consignar que, aunque inicialmente muy críticos de la IPA y del llamado ‘discurso universitario’ como variante del discurso del amo, sus integrantes comenzaron a poblar numerosos claustros universitarios, públicos y privados y a ocupar muchas posiciones en instituciones y dependencias de salud mental.

Mientras tanto, el Psicoanálisis como teoría, florecía también en los Departamentos de las Humanidades (Lingüística, Historia, Filosofía, Sociología, Antropología, etc.) A partir de la década de los noventa, y siguiendo una tendencia mundial, muchas universidades nacionales, tanto públicas como privadas, agregaron a su oferta académica Maestrías y Doctorados en Psicoanálisis. Numerosos docentes se destacaron por su notable conocimiento de la teoría freudiana y lo incorporaron en sus trabajos académicos No hay duda de que su presencia en la universidad tuvo un peso muy significativo y de paso, ayudó a que el psicoanálisis tuviera reconocimiento y visibilidad en la cultura.

Este gran despliegue del psicoanálisis en la universidad cumplía una de las sugerencias del trabajo de 1919 y supuso un gran logro: asegurar la presencia del psicoanálisis en la estantería de los saberes académicos y generar la posibilidad de una Universitas Literarum. El psicoanálisis, para Freud debía incluirse dentro de la amplia comunidad de estudios culturales y conocimientos científicos.

Pero desde el punto de vista de la formación analítica, este desarrollo en la universidad, tuvo (y tiene) tres limitaciones. 1. En primer lugar sus planes de estudio están compuestos básicamente por trabajo teórico en aula, careciendo de los componentes esenciales de lo que se considera una formación integral (análisis personal, supervisiones clínicas, seminarios, etc.) 2. En segundo lugar, se lo incluye en una estructura universitaria ajena cuyos fines específicos (empresariales, religiosos o corporativos) a menudo ajenos al Psicoanálisis, dificulta la posibilidad de la esencial integración interdisciplinaria con otros saberes académicos afines. 3. En tercer lugar, quienes están a cargo de la formación, encargados de los análisis y de las supervisiones, deben ser analistas didactas a quienes no hay manera de incluir de manera estable en la estructura académica actual.

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