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Agradecimientos

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Deseo agradecer a todos los que colaboraron para que estas páginas se hicieran realidad, tras un arduo trabajo que me permitió conocer muchos aspectos de la vida de los pueblos que habitaron la llanura pampeana.

La idea nació luego de leer dos libros que un día dejó un paciente en mi consultorio y que me resultaron muy interesantes y de mucha utilidad en los viajes por las regiones descriptas en el relato. Se trataba de “La lanza rota”, de Dionisio Shoo Lastra y el Diccionario Mapuche Español, de Esteban Erize. Esos fueron los textos que despertaron mi interés sobre el tema aborigen y me inspiraron un cuento corto sobre un capitanejo pampa y una cautiva.

Cierto día, charlando en el club con mi gran amigo, el profesor Leonardo Killian, coautor de El camino del arco, le comenté la idea de escribir un libro de ficción. El tema sería la historia de un abuelo pampa, relatada desde el interior de la toldería, con la visión de un nativo. Le pareció interesante y me animó a realizar el proyecto. A él debo agradecer la gran cantidad de información y los numerosos libros que puso a mi disposición para llevar a cabo la tarea.

También quiero agradecer al Dr. Antonio Sadovskis que me acercara varios textos muy valiosos sobre la vida en los fortines de la frontera interior y sobre las leyendas y costumbres mapuches, que me resultaran de gran utilidad para aclarar muchas dudas sobre la vida de esa gente.

A la Dra. Cristina Furatini, compañera de trabajo y amiga, que me acercó un libro sobre la vida del cacique Saihueque, el “Señor de las Manzanas”, como era conocido el sur.

A mis amigos y mi familia que me alentaron a llevar a término el proyecto, y especialmente a mi esposa que tuvo la paciencia de escuchar el relato de muchas partes del libro a medida que iba tomando forma.

Un agradecimiento muy especial a Patricia Rodríguez Kiernan, ex alumna de mis clases de tiro con arco en el Club Universitario de Arquería, que me ofreció sus servicios de correctora literaria para revisar el desarrollo gramatical del texto.

Y por último, quiero agradecer a la vida que me permitió conocer todas las regiones descriptas en el libro y a muchos personajes que con sus recuerdos y anécdotas me dieron la oportunidad de ahondar en muchos aspectos de los temas tratados.

Nací en un pueblo que en sus orígenes fue un fortín de frontera, a pocas leguas del Salado, que era conocido como fuerte “Las Estacas” por los palos clavados en el piso que demarcaban las manzanas que hoy dan forma a la ciudad de Chacabuco, en el oeste de la provincia de Buenos Aires.

Allí viví mis primeros años en el campo, donde cursé la escuela primaria. En esos campos, situados a veinte kilómetros del pueblo, en mis correrías encontré piedras de boleadoras, recorrí cañadas y pajonales cazando patos y perdices, pesqué bagres en el Salado y escuché muchos cuentos de boca de un viejo peón, don Miguel, descendiente de aborígenes que habitaron la región, vecina a los toldos de Coliqueo.

Todas esas experiencias vividas en el campo en los años de niñez y juventud me permitieron vislumbrar lo que debe haber sido la vida en las tolderías y en la frontera durante el siglo XIX y hoy, luego de mucho investigar pude dar forma a este relato, que aunque de ficción encierra muchos de los acontecimientos ocurridos en épocas en que nuestro país se estaba consolidando como Nación.

Héctor A. Cirigliano

El abuelo pampa

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