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Lengua y estilo
ОглавлениеST . HARRISON (1995: 14) escribió: «todavía no existe ningún estudio autorizado de conjunto sobre la ‘dicción’ de Horacio, y las principales contribuciones han sido sobre las Odas 44 ; para las otras obras hay que consultar los comentarios». Y, en efecto, esa circunstancia, por lo demás lógica, de que en el estudio de la lengua de Horacio haya primado el interés por la de su lírica no ha propiciado el deseable conocimiento de la de sus sermones 45 .
En una instantánea panorámica de la misma, CLASSEN (EO I: 277) afirma que se caracteriza por la claridad de sus construcciones, la cuidada selección de su vocabulario, el moderado uso de arcaísmos 46 y vulgarismos y el aún más moderado de helenismos. Pero parece conveniente recordar aquí algo que a este respecto escribía el propio autor:
Ante todo, me excluiré del número de los que reconozco como poetas. Pues no me dirás que cuadrar un verso es bastante; y si uno escribe, como yo hago, cosas que más cerca están de una conversación, no pensarás que por ello es poeta (I 4, 39 ss.).
De este pasaje, por lo demás un tanto hiperbólico, podría sacarse la presunción de que Horacio no aplicó a sus Sermones , inspirados por una Musa pedestris (II 6, 17), una dicción poética específica, algo que en la tradición literaria griega, junto con el dialecto y el metro consagrados 47 , formaba la tríada de rasgos formales característicos de cada género. A esta presunción cabría responder que el poeta sí se valió de una cierta dicción de género ; pero que ésta consistía en gran medida en atenerse al latín cotidiano del tiempo, al modo y manera en que ciertas corrientes literarias de nuestros días —entre nosotros, las que, arrancan de Valle Inclán— han sabido sacar a la lengua usual y castiza un notable rendimiento estético. Tal parece haber sido el caso de la sátira y en particular 48 de la de Horacio, prototipo de poesía impura , como en nuestros tiempos estudiantiles nos enseñaba Agustín García Calvo.
Por todo lo dicho, y no sin ciertas reservas, cabe considerar al Horacio satírico como una fuente para el conocimiento del latín vulgar de su tiempo; o, para ser más exactos, de la lengua cotidiana de la gente educada («gebildete Umgangsprache», HEINZE , 1921: XXIV ). Ese registro lingüístico no era precisamente el utilizado por Lucilio, más popular , al tiempo que más enrevesado, sino que se acercaba al sencillo pero elegante que cien años atrás había cultivado Terencio en sus comedias 49 y al más llano, el humilis , de entre los tres estilos oratorios clásicos. A este respecto afirma ANDERSON (1963: 14) que «simplemente no es verdad que las sátiras horacianas se puedan convertir en prosa sin sufrir daño», contra lo que el propio poeta parecía sugerir en I 4, 56 ss. 50
Al tratar de la lengua del Horacio satírico y de su relación con la lengua hablada no se pueden pasar por alto los estudios que publicó en España, en sus años jóvenes, el longevo y siempre original lingüista italiano Giuliano Bonfante (1904-2005), en los volúmenes casi fundacionales de la revista Emerita 51 . Sin embargo, aquí nos atendremos a exposiciones más recientes 52 .
Por de pronto, y como decíamos, el latín de las Sátiras , salvo algunas concesiones a la lengua abiertamente vulgar (merda , cunnus, futuo... ), es un testimonio del latín coloquial que cabe suponer que en su tiempo utilizaban las personas educadas como él; y, por cierto, algunos rasgos coloquiales aparecen también eventualmente en su obra lírica. En el plano fonético cabe señalar fenómenos como la diptongación precoz del diptongo au (así colis por caulis y plostrum por plaustrum , forma que, en cambio, sí aparece en Odas III 24, 10), o la síncopa (caldior, soldum, lardo ). Claro tono coloquial tienen también expresiones de difusa cuanto innecesaria sintaxis como nugas / hoc genus («insignificancias como éstas», II 6, 43 s.), o que anuncian el éxito futuro de algunos sintagmas preposicionales (cetera de genero hoc , en I 1, 13; o garó de sucis piscis Hiberi , en II 8, 48). Las fórmulas de cortesía y modestia también nos ofrecen ejemplos tan gráficos como hunc hominem en lugar de me (I 9, 47). En el campo de la expresividad coloquial arraiga también, sin duda, la relativa frecuencia del infinitivo exclamativo, al igual que el del llamado praesens pro futuro y el del futuro con valor yusivo. Otra parcela de la lengua de las Sátiras que RICOTILLI (EO II: 901) señala como propicia a la aparición de rasgos populares es la de la afirmación y la negación (ita / minime ), las cuales pueden reforzarse por medio de expresiones como hodie (en un uso casi equivalente al de hercle ), o de perífrasis condicionales como moriar ni..., ne uiuam si.. . Al mismo ámbito cabe atribuir la negación por medio de nullus , en lugar de non , o el empleo de male con valor atenuante. Otros adverbios como belle, pulchre o laute , del mismo registro, sirven como intensificadores.
A un nivel sintáctico superior se sitúan otros giros coloquiales, como el llamado ut indignantis , por medio del cual se repudia un consejo o exigencia que se considera intolerable: utne tegam spurco Damae latus ? («¿Que le cubra yo el flanco a un Dama asqueroso?», II 5, 18). Naturalmente, el consabido empleo de la parataxis en lugar de la hipotaxis también está bien acreditado en la lengua de las Sátiras , asunto sobre el que luego volveremos. Y no carece de interés el apartado de la «interrogación mecanizada» (RICOTILLI , EO II: 903) del tipo quid agis? o quid faciam?, non uides? y otras de clara función fática; tampoco el de las fórmulas de ruego y persuasión como inquam (un tajante «digo»). Naturalmente, también la profusión y variedad de las interjecciones y expresiones equiparadas (heu, heus, eheu, ohe, eia, ecce, bone, maxime luppiter , etc.) son una ráfaga de aire popular en la lengua de las Sátiras . Y lo mismo las expresiones de menosprecio (uilior alga , II 5, 8; cassa nuce pauperet, ibid . 36) o de vituperio (cimex, simius, nebulo ) y sus contrarias.
En el léxico de las Sátiras se observa la tendencia a las «expresiones concretas, que se fundan en la experiencia de la percepción sensorial y se imprimen fácilmente en la mente del oyente» 53 . Esa tendencia evoca con frecuencia «la exageración y la afectividad». Algunos ejemplos de Horacio bastarán: ebibo (no simplemente «beber», sino «beberse»), ingluuies («tragaderas») en lugar de uoracitas ; auerro («barrer») en lugar de aufero), cubo («estar en cama») en lugar de aegroto y, en fin, el gráfico defrico para referirse al modo en que Lucilio había aplicado su «sal» a sus conciudadanos (I 10, 4). Anotemos también la frecuencia con que los verbos como facere, esse, habere y mittere aparecen como «Allerweltsverba» (RICOTILLI , EO II: 906, citando a Hofmann), algo parecido a lo que cierta lingüística moderna llama «proverbos», en lugar de otros más concretos. Otros elementos claramente populares a señalar son los términos caballus, casa, comedo, bellus, bucca , etc.
En cuanto a características no vinculadas al sermo cotidianus , la lengua del Horacio satírico no exige ni justifica un tratamiento detallado en el marco de una simple introducción a una simple traducción. Por ello remitimos al lector interesado a la bibliografía citada al inicio de este apartado. Pero sí creemos que merecen reseña aparte, al menos, dos rasgos de la misma. En primer lugar, el de que en ella se observa una cantidad de helenismos sensiblemente inferior a la de las Odas 54 , algo lógico en un género carente de modelos griegos inmediatos. Luego, en el plano sintáctico, los valores estadísticos de la relación entre coordinación y subordinación, que nos ofrece y comenta G. CALBOLI 55 . Sentado que la lengua poética tiene una menor inclinación por la hipotaxis, la cual sobrepasa el 50% en prosistas como Cicerón y César y desciende por debajo del 25% en la Eneida , Calboli nos hace ver que las Sátiras (con un 35,18%) y las Epístolas (con un 33,11 %) se encuentran también en este aspecto a medio camino entre los datos distintivos de la literatura prosaica y los de la poética, a los cuales, como es lógico, se acercan bastante más los Epodos , con el 28,44%, y las Odas , con el 25,88%. Sin embargo, también hay casos, y en las propias Sátiras , en que el empleo de la parataxis en lugar de construcciones normalmente hipotácticas (como las condicionales, concesivas y temporales) no sólo no es un rasgo poético, sino «propio de la lengua vulgar o, mejor, hablada» 56 .
Varios de los rasgos de lengua aludidos hasta aquí pueden verse también como rasgos de estilo . En el de las Sátiras Horacio combina con equilibrio los propios de la prosa, de lo coloquial y de lo poético 57 .
J. MAROUZEAU , que convirtió los estudios de estilística latina, y en particular los de fonoestilística 58 , en una disciplina seria , rescatándola de la intuición subjetiva, llamó a Horacio «artista de los sonidos» 59 . Naturalmente, hablamos ahora de recursos y rasgos intraducibles , pero de los que sí cabe dar al lector una idea mediata con algún que otro ejemplo.
En la famosa sátira del pelmazo , la I 9 (31 ss.), el poeta, irritado, pero que aún conserva un resto de ironía, le cuenta a su indeseado acompañante:
«una vieja adivina sabelia me predijo de niño, después de que hubo agitado su urna: ‘A éste no lo ha de quitar de en medio una espada enemiga ni un dolor de costado, ni una tos, ni la torpe podagra; será un charlatán el que acabe con él cualquier día. Si tiene sentido común, que evite a los hombres locuaces tan pronto como se haga un hombre maduro’».
Al contar la anécdota —probablemente inventada—, Horacio sabe adoptar el aire propio de un carmen —un vaticinio y al tiempo un poema—tradicional romano:
Hunc neque dira uenena nec hosticus auferet ensis
nec laterum dolor aut tussis nec tarda podagra;
garrulus hunc quando consumet cumque; loquaces,
si sapiat, uitet, simul atque adoleuerit aetas .
Marouzeau nos hace notar que ahí nos encontramos con algunos recursos fónicos propios de ese viejo género: homeoteleutos como los que forma la serie dira- tarda- podagra: y aliteraciones como las evidentes de consonantes en quando consumet cumque o si sapiat... simul , o la más singular que consiste en combinar iniciales vocálicas, incluso de diverso timbre: auferet ensis , adoleuerit aetas . De la expresividad que Horacio logra por medio de su diestro manejo de los sonidos tenemos otro excelente ejemplo en I 6, 57, donde con una aliteración de la consonante p describe gráficamente su propio balbuceo ante las primeras palabras que le había dirigido Mecenas:
lnfans namque pudor prohibebat plura profari 60
Recordábamos en nuestra Introducción general 61 que Horacio y Virgilio, a diferencia de la mayoría de los poetas de la generación anterior, ya tenía una sólida formación retórica, todo un signo de los tiempos. De ahí que a la hora de analizar el estilo de las Sátiras , y aunque su autor declare que es similar al del sermo merus de la comedia (I 4, 48), haya que pensar también en el instrumental de recursos oratorios que ya eran de corriente uso en la prosa de la época. Sin embargo, en cuanto al llamado estilo periódico , el Horacio satírico no parece haberse atenido a las tendencias que Virgilio consagró en su hexámetro, con períodos de hasta cuatro versos: al parecer, la longitud media de los suyos no pasa de entre un hexámetro y medio y dos; y cuando excede esa medida, lo hace según el antiguo y «pesado y complicado» tipo lucreciano , todavía inmune a las modernas técnicas oratorias y sin una clara organización, o bien procede de una manera acumulativa, propia del discurso cotidiano 62 . Por lo demás, es habitual en las Sátiras el empleo de los tropos y figuras principales 63 , tanto de raigambre poética como retórica: la anáfora, la hendíadis, el poliptoton, la anástrofe, el hipérbato, el zeugma, la tmesis, el asíndeto, la lítotes, la metáfora, la metonimia, la prosopopeya, la aliteración 64 , etc. En cuanto al orden de palabras, Horacio parece haber seguido el modelo discursivo de Lucilio, sin buscar «una artificial simetría» 65 .
Para concluir este apartado, recordaremos los que, según M. J. MC GANN 66 , constituyen los «principios artísticos de acuerdo con los cuales Horacio escribe sátiras», implícitamente enunciados en I 10, 5-17: 1) no basta con hacer reír, aunque esto ya no es poca cosa; 2) es fundamental la brevedad, de manera que el pensamiento no se enrede con las palabras; 3) hay que tener capacidad para variar el lenguaje desde la severidad a la ligereza, haciendo al tiempo de orador y de poeta; y en otras ocasiones, sabiendo controlar la fuerza del propio ingenio.