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Introducción

Meter las manos en la tierra es ciertamente terapéutico. Tal vez nos haga revivir alguna de nuestras primeras experiencias, cuando descubríamos el mundo tocándolo todo, o quizás afloran memorias ancestrales de la especie, de cuando los seres humanos escarbábamos la tierra en busca de raíces o sembrábamos las primeras semillas con reverencia religiosa, maravillados ante la magia de nuestro mayor descubrimiento: ¡Podemos cultivar plantas!

Porque fue la agricultura la que permitió al hombre asentarse todo el año en el mismo lugar y acumular alimentos en las épocas de clima más favorable para poder sobrevivir sin pasar hambre durante los meses de invierno.

Gracias a la agricultura, por primera vez se dispuso de excedentes de comida y algunos miembros de la comunidad no tuvieron que dedicarse a buscar sus propios alimentos. Liberados de las tareas más básicas tuvieron tiempo para estudiar o desarrollar labores especializadas. Las grandes civilizaciones de la historia, la vida urbana, el progreso científico y el arte existen gracias a que aprendimos a cultivar.

Y cultivando hemos pasado la mayor parte los últimos diez mil años. Desde el Neolítico hasta hace menos de un siglo la inmensa mayoría de las personas vivían en el campo y se dedicaban a la agricultura y la ganadería. Pero todo cambió cuando empezaron a trasladarse a las ciudades. Por primera vez en la historia, los niños crecen sin ver huertos, animales ni demasiados árboles. Edificios, aceras y mucho asfalto sustituyeron a campos, ríos y bosques. Colonizamos, talamos, explotamos, asfaltamos y construimos sin parar, como un gran virus que se extiende por el territorio matándolo todo.

Así estamos ahora, pero hace tiempo que empezamos a darnos cuenta de que este rumbo no lleva a buen puerto, que debemos cambiar nuestra forma de vivir en el planeta o las cosas se van a poner muy feas para nosotros. Por fortuna, la conciencia del problema se extiende y ese es el principio de la solución. El que entiende lo que pasa puede actuar en consecuencia.

Escribir este manual es nuestra forma personal de actuar contra el problema, la tuya podría ser cultivar un huerto urbano en macetas porque…

…es divertido

En un mundo urbano completamente alejado del campo, las hortalizas resultan más exóticas que muchas plantas ornamentales importadas de lejanos países. Comer un tomate cultivado en el balcón con nuestras propias manos casi parece cosa de magia, acostumbrados como estamos a comprarlos en bandejas de supermercado. Descubrir la flor de la cebolla o asistir al fantástico crecimiento de los rabanitos puede ser tan fascinante como una orquídea tropical.

Mientras que el jardín decorativo solo nos permite relacionarnos con una cualidad de la naturaleza, la belleza, el huerto, en cambio, nos hace meter las manos en la tierra, tocar las plantas, preocuparnos por ellas, observar la interacción de las distintas especies, distinguir las plagas de los insectos beneficiosos. Esas abejas que hasta ahora solo nos asustaban se convierten en aliadas necesarias en la polinización. Las lombrices se ven con otros ojos cuando están trabajando en nuestro huerto, fertilizando y aireando la tierra.

…es relajante

Después de un día de trabajo, atascos, preocupaciones y prisas, dedicar veinte minutos a regar el huerto en macetas, quitar alguna mala hierba y recoger unas cuantas verduras para la cena no solo no es un fastidio sino que se convierte en un gran placer, un momento de tranquilidad y sosiego donde reconectar con los ritmos naturales, mucho más pausados y saludables que el estrés urbano.

… es ecológico

Sembrando un huerto se cultiva la conciencia ambiental. El huerto es vida, vida que se transforma, que crece y alimenta a otra vida. El horticultor cuida de un pequeño ecosistema, no lo domina pues no puede obligar a crecer a la lechuga, solo puede ayudarla, intentar que tenga las condiciones más favorables para que haga lo que su naturaleza le manda. Los huertos urbanos son rincones amables donde la naturaleza tiene su espacio, lugares donde la ciudad resulta menos inhóspita, menos gris. Las moles de hormigón de los edificios parecen más vivibles cuando sus terrazas están salpicadas de brotes y frutos, y la poca fauna que aún vive en las ciudades encuentra algunos oasis donde refugiarse.

…proporciona alimentos saludables

El objetivo de la agricultura ecológica es producir alimentos de la máxima calidad nutritiva, respetando los ciclos naturales y buscando mantener una buena relación con el entorno sin usar productos químicos tóxicos que dañan el ecosistema y envenenan lentamente a las personas. Las frutas y verduras recién cosechadas son más nutritivas y no necesitan conservantes para aguantar en buenas condiciones porque se van a consumir inmediatamente.

….recupera el sabor de las verduras

Cuando la gente prueba nuestras verduras ecológicas siempre hay alguna persona mayor que nos cuenta que «estas sí saben como las de antes». Y es que las cultivamos como se ha hecho toda la vida, abonándolas con estiércol y otros fertilizantes naturales y cosechándolas en su justo punto de madurez. Las verduras «industriales», las que compramos normalmente en el supermercado, se abonan químicamente, se fuerzan a crecer a gran velocidad y se cosechan antes de que maduren completamente para que resistan mejor el transporte. No es extraño que las que cultivamos nosotros tengan mejor sabor.

…es bueno para niños y mayores

¿Qué mejor forma para conseguir que los niños coman frutas y verduras que hacer que las cultiven ellos mismos? Después de esperar pacientemente durante meses hasta cosechar un tomate o un pimiento, seguro que no se niegan a probarlo. Si lo han sembrado con sus propias manos, ¿cómo no les va a gustar? Muchas personas, cuando se jubilan tras toda una vida trabajando, se encuentran sin nada que hacer y se vuelven muy sedentarias, lo que repercute en su salud. Cultivar un pequeño huerto, especialmente si es en macetas, es una actividad suave que se puede hacer hasta muy avanzada edad y que brinda deliciosas satisfacciones.

Sea cual sea tu razón, te deseamos mucho éxito en esta aventura que aquí comienza.

El huerto ecológico en macetas

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