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INTRODUCCIÓN
ОглавлениеFactores sociológicos importantes para el consejero prematrimonial
La sociedad latinoamericana contemporánea está enfrentando tremendos retos políticos, financieros y sociológicos que claman por soluciones. Precisamente, sobre estas soluciones, dependen tanto la estabilidad de la región como el bienestar de su gente. A pesar de los esfuerzos intensivos a nivel nacional y regional, las respuestas concluyentes aún permanecen evasivas.
De los muchos problemas sociológicos en Latinoamérica, ninguno es de mayor consecuencia que el debilitamiento y la ruptura de las instituciones como el matrimonio y la familia. Por todas las naciones, se pueden ver señales evidentes de la erosión de los valores tradicionales que habían guiado las relaciones en el hogar. No se necesita ser un consejero matrimonial para discernir esta lamentable tendencia. Es suficiente escuchar el «hablar» de la gente (como conversaciones personales, artículos de revistas, etc.) para darnos cuenta de que la disfunción matrimonial y familiar está por todos lados. Lo que hace una generación se veía, primordialmente, como un problema de sociedades más materialistas y menos familiares como la estadounidense, ahora aparece envolviendo Latinoamérica con la misma fuerza. Algunos de los síntomas más evidentes de esta ruptura son:
Divorcio . Aunque el divorcio no es aceptado por la iglesia católica, está definitivamente en alza. De acuerdo con García y Rojas, del prestigioso Colegio de México, la tasa de divorcios en 1996 era (solo por citar unas pocas): Cuba 63,42%; Panamá 15,84% y Venezuela 21,51%.1 En Brasil, el país más grande de la región, «existe una creciente desintegración familiar, pues casi la mitad de todos los matrimonios terminan en divorcios, y aun en aquellos que permanecen juntos, se estima un 70% de infidelidad».2
Unión Libre . El profesor Campbell, de la Universidad del Sur de California, ha escrito que «los estudios sobre el divorcio se complican por la gran cantidad de uniones libres en algunos países y de matrimonios informales en otros, que no aparecen en las estadísticas oficiales. Aunque estas uniones cuentan como una parte grande de los matrimonios, y sus rupturas como una proporción considerable de divorcios, es difícil obtener algo de lo que está sucediendo en términos de tendencias reales».3García y Rojas dicen que, entre las mujeres de 15 a 49 años, la tasa de uniones libres en 1990 fue: Argentina 17,1%, Colombia 45,9%, Guatemala 40,1%, Nicaragua 56,3%, Perú 32,1%, Venezuela 34,8%.4 Estos datos son impresionantes.
Madres solteras . Hay un crecimiento dramático del número de familias que son lideradas por una mujer. En República Dominicana, por ejemplo, «los estudios sugieren que las madres solteras son ahora el 50% de todas las familias, con un porcentaje aún mayor en las zonas urbanas».5 En México, «alrededor de un tercio de las familias mejicanas están lideradas por una mujer sola, y la fragilidad de la familia ha impactado negativamente sobre el bienestar de los hijos».6 Esta tendencia apunta, claramente, al rompimiento de la familia tradicional.
Violencia Doméstica. La violencia doméstica o intrafamiliar ha sido, por largo tiempo, una lacra de la sociedad latinoamericana. Esta debería ser comprendida como «todo acto cometido u omitido que experimenta una persona contra su voluntad (dentro del ambiente familiar) y que cause daño psicológico, emocional y/o sexual, así como en sus pertenencias».7 En su libro, Amparo Medina, profesora de psicología en el Seminario Teológico Bautista de Cali, Colombia, afirma que América Latina es el lugar, más que cualquier otro, en el que una persona puede experimentar violencia y otras formas de maltrato.8Esta preocupante afirmación revela lo lejos que se ha ido la familia de la intención divina para el hogar (calor, amor, apoyo, etc.). Medina sustenta su tesis refiriéndose a varios estudios hechos durante los pasados 20 años. Ejemplos de esto son: Colombia, en donde de 100 mujeres, 41 dicen haber sido víctimas de abuso físico en el año 2000; Chile, en donde en 60 de 100 hogares, se ha indicado experiencias violentas; Uruguay, donde de cada 100 mujeres, 36 dijeron ser objeto de violencia psicológica, 11 de ellas de violencia física y sexual.9Otra fuente, Punto Crítico, un periódico local en Costa Rica, señala que en Latinoamérica más de seis millones de niños y adolescentes sufren de agresiones severas; de estos unos ochenta mil mueren en sus propios hogares.10
Machismo . Es generalmente reconocido que una de las actitudes que más prevalecen en América Latina es el machismo. Es un mito social en el que el hombre tiene autoridad sobre la mujer. La psicóloga Amparo Medina señala que, detrás de este concepto, está el de que la mujer es menos que el hombre, y por ello, es correcto que lo sirva. Medina escribe: «La superioridad del macho, que es la esencia del mito, se manifiesta en la visualización del hombre como alguien duro, autoritario, agresivo, bravo, seguro de sí mismo, seductor e infiel».11 La contraparte obligada de este fenómeno es el mito de la sumisión femenina (servilismo) que se ve en la posición de dependencia social. Las mujeres deben ser sumisas, maternales, obedientes, aceptar cualquier trato y aun pasar por alto las infidelidades.12
Problemas sociológicos: su incidencia sobre los evangélicos
Las décadas recientes han sido testigos de un notable crecimiento de algunas denominaciones protestantes, al punto de convertirse en una fuerza social reconocida. Esta creciente esfera de influencia confiere, inevitablemente, una mayor responsabilidad para la iglesia con el fin de modelar las actitudes cristianas en los campos discutidos antes. ¿Cómo está la iglesia evangélica reaccionando ante un mundo que espera? ¿Hasta qué punto sus miembros están modelando la transformación bíblica en el matrimonio y la familia? Para buscar una respuesta a estas importantes preguntas, se deben mantener en mente dos puntos de vista:
1. Hablando en general, no hay estadísticas acerca de la existencia de problemas sociales particulares entre los evangélicos. Virtualmente, no existen estudios sistemáticos hechos por iglesias individuales o denominaciones. Esto lleva, de manera inevitable, a que la mayoría de las afirmaciones caigan en el campo de lo intuitivo y se limiten a las impresiones derivadas de la experiencia del autor en consejería matrimonial, así como de la interacción con pastores y otros miembros de las iglesias. Otra fuente de información es la literatura cristiana, misma que, ocasionalmente, señala un problema en particular, aunque rara vez se basa en datos específicos como los de encuestas y entrevistas.
2. Es muy riesgoso emitir declaraciones acerca de los evangélicos en un área geográfica tan amplia y diversa como América Latina. Los extranjeros tienden a pensar de esta parte del mundo en términos monolíticos («los latinos son esto o aquello»). Sin embargo, Latinoamérica es una sociedad compleja en términos raciales y sociales con una multiplicidad de subcultura y aun de idiomas. Los mismos problemas que se ven en una zona, inevitablemente varían en intensidad y frecuencia, en otra. Además de esta diversidad, existe la variada naturaleza de la iglesia evangélica. Aunque la palabra evangélico es un término que ayuda a delimitar una significativa parte de la población religiosa latinoamericana, se debe reconocer que las diferencias dentro de esta familia son tan numerosas como los grupos que la componen.
Teniendo en cuenta estas dos aclaraciones, veamos brevemente la incidencia entre los evangélicos de cada uno de los cinco problemas sociológicos que se presentaron en el inicio. Aun sin la ayuda de datos empíricos, ciertas tendencias parecen estar presentes a pesar del corte doctrinal o denominacional.
Violencia Doméstica. Medina señala que, en su trabajo como consejera familiar, halló casos de violencia doméstica aun entre los cristianos.13 Después de dar varios ejemplos de casos de violencia en familias cristianas, así como de líderes de iglesias, ella concluye:
Esta información confirma que la violencia se puede también hallar en los hogares cristianos, aun en ciertos casos, en personas que no son normalmente identificadas como violentas; es decir, que la violencia intrafamiliar no espera religión, clase social, nivel de educación, raza o cultura, y es a menudo usada por personas de las que menos esperaríamos esto por sus posiciones de liderazgo en las iglesias.14
Palabras poco halagadoras sugieren que la violencia doméstica es, en muchos de los casos, también un problema de los evangélicos.
Divorcio. Aun en una generación atrás, el divorcio era virtualmente no escuchado entre evangélicos. Aunque no hay duda de que está convirtiéndose en algo más común entre los creyentes, su incidencia varía, en gran manera, de un contexto a otro. Un ejemplo: Mario Pérez, director del Departamento social y familiar de la Alianza en Costa Rica, señaló en una entrevista que es su impresión personal que el divorcio entre los evangélicos de ese país está entre el 15% y el 18%.15 Muy lejos todavía de la tasa nacional (probablemente más del 30%). Sin embargo, cualquier porcentaje es causa de preocupación, porque parecería indicar que la iglesia refleja en sí las tendencias de la sociedad en general.
Uniones Libres. La gran mayoría de evangélicos no aprueban tales relaciones. Hay por lo menos dos situaciones en las que este estilo de vida halla cabida dentro de la iglesia. (1) Aunque es inusual ver dos creyentes fuera del matrimonio, sí es común ver uniones mixtas que consisten en un evangélico y uno que no lo es. A menudo es la mujer la creyente. Comúnmente, ella es muy joven, a veces una menor. Muchas iglesias parecen permitir que el creyente, en tal condición, continúe participando activamente. (2) Hay varios países en Latinoamérica marcados por la violencia en las últimas décadas. Bajo tales circunstancias, muchas de las estructuras sociales tradicionales parecen haber desaparecido frente a patrones sociales más pragmáticos. Esto es verdad también respecto a la institución matrimonial. Existen numerosos casos en los que un ambiente político incierto parece haber promovido la adopción de lazos relacionales menos restrictivos. De acuerdo con Mario Pérez, quien ha tenido una amplia experiencia ministerial en varios países de América Latina, es muy común en algunas partes de Nicaragua y Colombia (por citar solo dos ejemplos) hallar que el matrimonio se ha marginado frente a las uniones libres.16 Pérez comenta además que, en estas zonas, las diferencias entre evangélicos y no evangélicos acerca de este fenómeno no son tan grandes como se podría esperar. Es decir que la incidencia de los evangélicos que solo conviven es relativamente alta.
Madres solteras . Aunque este no es un dilema típico dentro de los evangélicos, sí representa un tema válido con el que la iglesia tendrá que tratar. Para comenzar, cualquier nivel de divorcios dentro de la iglesia ocasionará mayores rangos de mujeres que luchen por criar solas a sus hijos. Es común en Latinoamérica que los padres divorciados se ausenten tanto física como financieramente de sus hijos. Esto coloca una tremenda carga sobre la madre y, en consecuencia, sobre la iglesia local. Más aún, el notable incremento de hogares liderados por madres solteras en América Latina presenta un reto para la iglesia porque, en un número cada vez mayor, estas mujeres buscan refugio en el mensaje de esperanza en Cristo, y en la oferta de comunión y amistad cristiana. Muchas vendrán con grandes problemas y heridas con las que la iglesia deberá tratar. Otro asunto es el rol a modelar. Siendo coherentes, los hijos de madres solas tenderán a emular los factores que llevaron a la ausencia del padre dentro del matrimonio, desarrollando así relaciones disfuncionales para sí mismos. Si estos individuos se mantienen en la iglesia, sus conflictos familiares y matrimoniales pueden llevarse una parte significativa de los recursos ministeriales disponibles.
Machismo . Este concepto juega un rol significativo en cada uno de los problemas recién mencionados. Después de todo, una estimación errónea de la masculinidad puede fácilmente llevar a actitudes y acciones que causan tensión y sufrimiento en el hogar. El machismo es una percepción no bíblica de la realidad; pero es fácilmente acogida en la iglesia por sus profundas raíces en la psiquis de la cultura latinoamericana. No hay duda de que un indicativo de la presencia de este problema dentro de los evangélicos es que, frecuentemente, los hombres se rehúsan a buscar asistencia para resolver sus problemas. En realidad, es la experiencia del autor (y de varios colegas) que muchos hombres, si no todos, simplemente no están dispuestos a hacerlo. Como resultado, muchos hogares evangélicos terminan en divorcio por la negativa de los esposos para aceptar ayuda aun cuando es posible la reconciliación. La noción que yace bajo tal concepto es la de que un verdadero hombre no debe mostrar debilidad. Esta es otra de las concepciones típicas del machismo, y debe ser tomada seriamente por parte de la iglesia, porque tal cosa obstruye el crecimiento, la santificación y el desarrollo del matrimonio y de la vida de la familia.
Responder a los problemas sociológicos
¿Qué están haciendo los evangélicos? Esta visión presentada sugiere que la iglesia evangélica no está exenta de las enfermedades sociológicas que plagan la sociedad en general. Por un lado, esto no sorprende, considerando que los creyentes son pecadores que viven e interactúan con un sistema mundano, cuyos valores y estándares se inspiran en el príncipe de las potestades del aire (Ef 2:3). Pero por otro lado, estos asuntos revelan la urgencia de salvar los matrimonios y las familias. Desafortunadamente, hay muchos casos en los que los evangélicos latinoamericanos no parecen sentir tal urgencia. Rara es la congregación, o aun la denominación, que tiene un plan específico para atacar o lidiar con tales asuntos. Esto no significa que estos problemas no son mencionados, pero hay en general una ausencia de las medidas necesarias para exponerlos y erradicarlos.
Existen dos actitudes detrás de esta relativa inacción. La primera es la tendencia a negar la realidad de estos problemas o disminuir su importancia. Detrás de tal respuesta, podemos hallar la idea de que los buenos cristianos, simplemente, nunca luchan con tales dificultades y de que el aceptar su existencia es reconocer una deficiencia espiritual. El negar, sin embargo, solo tiende a agravar un problema existente. Una segunda actitud es creer que estas maldades sociológicas tenderán a desaparecer dada la suficiente predicación, toma de autoridad sobre los malos espíritus y otras formas de intervención espiritual. Sin señalar nada acerca de estos énfasis ministeriales, debe reconocerse que los problemas sociológicos están muy presentes en la iglesia y tenderán a aumentar. Este hecho parece apuntar a la necesidad de considerar nuevos enfoques en el ministerio para tratarlos.
La falta de estrategias claras y definidas para fortalecer relaciones centradas es particularmente seria a la luz de las enseñanzas de la Escritura, que nos dice que la familia es la piedra central de la sociedad. La intención de Dios es que el ambiente del hogar provea la seguridad y estabilidad necesarias para que los hijos se desarrollen como miembros útiles para la sociedad, lo que además refleja su diseño para el matrimonio y la familia. Un contexto de inestabilidad doméstica y conflictos, por otro lado, produce diferentes grados de disfunción relacional y desintegración que impiden que se cumplan los propósitos de Dios. Las consecuencias adversas de tal ruptura son sentidas no solo por el individuo y su familia, sino además por la sociedad. El hecho es que mientras más relaciones que funcionan mal haya en una cultura, mayor es el peligro para todo el sistema social que está siendo minado. Por esta razón, no exageramos al decir que el problema más crítico que enfrenta Latinoamérica es la caída de los matrimonios y valores familiares.
Si esta declaración es correcta, entonces la iglesia está confrontada con el tremendo reto de redoblar sus esfuerzos para lograr el desarrollo de relaciones domésticas saludables. Dado el ambiente social en el que viven los creyentes, esto no pasará sin un esfuerzo intencional para lograrlo. La iglesia necesita dar pasos consistentes y definitivos hacia tal dirección. Solo esta determinación logrará resistir las tendencias sociales y así redefinir el rol que la sociedad, perdida en la confusión relacional, necesita desesperadamente.
El reto para los evangélicos. En un intento para lograr una acción concertada para tratar la crisis de los matrimonios y las familias, es instructivo mirar brevemente un movimiento dentro de la familia completa del protestantismo que ha intentado tratar algunos de los problemas sociales delineados antes. Esta solución puede examinarse para ayudar a los evangélicos a evitar trampas y a establecer un curso más claro hacia las relaciones bíblicas.
La Teología de la Liberación se inició como una propuesta de la Iglesia Católica Romana de acuerdo al concilio Vaticano II en 1965, aunque pronto llegaría a ser acogida también por una minoría dentro la Iglesia Protestante. «Uno de los énfasis en este enfoque es que el problema básico de la sociedad es la opresión y la explotación de las clases desposeídas por parte de las poderosas. La salvación entonces es la liberación de tal opresión. El método de liberación debe ser el apropiado a la naturaleza específica de la situación».17 Dentro de la amplia familia de la liberación, también están las feministas, quienes también, reflejando la agenda del movimiento en cuanto a rescatar a los oprimidos, plantean el cambio de las estructuras familiares y de los roles genéricos tradicionales. Esto se lograría liberandoa la mujer de la opresión cultural de los hombres. Las libertadoras feministas Cook y Meireles (ambas enseñan en seminarios latinoamericanos) escriben: «Nuestra intención es descubrirnos como mujeres que comparten su fe en un Dios justo, quien da la vida y los mandamientos a todos los seres humanos para desarrollarnos como hermanos».18 Este triunfo de igualdad es posible solo si las mujeres cooperan con Dios, el liberador, para declinar el yugo de servilismo impuesto por los hombres. Las feministas asumen, frecuentemente, que la Biblia apoya la finalización de toda jerarquía dentro del matrimonio. Notemos la siguiente cita tomada de una tesis escrita en la Universidad Bíblica Latinoamericana de San José Costa Rica, una institución eminentemente liberal:
Es evidente que [el libro de Génesis] fue escrito por hombres y es producto de la cultura patriarcal de esos días. El interpretarlo literalmente es afirmar tal conducta. La mujer allí es minimizada en todo aspecto: es el origen del pecado; por lo cual, los hombres siempre se justifican, y lo que es peor, el hombre aparece como la víctima que cae inocentemente por la incitación de su pareja; adicionalmente se intenta mostrar a Dios favoreciendo al hombre. El texto en 1 Corintios 14:34-36 es también mal interpretado respecto a los roles de la pareja. Estos son claros ejemplos de cómo los textos han sido usados para sostener y practicar la discriminación y devaluación de la mujer y, por este medio, justificar las acciones denigrantes del hombre hacia ella.19
Como se refleja en esta cita, una debilidad primaria de la teología de la liberación es un acercamiento a priori a la Biblia. Es decir que toman su interpretación particular de los factores sociales, económicos y políticos para usarlos como los lentes a través de los cuales se examina la Palabra de Dios. Por ejemplo, muchos liberacionistas asumen que el conflicto de clases es el punto focal de la historia bíblica. Esta perspectiva se aplica al texto, haciendo de la Biblia un registro de las luchas entre oprimidos y sus opresores. Al mantener esta metodología, las feministas ven la estructura a la luz de su propia agenda, que se refleja en las siguientes palabras escritas por uno de sus proponentes: «Leer la Biblia con los ojos de una mujer es tomar en cuenta lo que hemos reflejado de los mitos sexistas acerca de ella. Es asumir la perspectiva de género para comprender lo que Dios desea para la mujer en la actualidad».20
Tal procedimiento para el estudio de la Biblia es «inapropiado porque impone una serie de vendas interpretativas en el exegeta, condicionándolo a ver el texto como el soporte para una agenda en particular».21 Un trabajo teológico apropiado debe comenzar con un examen serio del texto bíblico y no viciado. La Escritura debe permitirnos llegar a nuestras propias conclusiones, incluidas aquellas que tratan con los roles de marido y mujer. Solo de esta forma, se podrá desarrollar una doctrina apropiada acerca del matrimonio y la familia, que provea respuestas reales al dilema intrafamiliar.
Una mejor forma. La respuesta a los problemas sociológicos que enfrenta la iglesia evangélica no es la inacción ortodoxa, muy común entre los evangélicos, tampoco el activismo no ortodoxo, característico en la teología de la liberación. Los evangélicos tradicionales estarán de acuerdo con que los teólogos de la liberación «deben permitir que la Escritura tenga su impacto correctivo sobre ellos y así llevarlos a una mayor armonía con la verdadera enseñanza y práctica de un pasaje»22; sin embargo, ellos tampoco son consistentes con la intención de la Biblia como suponen. El hacer una interpretación adecuada debe, necesariamente, llevarnos a una correcta aplicación, una que esté en consonancia con la intención del pasaje. Es en este punto que los evangélicos generalmente se quedan cortos. Dada su aceptación de la autoridad de la Escritura, normalmente interpretan la Biblia de acuerdo con los principios históricos de la hermenéutica. Sin embargo, tal preocupación por el texto no se refleja en acción a favor de aquellos que sufren bajo la carga de la desintegración familiar o matrimonial, en un sentido son tan no ortodoxos como su contraparte liberacionista. Después de todo, Dios demuestra consistentemente una preocupación compasiva por las víctimas legítimas (ver Sal 68:5; Dt 24:14, 17-18), y esto es algo por lo que la iglesia evangélica debería preocuparse y emular. Las Santas Escrituras deben tener su «impacto correctivo sobre los evangélicos tambiény así llevarlos a una mayor armonía con la verdadera enseñanza y práctica de un pasaje».23
Renovar matrimonios y familias
Mientras la iglesia evangélica confronta los problemas sociológicos que afligen el hogar, y busca hallar soluciones verdaderas y bíblicas, hay varias consideraciones que pueden proveer una dirección inicial.
La transformación bíblica debe llevarnos a una transformación en el hogar. El evangelio de la nueva vida en Cristo ha atraído a multitudes en Latinoamérica. Los testimonios son de miles de individuos transformados y colocados en un nuevo rumbo de honra a Dios, con este simple pero poderoso mensaje. Y esto, ciertamente, es causa de júbilo. Sin embargo, en un mundo marcado por la profundización de la crisis familiar, es esencial que este cambio personal se traslade también a la esfera de lo doméstico. El crecimiento espiritual debe medirse por el progreso en la manifestación de amor, paciencia, bondad, etc., hacia aquellos con quienes vivimos. Más aún, debe recordarse que, debido al carácter fundamental de la familia, la última medida del impacto de la iglesia evangélica en la sociedad será su habilidad para resistir el giro social hacia la tendencia a la ruptura, y la promoción de una cultura de armonía familiar y matrimonial bíblicamente orientada. Solo si esto se alcanza, podemos decir que el legado evangélico para la sociedad será profundo y duradero.
Es esencial una advertencia acerca de la naturaleza insidiosa de las tendencias relacionales en la sociedad. La palabra insidiosa significa «operar o proceder de formas conspicuas o inofensivas al parecer, pero con efectos graves en realidad». Observando el pantano moral de nuestra sociedad, algunos evangélicos son tentados a concluir que, por contraste, los problemas dentro de la iglesia son insignificantes. Sin embargo, la presencia de estas enfermedades en cualquier medida debería ser causa de preocupación. En realidad, indican que ciertos puntos de vista del mundo han hallado cabida dentro de la iglesia. Dada la propensión de la naturaleza humana a sucumbir frente a la fascinación del mundo, tal cabida puede incrementar su esfera de influencia, aunque imperceptiblemente, en detrimento de la vitalidad espiritual de los evangélicos. Una de las razones para que esto suceda con tanta facilidad es que los creyentes son bombardeados por actitudes modernas acerca del matrimonio y la familia. Esto se da primordialmente por los medios de comunicación invasivos que promueven sin restricciones valores y estándares que van contra la enseñanza bíblica. Por ejemplo, un vistazo ligero a las telenovelas latinoamericanas producidas en varios países es suficiente para confirmar su visión moral nada cercana a la Biblia. La promiscuidad, infidelidad e, incluso, los estilos de vida alternativos (como el homosexualismo) son continuamente presentados. Idealmente, la iglesia actúa como sal y luz en el mundo para oponerse a tal decadencia. Sin embargo, con frecuencia, actitudes y valores del mundo calan en la vida de los creyentes y, a través de ellos, en la iglesia. Por este motivo, la filtración de las perspectivas no bíblicas del matrimonio y la familia deben ser reconocidas y combatidas.
Se debe promover activamente la renovación matrimonial y familiar . Por donde sea, los evangélicos defienden la prioridad bíblica del matrimonio y la familia. Es esencial tomar esta prioridad en serio, haciendo todo esfuerzo posible para detener la desintegración familiar dentro de sus propios círculos. Esto involucra el usar todo recurso necesario para llegar a los esposos en conflicto, padres e hijos separados y guiarlos hacia las soluciones que glorifican a Dios.
Inevitablemente, esto debe incluir una consejería bíblica efectiva que aplique la verdad de Dios a las vidas individuales. El contacto extensivo con latinoamericanos en una gran variedad de denominaciones ha convencido a este autor de que muchos creyentes sienten la necesidad de más de una exhortación ocasional desde el púlpito acerca de la armonía familiar. Hay hambre por una guía personalizada y sensible que los saque de la trampa de la disfunción relacional.
Lastimosamente, tal guía está disponible solo en raras ocasiones, y su ausencia no disminuye la necesidad; por el contrario, las rupturas familiares aumentan su importancia. Este es un hecho que debe impresionar a los líderes evangélicos. Ellos deben comprender que la consejería en el área familiar no puede ser algo optativo, sino parte integral del cuidado de los pastores.
Consejería prematrimonial
Una de las formas más importantes en las que la consejería bíblica impulsa la construcción de familias orientadas hacia Dios es la consejería prematrimonial. Por medio de un programa cuidadosamente diseñado, los futuros esposos pueden ser guiados a una relación verdaderamente bíblica. Esto involucra, en primer lugar, la comprensión de lo que la Escritura enseña acerca del matrimonio, incluidos los roles de cada uno, hijos, familiares políticos, finanzas, etc. En segundo lugar, involucra una aplicación práctica, adaptando cada una de estas áreas a las circunstancias particulares y necesidades de la pareja. Tal preparación es esencial porque, en la mayoría de los casos, las personas llegan al matrimonio habiendo sido expuestas a ejemplos de roles mayoritariamente negativos. Como resultado, los ideales de un matrimonio cristiano se convierten en solo teorías. Y dado que la gente tiende a imitar lo que ve, como si fuese la norma, los modelos de roles negativos pueden fácilmente eclipsar la mejor de las intenciones. La consejería prematrimonial ayuda a los individuos a estar atentos y a trabajar en algunos asuntos del pasado o presente que podrían impedir el desarrollo de una relación saludable. Como regla, esto los capacita para eliminar el conflicto matrimonial. Y aun cuando surge un problema, los principios y las prácticas aprendidas en la consejería prematrimonial ayudan a la pareja a solucionarlo adecuadamente.
El propósito de este libro
Detrás de este libro, descansa la convicción de que se requiere urgentemente un programa de consejería prematrimonial dentro del contexto evangélico de América Latina. Tal vez no sea necesario un solo esfuerzo para lograr corregir el giro negativo que se refleja en los problemas sociológicos expuestos antes. Un programa de consejería prematrimonial efectivo es estratégico para la futura vitalidad de la iglesia, ya que provee a los pastores y a los líderes laicos calificados las herramientas necesarias para dirigir a las parejas al camino de un matrimonio que glorifique a Dios.
Este libro se publica con dos objetivos principales en mente: (1) incentivar a los líderes de las iglesias para que tomen conciencia tanto de la urgencia de practicar consejería prematrimonial como de sus beneficios; (2) proveerlos con el conocimiento práctico para que lleven a cabo este aspecto clave del ministerio.
Este manual, sin duda, será una buena fuente para varias personas en el ministerio. Su enfoque práctico será de particular ayuda para los pastores que se mantienen solos. Un gran porcentaje de ellos son individuos dedicados que trabajan en muchas zonas de América Latina, y que carecen del tiempo y de los recursos necesarios para tomar cursos de consejería. El presente trabajo viene en su ayuda proveyéndolos de un acercamiento paso a paso a la preparación de una pareja antes de su boda. Este es un manual completo que no necesita entrenamiento adicional.