Читать книгу Nudos y cruces - Ian Rankin - Страница 17
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ОглавлениеLa niña se despertó con un sabor seco y salado en la boca. Se sentía adormilada, entumecida, y no sabía dónde estaba. Se había quedado dormida en el coche de él. O sea que no había sido antes, antes de que él le diera aquel trozo de chocolate. Ahora estaba despierta, pero no en la cama de su casa. En las paredes de la habitación había fotos en color recortadas de revistas. Algunas eran fotos de soldados de expresión feroz; otras, de chicas y de mujeres. Miró atentamente unas fotos hechas con una Polaroid y agrupadas en una pared. Allí había una foto de ella, dormida en la cama con los brazos abiertos. Abrió la boca y ahogó un grito.
Desde el cuarto de estar, él la oyó moverse y preparó el cordel.
Aquella noche Rebus tuvo otra vez la misma pesadilla. Un beso prolongado seguido de una eyaculación, tanto en el sueño como en la realidad. Se despertó de inmediato y se limpió. Notaba aún la calidez del beso, untuosa, pegada a él como un halo, y sacudió la cabeza para ahuyentarlo. Necesitaba estar con una mujer. Recordó la fiesta que le aguardaba y se relajó un poco. Tenía los labios resecos. Fue a la cocina y encontró una botella de gaseosa; estaba desbravada pero no le importó. Recordó que seguía estando borracho. Si se descuidaba tendría resaca, así que se bebió tres vasos de agua, uno detrás de otro.
Le alegró ver que la luz del piloto seguía encendida. Era un buen presagio. Cuando volvió al dormitorio se acordó incluso de rezar sus oraciones. El de Allá Arriba se sorprendería y lo anotaría en su libro del haber: «Rebus se ha acordado de mí esta noche». A ver si mañana le concedía un buen día.
Amén.