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3.2 Del GATT a los mega bloques comerciales

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Los efectos de las nuevas tendencias productivas y comerciales anteriormente señaladas están impactando la evolución de los procesos de integración, por lo que es necesario repasar las diferentes etapas de la integración económica desde que se generaron las condiciones apropiadas en clave institucional, pero sin atender al legítimo debate conceptual que aún existe sobre el alcance del término integración, el que en este caso fue acotado a las asociaciones formales de países que definieron alcanzar determinados objetivos tras la implementación de instrumentos comerciales.

El período de posguerra con estabilidades mínimas en el plano político (Naciones Unidas), así como financiero y de cooperación internacional (instituciones de Bretton Woods), permitieron la conformación del Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT) en 1947 y la firma del Tratado de Roma del año 1957, el que constituyó la Comunidad Económica Europea (CEE), hoy UE. A partir de dichos hitos se abre la primera etapa de la integración económica liderada casi en exclusividad por los países europeos. Al respecto, cabe recordar que Estados Unidos participó del fenómeno a través del GATT, pero no formó parte de ningún proceso de características similares al de la UE, ya que centró su atención en el conflicto con la Unión Soviética en el marco de la Guerra Fría. De todas formas, sí apoyó fuertemente el proceso de integración europeo, por considerarlo parte de su estrategia de política internacional, lo que no ocurrió con otros procesos en América Latina.

En esta primera fase, los acuerdos comerciales eran analizados a partir de la teoría clásica de la integración económica (efectos estáticos), la que medía la evolución de los acuerdos a partir de sus impactos en términos de la creación o desviación de comercio (Viner, 1950). Asimismo, se atendía especialmente a los instrumentos de integración (Balassa, 1964) ya que los mismos marcaban no solo el régimen de excepción frente al GATT, sino también, y debido al nivel de profundidad definido por los miembros que lo integraban, su lógica evolución (Lawrence, 1996).

Indiscutidamente los procesos de integración cumplieron un rol clave en la estabilidad política y de seguridad entre sus miembros, lo que es evidente en Europa por el acercamiento entre Alemania y Francia, pero que también lo fue en el sudeste asiático por el papel jugado por la ASEAN o en el definitivo paso hacia la cooperación que a través del Mercosur dieron Brasil y Argentina (Ferrer, 2007).

Europa recorrió el camino de la integración profunda, no sin dificultades, rediseños y posterior profundización (ampliación), pero alcanzando hasta el día de hoy el caso de mayor éxito internacional, incluso en un contexto de Brexit con la incertidumbre que este proceso genera. América Latina atravesó por dicho camino desde la constitución de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), hoy ALADI, así como por la creación de otros espacios como el Mercado Común Centroamericano (hoy SICA), el Pacto Andino (hoy Comunidad Andina) y el Mercosur, constituyendo una integración que en parte emuló a la integración europea pero que tuvo sus propias características, en particular en la todavía presente discusión entre apertura y un modelo de sustitución de importaciones.

Cabe precisar que la región de Asia Pacífico se mantuvo aislada de esta etapa, no contando con ningún acuerdo de base económica y comercial como los planteados por Europa, América Latina y África, más allá del Acuerdo Comercial Asia Pacífico (APTA, según su sigla en inglés) notificado ante la OMC en 1976. Este es un acuerdo de preferencias comerciales que vincula desde la década del setenta a China e India además de otras economías asiáticas como Corea del Sur (se trata de un acuerdo poco profundo en términos arancelarios y en cuanto a capítulos negociados). En el caso de la ASEAN, si bien fue constituida en el año 1967, no tuvo en sus orígenes un fin comercial, lo que recién ocurre en la década del noventa (Bartesaghi, 2014). Las mencionadas características y esquemas de integración se relacionan con la primera etapa de la integración económica, donde el actor clave ha sido la UE debido al éxito alcanzado en el cumplimiento de sus objetivos.

Desde la conformación del GATT y de la UE, el concepto de integración económica evoluciona y se alimenta de nuevas nociones no muy expandidas hasta ese momento en el derecho internacional público, fomentando una multiplicidad de relaciones regionales y bilaterales que dan paso a la importancia comercial de los acuerdos suscritos, como lo reconoce la propia OMC: “el establecimiento después de la guerra del sistema multilateral de comercio no redujo el atractivo de los enfoques bilaterales o regionales de los acuerdos comerciales y llevó en cambio a un período de interacción creativa y a veces de tensión entre el multilateralismo y el regionalismo” (OMC, 2011).

Es más, los Estados comienzan a otorgarle mayor importancia a los acuerdos comerciales como instrumentos de política comercial y de desarrollo económico, lo que tuvo repercusiones en la ampliación del fenómeno más allá de Europa (América Latina y el Caribe, África y más restringidamente en el sudeste asiático), para luego expandirse masivamente a través de los TLC que lograron un considerable nivel de desgravación arancelaria. Este fue considerado uno de los acontecimientos de mayor importancia en la globalización económica (OMC, 2011). Debe reconocerse que los procesos de integración fueron considerados la segunda mejor opción luego de un escenario multilateral que mostraba ciertos retrasos en alcanzar sus objetivos (Ramasamy, 1995).

La cada vez menor importancia de los aranceles en las restricciones del comercio internacional impuso progresivamente una agenda más amplia, pero especialmente dinámica e impulsada ahora por el sector privado, lo que afectó no solo al ámbito multilateral, sino que terminó constituyendo la segunda etapa de la integración económica reflejada por el número de TLC firmados desde la década del noventa. Paralelamente, la importancia otorgada a las barreras no arancelarias y a la facilitación del comercio siguió en aumento y ocupó un rol de relevancia en la agenda internacional. Parte de esta agenda, comenzó inicialmente a impulsarse en el ámbito del Foro de Cooperación de Asia Pacífico (APEC) donde se le otorgó especial importancia, a los efectos dinámicos de la integración económica y a las reformas internas para aumentar la eficiencia y la competitividad (Plummer, 1997). Más adelante, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y otros organismos internacionales como la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), la OMC y el Centro de Comercio Internacional, han cumplido un rol de relevancia en dimensionar apropiadamente las nuevas dinámicas del comercio internacional.

Una de las características de dicha etapa tiene que ver con Estados Unidos, que se suma al fenómeno impulsando nuevos esquemas de integración que inician un camino sin retorno en el comercio internacional. Algunos ejemplos de la estrategia de Estados Unidos son los acuerdos bilaterales que negoció con Israel y Canadá en el año 1985 y 1988, respectivamente. Como es sabido, el último culminó con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el que incluye a México y se encuentra vigente desde el año 1994. A su vez, lanza el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), proceso negociador que terminó de sellar la estrategia bilateral de los acuerdos comerciales con América Latina y que abrió una nueva etapa en la integración económica (Briceño Ruiz, 2013).

Dentro de la misma estrategia, Estados Unidos lideró la creación del Foro de la APEC constituido en 1989, considerado un antecedente directo de los denominados mega acuerdos comerciales como el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) y la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), en lo que podría ser considerada una nueva etapa de la integración económica.

Figura 1 - Evolución de los acuerdos comerciales 1948-2019


La APEC surge en momentos en que la Ronda Uruguay del GATT atravesaba ciertas dificultades, por lo que los miembros del mencionado foro ya discutían una integración más profunda debido a la incertidumbre de la Ronda Uruguay del GATT. Esta nueva posición de Estados Unidos repercutió en Europa, no solo por su consabido impacto en el ámbito multilateral, sino por la constitución de ámbitos de negociación comercial que excluían a Europa de las discusiones, caso del acuerdo de libre comercio de Asia Pacífico negociado en el marco de la APEC.

De forma algo más tardía que Estados Unidos y Asia Pacífico, Europa logra insertarse en esta nueva etapa a través de la negociación del acuerdo de Asociación Transatlántica de Comercio e Inversiones (TTIP), hoy enfrentado a un estancamiento debido a la política comercial desplegada por el presidente norteamericano Donald Trump y las complicaciones que enfrentó la UE en este último tiempo en el marco del Brexit.

Otros países y regiones reaccionan en los últimos años frente al nuevo paradigma de integración, como fue el caso de Australia y Nueva Zelanda (CER) o la participación de otras economías asiáticas como Japón. También la ASEAN, a través de la implementación de la zona de libre comercio y más recientemente una unión económica, como así también por sus negociaciones con otros países de la región (conocidas como ASEAN Plus), especialmente con China. Este último mercado comenzaba un proceso de apertura que lo llevaría a su ingreso a la OMC concretado finalmente en el año 2001. Para la OMC, dicho año es el punto de quiebre en cuanto a la firma de acuerdos comerciales en Asia Pacífico (OMC, 2011).

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