Читать книгу Dimelo cantando - Inma Rubiales - Страница 12

6. Por miedo o por orgullo Holland

Оглавление

La Facultad de Bellas Artes es un edificio moderno con ventanales inmensos. Las escaleras de hormigón que conducen a la entrada están repletas de estudiantes. Algunos visten de forma extravagante, otros tienen el pelo teñido de muchos colores y también hay quienes tienen piercings y tatuajes en lugares en los que no pensé que pudieran llevarse. Es como si me hubiera teletransportado a un mundo paralelo, donde nadie juzga a los demás por ser como quieren ser.

Me siento fuera de lugar, pero, me lo crea o no, mi sitio es este. Por fin voy a dedicarme a lo que realmente me apasiona.

Chloe tenía clases antes que yo, por lo que tendré que enfrentarme sola a mi primer día. Aunque estoy un poco nerviosa, me obligo a subir las escaleras. La facultad es aún más bonita por dentro. El techo parece estar a kilómetros de distancia y las paredes están recubiertas de cuadros. Leí en internet que los cambian todos los años porque son obras de los alumnos de último curso. Me detengo frente a uno formado por figuras abstractas de colores oscuros que hace que me recorra un escalofrío y, después, miro con detalle lo que me rodea.

¿De verdad pertenezco a este sitio?

Apenas dibujé durante el año que pasé en Mánchester. Me consumí tanto que dejé de verle sentido. En consecuencia, he perdido mucha práctica y no tardaré en quedarme atrás si no me esfuerzo lo suficiente, sobre todo porque apuesto a que muchos de mis compañeros se habrán formado en arte con antelación. Hay asignaturas en las que no tengo nada de experiencia. ¿Escultura? ¿Desnudos?

Mi primera clase del día es Historia del Arte. Según mi horario, se imparte en el aula 101. Como la facultad es enorme y no quiero perderme, busco directamente el mostrador de recepción. Sin embargo, hay tanta gente esperando que llegaré tarde si me quedo.

—Cualquiera diría que estás un poco perdida.

Al girarme, veo a un chico menudo, con gafas metálicas y el pelo teñido de blanco. Echo un vistazo a mi horario y fuerzo una sonrisa.

—Sí, soy de primer año.

—Vaya. Siento decirte que no es tu día de suerte, porque yo también y estoy tan perdido como tú —contesta, lo que me hace reír. Me estrecha la mano—. Soy Harry.

—Holland Owen. Pero todo el mundo me llama Holland —añado a toda prisa. Si Harry nota que me muestro reticente a que me llamen por mi apellido, no dice nada al respecto.

—¿Qué clase tienes, Holland?

—Historia del Arte, ¿y tú?

—La misma. Genial. Así no seré el único que llegue tarde. —Sonrío y él señala hacia las escaleras—. He visto a gente despistada yendo por allí. Si la intuición no me falla, hay un noventa y nueve por ciento de probabilidades de que sean de nuestra clase.

Hace una reverencia exagerada para invitarme a pasar primero. Arqueo una ceja, pero me cuesta no reírme. Es un chico un poco raro, aunque debo reconocer que tiene estilo. Lleva una camiseta extragrande de una banda de rock y unos vaqueros anchos con cadenas. Las gafas redondas le ocupan gran parte de la cara.

—¿Qué es lo tuyo? —me pregunta mientras subimos al segundo piso. Tardo un segundo en darme cuenta de a qué se refiere.

—Me gusta dibujar. De todo, en general, aunque me encantan los retratos. ¿Tú?

—Soy escultor. O lo intento, al menos.

—¿En serio?

Me muestra sus manos grandes y llenas de durezas.

—Me gustaría dedicarme a ello profesionalmente. Por eso estoy aquí. Aunque me costará aprobar el resto de las asignaturas.

—Si te sirve de consuelo, yo no sé nada sobre escultura.

Harry frunce el ceño. Entonces, se le ilumina la mirada, como si acabase de tener la mejor idea del mundo.

—Creo que tú y yo podríamos formar un buen equipo.

—¿Me echarás una mano con Escultura si te ayudo con lo demás? —me adelanto.

—Hecho. Vas a salvarme la vida y el curso. —Cuando alcanzamos la segunda planta, giramos a la derecha. No paro de mirar alrededor, fascinada—. Por cierto, ¿alguna vez has pintado desnudos?

Resoplo con amargura.

—¿Es completamente necesario?

—¿Bromeas? No hay razones para quejarse. He oído que los modelos están muy bien dotados.

Se me escapa la risa al verlo tan entusiasmado.

—No es que me interese, la verdad.

—Mejor. Más para mí. —Se encoge de hombros y me guiña un ojo—. Espero que nunca tengamos que pelearnos por quedarnos con el que esté más bueno.

Alzo las manos en señal de inocencia.

—Son todos tuyos.

—Perfecto. Creo que vamos a llevarnos muy bien.

Encontramos el aula 101 al fondo del pasillo. En efecto, cuando entramos la mayoría de nuestros compañeros ya están sentados. Nos ponemos juntos en la última fila. La profesora llega unos minutos después e intento concentrarme en las explicaciones. De vez en cuando, Harry suelta un comentario en voz baja y tengo que aguantarme las ganas de reír.

Historia del Arte es una asignatura que nunca pude cursar en el instituto. Por tanto, aprovecho al máximo cada minuto de la clase. Es una sesión introductoria; de todas formas, la encuentro interesante. Apunto lo que me parece importante y también el nombre de la profesora por si me resulta útil en el futuro.

Harry y yo tenemos el mismo horario, así que vamos juntos a todas las clases. Volvemos a sentarnos juntos en Fundamentos del Arte, que me resulta aburrida a causa del profesor. A la hora de salir, me pide mi número de teléfono para que mantengamos el contacto.

—Necesitaré a alguien con quien llorar cuando me ponga a estudiar —argumenta y me río mientras lo apunto en su móvil.

Nos despedimos en la puerta porque tomamos caminos distintos. Cuando se marcha, no puedo evitar sonreír. Primer día superado y no ha ido nada mal. Incluso he hecho un amigo. Puede que, después de todo, este sí que sea mi sitio.

Chloe no volverá hasta la noche y no me apetece pasar el resto del día sola, por lo que pienso en llamar a Finn y proponerle ir a tomar algo. Sin embargo, justo entonces miro hacia la calle y me quedo helada.

¿Qué hace Blake aquí?

No solo se encuentra parada frente a mi facultad, sino que, además, a juzgar por cómo mira el reloj, espera a alguien. ¿Tendrá amigos que estudien Bellas Artes? Es imposible que haya venido a hablar conmigo por iniciativa propia. Se supone que éramos muy amigas y una no desaparece de la vida de sus amigas sin dar explicaciones.

De pronto, nuestras miradas se cruzan entre la multitud. Sus ojos grandes y oscuros nunca me habían parecido tan intimidantes. Sostiene el contacto visual y entonces lo sé. Ha venido a verme. A mí.

Parece que me toca ser valiente otra vez.

Camino hacia ella. Está muy cambiada. Mientras que antes tenía el pelo a la altura de los hombros, ahora apenas le cubre las orejas. Además, se ha hecho un piercing en el labio. Lleva unos vaqueros holgados, un top sin mangas y una bandana roja como diadema. Me detengo frente a ella. A nuestro alrededor, la gente se dispersa.

Blake me mira de arriba abajo antes de romper el silencio.

—Bienvenida a la ciudad, supongo.

Quiero abrazarla y decirle cuánto la he echado de menos. Y también que fue un error distanciarme, que no se lo merecía. Que durante estos últimos meses he necesitado a una amiga como ella. Si pudiera volver atrás y enmendar mis errores, lo haría.

—¿Te apetece tomar algo? ¿Un café? —propongo en su lugar.

Estoy nerviosa. Tras considerarlo un momento, Blake acepta.

Vamos a una cafetería cercana a la facultad que suele ser frecuentada por estudiantes. Tiene un aire ochentero que me cautivó cuando vine por primera vez. Imagino que Blake ya la conocía, dado que no presta mucha atención a la decoración. Ocupamos una mesa que está junto a la pared, lo suficientemente apartada como para mantener una conversación en privado.

La camarera acude enseguida. Blake pide un batido y, para mis adentros, me doy una reprimenda. Juraría que estaba obsesionada con el café.

—Solo me permito una taza al día. Me pone histérica —comenta, como si pudiera leerme la mente.

Asiento, inquieta. Las consecuencias de la cafeína pueden ser un tema interesante, pero no es de lo que hemos venido a hablar.

Si ha dado el primer paso, quizá tenga una oportunidad de arreglar nuestra relación. Así podría compensar el desastre de anoche. La conversación con Alex no pudo ir peor. Se marchó después de que me sincerase, ¿y todo por qué? ¿Porque no fui capaz de contestar? ¿Qué esperaba que dijera? ¿Que estaba deseando encontrármelos por sorpresa en ese estúpido pub?

Tengo que sacármelo de la cabeza. Como sea. Ahora que ya no formo parte de su vida, debería centrarme en lo verdaderamente importante: arreglar la mía.

—Supongo que tendrás muchas preguntas —comienzo. Blake no se inmuta—. Antes de nada, quiero que sepas que lo siento mucho. Por todo. No hay nada que justifique lo que os hice.

—Sí, bastantes.

—Antes de nada, quiero que sepas que lo siento mucho. Por todo. No hay nada que justifique lo que os hice.

—Parece que en eso estamos de acuerdo —responde, tensa—. No tenías razones.

—Fui una egoísta. No soportaba pensar que estabais aquí, cumpliendo vuestros sueños sin mí, mientras yo me pudría en esa ciudad. Sola. Sin vosotros. Sin mis amigos. Estudiando algo que jamás me haría feliz. Os echaba de menos y pensé que, si no sabía nada de vosotros, os olvidaría y por fin aceptaría mi nueva realidad. Me di cuenta demasiado tarde de que estaba cometiendo un error. Entonces ya no podía mandaros un simple mensaje para disculparme. Tenía que hacerlo en persona.

Es la primera vez que lo digo en voz alta y no sé si tiene sentido. O si sirve como excusa. ¿Qué habría hecho yo si hubiera sido al revés? ¿Habría perdonado a Blake o la habría dejado fuera de mi vida?

—He cambiado durante este último año. También he aprendido muchas cosas —continúo—. No sirve de nada huir de los problemas. Hay que armarse de valentía y hacerles frente, aunque cueste, porque así es como se consiguen las cosas: dando la cara, no esperando a que lo hagan por ti.

Enarca las cejas. No me extraña que parezca tan sorprendida. Hace apenas un año, jamás habría imaginado que un día estas palabras saldrían de mi boca.

—¿Así que ahora haces frente a tus problemas?

—Estoy aquí, ¿no? En Londres. Estudiando lo que me gusta. A más de trescientos kilómetros de Mánchester y de ese futuro como abogada que, para ser honesta, siempre me pareció una mierda.

No sé qué reacción esperaba, pero cuando sonríe, me da un vuelco el corazón.

—Yo también te he echado de menos.

Se me escapa un suspiro de alivio. Veo en su mirada algo que me resulta conmovedoramente reconfortante: está orgullosa de mí y de lo que he conseguido. De hasta dónde he llegado. De la persona en la que me he convertido, quizá.

—Entonces, ¿me perdonas? —pregunto antes de hacerme ilusiones—. Pensé en llamarte mientras estaba en Mánchester. Muchas veces. Sobre todo cuando necesitaba que alguien me recordase que soy valiosa y que tengo que confiar en mí misma. Eres esa clase de persona, Blake. Inspiras a los demás. No sabes cuánto he echado de menos que seas mi mejor amiga. —Hago una pausa y bajo la voz—: Por favor. Lo siento mucho.

Me clavo las uñas en las palmas de las manos, nerviosa. A veces ser valiente consiste en decir a quienes te rodean lo buenos que son para ti, aunque creas que ya lo saben. Blake me mira en silencio y, al final, esboza una sonrisa cargada de cariño.

—¿A cuántos dónuts de chocolate vas a invitarme si digo que sí?

Empiezo a levantarme.

—¿Cuántos quieres? Voy ahora mismo.

Me empuja para volver a sentarme, riéndose.

—Está bien. Te perdono, pero solo por esta vez. —Me señala con un dedo—. Vuelve a hacerme algo así y te las verás conmigo.

—Hecho. Gracias. En serio. ¡Gracias!

Al verme tan emocionada, también sonríe.

Nos pasamos la tarde poniéndonos al día. Me cuenta que cursa Educación Social y que le gustaría trabajar en un instituto cuando se gradúe, si no puede dedicarse a la música a tiempo completo para entonces. Creo que no hay una carrera universitaria que le vaya mejor. Soy perfectamente capaz de imaginármela dando charlas de concienciación a los alumnos. Por mi parte, le hablo sobre mi primer día y Harry.

—¿Hablarás pronto con los demás? —me pregunta, dando un sorbo a su batido.

—Sí. Quería probar a hablar con Mason, pero creo que lo intentaré con Sam primero.

Se tensa al escuchar su nombre. Hace todo lo posible por desviar mi atención.

—Supongo que podrías llamarlo cuando vuelva a la ciudad.

Y lo consigue.

—¿No está en Londres?

—No, está en Newcastle, con sus padres. —Me mira, expectante. Como no reacciono, añade—: Su padre está muy enfermo. Lleva unos meses ingresado. Sam va a menudo para visitarlo. ¿No lo sabías?

Me quedo helada. ¿Qué?

¿Así que era eso? ¿A esto se refería mamá cuando me dijo que estaban pasando por una situación difícil? ¿El padre de Sam está en el hospital? ¿Por qué? ¿Y desde cuándo? Unos meses es mucho tiempo. No quiero ni imaginarme lo difícil que habrá sido para Sam compaginarlo con sus estudios en Medicina.

Debería haber estado ahí para él.

—Está bien, ¿verdad? —pregunto rápidamente—. Quiero decir, está ingresado y todo esto, pero ¿se va a recuperar?

Blake lleva sus ojos a los míos y con eso ya me lo dice todo.

—Según nos ha contado Sam… —Deja la frase en el aire, como si no pudiera pronunciarlo en voz alta, y a mí se me forma un nudo en la garganta—. Prefiero no perder la esperanza.

Un doloroso sentimiento de culpabilidad me apretuja los pulmones. El padre de Sam está en una situación muy crítica y no lo sabía. He sido tan egoísta, me he centrado tanto en mí misma y en mis problemas, que ni siquiera quise preguntar por él en su día. No llamé a Sam para decirle que podía contar conmigo y ofrecerle mi apoyo. Me necesitaba y no estuve.

—Soy una persona horrible.

Hablo en voz alta sin darme cuenta. Blake me mira con tristeza.

—Tampoco habla mucho con nosotros. Va a Newcastle casi todas las semanas y, cuando vuelve, suele estar pendiente del teléfono. Supongo que Finn te ha contado que el ambiente en casa ahora es un poco… tenso. Sam prefiere evitar los conflictos, así que se pasa el día entero en su habitación. La verdad es que no lo culpo. Yo también lo haría si estuviera en su lugar.

¿Cómo he podido dejar que se enfrente solo a todo esto? No me lo pienso y saco el móvil.

—¿Puedes pasarme su número? ¿Tiene uno nuevo? Voy a llamarlo ahora mismo.

Lo busco entre mis contactos. Necesito decirle que no me importa el tiempo que haya pasado, puede seguir contando conmigo si me necesita. Blake me agarra del brazo para detenerme.

—Ni siquiera sabe que estás en Londres. Volverá en unos días. Creo que será mejor que esperes y hables con él en persona.

En el fondo, sé que sería lo más coherente. Si no hablé con ellos durante el verano fue justo por esa razón. Se merecían una buena explicación. Y Sam, el que más.

Nuestra relación no se parecía a la que tenía con los otros. Sam era mi mejor amigo. Llevábamos toda la vida juntos. Lo ayudé a superar su primer corazón roto y él se quedó a dormir conmigo todas las noches que mis padres discutieron. Estuvo conmigo en mis peores momentos y le prometí que haría lo mismo por él. Cuando rompí con Alex, fue el único que nunca se apartó de mi lado.

Durante mucho tiempo, ha sido una persona tan importante en mi vida que no podría darle apenas unas disculpas por teléfono. De todas formas, si lo llamase ahora mismo, ¿quién dice que contestaría?

—Tienes razón. —Muy a mi pesar, vuelvo a guardarme el móvil en el bolso. Como si quisiera hacerme sentir mejor, Blake se inclina sobre la mesa y me aprieta la mano.

—Sé positiva, ¿vale? Solo llevas unos días en la ciudad y ya has arreglado las cosas con Finn y conmigo. Cuando quieras darte cuenta, todo será como antes.

—No estuve con Sam cuando más me necesitaba, Mason me odia por una razón que no entiendo yAlex se comporta como un gilipollas conmigo. Sinceramente, no tengo muchas esperanzas.

—En primer lugar, Mason odia a todo el mundo, así que no te creas especial —rebate, en broma, y yo fuerzo una sonrisa—. Sam te perdonará con el tiempo. Y no creo que tengas que preocuparte por mi hermano.

Sin embargo, sí que me preocupa porque, aunque la conversación incluya a tres personas, toda mi atención recae sobre una de ellas. ¿Alex le habrá hablado sobre mí? ¿Le habrá contado lo que dije en la azotea? No es que me importe que Blake se entere de lo que ocurrió en Mánchester, pero preferiría que lo supiera por mí, no por otra persona.

—¿Qué te ha dicho? —pregunto sin pensar. Al verla alzar las cejas, reculo y le quito importancia—: De cualquier modo, me da igual. Me quedó claro anoche. No quiere saber nada de mí.

Claro que ni siquiera yo estoy convencida. Me escuchó con mucha atención y después me dijo que se alegraba de que estuviera en Londres cumpliendo mi sueño. Y también que estaba orgulloso de mí. Uno no le dice esas cosas a alguien a quien no quiere volver a ver.

—Sinceramente, creo que la situación le pasa factura. No solo por las discusiones que hay en casa, sino también por nuestro agente. Nos presiona de forma constante para que le enviemos nuevas canciones y Alex se pasa horas componiendo, o intentándolo, porque cree que es responsabilidad suya. Que hayas vuelto nada más lo ha tomado un poco por sorpresa.

Arqueo las cejas con incredulidad. Alex es su hermano y ocupa el primer puesto en su lista de prioridades, así que es comprensible que lo defienda.

—Puede que tengas razón —respondo al fin, ya que no tiene sentido discutir.

—Además, está de mal humor desde que Finn le dijo que quería liarse contigo.

Casi me atraganto. ¿Que Finn quiere hacer qué?

—¿Tú tampoco lo sabías? —pregunta al ver mi reacción. Cuando niego, sonríe, asombrada—. Vaya, este chico me sorprende cada día más. No le des más vueltas. En realidad, no quiere salir contigo.

—Lo sé. Va detrás de mi compañera de habitación.

Junta las cejas.

—Guau, eso es nuevo. ¿Desde cuándo?

—Desde ayer.

—Típico de Finn.

—¿De verdad le dijo eso a Alex? Lo voy a matar.

¿Así que este era ese magnífico plan que no quería contarme? ¿Qué pretende exactamente? ¿Poner celoso a mi ex y ver qué ocurre después? No me extraña que Alex esté molesto. Es absurdo.

—Confío en que tiene un plan perfecto que solucionará todos nuestros problemas —dice Blake—. Al fin y al cabo, es Finn. Siempre tiene buenas ideas.

—No hay nada que «solucionar» entre Alex y yo.

Quizá he sonado muy brusca, pero, vamos, es la realidad. Blake me observa en silencio y, tras unos segundos, admite:

—Estoy aquí gracias a él, ¿sabes?

Alzo la mirada.

—¿En serio?

—No tenía pensado hablar contigo, pero me dijo esta mañana que creía que merecías otra oportunidad. No es tan malo como crees. Sigue preocupándose por ti. No quería que te sintieras sola en la ciudad. Me animó a hablar contigo porque sabía que me necesitabas. Y yo a ti.

¿Cuánta gente hay que se preocupe por mí a estas alturas? Además de Chloe, Finn y quizá Blake, no se me ocurre nadie más. Mis padres están obsesionados con mi reputación y con la imagen que los otros se forman de mi persona, pero ¿y lo que yo pienso? ¿Lo que siento?

—Gracias por hacerle caso —contesto. No sé qué más decir.

—Mira, no sé lo que pasó anoche, pero creo que al menos deberíais intentar llevaros bien. Ahora que has regresado a nuestras vidas, tendréis que veros a menudo, os guste o no.

Asiento y fuerzo una sonrisa cuando por fin cambiamos de tema. Comienza a contarme algo sobre un examen, pero, aunque lo intento, no soy capaz de prestarle mucha atención. No paro de pensar en lo que ha dicho. Alex todavía se preocupa por mí y, gracias a él, ahora Blake vuelve a ser mi amiga. De no haber intervenido, probablemente su hermana no me hubiera dado una oportunidad.

Es frustrante que me cueste tanto estar enfadada con él.

Blake tiene que volver al trabajo, así que pagamos la cuenta a medias y, después de invitarme a cenar con ellos esta noche, nos despedimos en la puerta. Al parecer, cocina lasaña todos los lunes y está deseando demostrarme sus dotes culinarias. Parece muy entusiasmada, por lo que no dudo en aceptar.

Media hora más tarde, la camioneta de 3 A. M. aparca frente a la cafetería. He avisado a Finn de que tengo la tarde entera libre y ha insistido en venir a recogerme. Cuando me subo, me lo encuentro sentado frente al volante, con una camiseta rosa fucsia terriblemente fea que quemaré en cuanto se despiste.

—Hola, Hollie. ¿Qué tal tu primer día?

—¿Le has dicho a Alex que quieres liarte conmigo?

Directo y sin rodeos. Se le borra la sonrisa.

—Vaya, ¿se me olvidó comentártelo?

—¿O sea que era verdad? —le espeto de manera brusca. Finn da un respingo—. ¿Quieres liarte conmigo? Porque te aprecio muchísimo, pero…

—Para el carro, guapa. No eres el centro del mundo. Me reservo para mi próxima conquista, que, por si aún no te ha quedado claro, me gustaría que fuera tu amiga Chloe. Por cierto, ¿estará en la residencia?

—Entonces, ¿se puede saber por qué diablos le has dicho eso a Alex?

Aunque sigo molesta, es un alivio que parezca tan sincero. No quiero volver a romperle el corazón a nadie. Mucho menos a él.

Ajeno a mis pensamientos, el muy imbécil pone los ojos en blanco.

—De nada por ponerte las cosas fáciles.

Pestañeo. Será una broma.

—¿Perdón?

—Venga ya, ¿no te diste cuenta de cómo nos miraba ayer?

—¿Esperas que te dé las gracias por cabrear a mi exnovio?

—Por cabrearlo, no. Por hacer que se dé cuenta de que sigue sintiendo algo por ti. Como veo que es correspondido, me complace informarte de que mi plan va maravillosamente bien.

—No tienes ni idea de lo que dices.

—Está bien. Seré más directo. Primera pregunta: ¿sigues sintiendo algo por Alex?

—No. —Solo que enseguida me retracto—: No lo sé.

—Exacto. —Me apunta con un dedo, sonriendo—. Eso significa que sí. Como decía, si os gustáis, pues liaros.

—No he dicho que sí. He dicho que no lo sé.

Finn resopla, impaciente.

—¿Quieres que vayamos aún más lento? Está bien. Todo sea porque el amor triunfe —expresa con dramatismo. Hace una pausa y me mira de reojo—. ¿Todavía sientes algo por Gale?

—No —respondo con el ceño fruncido. ¿A qué ha venido eso?

Asiente y vuelve a señalarme.

—¿Ves? Así es como respondes cuando ya no sientes nada por tu ex. Cuando sigues estando loca por él y eres demasiado orgullosa para admitirlo, te excusas detrás de un «no lo sé». Puedes mentirte a ti misma todo lo que quieras, pero no puedes engañar al tío Finn. Te he calado.

Pongo los ojos en blanco. No sé si me molesta más su tono de superioridad o el que sea muy probable que tenga razón.

—No pienso liarme con Alex —protesto de todas formas. De hecho, no me permito ni pensar en ello. Solo serviría para torturarme. Prefiero no acordarme de cómo me sentía al estar con él. De sus besos. O de su voz. O de su risa.

—Dame unos días y mi magia de Gurú del amor te hará cambiar de opinión. Cuando menos te lo esperes, le habrás metido la lengua hasta la garganta —prosigue con alegría.

Supongo que espera que vuelva a replicar, sin embargo, tengo la mente en otra parte. Más concretamente, en aquello en lo que no debería estar pensando. Maldigo para mis adentros. Tengo que sacarme a Alex de la cabeza como sea.

—He hablado con Blake. Ha venido a verme al terminar las clases —le suelto. Necesito cambiar de tema con desesperación.

Finn se tensa, pero no tarda en recomponerse y sonreír.

—¿Cómo ha ido?

Alterna la mirada entre la pista y yo, expectante. Si no insisto en que me cuente lo que pasó, estoy segura de que nunca lo hará. No podemos seguir dejando pasar el tema.

—Quiero que me expliques por qué habéis discutido. No voy a poder ayudarte si no lo haces. —Sus ojos conectan con los míos—. Por favor, Finn. Sabes que puedes hablar conmigo.

Vuelve a mirar hacia adelante, apretando con fuerza el volante. Tras considerarlo durante unos largos segundos, suspira y responde:

—Está bien.

Doy un salto en el asiento. No esperaba que fuera tan fácil.

—¿Y bien? —insisto.

—Fue un cúmulo de cosas. Por un lado, Alex y su frustración por el tema de las canciones. Por otro,Sam apenas pasaba tiempo en casa, imagino que ya sabes por qué. Y después estaba el asunto de Masony Blake. Se peleaban a menudo, ocurrieron ciertas… cosas y tuvieron una discusión fuerte de verdad. Tanto que creo que se formaron dos bandos. Alex se puso de parte de su hermana y se enfadó conMason. Sam nos mandó a la mierda porque estaba harto de todos. Yo intenté quedarme al margen. Sabía que, si me involucraba, empeoraría las cosas. Se me da muy bien cabrear a la gente.

—Pero ahora estás involucrado —lo interrumpo con cautela. Hay algo que no me está contando y me da un mal presentimiento—. Más bien, estás intentando arreglarlo.

—Sí, porque fue culpa mía. —Mi rostro debe de reflejar que no entiendo nada. Finn me mira un momento y frunce el ceño—. Holland, ¿no sabes por qué discutieron Blake y Mason?

Niego con la cabeza, aunque no entiendo por qué parece tan sorprendido. He estado fuera durante casi dos años. ¿Cómo iba a saberlo?

—No, claro que no.

—¿Tampoco sabes por qué se pelearon la noche del baile en el instituto? —Lee la respuesta en mis ojos y traga saliva, tenso—. Blake no te lo contó —añade como para sí mismo.

—¿Contarme el qué?

En realidad, no recuerdo qué hicieron los demás esa noche. Únicamente que me escondí con Alex en el sótano y fui su primer beso. Y el segundo y el tercero.

Suficiente. Fuera de mi cabeza.

—Digamos que esas dos discusiones están relacionadas —continúa—. Ambas fueron culpa mía.

—¿Por qué? —insisto, con curiosidad y algo confundida.

Finn se toma un momento para contestar, como si le costara demasiado pronunciarlo en voz alta.

—Fueron las dos veces que le dije a Blake que estaba enamorado de ella.

Dimelo cantando

Подняться наверх