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El tercer punto cardinal: los arquetipos

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Los arquetipos son elementos del inconsciente colectivo humano que se manifiestan de forma repetida en los sueños, en los relatos, en el arte plástico o en los mitos, incluyendo los de las religiones, de todas las culturas. En consecuencia, tienen un carácter universal y representan el componente hereditario de la psique humana.

La gran aportación de Freud respecto al inconsciente personal, ámbito en el que permanece almacenada toda la experiencia del individuo desde antes de su nacimiento, se complementa con la visión de Jung acerca del inconsciente colectivo. Para Jung el inconsciente es un manantial de contenidos, inagotable y vivificador, del que proceden la creación y el sentido de la vida humana. Al mismo tiempo, podemos definir el inconsciente colectivo como un espacio común de la humanidad, de la especie, que nos iguala y en el que hunden su origen los arquetipos. Las grandes aportaciones de Jung son el inconsciente colectivo y los arquetipos. Todo símbolo puede ser un arquetipo, cualquier elemento de la naturaleza, ya sea un bosque, el mar, un árbol, las fieras salvajes, las flores, los ríos, las montañas…

Jung habla de unos arquetipos esenciales, que son complejos, pero necesito explicarlos brevemente porque van a aparecer en numerosas ocasiones a lo largo de este libro. Se trata del Ánimus y el Ánima, la Sombra y el Sí Mismo

El Ánimus y el Ánima son términos que adopto, tomándolos de Jung, aunque establezco mi propia interpretación. Podemos considerarlos como las energías masculinas y femeninas que están presentes en toda persona y que se manifiestan a través de diferentes imágenes arquetípicas: personajes femeninos en el caso del Ánima y personajes masculinos en el caso del Ánimus. Para Jung, la mujer tiene un Ánimus, que es la parte masculina inconsciente de su identidad, de la misma manera que el hombre posee un Ánima, vinculada a la parte femenina inconsciente de su identidad.

En la etapa histórica en la que se desarrolló la vida de Jung, la diferenciación de roles entre hombre y mujer era mucho más rígida que en la actualidad. De todos modos, sigue siendo esencial que los hombres se permitan desarrollar su parte femenina, todas esas cualidades atribuidas a las mujeres y que generalmente les estaban prohibidas, y lo mismo sucede en el caso de las mujeres. Afortunadamente, en esta era de cambio y conquista de diferentes ámbitos tanto por parte de las mujeres como de los hombres, esta diferenciación de roles ha cambiado. Por ello, tanto unas como otros pueden permitirse cualidades y funciones que tradicionalmente solo eran atribuidas de manera separada a ellas o ellos. Entendemos, por tanto, que el Ánimus representa lo inconsciente masculino y el Ánima, lo inconsciente femenino.

Lo cierto es que estas poderosas energías se activan y pueden contribuir a descifrar arcanos en momentos clave de la vida. Así, es importante reconocer que cuando aparecen personajes femeninos o masculinos en los cuentos de hadas, son imágenes arquetípicas del Ánima y el Ánimus, y no pueden ser considerados representaciones de hombres o de mujeres reales. Si la Bella Durmiente despierta por el beso del príncipe, no podemos ver que es un hombre quien se acerca a una mujer dormida y la besa, no podemos considerar realista esta escena. Es necesario aprender a mirar y entender que lo femenino dormido durante cien años puede despertar porque lo masculino lo besa, lo que quiere decir que lo masculino entra en su espíritu y permite que lo femenino entre en el suyo. En esto consiste la conjunción de opuestos, la integración de femenino y masculino en la psique individual. Se trata de una imagen de totalidad. Esta escena simbólica nos habla también de la restitución de lo femenino en una cultura patriarcal. Como veremos más adelante, en La Bella Durmiente la heredera es una mujer, y en el nuevo reino, que surgirá después del despertar de lo femenino, la mujer gobernará, es decir, será protagonista de su destino.

La Sombra es otro concepto fundamental de la psicología junguiana que hace referencia al lado inconsciente, oculto y desconocido de nuestra personalidad. En este espacio están contenidas las tendencias reprimidas más rechazadas, las que nos alejan de ser buenas personas, junto con otras tendencias o capacidades verdaderamente valiosas y que no hemos desarrollado como se merecen.

Como dice Moreno, el ser humano nace con un potencial de espontaneidad enorme. Podemos establecer una conexión entre esa espontaneidad y la expresión de todas las tendencias prototípicamente humanas, sin censuras. A lo largo de la crianza familiar y de la educación, este potencial de espontaneidad se va atenuando para plegarse a lo que la sociedad considera deseable, es decir, para tratar de agradar o de cumplir el ideal de lo que debe ser un buen niño o una buena niña, algo que encontramos en las familias y en la escuela.

No debemos confundir la adquisición del complemento necesario para la espontaneidad, que es la tolerancia a la frustración, la capacidad de dilatar el cumplimiento de los deseos y la interiorización de límites saludables, con la tendencia a cortar las propias alas y amoldarse a ideales familiares o sociales que sofocan tendencias legítimas y genuinas, sepultando verdaderos anhelos o formas de ser. Conviene, por tanto, diferenciar este proceso de represión, totalmente necesario y sano para el crecimiento, es decir, para llegar a ser persona, de ese otro tipo de represión que consiste en desalentar, o incluso reprobar, determinadas inclinaciones inherentes a la propia evolución psicológica o a los deseos del niño o del joven que no se adaptan a los ideales que los otros han depositado en él.

La Sombra es un arquetipo capital que nos va a acompañar toda la vida y que, tal y como dice Jung, será más dañino cuanto más inconsciente y rechazadas estén las tendencias que contiene. Tomando las palabras del propio Jung, el mal que no se hace consciente actúa como un destino.

En cuanto al Sí Mismo, se trata de un arquetipo que nos habla de la totalidad de la psique del individuo. Por un lado, engloba los contenidos conscientes y por otro, los que corresponden al inconsciente. Entendemos el yo como el núcleo de la conciencia. Cuando nos damos cuenta de cosas, ahí está la conciencia, el yo. Pero nosotros somos también aquello de lo que no somos conscientes. Pues bien, el Sí Mismo engloba ambos aspectos, los de la conciencia y los del inconsciente; y está asociado a la esencia singular de cada uno. Sin embargo, la única manera que tiene lo inconsciente de acceder y dar cauce a esa esencia es a través del yo.

Junto con las aportaciones de Jung, también es fundamental la contribución de Marie-Louise von Franz. Esta autora estudia cómo los cuentos maravillosos o de hadas están totalmente saturados de arquetipos, que solo se manifiestan a través de imágenes arquetípicas, ya sean personajes, objetos o escenas. Estas narraciones contienen una serie de motivos universalmente significativos que permiten la proyección y recreación de contenidos propios de toda persona.

He podido constatar en los grupos de psicodrama que he dirigido cómo determinados objetos simbólicos daban a los participantes la oportunidad de expresar, de manera inconsciente, contenidos de la máxima importancia. Por ejemplo, los grupos que iniciaban su trayectoria incorporando árboles en el universo imaginario en que se desarrollaba la escena simbólica, tenían mejor pronóstico que aquellos en los que este motivo no aparecía. Durante una de las sesiones con adolescentes muy afectados, ya que la mayoría tenía un diagnóstico de trastorno de conducta o disocial, convirtieron a Blancanieves en una guerrera que, con su metralleta iba destruyendo el bosque y todo lo que encontraba a su paso. Al detener la escena y pedir soliloquios, que es una técnica propia del psicodrama, uno de los niños pudo contar que un árbol se había salvado de la quema. Este elemento representaba el alma del grupo, que permanecía viva a pesar del universo tan dañado que existía dentro de estos adolescentes sometidos a situaciones personales y sociales verdaderamente desventajosas y traumáticas.

Este tipo de imágenes arquetípicas tienen un poder curativo y ello es así porque proceden de las energías profundas de la psique y de un alma total, colectiva, lo que Jung llama inconsciente colectivo. Este es un continente universal de las experiencias vitales y esenciales de la existencia humana, y guarda energías y códigos profundamente significativos que pueden reactivarse y recrearse en cada individuo, ya sea en sus sueños o a través de su dimensión creativa. Los sueños son vías espontáneas y no intencionales de expresión y acercamiento a esta dimensión inconsciente. El Psicodrama Simbólico es una vía, intencional y voluntaria, de conexión y descifrado de lo inconsciente, así como de recreación y transformación personal.

El método de Psicodrama Simbólico aporta el marco de una gran imaginación activa, que yo denomino imaginación creativa, tomando como guías las imágenes arquetípicas que se encuentran de manera muy potente y sencilla en los cuentos maravillosos. Constituye una forma privilegiada de acceso a los arquetipos, a los que solo se puede llegar a través de imágenes, alcanzando de este modo el inconsciente personal y el inconsciente colectivo.

La tercera gran coordenada, por lo tanto, son los arquetipos presentes en los cuentos de hadas en forma de imágenes, escenas y personajes. Mediante la entrada en los relatos y en los materiales simbólicos que contienen, y a través de la imaginación creativa del Método Simbólico, esta base arquetípica va a hacer que despierte en cada persona el lenguaje olvidado de los símbolos, posibilitando su expresión mediante esta lengua con mayor competencia.

Este es el recorrido que se posibilita a través de los Doce Cuentos. La experiencia alquímica del viaje a través del Psicodrama Simbólico permite la ampliación de conciencia y la dialéctica creadora entre conciencia e inconsciente. De esta manera se abren las propias posibilidades de lo simbólico personal.

El regalo del lobo

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