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Origen e historia del Psicodrama Simbólico
ОглавлениеEl Psicodrama Simbólico tiene su origen en la actividad con grupos de niños y preadolescentes en el contexto educativo, ámbito en el que empecé a trabajar con el psicodrama de los cuentos de hadas. Desde el primer momento, me di cuenta de que este material poseía un enorme poder para motivar a los participantes, que experimentaban un gran disfrute. Empecé con grupos pequeños en los que convivían alumnos con y sin necesidades educativas especiales, ya que el criterio para su formación era la inclusividad y la heterogeneidad, si bien se buscaba la homogeneidad en cuanto a la etapa evolutiva —sus edades estaban comprendidas entre los cinco y los doce años—. Esta actividad se convirtió en un proyecto de innovación en el centro educativo, un colegio público en el que ejercí la docencia al inicio de mi carrera profesional, entre los años 1986 y 1991.
El proyecto fue ampliándose, hasta organizar un equipo que recibió una formación básica en psicodrama, y así fuimos desarrollando una serie de grupos más reducidos. Al mismo tiempo realizamos una intervención en los grupos de clase, es decir, las tutorías de referencia de esos niños con necesidades educativas especiales, para ampliar la dimensión de integración y de creatividad a todos sus compañeros. Es importante insistir en la idea de que todos estaban verdaderamente motivados.
A medida que se iban desarrollando los grupos pude estudiar su evolución, así como la de los niños individualmente, y encontré otra dimensión tan poderosa como la del juego: me refiero a la dimensión de los contenidos. Las historias de los cuentos de hadas no dejaban indiferente a nadie. Estaba cada vez más claro cómo cada niño proyectaba en ellas su mundo interior y relacional, y ello les permitía una catarsis, una transformación, un disfrute, incluso en muchos casos una reconstrucción.
Como resultado de este trabajo de praxis e investigación desarrollado a lo largo de cinco años, surgió la serie de los Doce Cuentos, los doce relatos elegidos en mayor número de ocasiones por los niños y niñas de esa primera investigación. (En realidad, los niños escogieron diez, a los que más tarde yo añadí otros dos, para completar el significado psicológico de la serie). Estas historias y otras muchas entraban a formar parte de las sesiones de psicodrama de cuentos de hadas. En el transcurso de estas sesiones y de los procesos grupales de aquellos cinco primeros años de génesis del Psicodrama Simbólico, organicé y secuencié el orden metafórico de los Doce Cuentos, tal y como ha quedado establecido. Por lo tanto, el Método de Psicodrama Simbólico parte del trabajo con doce cuentos de hadas que muestran de una manera metafórica las etapas clave del crecimiento psicológico, los vínculos esenciales de génesis y construcción de la identidad y los contenidos existenciales fundamentales del ser humano. Esta sería la primera etapa.
En una segunda fase, a lo largo de cuatro años (1992-1994 y 1997-1999), se puso en marcha un proyecto de formación en la Unidad de Psiquiatría Infanto-Juvenil del Hospital Clínico Universitario San Carlos de Madrid, que yo dirigí, con grupos de niños y adolescentes que presentaban diversos tipos de dificultades y trastornos. En ese tiempo se desarrolló el método de Psicodrama Simbólico terapéutico.
Finalmente, en una tercera etapa, que se inició en el año 1999 y se prolonga hasta la actualidad, fui poniendo en marcha actuaciones en diversos contextos, entre los que quiero citar dos especialmente significativos: el grupo de adolescentes del Centro de Acogida de Menores de la Comunidad de Madrid de Leganés (2010-2011) y el Proyecto de ocio inclusivo y creativo de grupos de Psicodrama Simbólico intergeneracionales, en el que participaron personas con edades comprendidas entre ocho y noventa años. Esta última experiencia se realizó en la Casa Encendida de Madrid, durante ocho años seguidos, con grupos de unas treinta personas de nacionalidades diversas y con peculiaridades muy diferentes también. En todos los casos pude comprobar que todas ellas, independientemente de su edad, sus características y situaciones particulares, expresaban un intenso deseo de participar y sumergirse en los cuentos dramatizados.