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Las grandes coordenadas del guion existencial Las etapas del ciclo vital humano

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Como dice una sentencia judía, sabemos que cada nuevo individuo vuelve a crear un nuevo universo. Al mismo tiempo, sabemos que este nuevo individuo viene con una dotación no solo genética, sino también transgeneracional, que se refiere a legados de diferente índole y relevancia.

El sustrato de las coordenadas esenciales del guion existencial se está configurando en las primeras etapas evolutivas. En el vínculo madre-hijo1 está condensado también lo vincular de esta madre con su pareja y con sus otros vínculos significativos. Por supuesto, este sustrato es de carácter inconsciente y se genera en etapas preverbales. Podríamos hablar de una iniciación primigenia a la vida psíquica, inconsciente y preverbal. Después, ya en fases verbales, hace su aparición otro tipo de dimensión condicionada por el poder de las palabras. Con el desarrollo del lenguaje tienen lugar grandes adquisiciones en el desarrollo psíquico de la persona.

Más tarde, en la adolescencia, hay una reedición de estas coordenadas de identidad primigenia e infantil, así como una oportunidad de cambio y reconstrucción. El adolescente recrea el mundo y con su originalidad dejará una huella absolutamente única y personal en su guion existencial y en su identidad. En esta etapa están ya contenidas las grandes preguntas. Se trata de una fase inaugural.

Sin embargo, podemos afirmar, como ya hemos dicho en páginas anteriores, que el ser humano puede mejorar en todas las etapas y momentos de su recorrido vital y, a través de un trabajo profundo, es capaz de generar cambios en su estilo de vinculación primigenio. Consideramos que el guion existencial no está escrito. Jung nos habla de que la máxima totalidad solo se alcanza en el momento de la muerte; hasta entonces existe una vía de perfeccionamiento, de reconstrucción, de cambio, de reparación. Hagamos lo que hagamos, somos en gran medida los autores de nuestra vida.

Veamos ahora dos ejemplos de guiones de vida tomando como referencia la dimensión profesional.

Si A quiere cumplir el deseo de su padre y llegar a ser ingeniero aeronáutico, puede que lo consiga y con ello se convierta también en autor de su propio guion. Porque resulta que le gusta mucho, es muy competente y halla disfrute y sentido en estudiar esta carrera. Obtiene unas calificaciones brillantes, después consigue un buen trabajo y tiene éxito profesional. Parece que ha aceptado el deseo de su padre y lo ha hecho suyo. Ha salido bien. La sintonía es muy grande y el anhelo del progenitor se ha transmitido seguramente de manera respetuosa y con amor.

Si B quiere cumplir el deseo de su padre y llegar a ser ingeniero aeronáutico, pero se encuentra bloqueado, abrumado por la dificultad de las materias, bien por falta de capacidad o por falta de esfuerzo, entusiasmo y compromiso… Sus calificaciones son malas, repite un año tras otro. Todo este proceso mina su autoestima y hace que su carrera pierda sentido. Se acerca a los treinta años y comprende que desea estudiar otra cosa. Durante todo este tiempo ha estado por un lado tratando de cumplir el deseo de su padre, y por otro resistiéndose a cumplirlo. Esta oposición de energías y esta lucha constante no pueden aportarle satisfacción ni éxito.

Ambos, A y B, están desarrollando su guion. En el primer caso puede que el «libro mayor» de la familia de origen2 le haya reservado dones y legados positivos que han soplado como viento a favor o que incluso le ayudaron a construir un barco fuerte y seguro. En el segundo caso, habría que ver qué deudas, qué legados negativos, qué repeticiones y traumas han viajado de generación en generación hasta llegar a él, de manera que su barco es frágil y suele aventurarse con el viento en contra.

El regalo del lobo

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