Читать книгу Norah - Irene Lombardero Gestal - Страница 14
ОглавлениеCorrieron hasta llegar casi al final del bosque. Escuchaban como los soldados estaban más cerca. De repente, silencio. Norah y Will estaban sudando, no podían correr más. Se apoyaron en un árbol y tomaron un poco de aire.
— Tenemos que seguir corriendo.– susurró Will.
Una flecha pasó entre ellos y se clavó en un árbol cercano. Se miraron con los ojos abiertos y Norah negó levemente con la cabeza. Nunca había corrido tanto, estaba exhausta. Entonces, sintió que una mano tiraba de ella y siguió corriendo hacia el final del bosque, dónde estaba su antigua casa.
— Espero que estés en forma.
— ¿Qué...?– Y no pudo acabar la frase.
Un silbido ensordecedor salió de Will y pasados unos segundos, un caballo negro apareció de la nada. Llevaba las alforjas de Will colgadas a los lados del lomo, así como las mantas que usaran de cama la noche anterior. Se trataba de un caballo espectacular, de un marrón claro brillante, con la crin negra. Poseía unas proporciones elegantes y bien definidas. De verdad era un animal increíble. Galopaba hacia ellos con tal elegancia que parecía que el tiempo hubiese decidido ralentizarse para poder disfrutar de su belleza. Se puso a su lado y bajó el ritmo del galope.
— Ahora, ¡salta!
Will no le dio tiempo a reaccionar, y le propinó un empujón subiéndola al caballo de golpe. Él subió tras ella.
— Norah, agárrate fuerte, va a ser un viaje movidito. Eh, ¿estás ahí? ¿Puedes oírme?
Lo escuchaba pero no podía reaccionar. Estaban pasando por delante de su casa. Los recuerdos se apoderaran de ella. La sonrisa de su madre, como le olía el pelo a flores. Sus rizos castaños. El olor a dulces para desayunar. La vista del valle desde su ventana cada noche. La luna no brillaría así desde ningún otro lugar. Un flash brilló en su mente y le recordó la muerte de su madre. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Se quedó en trance. Will miró hacia atrás. Cuatro soldados los perseguían a caballo. Norah escuchaba un murmullo a su alrededor, pero su cabeza estaba en otra parte. Fue volviendo poco a poco en sí y escuchó gritar a Will.
— ¡Norah nos siguen! ¡Reacciona!
Otra flecha pasó por su lado, esta vez, bastante más cerca que antes. Will miró la distancia que los separaba de la guardia, y soltando un bufido, murmuró algo que Norah no llegó a oír y la cogió de la cintura pegándola a él todo lo posible.
El pecho de Norah le empezó a quemar. La ira se estaba apoderando de ella. Esos hombres la habían matado. Su madre, su casa y su vida. Ahora la querían a ella. No la cogerían. Quería venganza. La cabeza le empezó a doler, y sin poder controlarlo gritó con todas sus fuerzas hacia el cielo emanando una energía descontrolada que atravesó a Will y estalló contra los soldados que impactaron contra el suelo mientras los caballos frenaban unos pasos más adelante. De la nariz de Norah salió una pequeña gota de sangre y se le nubló la vista.
— Norah, vamos, no puedes dormirte. Sigue conmigo. – le dijo. – Tenemos que llegar a la costa. Dime por dónde ir.
— El árbol grande... Toma el camino de la izquierda... – Susurró. – No me quedan fuerzas Will.
— Agárrate fuerte, esto se va a poner interesante.– Y tras apartar ligeramente su cara de la de ella le gritó al caballo.– Ávero, ¡vámonos! Te pondré a salvo Norah.
Le dio un pequeño tirón a las riendas del caballo, continuó el galope dejando atrás a aquellos que los perseguían. Ese caballo podría competir con Altai y la victoria estaría tremendamente reñida.
Siguieron galopando cerca de una hora hasta que Will decidió parar. El caballo respiraba rápido, cansado. Los pulmones se hinchaban y deshinchaban a una velocidad sorprendente. Will desmontó y apoyando su frente con la del animal y le dijo:
— Gran trabajo compañero.
Norah estaba apoyada sobre la crin del caballo. La complicidad entre el chico y el animal era parecida a la suya con Altai. Parecía que incluso pudieran hablar mentalmente. ¿Sólo lo parecía? Will la ayudó a desmontar y la acompañó hasta una roca cercana y se sentaron a su lado.
— ¿Dónde está Altai? ¿Lo viste antes de que tuviéramos que salir corriendo? Tengo que encontrarlo. – Preguntó mientras se limpiaba la sangre seca de la nariz.
— Sí. Está bien. No te preocupes.– Contestó sin levantar la mirada del suelo.
— Pero... – No pudo terminar la frase.
— Es la hora de probarlo. Tienes que ser tú.
— ¿De probar...?
Los ojos azules del se habían clavado en los de ella. Se sentía sumida en ellos. No dijo nada, se quedó mirándola.
— ¿Qué haces Will?
Sus ojos casi se salían de las órbitas, lo que divirtió a Will. De repente resbaló, cayó de la roca al suelo y no pudo reprimir el reírse. A Norah en cambio, que no le hacía ni pizca de gracia, se quedó mirando para la escena que se le presentaba y luego saltó de la roca al suelo. Se quedó mirando para el chico, que estaba tumbado en el suelo boca arriba mirando al cielo, y luego empezó a caminar. Will se incorporó del suelo y miró para su caballo.
— ¿Nos vamos? – Le preguntó.
Norah miró ligeramente para atrás pero no. Para su sorpresa, el caballo asintió con la cabeza al chico. No le dio importancia y siguió caminando. Ávero y Will la seguían, uno al lado del otro. Siguieron caminando hasta que oyeron el galope de unos caballos venir hacia ellos por el camino. Se los encontrarían de frente si no hacían algo.
Las piernas de Norah empezaron a temblar. “¡REFUERZOS! Estamos acabados.” Pensó.
— No, no lo estamos.– Dijo una voz a sus espaldas.
— Pero como has sabido...
— Ávero, ya sabes lo que hacer. – La interrumpió. El caballo echó a galope por unos matorrales hacia el interior del bosque.– Norah, escondámonos, y esperemos que no nos vean. No hay otra opción.
Ella asintió resignada. Estaba cansada de escapar. Había corrido más en los últimos tres días que en toda su vida. Will se lanzó detrás de unos matorrales y ella lo siguió.
En escasos dos minutos los soldados habían llegado a la altura de Will y Norah. Éstos no vestían de negro, si no de rojo aunque con la misma capa y el mismo sombrero. Uno de ellos, llevaba una alforja colgada en la silla de montar. Era un hombre robusto, demasiado corpulento. Con facciones marcadas y expresión seria. No daría tanto miedo si no fuese por la espesa barba que le cubría la cara y por el parche que llevaba sobre el ojo izquierdo. Norah no quiso mirar más a aquel hombre, se fijó un poco más en la bolsa y vio como goteaba sangre. Quiso gritar, pero Will se había adelantado a ella y le había tapado la boca.
— Shh, no digas nada. No te muevas. No querrás que nos maten. – Le dijo susurrando todo lo bajo que pudo.– Éstos no son los soldaduchos que nos atacaron en el bosque. Son sicarios que contrata el rey cuando ve que sus guardias no son capaces de acabar el trabajo que les manda.
Una voz ronca eclipsó la de Will. Éste, al oírla, se quedó petrificado. Mirando al frente sin pestañear y apretando los puños con tanta fuerza que las manos se volvieron blanquecinas.
— La niña no viaja sola. El chico la acompaña. No será fácil cogerlos.– Dijo el hombre del parche levantando la bolsa. – Si no queréis acabar así ya podéis hacerlo bien.
— Señor, ¿no podemos dejarlo estar? Llevamos toda una vida persiguiendo a ese chico. El rey solo quiere a la muchacha. Jamás la ha visto, no sabe cómo es. Si le llevásemos a otra cualquiera no lo...
No pudo terminar la frase, el frío acero de la espada del hombre del parche le había atravesado el pecho. El hombre que había tenido el valor de abrir la boca se desplomó y cayó del caballo al camino. Otro intento de grito, pero esta vez fue la propia Norah, la que se tapó la boca. “Y pensar que yo podría acabar así...” dijo mentalmente para sí.
— Bien, ¿alguno tiene alguna otra idea brillante que quiera compartir con el resto? – preguntó al aire mientras limpiaba la sangre de la espada con la capa y la envainaba.
A Norah le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. Quién tendría el valor de decir nada. Estaba claro, nadie.
— No señor.– Dijo el resto del grupo al unísono.
— Señores, ya capturamos una vez a ese crío. Escapó, sí, pero lo volveremos a coger. Se lo llevaremos al Rey junto con la chica y seremos tan ricos como jamás hemos imaginado. El chico es mío. Cuando lo coja...
Gesto de la mano de un lado al otro de la garganta. Todos los presentes sabían el fin de Will si resultase capturado.
— Dicho esto, vámonos. Tenemos que buscar pruebas de hacia dónde han podido ir– Y con un grito de guerra se marcharon galopando hacia la casa de Norah.
Los ojos de Norah se abrieron como platos. ¡No podía ser!
— Se han ido, pero por precaución, será mejor que sigamos ocultos. ¿Estás de acuerdo?
Norah respondió que sí con un movimiento de cabeza. Él se puso de pie y siguió avanzando por los arbustos en la dirección que había ido Ávero. Ella se levantó con rapidez y lo siguió. No daba crédito a lo que había oído decir a esos hombres. Will había sido capturado por ellos, pero, ¿qué había hecho para que lo capturaran?, ¿y por qué la estaba ayudando a escapar? Cuantas preguntas, pero no se atrevía a decir nada, ni una sola palabra.
Después de estar caminando durante un buen rato, salieron del bosque y dieron a un pequeño claro con el río al lado. Norah conocía el bosque, y por eso le daba miedo. Will se paró y dijo:
— En cuanto anochezca no deberíamos estar cerca del camino, tanto la guardia como los demás están demasiado cerca.
— ¿No podemos buscar otro sitio para pasar la noche? Estar aquí es peligroso. – Le contestó. En verdad, estaba cansada de tanto bosque.
Will la miró con una mirada sombría, desafiante, fría. Daba miedo. No parecía él.
— ¿Tienes una idea mejor?– dijo furioso.– Vamos te escucho. Si prefieres volvemos al camino y por qué no, encendemos una fogata bien grande para que vengan a por nosotros. ¿Te parece?
Norah no entendía el cambio de humor de Will, pero no le dijo nada. Seguía teniendo la curiosidad de saber qué era lo que le había pasado con aquel hombre pero seguía sin tener el valor suficiente para preguntárselo. Él volvió a silbar y esta vez aparecieron los dos caballos. Norah corrió inquieta a ver si Altai estaba bien, y al ver que sí, se tranquilizó. Will se acercó a su caballo miró a Norah pero giró la cabeza y se llevó a Ávero a un árbol que había cerca. Le quitó las alforjas, las mantas y un par de sacos que llevaba el caballo encima y los tiró bruscamente al suelo. Abrazó al caballo y otra vez le susurró algo al oído. Norah los miró extrañada, pero una vez más no dijo nada. No sabía si era miedo por las respuestas o porque si preguntaba la dejaría sola, pero no tenía agallas suficientes para decir nada, ni siquiera se atrevía a mirarle a los ojos. No después de cómo le había contestado. Observó los sacos. Al caer habían quedado entreabiertos, y vio que solamente llevaba objetos, raras reliquias que tenía la curiosidad de saber que eran.
A Norah le rugieron las tripas, así que extendió una manta que estaba tirada y sacó la poca comida que le había dado tiempo a guardar antes del incidente. Se acababa de dar cuenta de que no había comido nada hasta ese día. Notó que Will miraba la comida con deseo, pero al ver que ella lo miraba, apartó la mirada y se alejó del improvisado campamento. Se lo pensó dos veces y se acercó a él silenciosamente y le tocó el hombro. La miró de reojo.
— Hay comida para los dos. Tengo manzanas, queso y pan; ¿te apetece algo de eso?
— Si me dieras algo de queso te lo agradecería – le contestó pasados unos instantes.
Volvieron a donde estaba la comida y Will cogió una bota con agua que tenía dentro de uno de los sacos y se sentó en la manta con Norah. Repartieron la comida y en silencio empezaron a comer.
— Siento haberte hablado así antes.– dijo Will.
— Tranquilo, no pasa nada.– Contestó Norah, asintiendo levemente con la cabeza.
Terminaron la cena y Will se tumbó en la manta mirando al cielo. Esa noche la luna alumbraba todo el bosque, y se podían ver todas las constelaciones. Sin mirar a Norah le empezó a decir:
— ¿Sabías que las estrellas cuentan la historia de la Tierra desde sus inicios? ¿Y qué cada constelación es un periodo de tiempo? Cuando lleguemos a un lugar seguro te lo contaré, o quizás te lo pueda enseñar la misma persona que me enseñó a mí.
Norah lo miró y se tumbó a su lado mirando las estrellas. Cuando quiso preguntarle a qué se refería, Will se había quedado dormido. Decidió que esa noche haría ella guardia. Al cabo de un rato, el sueño la venció y no pudo evitar quedarse dormida al lado de su compañero. Habían sido muchas aventuras en un día.